Africa

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-¿Cuerdas?

-Listas -dio un jalón y sintió lo ajustadas que se encontraban alrededor de sus muñecas.

-¿Tranquilizante?

-Listo -miró las jeringas sobre el escritorio, a un lado de sí.

-¿Agua?

-Listo -miró los dos baldes a un lado de la cama.

-¿Extintor contra incendios?

-Que todo está listo, maldición -trató de acomodarse, pero las cuerdas estaban demasiado apretadas para su propio gusto- te pediría que las pudieses aflojar, pero se que a futuro sería un riesgo.

-No has escapado en 3 años.

-Todo un récord -suspira a la par que trata de darse la vuelta, se lleva un tirón de las cuerdas en sus manos y tobillos- esto apesta.

-Es por tu propio bien -posa una de sus manos sobre su cabello, tratando de calmarla, es la peor noche del año.

-¿Soiree ya sacó a su novia de la ciudad?

-Lo hizo en la mañana.

-Ni que fuera una amenaza para la sociedad -hace a un lado la cabeza, huyendo de las suaves caricias- y no, no quiero que me recuerdes lo del parque.

-No iba a hacerlo -el reloj esta por marcar las 08:35, faltando solo pocos minutos, parecen estar preparados.

Todo queda en silencio, hasta que (...) comienza a tener convulsiones, Alba corre a su lado, tratando de ponerla de lado, pero las cuerdas son demasiado fuertes, las desata un poco, por fin poniéndola en la posición adecuada.

-Todo estará bien, todo-

No puede acabar sus palabras, las convulsiones acaban de repente y ahora su cuerpo se prende en llamas.

Toma el extintor pero es de poca o ninguna ayuda, ahora su cuerpo de piedra se libera antes de que entierre la aguja de la jeringa en su piel.

Es tirado hacia un lado, escucha la ventana ser rota y solo ve a (...) desaparecer en la negrura de la noche.

Lleva una de sus manos a su cabeza, siente la sangre correr por su piel, espera que a donde sea que se dirija sea un lugar sin personas, que logre ir y venir sin dificultades, que no pierda su camino de vuelta a casa.

-Por favor... cuídate...

Por su lado, ella ya no es ella, es solo una masa elemental que cual meteorito toma impulso y se desplaza por el aire, lejos de South Town, de California, de Estados Unidos.

A mediados de la madrugada se detiene de manera lenta sobre las tierras áridas que no han visto el agua durante demasiado tiempo, desciende con lentitud, su ropa no está y no es como si a los animales que la ven les importe, a pesar del lento descenso, a penas tocar la tierra hace que sus pies se queden pegados ante el contacto, fundiéndose con la tierra, sus músculos y huesos en perfecta armonía con las tierras secas, la sangre entra en las entrañas de las plantas secas, la tierra tiembla, alza las manos al cielo.

Con un gritó que no es escuchado por los humanos, la tierra se hunde en un gran cráter y las nubes empiezan a oscurecerse y colmarse de gotas de agua, las cuales no tardan en caer.

El cráter es más profundo que su propia altura, la fuerza con la que cae el agua pronto la tiene cubierta.

Gente oriunda la encuentra al momento de ir al pozo que siempre se forma en aquellas épocas, a pesar de su ausencia de tres largas estaciones secas.

La sacan de la tierra, la visten y le dan de comer, y cuando llega el momento en que empieza a mirar al cielo la dejan ir.

A la mañana siguiente, (...) se encuentra en su cama, con un dolor de cabeza horrible y sintiéndose aun peor al ver las condiciones en las que se encuentra su amigo.

-¿Te duele? -hasta hablar le duele, pero esta más preocupada por él que en sí misma.

-He recibido mejores golpes -trata de aligerar el ambiente con un broma a la vez que sube el volumen a las noticias, tal parece que en la mitad del Sáhara ha aparecido un oasis.

-No, apaga eso, no puedo -se cubre los ojos con fuerza, usando los hombros para hacer el intento de cubrir sus oídos.

Le hace caso, apagando el aparato con el control remoto y luego sentándose junto al espacio que ocupa en la cama.

-Esto es algo normal -pasa los dedos sobre sus párpados, quiere que duerma al menos un poco, cada vez que desaparece siempre regresa con alguna ropa extraña que fue consumida por el fuego, un terrible cansancio y jaquecas.

-Es como si no fuera ya mucho tener el período cada mes, ¿por qué tiene que pasarme esto cada tres meses? -es la misma queja de siempre, sintiéndose mal consigo misma de su poco autocontrol.

-Son cosas que tienen que ver con tu naturaleza

-No quiero oír nada de la naturaleza hasta dentro de unos días.

Se ríe ante su actitud, verla así, tan cansada, la hacen ver vulnerable, en parte lo preocupan, pero también le dan ganas de protegerla.

-No tengo idea de a donde te vas -la ve a punto de caer en un sueño profundo- pero estoy agradecido de que siempre encuentres el camino de vuelta.

-Por supuesto -su voz suena adormilada- tengo que apurar el paso siempre, porque alguien me esta esperando en casa.

Y con esas palabras, Alba sabe que no despertará hasta dentro de una semana.

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