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Voces cantarinas se oían a lo lejos, acompañadas de suave música instrumental de fondo. Los invitados del rey presentaban ante él y los recién casados cada uno de los regalos que habían traído consigo, eso era lo que tenía a todos exclamando sorprendidos pues los gobernantes de los reinos vecinos querían darse a lucir con presentes costosos para ser del agrado de los futuros soberanos.

Cada tramo del enorme jardín estaba decorado con luces y alfombras de color perla, flores blancas y amarillas adornaban los caminos por donde la gente pasaba y desde lejos el castillo parecía brillar más de lo normal.
Más de cien personas habían trabajado desde la mañana para hacer que la fiesta fuera perfecta, la más perfecta de todas con toda esa costosa decoración y el banquete que los mejores chefs de la región habían preparado.

Cada platillo y postre que los invitados degustaban, cada flor y candelabro que ahí se encontraba, había sido idea suya. Porque JinYoung siempre soñó con una boda igual de glamurosa que esa, y era totalmente injusto que alguien más se encontrara junto al príncipe que fue su prometido desde niño.

Desde los diez años supo que su matrimonio estaba arreglado pero eso era lo de menos, ya que todas las bodas de la realeza eran así.
El príncipe Choi y él se convirtieron en buenos amigos y a pesar de que hizo un gran esfuerzo por enamorarse del supuesto hombre que lo acompañaría el resto de su vida, JinYoung no pudo ver a YoungJae con otros ojos.

Todo eso era una farsa, todo era injusto. Porque después de años y años de planeación, las cosas cambiaron un día antes de la ceremonia. Aún puede oír la voz imponente de su padre diciendo que su hermana tomaría su lugar debido a que era más grande que él. JinYoung no culpa a Jimin porque ella tampoco había estado al tanto del asunto, ella era una víctima más, igual que el príncipe YoungJae y él.
Aunque JinYoung no pudo enamorarse de Choi, el chico sí lo hizo y por eso se sentía terriblemente mal con esa situación. A Jimin la privaron de su libertad, a YoungJae le destrozaron el corazón y en cuanto a él, le habían arrebatado su sueño más grande; el de convertirse en rey y gobernar sabiamente a su pueblo.

Los futuros monarcas se veían perfectos con la vestimenta que confeccionaron especialmente para ese día. YoungJae se veía muy guapo con su traje blanco y bandas rojas en el pecho en donde colgaban la insignias que resaltaban su título, Jimin estaba hermosa con su gran vestido pomposo de incrustaciones que la hacían brillar igual que una estrella. Todos podían ver eso pero sólo JinYoung sabía qué tan incómodos y desanimados estaban los recién casados, recibiendo los regalos que en un principio le iban a pertenecer.

Quiso mantenerse fuerte ante ellos pero no pudo resistir cuando entregaron las coronas. JinYoung huyó de ese lugar y se resguardó de todos. Le iba a tomar mucho tiempo recuperarse, después de todo era normal al haber soñado con eso casi toda su vida.

Tomó una gran respiración y comenzó a tirar una por una las cartas que durante todos esos años le fueron entregadas con el fin de recordarle cada tres meses que debía reunirse con su prometido para forjar lazos.

Una lágrima descendió por su mejilla al leer la última que había recibido.

Estimado príncipe Park.

Por mandato del Rey Choi, se solicita su presencia en el palacio del estado Mokpo para la última conversación entre reinos próximos a formar lazos y convenios.

Mientras veía el pergamino deshacerse en el lago, sólo tenía un pensamiento en mente. "Todo era una total mierda".

Él nunca podría sentarse en el trono, mucho menos llevar la corona.
Tendría suerte si algún duque o marqués pidiera su mano, ya que Jimin ascendería al trono y era más probable que sus hijos continuaran con el legado, ningún futuro príncipe querría casarse con él sabiendo que no tendría oportunidad de llegar tan alto.

Había sido tan doloroso cuando su padre lo dijo sin cuidado, todos sabían por qué JinYoung estaba entusiasmado por la boda y aún así no tuvo tacto cuando soltó la bomba. Tal vez fue lo mejor, sin rodeos ni nada porque al fin y al cabo tenía que entender— por las malas— que el camino de su vida no estaba en sus manos. Nunca lo estuvo y nunca será capaz de controlarla, y eso es algo que odia con todo su ser.
Para no preocupar más a su hermana, JinYoung reprimió su sentir un día entero, pero ahora que había huido al límite de los terrenos del palacio, se derrumbó por completo.

