CAPÍTULO 12: «NO LLORES, POR FAVOR»

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Me quedé en silencio, intentando car con las palabras adecuadas, pero nada parecía adecuado.

—Tengo que irme, lo siento. —Se revolvió el pelo y suspiró nervioso—. Me ha encantado pasar la tarde contigo, de verdad —confesó mirándome. Asentí con la cabeza, de acuerdo con él. Me levanté del suelo y le miré caminar nervioso por toda la sala—. Tengo que coger las llaves... ¿Dónde he dejado mi chaqueta? Mierda, mi teléfono —susurró para sí mismo mientras daba vueltas en el sitio. Estaba claro que Chris estaba nervioso, y no iba a permitir que saliese de casa en ese estado. No sabía exactamente cómo debía reaccionar en estos momentos de crisis, pero decidí hacer lo primero que se me ocurrió. Me acerqué a él y coloqué mis dos manos en sus mejillas para que centrara su atención en mí.

—Chris, mírame —le llamé y finalmente dejó de mirar a su alrededor y centró su mirada en mí—. Cálmate, va a estar bien —murmuré mientras que con mis pulgares acariciaba sus mejillas. Chris pareció relajarse ligeramente e inspiró profundamente—. ¿Quieres que vaya contigo? —susurré, y me arrepentí al instante. ¿Quién me creía para inmiscuirme en los asuntos familiares de Chris?—. Perdón, no quiero meterme donde no me llaman —corrí a decir—. Olvida lo que...

—Ven, por favor. —susurró él también. Levanté la mirada y busqué sus ojos, que me miraban suplicantes. Sentí una sensación extraña en el pecho, como si mi corazón ahora fuese un ardiente mechero—. Necesito a alguien que evite que pierda la cabeza de camino al hospital. —Sonrió de lado. Asentí con la cabeza y le sonreí sin enseñar los dientes. Me agarró la mano, provocando que se me pusiera la piel de gallina.

—Ahora vuelvo —le dije y me separé de él. Subí las escaleras de tres en tres y fui a mi habitación. Me puse unos vaqueros y una sudadera, me calcé y agarré mis llaves y algo de dinero. Bajé corriendo, cogí mi móvil del sofá y abrí la puerta. Un viento helador hizo que me estremeciera. Se me había olvidado coger una cazadora. Nos montamos en su coche y Chris condujo hacia el hospital. El viaje fue silencioso, pero tenso. Podía sentir su nerviosismo. Agarraba el volante con fuerza y resoplaba de vez en cuando.

Aparcó el coche en el aparcamiento del hospital y nos bajamos rápidamente. Chris entró corriendo por las puertas corredizas de la entrada y se acercó a recepción.

—Hola, han hospitalizado a mi madre hace menos de una hora. Erin Adams —dijo atropelladamente. No sabía cómo la recepcionista había entendido lo que le había dicho, pero se puso a teclear en el ordenador.

—Planta cuatro, habitación ciento trece —le informó, y Chris salió corriendo después de darle las gracias. Corrí detrás de él intentando seguirle el ritmo, y cuando creía que lo iba a perder de vista, se detuvo y me agarró la mano. Mi corazón dio un vuelco ante el repentino contacto. Intentando no llevarnos a nadie por delante corrimos por los pasillos y nos deslizamos entre las puertas de un ascensor que se estaban cerrando. Chris movía la pierna nervioso y miraba al cielo suspirando. Mi mano sudaba. Mucho.

Cuando las puertas se abrieron, Chris tiró de mí y pasamos corriendo delante de las habitaciones. Ciento siete, ciento ocho, ciento nueve, ciento diez...

—¡Papá! —llamó Chris y sin soltarme la mano, se acercó corriendo a un hombre que se encontraba sentado en una de las sillas de espera. El señor que debía ser el padre de Chris levantó la mirada del suelo y le miró. Instantáneamente, se puso de pie y le abrazó. Chris le correspondió el abrazo con una mano, y con la otra siguió sujetando mi mano—. ¿Cómo está? —preguntó cuando se separaron. Me fijé en el padre de Chris, y comprobé que era la versión más envejecida de él. Tenía el mismo pelo moreno que Chris y los mismos ojos color miel, aunque, en su caso, unas leves arrugas decoraban el contorno de sus ojos. Era algo más bajo, pero igual de esbelto que Chris.

