Capitulo 2

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(N/A: Por si no lo mencione, esta novela contendrá muchas escenas semi smut y +18)





Convivir con Artemisa era asombroso y frustrante a partes iguales.

La chica era simplemente fabulosa, no sólo era muy atractiva, sino que también cocinaba delicioso, lograba calmar a Harry y tenía un amplio conocimiento de hechizos y encantamientos. Era ordenada, limpia, y lograba hacer que James no pensara tanto en Lily.

Pero por el contrario, hablar con Artemisa era como hablar con la pared. Podías hacerlo, pero ella literalmente jamás te respondería.

Ese era el único defecto que James había encontrado en la perfecta Artemisa en esos cuatro meses que llevaba viviendo con el, ese y que la chica solo tenía 17 años de edad.

Casi se lanza un Avada Kedavra a si mismo cuando descubrió la edad de la chica.

No era su culpa, se decía James a si mismo muchas veces. Artemisa no debería llevar ese nombre, debería llamarse Afrodita.

Porque estaba deliciosamente buena.

Para nadie era desconocido que James Potter durante sus años en Hogwarts fue todo un Casanova, pero sus temporadas de locura terminaron en cuanto inicio su relación con Lily Evans a finales de sexto año.

Después de ese día, el jamás había podido ver con otros ojos a una mujer que no fuera Lily...y James no estaba seguro si era el hecho de no haber tenido sexo en poco más de un año o que simplemente ya estaba superando a Lily, era lo que hacía que no pudiera evitar fijarse en Artemisa.

Artemisa siempre vestía de negro y azul. Pero no un azul vivo o color cielo, no, un azul grisáceo. Toda su ropa era larga, cubriendo la mayoría de su cuerpo, pero sumamente entallada, resaltando cada una de sus curvas.

A pesar de todo esto, la realidad es que el físico de Artemisa no era lo que más llamaba la atención de James, sino sus ojos azul grisáceo que parecían estar opacos, como sin vida. Aunque Artemisa siempre aparentara mucha tranquilidad e indiferencia, James estaba seguro de que había pasado por muchas cosas difíciles a lo largo de su vida, pues aquella mirada...era la mirada de alguien que ya ha pasado por una guerra antes.

—Buenos días.—saludó James al verla en el comedor.—buenos días, campeón.—saludó a Harry.

Artemisa simplemente dio un asentimiento de cabeza afirmativo, a modo de saludo y continuo sirviendo la comida. James se sentó en la mesa, a lado del asiento infantil de Harry y miró fijamente a la chica.

—¿Si sabes que no debes cocinarme, cierto?

—Me sorprende que no hayas intoxicado a tu hijo.—fue lo unico que ella respondió y él la miro ofendido.

—¿Porqué nunca comes con nosotros? ¿Eso es lo que haces cada mañana que sales?—pregunto con curiosidad.

Artemisa preparaba el desayuno a las ocho de la mañana y en cuanto James y Harry hubieran terminado de comer, lo cual pasaba casi una hora despues, ella solo levantaba los trastes y los dejaba limpiando con magia mientras desaparecía por una hora. Era la única ocasión del día en la que salía y no daba explicaciones.

—Sí.—respondió escuetamente.

—¿Porqué no comes con nosotros? A mi no me molesta y Harry te extraña cada que te vas.—dijo James jugando con su comida.

—No soy su madre, no debe encariñarse conmigo.—replicó limpiándose las manos.

James no dijo nada, solo continuo comiendo en silencio y viendo como Artemisa alimentaba a Harry. Cuando los Potter terminaron de comer, Artemisa se encargo de llevar los platos al fregadero y con un hechizo hizo que comenzaran a lavarse.

—Hoy saldré, no me esperes despierta.—dijo James cabizbajo.

—No pretendía hacerlo.—dijo Artemisa antes de salir de la casa.

