Capitulo 3

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James despertó a la mañana siguiente sintiéndose estúpidamente adolorido. Su cabeza parecía que podía explotar en mil pedazos. Se pasó las manos por la cara y el cabello, desordenándolo más si es que era posible, y contemplo a su alrededor con expresión confundida hasta que cayó en cuenta de donde se encontraba.

Estaba en el cuarto de visitas, donde se estaba quedando Artemisa.

Casi como si una bludger le impactará en el rostro, James recordó todos los sucesos de anoche.

Se había ido a casa de Sirius y Marlene, pero está se había ido a visitar a su familia, por lo que sólo estaba Sirius y Remus, quien al parecer había pensado lo mismo que James y fue a visitar a Sirius. Estando ahí junto a dos de sus tres mejores amigos, James no pudo evitar desahogarse, contándoles absolutamente todo respecto a Artemisa.

El como no podía dejar de observarla, como tenía tantas ganas de pegarla contra la pared y besarla hasta el cansancio, y a la vez lo mucho que le gustaba verla concentrada leyendo, verla darle de comer a Harry, contemplarla viendo por la ventana, y finalmente, verla discretamente cuando le cantaba a Harry en las noches. Artemisa tenía una voz preciosa.

Remus y Sirius de inmediato le dijeron lo que el más temía: que se estaba enamorando de una chica de la cual no sabía más que su nombre y edad. Y ninguna de estas dos estaba completamente seguro de que fueran verídicas, pues bien ella podría haberle dado un nombre falso.

Se levantó de la cama y se estiró. Recordó a Artemisa diciéndole que dormiría con Harry. Miró el reloj en la pared, el cual marcaba las diez de la mañana, lo que significaba que ella ya debía estar despierta y ya hasta habrían desayunado. Se dirigió al cuarto de su hijo y cometió el primer error, entrar sin preguntar.

Frente a él estaba Artemisa dándole la espalda y quitándose la camiseta, permitiéndole ver su espalda desnuda.

—¿No te enseñaron a tocar?—pregunto con el ceño fruncido, colocándose rápidamente otra camisa.

—L-Lo siento.—dijo James sonrojado.—Yo...solo venía a decirte que si quieres hacer tu salida mañanera, puedes hacerlo. Me quedare con Harry.

—Bien.

—Por cierto.—dijo James y ella lo miró.—lamento mucho lo de anoche, yo...no me encontraba bien.

—Todos tenemos malos día. Esta bien.—le dio una palmada en el hombro.

Artemisa tomó su varita y su capa, para despues salir del cuarto. James se acercó a ver a su hijo, el pequeño Harry dormía tranquilamente en su cuna, como hacía cada vez despues de comer. Abrió las cortinas y miró por la ventana de la habitación como Artemisa, oculta bajo su capa, salía perdiéndose entre los arboles

A veces creo que es una vampiro.—pensó James con cierta burla.

Y es que era normal que pensará así, puesto que la única vez que Artemisa salía durante el día era para comer (o al menos eso decía ella) y siempre iba vestida con muchas capas de ropa encima, tapada de los pies a la cabeza. Incluso cuando estaba dentro de la casa, parecía tener una aversión por el sol, siempre estaba cerrando las cortinas y alejándose lo más posible de las ventanas.

—Todos tenemos algo que nos desagrada, ¿no, Harry?—susurró a su hijo, acariciando su mejilla.

Para cuando Artemisa volvió, James estaba en la alfombra de la sala jugando con un risueño Harry y su escoba infantil. La joven tuvo que contar hasta tres para contenerse y no matar al hombre por poner al niño a jugar con algo tan peligroso, por lo que simplemente se acerco y cargó al niño, alejándolo de la escoba.

—¿Qué ocurre?—pregunto James sorprendido.

—Estoy aquí para proteger la vida de este niño, no para que su propio padre lo lleve a la muerte.—reclamo señalando la escoba de juguete y James no pudo evitar soltar una carcajada.

—Es infantil, Artemisa. Se eleva únicamente un metro por sobre el suelo y puse muchos cojines por si se cae. Esta feliz, míralo.—señalo a Harry, quien desde los brazos de Artemisa estiraba sus bracitos para alcanzar la escoba.

—Pues jueguen cuando yo no este.—replicó dando media vuelta hacia la habitación.—Si no estoy en su muerte, no es mi problema.

—¡Espera!—dijo James siguiéndola.

—¿Qué pasa?—pregunto mirándolo con una ceja alzada.

—Mañana nos iremos a la casa de campo de Sirius, para que prepares tus cosas.—informó con una sonrisa.

—No estoy de acuerdo.—dijo Artemisa con el ceño fruncido.— Harry esta en peligro mortal y tu quieres salir a pasear.

—No es así.—replico ofendido.— la casa de campo perteneció a los Black, te aseguro que no hay lugares con mejor protección que los de la casa Black. Aparte, todos estaremos ahí...

—Un blanco más fácil de atacar.

—Podremos cuidar bien de Harry y a el le hará bien estar al aire libre.

—No.

—Sí.

—No.

—Por favor, Artemisa.—pidió haciendo un puchero y pestañeando muchas veces.—Por mí, ¿sí?, por favoooor.....

—No.

—¡Artemisa!

—¡Dije que no!—replicó levantando un poco la voz.—¡Es irresponsable salir de esta casa! ¡Podrían atacar a Harry!

—¡Estaremos todos ahí! ¡Sirius, Peter, Remus, Marlene! ¡Tu también irás! ¡Sus hijos irán!—exclamó James moviendo exageradamente las manos.— Harry podrá jugar con niños de su edad, poder ser un bebé normal. Estará al aire libre y podrá relajarse un poco, igual que nosotros.

—No.

—¡Artemisa!

—¡Dije que no!

Cuando a Artemisa le dijeron que James Potter era un hombre sumamente persistente, pensó que no podía ser tan exagerado, pero despues de que prácticamente le pidió cantando a todo pulmón que fueran a la casa de campo, terminó accediendo con el unico deseo de que parara.

Antes de darse cuenta, Artemisa ya se encontraba frente a una bella cabaña en un bosque desconocido. La cabaña era de dos pisos y con muchas habitaciones y balcones, tenía una gran mesa de madera en el jardín y todo estaba rodeado de espesos arboles. 

—¡James!—saludó Marlene McKinnon con una sonrisa.

Artemisa suspiro viendo el cielo oscuro, habían decidido viajar de noche para no llamar la atención, y ella solo podía rogar que nada malo fuera a pasar.

De pronto, para la sorpresa de todos, alguien abrazó a Artemisa por la espalda, restregandose cariñosamente contra su hombro.

—¡Arte! ¡Te extrañe!





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