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Los días jamás habían pasado tan lentos y por primera vez sintió cómo el tiempo jugaba con él, haciendo que el transcurso de las horas fueran tortuosas. Toda su vida, JinYoung no hacía más que seguir las reglas del castillo, estudiar para enriquecer y elevar su conocimiento cultural y académico, aprender las leyes emitidas por los reyes y practicar una y otra vez la manera en la que debía comportarse ante las personas cuando saliera del castillo. Cuando era niño, aprovechaba las horas libres para poder jugar con su hermana, sin embargo al crecer ambos, los intereses que compartían comenzaron a cambiar, así como sus responsabilidades. Jimin obtuvo más libertad que él, ese había sido el precio por embarcarse en el mundo de la soberanía que iba a compartir con YoungJae, por lo tanto ni siquiera le importó verse privado de tomar un respiro para hacer las cosas que le gustaban, como montar a caballo, pintar sobre óleo o tocar un instrumento.

Al menos le habían dejado continuar con sus clases de esgrima y defensa personal, aunque en un principio la reina se lo prohibiera. Tras descubrir que muchas de sus capacidades masculinas no se desarrollaban, consideró preferible mantener el porte delicado. El rey estaba decepcionado de que el único varón no fuera el heredero poderoso y capaz que él había estado esperando.

JinYoung había querido demostrar que él era igual de capaz que cualquier hombre, y por lo menos así obtendría un poco más de aprobación por parte de su padre. Así que después de semanas llenas de súplicas, logró convencer al rey y éste a su vez, persuadió a la reina de que JinYoung tenía que dejar de ser un niño debilucho. Él pasó años y años perfeccionando sus técnicas de batalla —aunque estaba previsto que nunca pisaría un campo de guerra—y consiguió tomarle gusto a todo aquello que eligió sólo para ganarse un poco de afecto proveniente del rey.

Creyó haberlo logrado. 

Todo el tiempo solicitaban su presencia cada vez que los comandantes discutían temas donde involucraban a la armada. No tuvo derecho a opinar pero al menos pudo aprender. Poco a poco iba adquiriendo la forma que el rey quería, pero seguía sin estar satisfecho.

A JinYoung le dolía, pero se obligó a mantener de lado su disgusto y ocultar sus sentimientos e inconformidad, al fin y al cabo nadie le daba la importancia que requería. Había estado bien, porque era lo que debía afrontar para llegar a la cima—en el trono específicamente— pero entonces, él ya no estaba comprometido. Ya no tenía por qué seguir estudiando sin descanso, el bienestar del reino ya no iba a recaer en sus hombros, su hermana tomó su lugar y JinYoung gozó de esa pequeña libertad que poco le había pertenecido.

Pudo retomar sus actividades, descansar un poco más y hasta tuvo horas libres en las que sólo disfrutaba del té en el salón principal. Pero el cambio drástico en su rutina no era el motivo de su estado de crisis existencial. Ahora todo iba más lento que antes y las horas en las que observaba a través de su ventana, le hicieron ver lo pequeño que era su mundo. Todo era un caos en su cabeza, siempre volvía al mismo punto de partida y no podía dejar de pensar en eso, en especial el recuerdo de su encuentro con Jae Beom, se repetía una y otra vez y él no podía ignorar todas esas sensaciones cosquilleantes en su interior.

El transcurso del tiempo golpeaba más fuerte en él porque lo único que deseaba era que el Káiser se apareciera en el lago una vez más. Al final del día, cuando se retiraba del comedor, corría a su habitación con la esperanza de ver al emperador a través de su ventana.

Él tenía que volver, debía hacerlo. No por nada le había dejado el pañuelo en el bolsillo. A menos que esa no hubiera sido su intención. Pronto, la idea de haber sido olvidado era más nítida.

¿Cómo había sido capaz de creer que regresaría por una prenda fácil de reemplazar? Era el emperador, debía tener decenas de pañuelos hechos con las mejores telas. Era un completo iluso al creer que volvería para hablar con él a pesar de que el Káiser afirmó ansiar un reencuentro, quizá lo dijo para no quedar mal.

Habían pasado exactamente dos meses desde que JinYoung se enamoró del Káiser Lim. Dos meses en los que había tenido que aprender a sobrellevar su insípida vida. El futuro se veía desalentador para él cuando ya no tenía sueños por alcanzar, cada uno de ellos había surgido gracias al principal y ahora que su más grande sueño le había sido arrebatado de las manos, los demás cayeron en picada segundos después de recibir la noticia. JinYoung no tenía sueños, más que aquellos en los que Jae Beom aparecía.

Inclusive si fueran unos segundos, JinYoung sólo quería verlo.

—¿En qué tanto piensas?—Jimin estaba sentada a su lado en el jardín, ambos hicieron un pequeño picnic cerca del lago, aprovechando que su hermana tenía unas cuántas horas antes de regresar al castillo para continuar con sus lecciones.

JinYoung había insistido en ir ahí, fue difícil pero logró convencer a su hermana. A la chica no le gustaba el lugar debido a su temor porque algún animal del bosque saliera de la nada, por lo tanto, cuidaron su distancia entre los límites del castillo.

El lago se convirtió en su lugar favorito después del encuentro con el emperador, incluso si fue algo momentáneo. No había tenido el valor de pisar el lugar porque los recuerdos iban a él, haciéndole rememorar con fervor que Jae Beom no regresó. Pero a pesar de todo, JinYoung mantenía la esperanza, por eso había estado viendo hacia allí desde la mañana en la que se marchó.

—No es nada.