Que bueno que no tenía espectadores, no quería que pensaran cuán patético se veía llorando de manera desconsolada a la orilla del lago. Se quedó sentado un buen rato sobre una roca, el traje que le confeccionaron a última hora se ensució con un poco de tierra y podía asegurar que su cabello era un total asco junto con su rostro, pero poco le importaba. Su aspecto era lo de menos cuando su sueño de toda la vida acababa de ser destrozado cruelmente.

Poco a poco, sus sollozos fueron disminuyendo al igual que sus lágrimas, pero su expresión triste seguía ahí, al igual que su dolor.

Continuó arrojando pergaminos al agua, viendolos desaparecer por completo, esperando que con ellos también desapareciera esa terrible opresión en el centro del pecho.

El crujido de ramas y hojas moviéndose le hizo tensarse. Él había burlado a su guardia para poder escabullirse de la fiesta, seguro que lo había buscado en cada rincón del palacio hasta que por fin dio con su ubicación. Debía estar enojado por lo que hizo pero lo comprendía, el hombre sólo estaba haciendo su trabajo. Sin embargo, el llamado de su guardia no se escuchó.

El ambiente cambió de repente, las hojas dejaron de crujir y algo vibró dentro de JinYoung ocasionando que el movimiento flojo de su mano arrojando los pergaminos, se detuviera.

—¿Príncipe... Park?

JinYoung jamás había escuchado esa voz, estaba seguro que no porque de lo contrario sería capaz de recordar una voz tan demandante como esa.

Él miró al hombre que estaba parado a un par de metros detrás, sintiéndose nervioso ante tal presencia que exoneraba poder en cada tramo de su rostro bien parecido. Su traje azul y cada uno de los destellos de las gemas en la espada de plata que sostenía como un bastón, le hicieron saber que su estatus no era una broma.

Entonces vio la insignia con el dragón labrado en oro, la lógica le decía que saliera corriendo y se escondiera bajo las mantas de su cama, sin embargo permaneció anclado en la roca con el corazón a punto de salir de su cuerpo.

Ese hombre era el Káiser Lim.

No es como si lo conociera o hubiera visto antes, pero luego de oír historias sobre sus terribles hazañas logró conectar los puntos, lucía tal cual lo describían. Además, la medalla que portaba era su marca más significativa.

Todo en él gritaba peligro a los cuatro vientos, y aún así JinYoung se quedó quieto, sin hacer ningún movimiento más que asentir ligeramente para luego regresar su mirada al lago, en un intento de ocultar su nerviosismo.

Para cualquiera hubiera sido un acto muy descortés de su parte, incluso para él. No era propio de un príncipe ignorar a los miembros de la realeza. Ahora mismo el hombre de mirada afilada debía pensar que era un chiquillo mal educado.

Habría sido genial que luego de eso se hubiera ido, dejándolo sólo porque JinYoung tenía muchos pergaminos que destruir. Eso no ocurrió. Escuchó los pasos del Káiser acercarse y luego vio cómo se ponía a su lado, haciendo que JinYoung bajara la cabeza por pena. A él no le gustaba ser el centro de atención y en ese instante era todo lo que los ojos del hombre podían apreciar.

Dio un respingo cuando un pañuelo blanco le fue ofrecido, fue cuando notó que lágrimas traicioneras aún bajan lentamente por sus mejillas. Levantó una mano temblorosa y aceptó lo que el Káiser le ofrecía, para no ser catalogado como alguien descortés. Las primeras impresiones son muy importantes y JinYoung había cavado su propia tumba ante la presencia de Lim.
Un príncipe mal educado que mostraba vulnerabilidad con sus lágrimas no sería considerado buen candidato para futuras alianzas con un pueblo. El Káiser no le ofrecería un camino viable cuando JinYoung llegara a convertirse en... Oh, cierto, el jamás será rey.

Ahogó un sollozo y se cubrió la boca con el pañuelo de suave satín. Inhaló profundo y para su sorpresa, la fina tela desprendía un aroma almizclado; olía como el bosque, combinado con algo que no pudo identificar. Fuera lo que sea a JinYoung le encantó.

Volteó a ver al hombre de traje azul, por curiosidad. El Káiser seguía mirándole con intriga que brillaba en sus ojos fieros. Hubiera creído que el hombre no sentiría la más mínima simpatía ante cualquier ser viviente, se suponía que fuese de esa manera porque era el temible Káiser de las tierras prohibidas. Sin embargo, ahí se encontraba, cerca de él mientras guardaba prudencia ante lo que había descubierto.

Y eso le hizo sentir más avergonzado de lo que ya estaba. Culpaba a su estado de ánimo por tal sensibilidad que era impropia de un príncipe. La expresión del hombre se suavizó al oír sollozos más nítidos y JinYoung tuvo que apartar la mirada. Demasiada pena acumulada bajaba en forma de lágrimas.