—Estable, parece ser que sólo ha sido un susto —le dijo y le dio un apretón en el hombro.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Chris todavía agitado.

—Estábamos mirando la televisión en el salón cuando tu madre me ha dicho que se estaba empezando a encontrar mal y de un momento a otro, se ha puesto a vomitar sangre. —Cerró los ojos y sacudió la cabeza. Sin darme cuenta, ahogué un grito y me llevé la mano a la boca—. La he metido en el coche y he venido lo más rápido que he podido. Los médicos me han dicho que si hubiese tardado unos minutos más, probablemente ahora ya no estaría aquí —dijo, apenado. Chris asintió con la cabeza.

—¿Puedo pasar a verla? —preguntó.

—Sí, pero está dormida —le advirtió. Chris asintió de nuevo con la cabeza y todavía agarrándome de la mano, se dirigió a la habitación. Antes de entrar, me frené en seco.

—No creo que yo deba entrar ahí. —Le miré. Sentía que ya había cruzado muchas líneas esa noche, y la de esa puerta no iba a ser una más.

—Tienes razón —concordó—. Pero te vas a quedar, ¿no? —dijo alarmado.

—Me has traído tú —bromeé. Le sonreí y soltó una leve risa. Me miró una última vez antes de entrar en la habitación. Me di la vuelta y me senté en una silla, dejando una de ellas libre entre el padre de Chris y yo.

—No nos hemos podido presentar. Soy Nathaniel, el padre de Chris. —Me ofreció la mano, sonriente—. Puedes llamarme Nate. —Acepté su mano y le sonreí.

—Abbie. —Me presenté.

—¿Eres la novia de Christian? —preguntó curioso. Me quedé un segundo con la mente en blanco. Era la primera vez que oía su nombre completo. Cuando asimilé la pregunta, reí, nerviosa y negué con la cabeza.

—No, sólo somos amigos. —Sonreí.

—¡Ah, perdón! —se disculpó—. Sólo me sorprende que haya dejado que alguien lo acompañe —explicó.

—Estábamos juntos cuando le ha llamado por teléfono —dije, a pesar de que yo tampoco sabía del todo qué hacía allí.

—Entiendo. ¿Os conocéis del instituto? —aventuró, y yo asentí con la cabeza—. Me disculpo en su nombre —bromeó y no pude evitar reír.

—Su hijo ha conseguido que el trimestre pase igual de rápido que un suspiro. —Sonreí. Y no mentía. Casi ni me había dado cuenta de que en pocas semanas sería Navidad. En ese momento, mi teléfono comenzó a sonar—. Lo siento, debo cogerlo —me disculpé y me alejé de él.

—Acabo de llegar a casa. ¿Se puede saber dónde estás? —me preguntó mi primo desde el otro lado de la llamada.

—En el hospital —dije sin entrar en detalles, pero me di cuenta de que se podía malinterpretar, así que corrí a explicarme—. Estoy acompañando a Chris. —Kyle se quedó en silencio.

—¿Estás con Chris? —Se hizo el desentendido.

—Ya sé que Mack, Chad y tú le habéis ayudado a planear lo de esta tarde, así que corta el rollo, traidor —dije en broma y Kyle se rio.

—Llámame traidor todo lo que quieras, pero los dos sabemos que te ha encantado la sorpresa. —Podía casi imaginarme a Kyle levantando una ceja, mirándome como si lo supiera todo.

—Puede —admití.

—¿Y qué hacéis allí? ¿Está bien Chris? —preguntó ahora algo más preocupado. Suspiré y me giré para ver al padre de Chris sentado en la silla con las manos en la cabeza.

—Sí, él está bien, tranquilo —dije, sin entrar en detalles. No quería hablar de asuntos que no me incumbían—. ¿Está Mason ya en casa? —pregunté al acordarme de que le había dicho que pasaría la tarde sola en casa.

