CAPÍTULO 13: «¿ES TU NOVIO?»

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Estuve toda la mañana del domingo hablando por videollamada con Mack y Chad. Sabían que Chris había ido a mi casa porque lo habían planeado con él, pero no sabían lo que había ocurrido después. Tampoco les di detalles sobre lo que le ocurría a la madre de Chris porque, a pesar de que eran mis mejores amigos, respetaba la privacidad de Chris y de su familia.

Por la tarde, le hice la maleta a Kyle. Me había dicho que le ayudase a escoger los esenciales, pero se había tumbado en la cama y se había limitado a darme órdenes e indicaciones. Se ofreció a ayudarme a hacer la mía, pero la contribución fue la misma.

Por la noche, Mason intentó darme una charla sobre precaución. Me advirtió de que había «personas malas» que podían hacerme daño, y cuando comprendí a qué se refería exactamente, escupí el puré y le amenacé para que no volviera a hablar de ese tema. Rápidamente, entendió que debía callarse.

Entre que la noche antes de los viajes nunca pegaba ojo, y las pesadillas habían vuelto, la noche del domingo no dormí casi nada. Tuve que arrastrar a Kyle fuera de la cama porque se negaba a ir.

—Tienes catorce minutos, y contando —le avisé antes de salir de su cuarto. Kyle se hizo una bola en el suelo, ignorándome.

Bajé a la cocina y nos preparé el desayuno a mí y a mi primo. Pocos minutos después, Kyle y yo estábamos cogiendo nuestras maletas para cargarlas en el coche.

—No os ibais a ir sin despediros de mí, ¿no? —Bajó las escaleras mi hermano con el pijama todavía puesto. Se acercó y me dio un abrazo de oso—. Pórtate bien, ¿eh? Nada de imprudencias, te quiero viva y entera cuando vuelvas el viernes por la noche —me amenazó, sonriendo. Se separó de mí y se acercó a Kyle—. No le quites el ojo de encima —le ordenó.

—Señor, sí, señor —dijo e hizo un saludo militar.

Le di un último abrazo a mi hermano y Kyle y yo nos montamos en mi coche después de meter nuestras cosas en el maletero. Apenas eran las seis de la mañana, por lo que el sol no había salido aún. Fui a recoger a mis amigos, que estaban igual de dormidos que yo, y conduje al instituto. 

Cuando llegamos, el parking estaba lleno de coches y de padres despidiéndose de sus hijos. Inconscientemente, estiré mi cuello para ver si veía a Chris.

—¿A quién buscas, nena? —Oí que alguien me susurraba al oído. Me giré con una sonrisa más grande de lo que me gustaría admitir. Ahí estaba Chris, tan guapo como siempre, con el pelo despeinado, y una sonrisa igual de grande que la mía.

—A Austin, me ha preguntado si quiero sentarme con él en el bus —mentí para pincharle.

—¿Ah sí? Pues ya le estás diciendo que ya tienes compañero de viaje, porque con él no vas a ir —dijo, rotundo.

—Me podré poner con quien quiera, ¿no? —Sonreí, divertida.

—Tienes razón. Ve con Austin, seguro que Britanny está encantada de sentarse conmigo. —Sonrió triunfante. Mi sonrisa se desvaneció tan pronto como mencióno su nombre. Me crucé de brazos, molesta. Sabía que la que había empezado yo, pero meter a Britanny era un golpe bajo.

—Ten cuidado de no coger una enfermedad infecciosa en el camino —siseé y me di la vuelta para irme, pero antes de poder alejarme, Chris me agarró la muñeca.

—Mira que lo haces difícil, eh... —dijo y chasqueó la lengua—. ¿Me harías el enorme honor de sentarte conmigo en el bus? —me preguntó dulcemente.

—No, pero seguro que la zorra esa estará más que encantada de sentarse contigo —dije, resentida. Chris soltó una carcajada y le fulminé con la mirada. No era gracioso.

—No quiero sentarme con ella, Abbie. Lo sabes —me recordó—. Además, has empezado tú amenazando con sentarte con Austin —dijo, algo molesto, y yo entorné la mirada. Odiaba cuando tenía razón—. Odio a ese tío —murmuró para sí mismo. Sacudió la cabeza y me miró—. Ahora, ¿te sientas conmigo, por favor? —me preguntó inclinándose sobre mí.

—Si insistes... —dije, haciéndome la desinteresada. Chris se rio y acercó su cara a la mía con claras intenciones de besarme, pero la voz de la profesora Perry nos interrumpió.

