Capitulo 17

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Artemisa y Apolo se aparecieron a las afueras de la Mansión Lestrange. La edificación era oscura, tenebrosa y parecía emanar una magia tan maligna como poderosa que podría helar la piel de cualquiera. Su aspecto de colores tan opacos contrastaba con el fuerte sol que se asomaba, notificando el inicio de un nuevo día. 

Ambos jovenes compartieron una mirada llena de seriedad y rapidamente se lanzaron encima un hechizo desilusionador. Pudo haber sido mucho más practico utilizar la capa de invisibilidad de los Potter, pero no les permitiría moverse a libertad a diferencia del hechizo desilusionador, en el que eran expertos.

—No nos separaremos hasta que encontremos a la serpiente.—sentenció Apolo.

—Sin problemas.—dijo Artemisa.—pero en cuanto la veamos debemos separarnos. Solo uno de nosotros puede enfrentarse a ella mientras que el otro pelea y busca a Snape.

—Veamos como se maneja el ambiente.—dijo Apolo.

—De acuerdo. No olvides que los demás atacaran a Quien-Tu-Sabes...debemos estar pendientes a cualquier señal de auxilio.

—A mi me preocupa más el hecho de que Aria esta sola cuidando a los niños.—Apolo hizo una mueca.

—Ciertamente a mi también...pero mientras estemos atacando a los dos puntos fuertes, tengo la esperanza de que ella no tenga problemas. En cualquier caso, tengo puesta la pulsera que me avisa si algo va mal con ella.

—Bien...entonces, vamos.

Con el mayor sigilo posible se acercaron a la Mansión, no sin antes Artemisa tener que desactivar todas y cada una de las protecciones y maldiciones que resguardaban la casa. 

El plan era sencillamente perfecto, en especial porque nadie esperaría un ataque en plena mañana. Primero ingresarían a la Mansión en cuanto los habitantes de esta saliera corriendo en ayuda a su líder, tenían contemplado que quizá pudieran quedarse algunos  mortífagos de poca importancia para que cuidaran de los encarcelados. Apolo y Artemisa los vencerían y rapidamente se dirigirían a donde Nagini se encontraba, que, según los últimos informes que Severus alcanzo a darles, se encontraba en la habitación principal en el quinto piso. 

Por otro lado, según lo que Sirius les había contado (pues visito la Mansion Lestrange cuando era niño con su familia), las mazmorras se encontraban al fondo del primer piso, descendiendo una escalera. 

Se colocaron a lado de unos arbustos, agachados, escondidos. En cuanto el reloj de Apolo marco las de seis con treinta minutos de la mañana, escucharon ruidos provenientes de la Mansión y con una sonrisa confirmaron que la mayoría había partido rumbo a la Mansión Malfoy, donde se encontraba Lord Voldemort.

—Siento la presencia de cinco mortífagos.—susurro Apolo.

—No es problema para nosotros.—dijo Artemisa.

—¡Bombarda Maxima!

 El hechizo que lanzo Apolo, provoco que la puerta principal explotara en mil pedazos. Aún con el hechizo desilusionador encima, lucharon contra los pocos mortífagos que aún se encontraban en la Mansión, librándose de ellos al cabo de unos quince minutos.

Los cuerpos asesinados de cinco mortífagos yacían sobre el suelo del salón principal de la Mansión Lestrange. De repente, un siseo furioso se escucho en todo el lugar y si no fuera porque Apolo reacciono rápido y jalo a Artemisa a su lado, esta hubiera sido mordida por la serpiente maledictus, Nagini.

La gran serpiente lucía mucho más débil de lo que debió ser nunca. Su color estaba opaco y aunque se esforzaba en parecer amenazadora (porque si lo era), también se notaba cansada.

—Vete, Arte...yo me encargo de ella.—dijo Apolo.

Voy a matarlos...—siseo la serpiente 

No si nosotros te matamos primero.—sisearon Apolo y Artemisa.

Si la serpiente tuviera un cuerpo humano, podría haber abierto sus ojos con sorpresa. Se suponía que nadie más que su amo, Voldemort, podía hablar la lengua de las serpientes.

¿Quiénes son ustedes?—pregunto la serpiente con una nota palpable de terror en su voz.

Apolo y Artemisa le dedicaron su mejor sonrisa burlona y sádica. Artemisa palmeo el hombro de Apolo y se dirigió a otro pasillo.

Diviértete, Apolo.