—No, todavía no.

—¿Me puedes cubrir las espaldas? Dile que estoy con Mack y con Chad, que se han apiadado de mí y me han invitado a su cita, o algo —me inventé. Oí la puerta de una habitación cerrarse y cuando me giré, vi a Chris salir y sentarse al lado de su padre.

—Me debes una gorda, prima —me advirtió. Yo sonreí feliz.

—Te quiero —me despedí y colgué el teléfono. Esperaba que Kyle supiese mentir bien, porque sino, él me debería una a mí. Me di media vuelta y me acerqué a Chris.

—¿Todo bien? —me preguntó cuando me senté a su lado.

—Sí, era Kyle. Quería saber dónde estaba.

—Puedo llevarte a casa, no me importa —se ofreció. Negué con la cabeza.

—No, me quiero quedar contigo. —Le sonreí, y él me sonrió de vuelta. Estiró su mano y cogió la mía, dándole un pequeño apretón—. ¿Cómo está? —le pregunté, señalando con mi barbilla la habitación donde se encontraba su madre.

—Dormida. Está blanca como el papel —murmuró afligido—. Por cierto, ¿dónde está Lily? ¿La has dejado sola en casa? —reprochó a su padre. ¿Quién era Lily?

—No, se ha ido a dormir a casa de una amiga de su clase —explicó. Antes de preguntar quién era Lily, Chris se giró a mirarme.

—Lily es mi hermana pequeña. Tiene seis años —aclaró.

—No sabía que tenías una hermana pequeña... —susurré para mí misma. Le miré de reojo, sonriente—. Vas a tener razón con esto de las citas —bromeé.

—¿Entonces admites que ha sido una cita? —Sonrió.

—Probablemente la peor cita de la historia, pero sí. —Me reí y Chris se rio conmigo. Todavía con las manos entrelazadas, pasó su brazo por mis hombros y me acercó a él. Apoyé mi cabeza en su hombro e inspiré el aroma que desprendía; una mezcla perfecta de colonia y menta.

—Chicos, me voy a ir a por un café. Volveré en un rato —dijo Nate y desapareció al final del pasillo.

—Tu padre es muy amable —le dije mientras jugaba con sus dedos.

—Le has caído bien. —Me sonrió.

—Me alegro —dije con sinceridad. Caerle bien a los padres de Chris de repente era importante para mí. Nos quedamos en silencio, y poco a poco noté cómo los párpados se me iban cerrando. Hacía días que no dormía correctamente, y me estaba empezando a pasar factura. Me acomodé sobre su hombro e inspiré profundamente.

Cuando volví a abrir los ojos, el blanco nuclear de las paredes del hospital me deslumbraron. Seguía apoyada en el hombro de Chris, y cuando me aparté, vi que él también se había quedado dormido. Su cabeza estaba apoyada en la pared y tenía la boca ligeramente abierta. Sonreí inconscientemente. Saqué el móvil y le saqué una foto. Guardé el móvil y miré la hora en el reloj del hospital. Eran casi las cinco de la mañana. Intenté recordar si en algún momento me había despertado agitada por las pesadillas, pero nada se me vino a la mente. Junté las cejas confusa. Debía comenzar a venir a dormir al hospital.

No tenía ninguna llamada perdida de Mason, por lo que asumí que Kyle había conseguido cubrirme. Con sumo cuidado de no despertar a Chris, me volví a apoyar en su hombro, pero se removió inquieto y abrió los ojos.

—Lo siento, no quería despertarte —me disculpé. Se frotó los ojos y negó con la cabeza.

—No, tranquila. Llevo así toda la noche —dijo, y justo en ese momento, salió Nate de la habitación.

—Deberíais iros a casa a dormir —nos aconsejó—. No puedes hacer nada aquí, Christian. Lleva a Abbie a su casa e iros a descansar. Mañana puedes venir a primera hora de la mañana si quieres —le dijo y Chris suspiró.