—¡Todo el mundo al autobús! —gritó por un megáfono y yo me aparté de Chris, al que oí maldecir por lo bajo. Me acerqué a mis amigos y a mi primo, quien estaba acompañado de otro chico moreno a quien no conocía. Al ver mi cara de confusión, Kyle habló.

—Abbie, este es Max. Me voy a poner con él en el bus —le presentó, y Max me sonrió—. Me ha dicho que tenía el pelo bonito y no he podido decir que no —dijo, sonriente. 

—Nos conocemos de clase —aclaró Max, avergonzado. Reí y negué con la cabeza. Kyle chasqueó la lengua, divertido. 

—Todavía estás a tiempo de encontrar otra pareja —le dije en broma, y él rio—. Me voy a poner con Chris en el bus, ¿vale, chicos? —les advertí, y mis mejores amigos me miraron con una sonrisa pícara. Puse los ojos en blanco y me alejé de ellos.

Chris me ayudó a dejar mi maleta en el compartimento del bus mientras se quejaba de lo pesada que era y nos dirigimos a la puerta del bus. Me fui a subir, pero el profesor Harris, que desafortunadamente, también nos acompañaba en el viaje, me detuvo.

—El permiso —me reclamó, y tendió su mano. ¿El permiso? ¿Qué...? ¡El permiso! ¡Me había dejado el permiso en la mesa de la cocina! Chris entregó el suyo, y esperó a que yo hiciera lo mismo.

—Pues es que verá... —balbuceé, nerviosa. Sin ese permiso, no podía irme de excursión. Debía inventarme algo rápido. Chris tuvo que darse cuenta de que algo pasaba, e intervino.

—Hay un problema, profesor. Abbie no se ha dado cuenta, y ha metido el permiso en la maleta. ¡Y claro! No querrá que se ponga a deshacerla en medio del aparcamiento y desparramar por todo el suelo los tampones, las compresas, su ropa interior... —enumeró mientras contaba con los dedos. El profesor Harris levantó la mano, indicándole que se callara.

—Me ha quedado claro. No quiero saber qué cosas lleva la señorita en su maleta —dijo incómodo y sacudió la cabeza—. Debe entregármelo en cuanto lleguemos al campamento, señorita Williams —me advirtió. Asentí con la cabeza y Chris, sonriente, tiró de mí. Nos sentamos en unos asientos a mitad del bus, yo en el lado de la ventanilla y él en el del pasillo, y le miré incrédula.

—¿Acabas de decirle a mi profesor de Matemáticas que llevo tampones y compresas en la maleta? —pregunté, incrédula y algo divertida. Chris se rio.

—Ha funcionado, ¿no? —Se encogió de hombros y se acomodó en el asiento. Sacudí la cabeza y reí. Subí mis piernas sobre el asiento y apoyé la cabeza en mis rodillas, esperando a que el bus estuviera lleno—. ¿Ansiosa de pasar la semana conmigo? —Me pasó el brazo por los hombros y me acercó a él. De nuevo, una sensación extraña, pero agradable, se extendió por todo mi pecho.

—Más quisieras —respondí, divertida, y le di un suave codazo en las costillas. En ese momento, Chad y Mack pasaron por nuestro lado de la mano, y al verme apoyada en el hombro de Chris, mi mejor amiga me guiñó un ojo. Sonreí, avergonzada, y hundí la cabeza en mis piernas.

—¡Estamos todos! ¡Que comience el viaje! —gritó la profesora Perry en la parte delantera del autobús, lo que provocó una oleada de gritos de alumnos emocionados. El conductor puso en marcha el autobús y salió del aparcamiento.

—Que comience el viaje. —repitió Chris y me besó la nariz. Me sonrojé y me tapé la cara con las manos.

—¡Deja de hacer eso! —exclamé avergonzada. No estaba acostumbrada a recibir tanto afecto por su parte, aunque parecía que a Chris le resultaba de lo más natural.

—¿El qué? —preguntó, fingiendo confusión. Me quitó las manos de la cara y me miró a los ojos—. ¿Esto? —Me besó la nariz—. ¿O esto? —Me besó la mejilla—. ¿O tal vez esto?- Me dio un pico en los labios. Se separó y me sonrió.

—Sí, eso, para. Me pones nerviosa —protesté. Sentía un calor abrasador en mis mejillas, cosa que odiaba. Chris se rio volvió a pasar su brazo por mis hombros.