—Príncipe Park.— aquella voz imponente, ahora bañada de sutileza se escuchó a su lado. Lim se había sentado en la roca, en un intento de tranquilizarlo. JinYoung cerró los ojos cuando sintió unas manos frías sobre sus mejillas. Contrario a eso, las caricias que le otorgó se sintieron cálidas, tanto que se estremeció hasta la punta de los dedos.

El pañuelo que le había dado fue retirado de sus manos y JinYoung creyó que proseguiría a guardarlo dentro de su elegante saco azul, pero no fue así. En vez de eso el Káiser comenzó a retirar los rastros húmedos en su rostro con toques pequeños a lo largo de su mandíbula y mejillas.

—Disculpe mi osadía.— dijo Lim, sosteniendo las manos del joven príncipe entre las suyas. Las llevó hacia sus labios para comenzar a soplar sobre sus dedos congelados. Hasta ese momento había ignorado el viento que se mecía sobre el lago, el lugar tendía a ser más frío debido a la proximidad del bosque.

—No se preocupe.— sintió que los colores pintaban su rostro. El contacto de ese tipo estaba prohibido para él, cualquier tipo de contacto, de hecho. El Káiser podía ser visto como un hombre que actuaba con descaro al igual que JinYoung, porque era él quien no debía permitirlo, sin embargo no se retiró o empujó al hombre. Se quedó quieto, observando lo que Lim hacía, hasta que sus ojos se encontraron tan cerca por primera vez.

Tras un último soplido, el Káiser liberó sus manos con delicadeza y JinYoung las dejó reposar sobre sus muslos, sin saber qué hacer o decir a continuación. —¿Puedo preguntar el motivo de sus lágrimas?

—Lo siento.— su voz se oía patética, rota y débil. JinYoung se reprendió mentalmente por dejar expuesto su lado más frágil ante un total desconocido. Era humillante en todo el sentido de la palabra y aún así dejó que fluyera igual que sus lágrimas.— Es que me siento tan avergonzado con usted. Ha de tener una mala impresión de mí.

—¿Porque lo encontré llorando?— JinYoung asintió, deseando que la tierra se partiera a la mitad y lo tragara para llevarlo al otro lado del mundo.— No debería sentirse así, príncipe. Llorar no tiene nada de malo.

—¿No?

A JinYoung le habían enseñado que mostrar sus emociones ante los demás era igual que pasearse desnudo ante la mirada de cientos de personas. Era impropio y vergonzoso para cualquiera, en especial para un príncipe. Él no comprendía por qué el hombre a su lado no concordaba con ese pensamiento.

—Para nada. Usted debería saber que llorar no lo convierte en alguien débil, porque todos en algún momento llegamos a un límite y esa es la manera más efectiva de liberar sentimientos indeseados.

—¿Lo dice en serio?

—Sí. Hasta yo he llorado cuando la situación lo requiere.

JinYoung no podía imaginar a ese hombre fuerte y sanguinario, llorar por motivos justificados. Se veía casi imposible y a pesar de eso, él revelaba hacerlo de vez en cuando. Se oía como algo muy personal y JinYoung se sintió honrado porque compartiera algo así con él.

—No parece alguien vulnerable.

—Se equivoca, soy vulnerable ante ciertas cosas, como cualquiera.

JinYoung se encogió en su lugar cuando el frío viento se coló debajo de su traje plateado. Nunca se imaginó que fuese tan frío a esas horas en el lago. Le estaba prohibido salir de su habitación después de las nueve de la noche, y sospechaba rotundamente que su hora de dormir había transcurrido muchas horas atrás.

Ante la mirada de JinYoung, Lim se quitó el saco azul y lo colocó sobre los hombros del príncipe para evitar que siguiera sintiendo frío.— No tenía por qué hacerlo, ahora será usted el que sentirá frío.

—Descuide, puedo soportarlo.— pero claro que podría hacerlo. Era un guerrero osado, un vientecito helado no significaba nada para él.

—Gracias.

—Es un honor.— El Káiser miró hacia la fiesta que parecía ir de maravilla sin él.— ¿No debería estar ahí? Es parte de la familia.

—Sí, bueno... Me sentí muy presionado y preferí retirarme para no arruinar el ambiente con mi humor.— el chico se aferró más a la prenda azul y descubrió que el aroma misterioso del pañuelo blanco, en realidad era la esencia natural del Káiser.— ¿Qué hay de usted? También debería estar ahí, entre los invitados.

—Creo que no soy bienvenido entre ellos.