—Está bien... —Se levantó y me tendió la mano. La acepté, todavía adormilada—. Vamos, te llevo a casa.

—Buenas noches, Nate. Encantada de conocerte. —Le sonreí antes de que Chris tirara de mí y me diera la vuelta. Caminamos de la mano hasta el aparcamiento, donde Chris me abrió la puerta del coche, gesto que me pareció encantador y que hizo que mis mejillas tornaran de un color rojo. Comenzó a conducir hacia mi casa y me apoyé en el cristal del coche, algo cansada.

—Gracias por venir conmigo. No tenías por qué hacerlo —me dijo después de unos minutos de silencio. Despegué la cabeza de la ventanilla y le miré.

—No pasa nada, me alegra haberte podido ayudar —dije complacida. Chris sonrió un poco, pero frunció el ceño momentos después.

—En realidad hay algo que no sabes.

—¿A qué te refieres? —pregunté confusa. Inclinó la cabeza hacia un lado, dudando.

—No es la primera vez que voy al hospital —dijo, y aparcó enfrente de mi casa.

—Chris, no tienes por qué contarme nada si no quieres —dije. No quería que se sintiese presionado a contarme sus problemas familiares únicamente porque le había acompañado al hospital.

—Quiero hacerlo —dijo, rotundo. Apagó el motor y giró su cuerpo en mi dirección. Respiró hondo y me miró a los ojos—. Mi madre tiene lupus. Se lo diagnosticaron hace cuatro años, cuando apenas tenía trece años —confesó. Contuve la respiración, impactada—.

—Lo siento muchísimo... —me lamenté, apenada. No me esperaba aquello.

—No te preocupes, ahora todo va mejor. —Sonrió, triste—. Al principio sí fue duro. Tuvimos que cambiar nuestra forma de vida, y todo el dinero que teníamos ahorrado lo gastamos en los tratamientos especiales de mi madre. —Agachó la mirada y suspiró—. El primer año se quedó una temporada en el hospital. El lupus no suele afectar tanto al sistema inmunológico, pero el caso de mi madre fue especial —me explicó—. Todos lo pasamos mal, pero Lily fue quien más sufrió. Estaba muy unida a mi madre, y no entendía por qué tenía que quedarse en el hospital y no en casa. —Rio sin gracia—. Pero el segundo año mejoró y volvió a vivir con nosotros. Mi padre y yo cuidamos de ella, estaba demasiado débil como para salir incluso de su habitación. —Miró nostálgico el horizonte. Unas lágrimas se deslizaron por mis mejillas, y las aparté antes de que él pudiese verlas—. Recuerdo que Lily siempre me preguntaba qué hacía mamá encerrada en la habitación todo el día, y yo le respondía que estaba muy malita y que se pondría mejor. Me despertaba por las noches y me la encontraba llorando a mi lado. No podía dormir porque soñaba con mamá. Lo único que podía hacer era calmarla e invitarla a dormir conmigo para que se relajara, pero al día siguiente, la historia se repetía otra vez. —Se quedó un momento en silencio.

—¿Tu madre mejoró? —pregunté al notar que Chris se había quedado ensimismado.

—Sí —Sonrió ligeramente—. Poco a poco fue recobrando fuerzas, hasta que pudo empezar a salir de su cuarto y hacer algo de vida normal.     Lily  dejó de tener pesadillas... Pero parece que lo bueno nunca dura. —Sonrió triste. Yo no podía ni hablar, estaba centrando todos  mis esfuerzos en no hipar de lo fuerte que estaba llorando—. La enfermedad de mi madre nos afectó a todos, cada uno a su manera. Mi padre se volvió un hombre más callado, reservado. Mi hermana  trasnochaba y lloraba día sí, y día también. Y yo... —Se quedó en  silencio.

—¿Tú? —le alenté a hablar.