Nos pasamos el resto del viaje bromeando y riéndonos el uno del otro, conociéndonos un poco más. Las tres horas de viaje que por la mañana creía que se me iban a hacer eternas e insoportables, se habían pasado como un suspiro, y todo gracias a Chris. Él sí que sabía cómo entretener a una persona.

-¡Hemos llegado! —gritó el profesor Harris cuando se detuvo el autobús. Miré por la ventana para ver dónde estábamos. El autobús se había detenido en un descampado enorme, en cuyo centro se encontraba una tarima de madera. Más allá observé que había una nave con un cartel que indicaba que era el comedor. Busqué las cabañas, pero no las encontré por ningún lado. 

Chris me tendió la mano y me ayudó a levantarme. Fuera del bus, el frío me golpeó como una bofetada. Me abracé a mí misma y me abroché la cazadora, intentando que mi temperatura corporal no descendiera abruptamente. Busqué a Chad y a Mack con la mirada. En cuanto los localicé, me acerqué a ellos.

—¡Guapísima! —me saludó—. ¿Qué tal el viaje, Abbie? —me preguntó Mack divertida y chocó su cadera con la mía.

—Largo —mentí. 

—Pues si a ti se te ha hecho largo, no sé que se me ha hecho a mí. —Oí que dijo Chris detrás de mí—. He tenido que aguantar un discurso de quince minutos de por qué el helado es la mejor comida del mundo —se quejó mientras me señalaba con el dedo pulgar. Abrí la boca indignada.

—Es versátil, se puede comer en todas las comidas y está riquísimo —argumenté. Chad y Mack se rieron, divertidos.

—¡Chicos, acercaos! —nos llamó una voz femenina. Me giré y vi que sobre la tarima de madera había un hombre y una mujer con unos trajes de color beis. Chris me cogió de la mano y caminamos hacia la tarima. Chad y Mack nos siguieron de cerca. Miré a mi alrededor, buscando a Kyle entre las personas, pero no lo vi—. Bienvenidos al campamento, chicos. Espero que estéis preparados para cinco días llenos de juegos y diversión —dijo emocionada, provocando unos gritos de entusiasmo—. Yo me llamo Jackie, y éste de aquí —Señaló al hombre de no más de treinta años que se encontraba a su lado—, se llama Tom. —El hombre sonrió y saludó con la mano—. Vamos a repasar las normas antes de asignaros a cada uno la cabaña donde vais a dormir —dijo, y el hombre dio un paso adelante, preparado para hablar.

—Nada de comportamientos y o comentarios fuera de lugar —dijo, serio—. Por las noches, dormimos. Si pillamos a alguien fuera de su cabaña por la noche, está automáticamente excluido de todas las actividades programadas. Los chicos dormirán con los chicos y las chicas con las chicas. No es discutible— añadió que había algunas manos alzadas. Se oyeron algunas quejas de fondo—. Las habitaciones son de tres personas. Vuestros profesores os dirán ahora cómo distribuiros —dijo y dejó sitio al profesor Harris, que acababa de subirse a la tarima también.

—La profesora Perry y yo hemos decidido que os dejaremos escoger vuestros compañeros de cabaña, siempre y cuando no haya discusiones ni problemas —nos advirtió. Comenzamos a distribuirnos, y rápidamente, me coloqué al lado de Mack. Le sonreí y ella me sonrió de vuelta.

Observé cómo tanto las chicas como los chicos se fueron agrupando de tres en tres. Chris, Chad y Kyle, quien por fin había aparecido, se habían puesto juntos.

—¡No es justo, chicas! ¡No me podéis dejar sola! —Oí que protestó Britanny a unos metros de nosotros. Me asomé para ver que ocurría y sonreí divertida. Sus amigas se habían puesto juntas y ella se había quedado sola. Mack y yo nos reímos divertidas hasta que nos dimos cuenta de una cosa. Nosotras sólo éramos dos, y ella era una. Las habitaciones eran de tres personas, y el resto de las chicas ya se habían agrupado.

La profesora Perry se acercó a ella.

—Tranquila, seguro que hay un grupo de chicas con el que puedes ponerte —la consoló.

—También puedo ponerme con los chicos —sugirió con una sonrisa. La mirada severa de la profesora Perry hizo que su sonrisa se desvaneciera rápidamente.

