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Se empezaba a preguntar: ¿Qué había pasado ese día para que esa pequeña idiota estuviera ahí?

Tuvo que subir a la azotea del edificio para evitar que a la casera le diera algo, caminando con total calma para encontrarla subida a la baranda, como si no le importase nada estar en el condenado último piso de la construcción.

Puede que llegue a entender la razón de su falta de miedo a las alturas, cuando usaba su Kosei, o cuando se salía de control, llegaba a medir más que el propio edificio, incluso si cayese de esa altura tampoco moriría por la caída.

La pregunta era, entonces, ¿por qué tenía una mirada de terror absoluto mientras miraba el cielo?

No era la primera vez y siempre pasaba en altas horas de la noche, aunque pasaba entre día sí o dia no.

No siempre pasaba, podía hacer como si nada cualquier noche por días, semanas o hasta meses, pero de la nada volvía a aparecer en un lugar alto, mirando al cielo, esperando algún tipo de desgracia.

Ya ni recordaba cuándo fue la primera vez, habían pasado años y en ese momento estaba más dormido que despierto hasta que la vio ahí, bien parada en el borde de la ventana, pasando una mano sobre su cabello mientras dormía con ella a un lado, nunca lo iba a admitir pero en esa ocasión, tras sus pasantías de interno tuvo problemas y tuvo que ser hospitalizado, gran sorpresa encontrarse a la mujer apenas fue ingresado para tratar sus heridas en un hospital cercano, terminando en que ella le asegurase a sus padres que tendría un ojo puesto sobre él ya que estaba de turno esa misma noche.

Tuvo que tragarse sus insultos en cuanto ella trató de alimentarlo, a pesar de tener funcionales ambas manos, arrebatando el tenedor con la insípida comida del hospital y comiendo por su cuenta, (...), lejos de verse molesta por ver su acto de amabilidad rechazado, sonreía complacido de haber logrado que se lleve la comida a la boca, pensando que tendría más chance de hacerlo comer, como si él fuera ser un niño mimado y negarse a comer.

Se había quedado con él, en algún punto los analgésicos le hicieron dormir y para cuando  volvió  a abrir los ojos se dio cuenta de que ella estaba  parada mirando hacia la ventana a un lado de su cama, pasaba su mano entre su cabello con caricias lentas en su cuero cabelludo, entendiendo que el crecimiento de sus ahora afiladas uñas y su roce escalofriante fueron la causa de su despertar en plena noche.

Ojos bien abiertos con sus pupilas dilatadas como un reptil, su cabello estaba endurecido como espinas y erizado, tenía los labios apretados fuertemente entre ellos, su cola estaba estática en el suelo y juraba que las espinas dorsales que recorrían su cola y columna eran más grandes y vistosas de lo usual.

- ¿Qué te pasa, extra? -parecía alterada por algo, ni siquiera se movió cuando quitó su mano de él, no se quejó diciendo al menos algo, ni un sonido.

No retiraba la mirada del cielo, apenas si pudo ver ese parpado horizontal suyo moverse en tras 10 minutos de silencio en donde reunió toda su paciencia para que le responda de vuelta.

Se quedó ahí hasta que salieron los primeros rayos de sol, sus ojos afilados se callaron tras los primeros rayos de sol de la mañana, había abandonado el cuarto de Bakugou hace horas, rondando por los cuartos de hospital y mirando por cada ventana, revisando de paso la condición de los pacientes en  la sala de recuperación.

Sus características brutales disminuyeron hasta verse medianamente humana de nuevo.

Para cuando volvió a la habitación  del rubio, llevando el desayuno, (...) se fijó en que había dormido con un brazo extendido fuera de la cama y que parte de su cuerpo se inclinaba hacia allí, tenía la boca abierta de la cual se le caía la baba y empezaba a roncar.

Le daba risa en verlo así, preguntándose la razón de su postura al dormir, sus risitas acompañaban el movimiento feliz de su cola.

Esa imagen y ese sonido feliz fue la primera imagen de ese día, aún no iba a olvidarlo.

- Es hora de dormir, dientes chuecos -tuvo que tomarla de la cintura, dejando que se sostenga de él con ambas piernas alrededor de sus caderas y con su cola se aferraba a lo largo de su espalda, le hacía incomodo andar con su cola pasando por encima de su entrepierna, pero ya sabía que no podía hacer mucho mientras ella seguía mirando al cielo, sion importarle el resplandor de la luna directo en sus pupilas- anda, vamos -con su mano sosteniendo su muslo izquierdo tuvo que usar la otra para tratar de quitar su vista del cielo rodeando su mano en su cara, aplastando delicadamente sus mejillas con los dedos ojos de sus labios y, por ende, de sus dientes venenosos.