—Me rebelé, y por eso me echaron de mi antiguo instituto. —Apartó la mirada, avergonzado—. Estaba cabreado por tener que cambiarme de instituto, a pesar de que yo mismo me lo había buscado, y por eso me comporté como un cretino contigo. No tiene mucho sentido, pero me encantaba hacerte rabiar, porque me distraía de todo lo que pasaba en mi vida. —Me miró a los ojos—. Sé que ya me he disculpado, pero lo siento, de verdad. Me gusta tenerte en mi vida, es mucho mejor que discutir contigo constantemente. —Sonrió un poco. Las lágrimas no dejaban de caer por mis mejillas. Ya no tenía sentido quitármelas—. No hace falta que digas nada, sentía que merecías una explicación después de lo que ha pasado esta noche —dijo y se quedó callado.

—Yo... Lo siento mucho. No tenía ni idea... —Hipé. Chris alargó su mano y atrapó una lágrima que se deslizaba a toda velocidad por mi mejilla.

—No te preocupes, son cosas que pasan. —Me sonrió triste. Sin pensarlo, alargué mis brazos y los rodeé en su cuello, y enterré mi cara en su cuello, mojándole la sudadera con mis lágrimas. Chris me rodeó la espalda, abrazándome fuerte—. No llores, por favor... —susurró contra mi pelo.

—Lo siento... —lloriqueé—. Me parece tan injusto... —dije entrecortadamente. Chris no era ni un cretino, ni un imbécil y ni mucho menos era malo.

El abrazó se alargó hasta que por el rabillo del ojo vi cómo algunos rayos de sol iluminaban el interior del coche.

—Será mejor que vayas a descansar. Debes estar agotada —susurró, separándose de mí. Pero no quería irme. Al notar que vacilaba, Chris colocó su mano en mi mejilla—. Nos vamos a ver el lunes, nena —me dijo dulcemente, y yo sonreí al oír la palabra «nena». Suspiré y asentí. Me incliné y junté levemente nuestros labios. De mala gana, me separé de él y abrí la puerta del coche.

—Adiós. —Le sonreí y Chris me sonrió de vuelta.

—Que tengas dulces sueños. —Me guiñó un ojo, y yo cerré la puerta. Si él supiera lo que soñaba....

Abrí la puerta de mi casa con cuidado. No sabía si Mason se había despertado ya, y no quería tener que darle explicaciones de dónde había estado. Cuando comprobé que la planta baja estaba despejada, subí las escaleras, prestando atención a algún ruido sospechoso en la planta de arriba. Corrí de puntillas a mi habitación, cerré la puerta y suspiré. Menuda noche.

Me cambié, y antes de tumbarme, colgué en mi puerta un papel donde había escrito «No me molestéis. Estoy durmiendo». No sabía si las pesadillas me desvelarían, pero debía intentarlo.

El beso que compartí con Chris fue en lo último que pensé antes de quedarme dormida.

(...)

Me desperté a las tres de la mañana del día siguiente, sudando y con las sábanas enredadas en mis pies. No había dormido tranquila, pero tampoco había tenido pesadillas. No era una victoria, pero tampoco era una derrota.

Me incorporé en la cama y pasé la mano por mi frente. Estaba empapada. Necesitaba una ducha con urgencia.

Dejé el agua correr durante un rato mientras intentaba relajar mis músculos y despejar mi mente. No podía quitarme de la cabeza la historia que me había contado Chris. A veces, el mundo le daba sus peores batallas a sus mejores soldados.

Tampoco me saqué de la cabeza los numerosos besos que Chris y yo nos habíamos dado. Chris había sido muy dulce conmigo el día anterior, me había cogido de la mano, me había acariciado la mejilla, había dormido sobre su hombro... Habíamos compartido momentos muy íntimos. No iba a poder actuar como si nada hubiese ocurrido entre nosotros. Pero, ¿quería que nuestra relación cambiara? Habíamos empezado a entendernos hacía menos de una semana, no podía dar un paso tan grande en tan poco tiempo. No quería estropear nuestra relación, aunque tampoco podía evitar que mi pecho se inflase cuando me cogía de la mano, o que se me pusiese la carne de gallina cuando nos besábamos y me agarraba de la cintura.

Salí de la ducha y me vestí. Caminé a oscuras hasta mi cama, pero una voz me paró el corazón.