—¿Hay algún grupo al que todavía le falte una compañera? —Miró a su alrededor, y cuando nos vio a Mack y a mí, sonrió. Maldije para mis adentros—. Ahí hay un grupito de dos. Ve con ellas. —Brittany gritó emocionada por tener un grupo con el que ponerse, pero en cuanto vio que éramos nosotras sus nuevas compañeras de cuarto, puso una mueca. «Tranquila, nosotras tampoco queremos ponernos contigo», pensé.

Oí a Chris, a Kyle y a Chad reírse detrás de nosotras. Me giré y les fulminé con la mirada. No era divertido. No quería tener que compartir espacio, baño, aire, con esa víbora. Por la cara de asco de Mack, asumí que se sentía exactamente igual que yo.

Nos hicieron hacer una fila por grupos para apuntar nuestros nombres en una lista y nos entregaron la llave de una cabaña a cada grupo. Tom me tendió la nuestra y miré el llavero. «Cabaña 13». Resoplé. Además teníamos el número de la mala suerte. ¡Empezábamos bien!

Britanny se alejó de nosotras para reunirse con sus amigas en cuanto pudo. Nos trataba como si tuviésemos la lepra, aunque al menos así nos dejaría en paz.

—Las cabañas están a cinco minutos andando hacia el sur. —Señaló la monitora hacia el bosque—. ¡Suerte! —gritó y se bajó de la tarima junto al hombre, Tom. Fruncí el ceño. ¿Acaso no nos iban a acompañar?

—¿Qué cabaña tenéis? —preguntó Chad, que acababa de acercarse a nosotras junto a Kyle y Chris. 

—La trece—dije, agitando las llaves—. ¿Vosotros?

—La once —respondió Chris, sonriente—. Estamos cerca... —Me guiñó un ojo y reí divertida.

Los cinco caminamos hacia las cabañas mientras arrastrábamos nuestras maletas por el barro. Pocos minutos después, visualicé de lejos la primera cabaña. Estaban colocadas en fila, por lo que no sería difícil encontrar la nuestra.

Mack y yo acompañamos a Chris, Kyle y Chad hasta su cabaña. Suspiré y miré más adelante; no quería llegar a la nuestra.

—¡No mates a nadie, nena! —gritó Chris divertido. Le saqué el dedo y seguí andando. No prometía nada.

Unos metros más adelante, Mack y yo nos detuvimos delante de nuestra cabaña. Subimos los escalones y tras comprobar que Brittany no había llegado aún, abrimos la puerta.

—¡Wow...! —exclamó Mack. ¡Era enorme! La entrada a la cabaña daba a un pequeño salón con un sofá y un sillón. Colgando de la pared, había un televisión. La decoración era escasa, pero suficiente para darle un toque acogedor a la sala. A nuestra derecha había dos puertas, también de madera. Me acerqué a una de ellas y la abrí. Tres camas estaban repartidas en la pequeña habitación. Sin esperar a que Mack se pidiera ninguna de ellas, me lancé sobre la cama que estaba justo al lado de la puerta.- 

—¡Mía! —grité y Mack se cruzó de brazos.

—No me has dado tiempo a escoger —protestó.

—Ese era el punto. —Sonreí. Mack puso los ojos en blanco y colocó su maleta en la cama contigua a la mía—. No creo que pueda aguantar a Brittany como compañera de habitación durante cinco días —me quejé. Britanny y yo teníamos compartíamos historia, y el final no fue exactamente feliz.

—Menos mal que le he puesto candado a mi maleta —dijo aliviada Mack. Asentí con la cabeza, de acuerdo. Mason me había dado la misma idea en casa.

—Vamos a la cabaña de los chicos. No me apetece cruzarme con ella —dije y me levanté de un salto. Teníamos todavía mucho tiempo antes de tener que reunirnos de nuevo en la tarima, y cualquier sitio era mejor que ese.

Pasamos la cabaña doce y nos acercamos a la once, donde se alojaban los chicos. Entramos sin llamar a la puerta. Era exactamente igual que la nuestra. No pudimos ni dar dos pasos, porque la voz de Chad nos sobresaltó.

—¡Yo me había pedido yo esa cama! —Oí que gritó desde la habitación. Miré a Mack, que intentaba como yo, aguantar la risa.

—¡No es verdad! ¡Yo me la había pedido primero! —gritó Chris de vuelta. Me asomé a la habitación y vi a Chris y a Chad agarrados encima de la cama más lejana a la puerta, intentando tirarse el uno al otro al suelo. Mack se colocó a mi lado.

