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(...) nunca fue una persona de mañanas, así bien temprano, solía gruñir por lo bajo cuando su alarma sonaba y sabía que debía levantarse para estar lista para la escuela, la secundaria, el instituto, universidad o trabajo.

Los días libres siempre fueron, y serán, sagrados.

Nunca podía dormir boca arriba, razón principal, y obvia, era su cola a parte de las escamas dorsales sensibles en su espalda.

No podía decir que prefería dormir sobre su espalda, según sus padres apenas y lo hacía cuando bebé, recuerda todas esas fotos de ella con esos trajecitos con un agujero para calzar su cola, sus escamas dorsales aún no se veían y su cola era suave al tacto según decía su madre, era usual verla dormir abrazada a esta o con la cabeza directamente enterrada en su almohada, lo cual solía asustarlos porque no sabían cómo podía respirar normalmente.

Ya no podía dormir abrazada a su cola, no tenía la flexibilidad de infante y tenía demasiados nudos en el cuerpo como para arriesgarse a un calambre.

Quizás se ponía a pensar más de la cuenta en cómo era ella de bebé porque veía a las parejas en la calle, llevando a sus pequeños con ellos, solía llegar casi siempre a la misma conclusión.

Es imposible.

Ella lo sabía bien, la sola idea de tener una familia se veía lejana, sólo tenía que verse a sí misma, no lo decía por el tema de la apariencia, quizás no tenía los dientes de una portada de dentista o el cutis que tenía de bebé, pero su mayor problema siempre era obvio.

Su peculiaridad.

También buscó información con sus padres, que le terminaron diciendo que ella había nacido así, con una cola del mismo tamaño que ella, por mucho tiempo no pudo mantenerse en pie, los pediatras dijeron que se debía al peso extra de su cola, recordaba borrosamente los ejercicios para caminar que tuvo que llevar hasta que por fin pudo ponerse en dos pies por sí sola.

No hubieron problemas, hasta lo siguientes años, cuando terminaron en EUA por temas de vacaciones, o un simple intento de sus padres de sacarla de la rutina.

Fue un infierno.

No porque no habían atracciones a las que pudiera entrar por las complicaciones al sentarse por su cola, o por el horrible calor, o por las largas filas para conocer a unos pro héroes que estaban en ese preciso día por el cual ella quería ir más que nada.

Quizá cuando todo se fue a la vertebra fue cuando sintió dolor en su vientre.

O pudo ser la mancha de roja que divisó en su ropa tras ir al baño pensando que había comido algo en mal estado.

Quizás lo que se llevó las palmas fue cuando se dio cuenta que estaba por romper el techo del baño con su nuca, y no se detuvo ahí.

La primera manifestación de su peculiaridad la hizo tomar la forma que aparentemente podía tener a sus 11 años, ni recordaba su altura y en realidad quería olvidar los sucesos desgraciados, como el hecho de que su apariencia física no era la mejor, empeorando cuando alguien entre la multitud gritó sobre el ataque de un villano y ella sin la posibilidad de vocalizar algo que no fueron rugidos o quejidos en un intento de ayuda.

Cuando vio a los pro héroes acercarse estuvo aliviada.

Hasta que uno le dio un golpe fuerte en la cabeza que casi la tira al suelo, seguido de otros, tratando de enfocarse en derribarla golpeando en las zonas en donde sus escamas no estaban bien desarrolladas.

Demoró unas cuantas horas hasta que llegó un héroe con una peculiaridad parecida a la suya, siendo un gran alivio el que podían comunicarse de una forma bastante rara.

Su llanto desconsolado sonaba como una alarma de tsunami mientras el héroe acariciaba su espalda tratando de darle algo de consuelo, tratando e no tocar sus ya visibles hematomas sobre su piel, la gente se acercaba a tomarle fotos aun con la barricada de héroes, algunos terminaron empapados con sus enormes lágrimas.

Fue un consuelo ver de nuevo a sus padres una vez su peculiaridad detuvo su efecto, hubiera terminado desnuda en plena calle si ese héroe no hubiera pedido una manta para ella, los brazos de sus padres nunca se sintieron tan cálidos como ese día, no hubo mucha propaganda más allá de la noticia del kosei de un infante fuera de control, los héroes dijeron sus disculpas por lo bajo, sin mirarla realmente a los ojos y quizás esperando librarse de lo problemas de RP lo más pronto posible, antes de ir a declarar ante el público el malentendido, le dieron dinero por los daños y todo eso.

Oh, ojalá nunca hubiera manifestado su peculiaridad, ojalá la grabaciones hubieran desaparecido del internet como le prometieron.

En parte lo agradecía, había conocido a su maestro, quien le dijo que fuera a Japón, a su escuela de la juventud en donde ya sabían cómo manejar un kosei como el de ellos, para que ella pudiera tomar el camino que él ya pavimentó para su alumno o para quien fuera que tuviera un kosei parecido al suyo.

- Pero yo no quiero ser un pro héroe -ese día se llevó las miradas confundidas de sus padres, rechazando la recomendación que el gigante héroe le daba para una de las mejores escuelas de héroes del mundo.

Él no le dijo mucho, sólo acarició su cabeza diciendo algo como yare yare antes de decirle que conocía a una médico que la ayudaría con los dolores que su kosei le daba, ir a Japón ya hasta parecía escrito en roca.

Mamá y papá tenían su vida en casa, no pudo ser lo suficientemente egoísta que quería y pedirles que fueran con ella, llorar de ser necesario, se tragó eso y dijo que podría hacerlo si le daban la oportunidad de vivir sola y con llamadas de por medio mientras aprendía el idioma casi a base de desesperación.