—¿Se puede saber qué haces duchándote a las tres de la mañana? —Oí que me preguntaba mi primo. Con el corazón a mil por hora y la respiración acelerada, encendí la luz de mi habitación. Kyle estaba sentado en mi cama con las piernas cruzadas.

—¿Qué haces tú despierto? —le reproché en susurros, todavía agitada.

—Me ha despertado el ruido del agua. —Se encogió de hombros—. ¿Y tú? ¿Qué haces despierta? —insistió.

—Llevo dormida casi un día entero. La pregunta es cómo no me he despertado antes —susurré, juntando las cejas.

—¿Por qué susurras? —preguntó Kyle, susurrando.

—Para no despertar a Mason, idiota, así que susurra tú también — le regañé.

—Tu hermano no está —dijo y esperé a que siguiera hablando, pero no lo hizo.

—¿No está? ¿Dónde está? —Fruncí el ceño. Mason nunca dormía fuera de casa.

—Supongo que en la misma casa en la que durmió ayer. —Me miró de reojo, sonriente. A mi primo le encantaba el chisme.

—¿Ayer tampoco durmió aquí? —pregunté, incrédula, y Kyle negó con la cabeza, sonriente. Abrí la boca sorprendida—. ¡Se fue a casa de Zoe a dormir, ¿verdad?! — exclamé y Kyle asintió enérgicamente con la cabeza, contento de que hubiese atado los cabos.

—Me mandó un mensaje ayer y me dijo que te dijera que se había con vuestra madre —me explicó, emocionado de por fin hablar del cotilleo—. ¡Parece que soy el encargado de cubrir a todo el mundo! —exclamó, divertido. Le ignoré.

—¡Se ha ido a casa de Zoe para no traerla aquí y no perder la apuesta! —exclamé, indignada. No había pensado que existía la opción de que Mason fuera a casa de Zoe. ¡Había encontrado un vacío legal!

—La cita tuvo que ir bien —aventuró Kyle—. Al menos fue bien para alguien —dijo, divertido. Le miré, confusa, y Kyle hizo un gesto con la mano quitándole importancia al asunto—. No es para mí. Jaxon estuvo toda la cita hablando de baloncesto y batidos proteicos. Si quiero tener charlas de heterosexual, me hago amigo de uno —bufó y yo reí.

—Ya lo siento —dije, divertida.

—¿Y cómo fue tu cita sorpresa? No me has contado nada aún. ¡Llevo todo el día esperando! —dramatizó.

Me senté en la cama a su lado y suspiré. No quería contarle asuntos privados de la familia de Chris, pero como sabía que había ido al hospital por la madre de Chris, algo le tenía que decir.

—Si me entero de que has contado algo de esto, te corto el cuello —le amenacé. Kyle selló sus labios.

—Si ya sabes que yo sólo quiero saber si besa bien —bromeó, y reí divertida.

No había palabras para expresar lo bien que besaba aquel chico.

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¡HOLA HOLAAA! ¿Cómo andáis tod@s? Yo estoy feliz porque... SÓLO ME QUEDAN DOS DÍAS DE CLASE Y DESPUÉS, ¡VACACIONES! ¿Puedo estar más feliz?

¡Capítulo corto, lo sé! PERO HEOS VISTO UN NUEVO LADO DE CHRIS QUE ERA NECESARIO. Osea, ya sabemos POR FIN por qué coña ha estado tratando tan mal a la pobre Abbie :0. ¿Qué pensáis de él? ¿Le perdonáis por su comportamiento de mierda? Deberíais, porque en realidad es un amor ^^. ¿Y qué pensáis que Abbie? ¿Por qué créeis que se ha puesto tan triste cuando Chris le ha contado la verdad sobre su familia? Además, Mason no ha vuelto a casa por la noche... ¿Dónde habrá podido pasar la noche? Mmmmmm...

¡¡¡MUCHÍSIMAS GRACIAS POR TODOS LOS VOTOS Y LOS COMENTARIOS!!! Me hacéis súper súper feliz :))))

Muchos besazos a tods,

Elsa <3

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