—¿Se puede saber qué pasa aquí? —preguntó, llamando la atención de los chicos. Chad, se quedó embobado mirando a Mack. Chris aprovechó el momento de distracción y le dio una patada en las costillas, tirándole de la cama. Chad aulló de dolor desde el suelo y Chris sonrió victorioso.

—Lo creáis o no, llevan así desde que hemos llegado —dijo mi primo, que guardaba su ropa en los armarios—. Menos mal que habéis venido, porque estaba a punto de volver a hacer la maleta y dormir en el bosque —se quejó.

—Hazlo. Me gusta tu cama —le dijo Chad desde el suelo. Sacudí la cabeza divertida. Kyle le lanzó una mirada asesina y Chad levantó los brazos en son de paz—. Era broma, tío. —Mack se acercó a él y le tendió la mano para ayudarle a levantarse. Me acerqué a Chris y con la intención de sentarme a su lado en la cama, pero me detuvo antes de poder hacerlo.

—Esta cama es sólo para vencedores, nena. —Me sonrió socarronamente. Me crucé de brazos, y apoyé el peso de mi cuerpo en una pierna.

—¿No me vas a dejar sentarme en tu cama... porque no me he peleado por ella como un animal? —pregunté incrédula. Chris ensanchó su sonrisa, demostrándome que iba en serio. Pero yo tenía un plan mejor—. ¿Y no hay otra manera de poder ganarme ese derecho? —susurré coqueta. Sin apartar la vista de sus ojos, me acerqué lentamente a él, juntando peligrosamente nuestras caras. Chris me sostuvo la mirada, expectante.

—¿Qué tienes en mente? —preguntó juguetón, mirando mis labios. Inconscientemente, miré los suyos también. Sin responder a su pregunta, le agarré de su tobillo izquierdo y tiré hacia mí, provocando que su cuerpo cayera en el suelo de madera. Sonriente, me subí a la cama de Chris y comencé a dar saltos. Chris se incorporó y me miró —. ¡Podría haberme roto el cuello!—exclamó consternado. Le saqué la lengua y seguí saltando. Chris abrió la boca, indignado. Se acercó con rapidez a mí, pero levanté la mano, deteniéndole, antes de que pudiera agarrarme. 

—Esta cama es sólo para vencedores, ¿recuerdas? —dije, divertida. Chris bufó, y sin darme tiempo a reaccionar, me agarró del tobillo también y mi cuerpo rebotó sobre su cama. Se colocó encima de mí y colocó sus brazos a cada lado de mi cara.

—Estamos a mano. —Sonrió socarronamente. Embelesada por su mirada, miré sus labios de nuevo y él hizo lo mismo. Poco a poco podía sentir como su cara se acercaba más y más y más...

—¿Nos vamos ya, chicos? —nos interrumpió la voz de Kyle. Chris resopló, y no después de unos largos segundos, se quitó de encima de mí. Era la segunda vez ya que alguien nos detenía antes de poder besarnos.

—Si esto no es una señal del destino, no sé qué es... —susurré para mí misma. Chris me miró unos segundos, pero apartó la mirada y salió de la habitación.

Cuando llegamos a la tarima, los monitores todavía no habían llegado. Nos sentamos en unas piedras cerca de la construcción de madera y bromeamos hasta que una vos nos llamó la atención.

—¡Muy bien, pardillos! —exclamó Tom—. Estamos a punto de comenzar los juegos del campamento. —dijo con una sonrisa malévola. ¿Dónde se había quedado el monitor amigable de antes?—. Advertimos que los juegos no siempre van a ser fáciles, y en algunos, probablemente os arrepintáis de haber venido. Habrá que buscar, correr, saltar, escalar, deslizarse, golpear, en algunos casos... —Miré a mis amigos y me reí. ¿Pero quién se creía que éramos? ¿Indiana Jones?—. Hoy sólo vamos a conocernos un poco con juegos básicos de campamento. Podéis relajaros. —Sonrió.

Nos explicó en qué consistía el primer juego y después de cierto alboroto, me tocó ser la pareja de Max.

—Compañera. —Me saludó, sonriente.

—Compañero. —Me contagió la sonrisa. Parecía un chico muy simpático—. ¿Te has enterado de qué hay que hacer? —le pregunté mientras miraba a mi alrededor. No había entendido nada de lo que había explicado el monitor. Estaba demasiado concentrada en que mis dientes no se rompieran del castañeteo. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y me sacudí, congelada.