—¿Por qué?— Lim alzó las cejas y lanzó la mirada de ¿En realidad no sabes? —Oh, lo siento. No quise ser inoportuno.

No podía ser más tonto. ¿Por qué otro motivo no querrían a Lim ahí? El hombre era el Káiser, el emperador al que todo el mundo aborrecía porque... Ahora que JinYoung lo pensaba, no sabía el motivo exacto del odio que le lanzaban. En fin, era bien sabido por toda la gente de cada reino, seguro que hasta los animales sabían sobre eso, y JinYoung se portó como un necio al preguntar por qué los invitados no le daban buen recibimiento.

—Tranquilo, príncipe. No me resulta ofensivo, si es lo que cree.— sonrió.—A éstas alturas, podría decir algo denigrante sobre mí y yo no haría nada al respecto.

—Jamás diría algo ofensivo con intención de menospreciarle.

—¿Por qué no? Al fin y al cabo no sería diferente sobre lo que se dice sobre mí.

—No puedo hablar sobre un hombre al que desconozco, incluso si la gente ya tiene una imagen predeterminada, tendría que tratarlo para poder hacer mi propio criterio.

—Son escasas las personas que me conocen. No me fío de la gente y sólo establezco relaciones con los que merecen la pena. Ahora, príncipe Park, es uno de ellos.

—¿Yo? ¿Por qué?

—Cualquiera que no salga corriendo al verme y que platique conmigo a pesar de la fama que cargo, vale la pena.

—Cualquiera con educación haría eso.

—No es así, príncipe. Créame, usted es diferente.— Lim se acercó hasta que sus cuerpos se rozaron ligeramente, hombro contra hombro. JinYoung suspiró al sentir toques delicados que iban a lo largo de su rostro y acababan en su oreja. Sus dedos fríos trazaban líneas invisibles en su sonrosada piel.— Puedo percibir que es alguien bondadoso, tanto que ni siquiera le molesta mi presencia, aún sabiendo mi origen. Por eso, tiene mi admiración.

Los ojos del emperador se mantuvieron quietos en JinYoung. El chico no sabía cómo actuar a pesar de que las reglas inculcadas se repetían una y otra vez en su cabeza. Ignorando todas y cada una de ellas, dijo e hizo lo que realmente pensaba.

Mirando al Káiser directamente a los ojos, sonrió agradecido de que alguien importante como Lim lo valorara tan positivamente.— Muchas gracias, significa mucho para mí.

Porque JinYoung aún era un príncipe al que le faltaban muchas cosas por aprender, y el hecho de que Lim lo mirara a su nivel le hacía sentir que realmente valía la pena.

Por primera vez en su vida, sintió un cosquilleo en el corazón, todo por ver la brillante sonrisa del emperador que le observaba igual que a un diamante.

Podría decirse que el emperador era un total desconocido, esa era la primera vez que lo veía y tenía una conversación con él, pero si los vieran, cualquiera pensaría que se habían presentado antes. Era tan fácil hablar con él porque dejó atrás la etiqueta y las normas cuando se dio cuenta de que JinYoung se sentía incómodo, para que ambos estuvieran a gusto. Se había ganado la confianza de JinYoung en unas cuántas horas y el príncipe presentía que podrían dejar de ser enemigos predeterminados. En vez de eso, quizá podrían convertirse amigos.

Pero entonces, el Káiser se puso de pie y le ofreció la mano, solicitando que le permitiera la pieza de baile que se oía desde lo lejos. Casi entró en pánico porque a pesar de que era obligatorio practicar para los bailes, JinYoung jamás había bailado con alguien que no fuera su instructor. Y ahora, el emperador quería que lo acompañara.

—Nunca he bailado con alguien.— dijo al ponerse de pie.

—Entonces es un verdadero honor ser la primera pareja de baile del futuro rey.— En el instante en que Lim dijo eso, una pequeña nube gris lo rodeó. No había sido su intención, él no lo sabía. Desde luego, nadie fuera del castillo sabía lo que habían hecho a espaldas de todos.— ¿Dije algo malo?

Los ojos del pelinegro eran como cristales que dejaban ver lo que su interior resguardaba, y claramente JinYoung vio inquietud y preocupación en ellos. Se sintió mal por estar causando todo aquello en el emperador.

—No, es sólo que...— ¿Acaso debía hablar sobre eso con él? Los reyes lo castigarían si se enteran que estaba revelando información íntima a su más grande adversario. Pero el Káiser había demostrado ser alguien digno de su confianza. ¿Qué más daba si los reyes se enteraban? A este punto ya nada podría hacerle más daño.— Hoy no ha sido un buen día.