Lo entrenamientos con su maestro eran seguidos cuando él regresaba a Japón porque su carrera de héroe estaba en USA, siempre significaban viajes fuera de la ciudad, lejos de Tokio, manteniendo un perfil bajo lo cual era difícil con dos reptiles radioactivos de más de cien metros disparando rayos atómicos al cielo.

Solía ser divertido, de su maestro aprendió sus mejores golpes y cómo usar el "rayo atómico" como solía decirle a su ataque más poderoso, luego recuperar la radiación dentro de su cuerpo para no dañar a nadie, aprender a controlar la cantidad y potencia de la radiación dentro de su cuerpo.

Graciosa fue la cara de su maestro cuando se dieron cuenta que ella podía usarlo también, disparándolos desde las placas de su espalda, también al darse cuenta de que ella tenía algo parecido a una pequeña boca en la punta de la punta de la cola

- Nuestra radiación no es del todo mala -le había dicho en una ocasión, tras recibir té, galletas y alguno vegetales cocidos o asados de un par de campesinos de la zona que seguían agradeciéndoles, ella no entendió, por ende su maestro procedió a explicarle con su usual paciencia- no sé si te diste cuenta, pero a cada descampado que vamos siempre crece mucha vegetación, los productos agrícolas son mejores y crecen un poco más rápido, es difícil notarlo, no te culpo, demoré 4 años de mi vida en darme cuenta que mi radiación fertilizaba la tierra -tomó otro sorbo de té, al igual que ella, la verdad quería dejarlo enfriar un poco porque ese día hacía calor, era bueno estar expuesto al sol, era agradable y saludable para ambos por su cuerpos mutantes- es bueno para estas personas, ya hay estudios y todo, es mejor para que no te vean como me vieron a mi cuando tenía tu edad.

Su maestro era claro, a veces repetía mucho "no como a mi a tu edad", quería preguntar pero sabía que sería descortés, ya tuvo una probada de lo que el público podía pensar de ella cuando tomaba su otra forma, a diferencia de su maestro, la forma que él tomaba era mucho más llevadera que la de ella, al menos sus ojos se enfocaban en una sola cosa, los de ella parecían como los de un pez muerto como escuchó que le decían más de una vez.

Empezó la universidad, medicina, no sólo los héroes pueden ayudar al resto era lo que se decían la mayoría de sus compañeros en varios años de la carrera, estresada y con un sueño en mano, garras en su caso, quería hacer orgullosos a las personas a su alrededor, darlo todo.

Y luego lo conoció a él, cerca de sus 17 años.

Su sonrisa amable, casi burlona, viéndola desde arriba, saludándola, invitándola a dejar el lugar seguro que su maestro creó para ella, que lo siguiera y se le uniera mientras tomaba sus manos en las suyas con una sonrisa y un sonrojo que hubiera jurado que eran reales, que de verdad la miraba con cariño mientras la incitaba a creerle, diciéndole que ella sería una gran heroína, que podría ayudar a muchos, que conocía a gente que la ayudaría.

Los toques en su puerta la despertaron de su pesadilla en vida, levantándose cual resorte de su cama y buscando el primer sujetador a la vista antes de abrir la puerta.

Katsuki no le perdonaba el que estuviera despierta más de las 11 de la noche y que durmiera más de las 9, en un inicio le preguntó qué tenía que ver él en sus hábitos diario pero este sólo respondió que el sonido de sus movimientos se escuchaba en su piso, bastante entendible en realidad aunque no al punto de demandarlo casi a los gritos.

Pero bueno, era Katsuki, y no podía ignorarlo al menos en ese aspecto, menos si seguía haciendo como que no sabía que ella le llegó a gustar en cierto punto de la adolescencia del muchacho.

La verdad era que eso la aterrorizaba en escalas que nunca pensó posibles.

No lo decía por ser mala persona, aunque en realidad si llegaba a serlo en cierto punto, y es que él era una buena persona, quien merecía a alguien menos tocada de la cabeza como ella y sin tanto problema en su vida, mira que ya lo había envenenado más veces de las que podía contar con todas las garras de su cuerpo, ¡juraba que fue un accidente en cada ocasión! Le gustaba su trabajo, ayudar a las personas con cáncer en sus sesiones de radioterapia, le gustaba su piso, le gustaba su vida.

No le gustaba su peculiaridad, y se olía que a Katsuki le gustaría tener una familia, ese dato nada tuvo que ver con la madre del mencionado a la que se encontró más de una vez en el mercado, aunque se encontraba también a su padre, pero la señora siempre daba mensajes nada sutiles de que no podía esperar a que su retoño sentase cabeza y le diera nietos de una vez siendo que ya tenía un buen trabajo y un hogar bastante bueno.

La señora Mitsuki siempre fue así, pero no sabe en qué momento sus conversaciones sobre la receta de ensalada de achicoria con vinagre de su madre mutaron a las conversaciones de lo mucho que quisiera que su hijo siente cabeza pronto mientras la miraba de soslayo.

No era idiota, no tanto, estaba casi un 90% segura de que la señora Mitsuki sabía que ella fue un interés amoroso en algún punto en la vida de su hijo.

Pero ella implemente no estaba lista para eso, no lo estuvo cuando se lo conoció cuando este tenía 18 años y ella 25, mucho menos ahora que él tenía 23 y ella 30, menos cuando se dio cuenta de que él la miraba diferente, la trataba diferente, y si bien eso la espantó no fue la razón de su desaparición por años.

Las cosas son complicadas, y esperaba que alguien tan bueno como él no tuviese que vivir eso siendo tan joven.


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