—No —dijo divertido, haciéndome reír—. Podemos hablar y fingir que sabemos lo que estamos haciendo —ofreció y yo asentí con la cabeza. Quizás si me movía, tendría menos frío. Ambos comenzamos a agitar los brazos y nos reímos. Aquel juego era absurdo—. Kyle me ha dicho que eres su prima —mencionó. 

—No por elección propia —bromeé.

—Es un chico muy divertido —dijo mientras miraba a mi espalda. Me giré y vi a Kyle haciendo el mono con una chica que no dejaba de reír. Sacudí la cabeza, divertida.

—Todo tuyo, amigo —dije y Max rio.

Mis ojos inspeccionaron mi alrededor, buscando a Chris. Por sorpresa —no tanta sorpresa—, me encontré a Chris haciendo el juego con Britanny. Ella no dejaba de lanzarse encima de él, y me enfureció ver que él tampoco hacía nada para apartarla. Odiaba la forma en que Britanny siempre perseguía a Chris y hacía lo imposible para estar con él. Era detestable. Y como Chris tampoco le paraba los pies...

—Abbie, ¿me escuchas? —me llamó Max y volví a mirarle—. Creo que es el juego del espejo. Tú te mueves y yo tengo que copiarte —me explicó, y asentí con la cabeza, distraída. Max comenzó a imitarme a mí, pero yo estaba demasiado centrada en mirar la forma en que Britanny se lanzaba sobre Chris—. ¿Es tu novio? —preguntó Max, señalando con la barbilla a Chris. Le miré avergonzada y negué con la cabeza—. ¿Entonces, cuál es el problema? —preguntó confundido.

—Ella es mi problema —dije con rencor.

 —Ya sabes cómo es, siempre intenta ligar con todo lo que tenga cola. —Rio por su propio comentario—. Cuando llegué a este instituto, me acuerdo que también intentó ligar conmigo. Tuve que darle un beso a un amigo mío en una de sus fiestas para que me dejara en paz. ¡No se creía que fuera gay! —exclamó. Reí algo divertida. 

—Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas, ¿no? —pregunté, riendo. 

—¡Y que lo digas! —Dejó escapar una carcajada—. No aguantaba tenerla revoloteando a mi alrededor haciendo exactamente eso. —Señaló de nuevo a la pareja con la barbilla. Chris y Britanny se reían, y me recordó a la noche que les pillé en el restaurante juntos. Chris me había asegurado que no se lo había pasado bien de verdad, pero ahora que los observaba, empezaba a dudarlo.

—No sé por qué me enfada tanto. Ni siquiera estamos juntos, puede hacer lo que quiera —dije, con las palabras quemándome la lengua. No estábamos saliendo, y yo lo prefería así. Me daba miedo estropear nuestra nueva relación, dar el paso equivocado. Quería que las cosas siguieran tal y como estaban, pero cada vez que veía a Chris con Britanny... Me ardía la sangre.

—Sea lo que sea que vosotros dos tengáis, parece que a él no le importa demasiado. —Sus palabras me calaron hondo—. No dejes que un hombre te amargue las vacaciones, Abbie. —Volví a mirarlo—. Vamos a hacer una cosa, yo voy a ayudarte a que te distraigas y tú me vas a contar todo lo que sepas de tu primo. ¿Hay trato? —Me tendió la mano, y segundos después, la acepté.

Si Chris quería ligar con Britanny, adelante, pero yo había venido a este campamento a pasármelo bien, y ni Chris ni nadie iba a impedírmelo.


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¡FELIZ NAVIDAAADDD! ¿Acaso puede haber mejor día para actualizar mi novela que el día de Navidad? NO. ¿Y cómo ha ido vuestro día? ¿Habéis recibido muchos regalos? Yo personalmente no soy muy fan de la Navidad (tirando más bien a la detesto), y menos aún este año, que ha sido un poco ñe. ¡Pero se está acabando este año tan caótico! Y se agradece :/

A otro asunto, en este capítulo ya hemos visto ligeramente cçomo va a ser la relaicón entre Chris y Abbie, y además ya están en el campamento, y debo decirso, PREPARAOS PARA ESOS CINCO DÍAS PORQUE OH DIOS, LA QUE SE VIENE.

¡Por poco se me olvida! Hemos conocido a un nuevo personaje, Max. ¿Qué os parece? ¿Nos gusta para el bueno de Kyle?

¡Os animo a comentar y a votar lo que os parece la novela! ¡Me encanta saber qué opinais de ella, y qué pensáis que va a pasar!

Besazos enormes, y nos leemos pronto,

Elsa <3

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