—¿Qué le ocurrió?

—Mi hermana tomó mi lugar en la boda y mi prometido la desposó.— Lim guardó silencio unos segundos, su expresión denotaba su sorpresa.

—Cuánto lo siento. No debí preguntar.

—Está bien, eso me tiene sin cuidado.— El pelinegro le miraba dudoso, porque era de esperarse que llorara por el futuro destrozado entre él y el príncipe Choi.— Yo no tengo sentimientos por mi ex prometido.

—No parece muy convencido.— dijo el emperador, cuidando de mantener cautela.

—Lo digo en serio.— Demonios, el hombre frente a él no le iba a creer cuando tenía los ojos rojos, aguantando las lágrimas.— Yo tenía sueños, como cualquier persona normal. Mi mayor sueño era poder convertirme en rey y guiar a mi pueblo con sabiduría, pero ahora, es más que obvio que mi lugar no será el trono. 

JinYoung no había pensado en lo bien que se sentiría dejar que alguien más oyera aquello que lo acongojaba. Se había quitado un enorme peso de encima y a pesar de que comenzó a llorar nuevamente, ya no se sintió apenado por ser visto en su estado más débil.

—Disculpe mi atrevimiento una vez más. — El pelinegro lo mantuvo encerrado entre sus brazos y JinYoung dejó que las manos contrarias lo llenaran de caricias suaves. No supo cuánto había necesitado un abrazo hasta ese momento en el que descansaba contra el cuerpo del Káiser. —Si en mis manos se encontrara la posibilidad, haría todo lo que estuviera en mi poder para hacer su sueño realidad, príncipe Park.

Y JinYoung le creyó. Porque esa tranquilidad que lo adormecía entre los brazos del hombre no la había sentido con nadie más. Ni con sus padres y su ex prometido a quien consideraba su mejor amigo, ni siquiera con su hermana, con quien tenía una estrecha relación.

—¿La propuesta sigue en pie?— preguntó refiriéndose al baile.

—Por supuesto, príncipe.

—Dígame JinYoung.— Le había revelado su nombre y además, le otorgó el consentimiento de llamarlo sin honoríficos. Ese era un acto que sólo se le permitía a su familia y amigos íntimos. JinYoung esperaba no haber sido muy desvergonzado, no quería que su nuevo amigo huyera por su culpa. Pero si el emperador no se había marchado después de todo lo que compartieron en la noche y gran parte de la madrugada, entonces no iba a darse la vuelta en ese instante, ni nunca. Él también le dio el derecho de llamarlo por su nombre.

— Puede llamarme Jae Beom.

La sonrisa del hombre y la emoción que brillaba en él, lo tenían hechizado. Y tal vez fueron las palabras que le susurraba al oído mientras bailaban, los ligeros roces de las manos en su cintura, el hipnotizante bombeo del corazón de Jae Beom, o lo lindo que era estar con él. JinYoung no sabía cuál de todas esas opciones— si no es que cada una de ellas— le habían hecho caer enamorado en una sola noche.

Se sintió como estar dentro de un cuento, bailando con Jae Beom con las estrellas sobre ellos. Se había olvidado de todo, de la boda, los invitados, su tristeza, incluso de la rivalidad entre sus reinos. Pero todo cuento llega a su fin, y el suyo llegó cuando el Káiser tuvo que marcharse antes del amanecer. Jae Beom le había dicho cuán agradecido se sentía por haberlo conocido, y que no podía esperar por su próximo encuentro. Tras despedirse con una reverencia y luego de dejar un beso en el dorso de su mano, el emperador Lim se fue. 

JinYoung no pudo dejar de pensar en la situación en la que se había metido él mismo al enamorarse del hombre en el que menos debía fijarse. Dio vueltas en su cama, pensando que debía ocultarlo ante todos, ya que si los reyes se enteraban, él sería condenado. 

A pesar de que sabía las consecuencias de lo que su enamoramiento conllevaba, él no dejó de pensar en el Káiser en ningún momento, menos cuando descubrió el pañuelo blanco en uno de sus bolsillos. Sintió una ola enorme de emociones, porque eso sólo podía significar una cosa.

Él iba a regresar.

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Hello everyone!

Aquí otra historia con el BNior para iniciar el año con todo.

Ámonooooos.

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Káiser: se emplea en Alemania para referirse al emperador. No era exclusivo para la realeza alemana, también se usa para referirse de manera general a cualquier emperador fuera del legado alemán.
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Aún no tengo idea de la cantidad de capítulos, ya que está en proceso. Sin embargo, no serán demasiados porque las historias extensas no son lo mío.

Espero y les agrade.







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