Artemisa camino a paso tranquilo por el largo pasillo de la Mansión mientras escuchaba a Apolo luchar contra la serpiente.  Podría sonar como un combate sencillo, pero no se debía ignorar el hecho de que esa serpiente llevaba demasiado tiempo conviviendo con Lord Voldemort.

Mientras caminaba por los pasillos, estuvo repeliendo muchos hechizos protectores. Camino hasta el final del pasillo de la planta baja y de pronto, frente a ella, aparecieron tres caminos distintos. Maldijo internamente a Sirius Black por no especificarle ese detalle. Dio un paso al frente y un extraño brillo llamo su atención.

Dio otro paso al frente y movió su cuerpo de un lado a otro por enfrente de cada uno de los tres pasillos. 

—Una ilusión.—susurro Artemisa comprendiendo lo que estaba pasando y saco su varita.—Intentar engañar a una bruja oscura con estos hechizos tan mediocres es bastante triste y patético.—comento para si misma.

Murmuro algunas palabras en latín, se hizo una explosión de humo y de pronto, donde habían dos camino a cada lado del camino de en medio, ahora solo había un unico pasillo lleno de retratos. 

Con la varita en alto, continuo caminando sigilosamente a través del pasillo. Era más que obvio que estaban preparados por algún tipo de rescate que la Orden del Fénix intentara hacer para con Severus Snape. Probablemente el hecho de que esta persona escapara o fuera rescatada, implicaría un muy duro castigo de parte de su amo.

Artemisa ya llevaba esquivando al menos unas siete maldiciones cuando de pronto se escucho un fuerte "crack" y ante ella apareció una nube de humo, que al disiparse le mostro algo que la hizo jadear y dar un paso atrás.

Se trataba de una niña de cuatro años, de un extremadamente largo pero enmarañado cabello negro. Sus ojos azules estaban rojos por el llanto, su piel blanca se notaba sucia con algo parecido al barro y su pijama estaba llena de tierra y sangre. La pequeña miraba sus manos, pequeñas y ensangrentadas, con una expresión entre la sorpresa y el miedo. 

La niña empezó a caminar hacia ella y Artemisa, quien asustada la apuntaba temblorosamente con la varita, empezó a retroceder.

—A...Aléjate...¡Aléjate!—exclamo Artemisa presa del pánico.

—¡Riddikulus!—exclamo Apolo apareciendo detrás de ella.

El boggart en forma de niña desapareció y Apolo abrazo a Artemisa por la espalda con un solo brazo. La chica respiro profundo varias veces hasta regular su respiración. No fue hasta que paso una mano por su rostro que noto que estaba temblado.

—¿Ya estas mejor, Arte?—pregunto Apolo con preocupación.

—Sí...sí...¿y tú? ¿Terminaste con la serpiente?—pregunto Artemisa suspirando y cambiando de tema.

—Sip, mira.—dijo Apolo.

Le mostró una lanza muy antigua de hierro en donde, sádica y desagradablemente, empalo a la serpiente. Apolo sonrió emocionado, como si de un niño al que le dan un algodón de azúcar se tratara. 

—Eh...felicidades. Vamos por Snape.—dijo Artemisa.

—Seguro.

Apolo y Artemisa terminaron de recorrer el pasillo hasta llegar al inicio de una escalera subterránea en forma de caracol. Descendieron por los escalones hasta llegar a la mazmorra, donde un horrible olor golpeo sus narices.

—Cuerpos humanos descompuestos.—afirmó Apolo al revisar las celdas mientras que Artemisa se cubría la nariz con un pañuelo.

—¿Seguirá vivo?—cuestiono Artemisa con una mueca de asco. 

—Ni idea, pero averigüémoslo.

Revisaron todas y cada una de las celdas, hasta que Artemisa llegó al fondo y soltó un grito de sorpresa. Giro su rostro de inmediato y se tapo la boca, intentando contener una arcada. Apolo hizo una mueca de asco y también se giro.

—Maldita sea, vámonos. Ya no hay nada que hacer aquí.—dijo Apolo.

No sabían bien que había pasado en aquella celda, pero la cabeza de Severus Snape estaba cerca de los barrotes mientras que sus demás extremidades estaban colgadas del techo de la celda.

De repente, los collares y pulseras de Artemisa y Apolo vibraron. Ambos se concentraron y abrieron los ojos con susto.

—Nos necesitan, pero no estan luchando en la Mansión Malfoy.—dijo Apolo con el ceño fruncido.

—No.—dijo Artemisa con frialdad.—Están en Nurmengard. 

Apolo y Artemisa se miraron, quizá era momento de enfrentarse al pasado.

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