La joven regreso justo una hora despues y James inmediatamente se fue. Artemisa no comprendía bien el porque de su comportamiento, puesto que el casi nunca salía a menos que fuera a hacer el super, pero tampoco iba a indagar al respecto. Esa no era su misión.

Ella era niñera de Harry Potter, "el niño que vivió", no de su padre, James Potter, "El divorciado".

—Babababababa— balbuceaba Harry.

—¿No te sabes otro balbuceo?—pregunto Artemisa cruzada de brazos y el niño rio.—Al parecer no. Vamos, te dejare jugar un rato.

Artemisa estaba verdaderamente irritada. Había sido criada y entrenada para ser una poderosa bruja. Toda su corta vida consistió en luchar contra los magos oscuros, romper maldiciones y proteger a la familia Dumbledore.

No era una niñera.

No le gustaban los niños, detestaba sus comportamientos, sus sonrisas, sus llantos, el hecho de limpiarlos, bueno...

En realidad le molestaba que existieran los niños, en general.

Ella solía atribuir su aversión a los niños a su terrible y solitaria infancia. A pesar de esto, ella no sería capaz de tratar mal a ningún niño, en realidad, solía protegerlos mucho, por esa misma razón es que Albus Dumbledore decidió que ella era perfecta para cuidar de Harry.

Maldito cabecita de algodón.—pensó Artemisa con rabia, al recordar la sonrisa amable que le dedico al pedirle/obligarle que cuidara a Harry Potter.

La verdad es que, aunque no gozaba de estar con un niño, el bebé Potter era bastante tierno. Era muy tranquilo, casi nunca lloraba y siempre sonreía. La primera vez que lo vio y que no dejaba de llorar en brazos de su padre, Artemisa considero seriamente culminar el plan de Voldemort y matar al mocoso, pero despues de que ella se lo quito a James, supo porque el niño no había parado de llorar.

Los niños eran muy susceptibles, sentían cuando alguien estaba molesto, triste, enojado...algo así como un perro.

El pobre bebé Harry al parecer había resentido la cantidad de mal humor y estrés de parte de su padre y sus amigos, probablemente por el abandono de su madre, y por eso es que andaba tan sensible.

Harry se la paso el resto del día jugando en su cuarto, siendo supervisado por Artemisa. Cuando vio que ya era de noche, Artemisa decidió que era momento de acostarlo. Lo cargo entre sus brazos y lo meció cantándole una canción de cuna. Lo acostó en su cuna y lo cubrió con su mantita.

Se agacho para recoger un peluche que se le había caído y casi grita al sentir unas manos en su cintura. Se incorporó rapidamente, quedando frente a un borracho James Potter.

—Te ves muy hermosa...—murmuro apretándola contra el, escondiendo su rostro en el cuello de la chica.

Artemisa rodó los ojos.—¿Quién se emborracha a las nueve de la noche?—pensó incrédula.—Señor Potter, suélteme por favor.—pidió.

—¿Por qué nunca hablas conmigo?...¿Es porque solo soy un divorciado?...—murmuró James sin prestarle atención.

—Ok, a la cama.—dijo tomándolo del brazo.

Con mucha dificultad logró meterlo a la habitación más cercana, la de ella. Lo soltó sobre la cama y suspiro pesadamente.

—Me comportare mejor...por favor...no me dejes...no dejes a Harry...—rogó sin soltarle la mano.

—De acuerdo, ahora duerme.

De pronto, James tiró de su mano sorpresivamente, haciéndola caer sobre el. Sus ojos azules chocaron con los ojos avellana del Potter. James paso suavemente sus manos por las caderas de la chica, haciendo que se estremeciera.

—Mmm...al final no eres tan fría.—James sonrió de lado ante su estremecimiento.

Artemisa se levanto de golpe, no sin antes lanzarle una almohadazo a las partes privadas del hombre, quien soltó un jadeo.

—Ya descansa. Dormiré con Harry.—sentenció Artemisa y salió de la habitación.

—Ah...es tan bonita.—suspiró James con una sonrisa.

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