Debía admitir que la desgraciada tenía fuerza en el cuello como para resistir el agarre de su mano que quería desviar su cara para que se concentre en él.

Para que quite esa cara de traumada del cielo.

- Ya saca los ojos del maldito cielo, nada va a pasar si sacas los ojos de ahí -poniendo la mano en su espalda la apretó contra él, teniendo cuidado con las placas dorsales, dando la vuelta y caminando de manera casi cómica por la dificultad del fuerte agarre.

Sabia que (...) seguía mirando al cielo, pero ya se las arreglaría para mantenerla tranquila mientras cerraba la puerta con su pie.

- No, Katsuki, tengo que-

- Vas a dormir, tenemos que dormir, la mayoría de las personas normales ya están dormidas a las malditas 12 de la noche -sentía el cansancio del día sobre sus hombros además del peso de la mujer, el cual no era poco por el peso extra de su musculosa cola.

Era como en los tiempos de la UA en donde tuvo que arreglárselas para hacer equipo con Ojiro.

Aunque las escamas la hacían pesar más.

Tenía mucho sueño, no tenía las ganas, ni la paciencia, para pedirle a la chica el código de su puerta o simplemente ir a su puerta, terminando por caer rendido en su cama, aún con (...) entre los brazos.

Sabia que ella no le gritará, menos se pondrá histérica por algo tan mínimo como eso, aún la sentía tiesa, mirando a la ventana de su habitación, su cabello estaba igual que en el pasado, la misma mirada, la misma forma de sus uñas, no, garrras, y su cola igual de rígida, igual que su pecho en donde estaba prácticamente echado.

No le importaba en lo más mínimo por lo que parecía, ni siquiera cuando eran momentos normales parecía no dar mucha importancia a su cuerpo, con sus últimas ganas se las arregló para rotar el cuerpo de ambos, sintiendo sus músculos rígidos, cansados, al igual que sentía sus párpados cansados, sus ojos calientes y palpitando.

Quería dormir, pero no podía con ella así, le inquietaba, no sabía si era porque quería saber que ella dormía tranquila o porque le incomodaba esa presencia pesada que emanaba de ella, como si fuera una advertencia.

Era como esa vez.

Y, como en esa vez, extendió su mano hacia ella, dejándola sobre su cabello, dando ligeras caricias aunque sabía que sus dedos no eran los más suaves, pero al menos quería que descanse, o que diera la vuelta a su cabeza ya que viendo de esa forma la ventana, con el cuello casi torcido hacia el otro lado, tendría que ir al quiropráctico.

Tuvo que poner ambas manos sobre su molesta cara y hacerla voltear toda la cabeza.

- Duerme de una vez, maldita sea.

Pasó sus manos por su cabello endurecido, tratando, lo mejor que podía, de dar un masaje relajante para ella, hacer que deje de mirar de esa manera asustada hacia el cielo.

- Estoy aquí, ¿me estás escuchando? No dejaré que nada te pase -quiso morderse la lengua por esa frase tan pegajosa.

Pero, aún así, agradeció verla relajarse un poco, fue lo suficiente como para finalmente quedar dormido.

No tuvo idea de que toda esa noche (...) se mantuvo despierta, girando su cuerpo, con Katsuki aún agarrado firmemente con sus extremidades inferiores, trataba de calmarse un poco, pasando delicadamente sus dedos por el cabello rubio, mirándolo de vez en cuando mientras seguía sintiendo sus brazos descansar sobre los costados de su cuerpo, de vez en cuando sujetándola contra él, pero ella seguía mirando al cielo, a cualquier punto de ataque.

Nunca olvidaría cuando tenía la edad de Katsuki en UA, aunque en realidad pasó cuando era más joven que él en ese entonces, en ese tiempo no tomó las mejores decisiones, lo reconocía.

Pero cuando un monstruo alado te persigue, terminas convirtiéndote en monstruo para tratar de protegerte de él.

A la mañana siguiente, Katsuki se levantó de buen ánimo, relajado mentalmente, (...) no estaba a la vista, pero vio una taza de café junto a una nota diciendo que ya se había ido a su turno matutino en el hospital en el que trabajaba junto a unas disculpas y mencionando la taza de café como su agradecimiento por lo de anoche.

- Está horrible -terminó por pasar el café aguado por su garganta tras leer la nota.

Juraba que le enseñaría a preparar un taza de café decente un día de estos.

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