No importaba si fuese su hermana, no podría contarle a Jimin acerca de lo que sucedió esa noche. Sería terrible si alguien más oyera o peor, si la misma chica le contaba a sus padres.

—No te creo. Has estado actuando extraño desde la boda. ¿Seguro que no quieres hablar sobre eso?

—No es lo que piensas.

—¿Entonces qué es? Soy tu hermana, sabes que puedes confiar en mí.

Seguramente Jimin creía que todo se debía al tema de la sucesión real, y aunque pensara en eso de vez en cuando, JinYoung se sorprendió a sí mismo pensando más en el Káiser que en sus sueños arrebatados.

—Creo que me enamoré.

Era tan extraño decirlo, siendo la primera vez que se enamoraba, JinYoung desconocía cómo debía sentirse, pero a pesar de la inexperiencia su mente y corazón gritaban su amor al Káiser Lim.

—¿Lo conozco?— JinYoung no estaba cien por ciento seguro pero era probable que la mayor lo hubiera visto cuando Lim entregó el regalo.

—Creo que lo haz visto una vez.

—¿Cómo se llama?

—No lo sé.— JinYoung no puede responder a esa pregunta, eso sería meter en problemas a los dos y lo que menos quiere es eso, que la culpa recaiga en el Káiser cuando no hizo nada más que consolarlo.

—¿Al menos sabes de qué reino proviene?— tampoco puede revelarlo. Todos saben quién gobierna las tierras prohibidas. Así que negó ante la chica. Jimin se vio disgustada al no obtener el perfil del hombre misterioso.— Entonces, ¿lo viste desde lejos? ¿Algo como el amor a primera vista?

—No, nosotros hablamos un poco.— JinYoung sonrió tras recordar fragmentos de las palabras compartidas.— Al principio se sintió extraño porque éramos unos completos desconocidos, pero las cosas cambiaron, y para el final de la noche él ya se había ganado algo más que mi atención.

Jimin parecía no creer lo que acababa de decir.

—¿Por qué no lo dijiste antes? Nuestros padres ya hubieran hecho algo para convocar una reunión.

—No quiero que lo sepan. Es mejor que no se enteren. Él tiene un gran cargo, ellos sólo complicarían las cosas.

Los dos saben lo que eso significaba, complicar las cosas era sinónimo de comprometerlo. Aunque tratándose de Jae Beom, jamás se atreverían a firmar un convenio nupcial con él.

JinYoung no tuvo la opción de elegir a su prometido, mucho menos le fue otorgada la oportunidad de decidir sobre su boda. Él no había querido casarse, pero al enterarse de que esa era la única manera de heredar el trono, se mantuvo con la boca cerrada.
Luego de tantos años al fin se libraba de esa responsabilidad gigantesca y ya no estaba seguro de querer regresar a ese sitio, con las manos atadas por la seriedad del matrimonio.

—¿Han mantenido contacto?

—No he sabido nada de él desde esa noche.

—Bueno, tal vez está muy ocupado. Tú lo has dicho, tiene un gran cargo, sabes que las cosas son diferentes para los superiores.

JinYoung no había pensado en eso. No sabía lo que debía hacer Jae Beom para mantener en pie sus tierras, pero seguro era demasiado, después de todo era el emperador. Él ha presenciado toda su vida cómo los reyes se desvelaban noches enteras con tal de no dejar cabos sueltos, llegando a encerrarse días enteros en su despacho. Se decía que las tierras prohibidas triplicaban al reino de JinYoung, sólo eran especulaciones puesto que nadie había pisado el reino de Jae Beom a excepción de aquellos que estaban condenados a vivir en él. Desde su ventana, el castillo del emperador parecía de tamaño bolsillo, pero si lo que se decía era cierto entonces no quería imaginar lo difícil que sería para Jae Beom hacerlo sólo.

El guardia de Jimin se acercó a ellos y tras una reverencia, anunció que debía volver al castillo. Antes de que se pusiera de pie, JinYoung le pidió no revelar nada, y luego de obtener su promesa, la dejó ir.

El cielo comenzaba a pintarse con destellos naranjas y la silueta de la luna apareció. JinYoung se quedó un rato más, disfrutando la soledad mientras sus pensamientos se reflejaban en el lago.

Él no debía preocuparse por otra cosa que no fuera el té que se había enfriado o la tarta que Jimin no había comido. Ya no tenía la obligación de ver por otras cosas y a pesar de que le estaba costando adaptarse, comenzó a superarlo, pero inconscientemente había estado buscando un camino viable que le garantizara el éxito en su vida. Falló rotundamente en encontrar la respuesta y su temor radicaba en no poder encontrarla a tiempo.

Volteó hacia el castillo y vio a las empleadas colocar las vajillas en la mesa. Era hora de regresar. Se tomó su tiempo en acomodar todo dentro de la canasta y estiró los brazos antes de tomar las cosas entre sus manos. Estaba de rodillas, dando la espalda al castillo.
Oía las pisadas del guardia, cautelosas y ligeras, mostrando de esa manera que no quería perturbar su comodidad. JinYoung se puso de pie justo cuando el guardia llegó a su lado.

—Príncipe Park.

Y nuevamente, la voz de su guardia no se oía como tal.
Al darse la vuelta, ahogó un gemido de sorpresa y trastabilló hacia atrás.

Asustado, el hombre le tomó de la mano y tiró hacia el, logrando encerrarlo en sus brazos. Una vez más, el sentimiento grato que el Káiser le daba empañó todo su cuerpo. JinYoung suspiró contento al tener a Jae Beom ahí.

—Jae Beom.— susurró, como si temiera verlo desaparecer al decir su nombre en voz alta.

—Discúlpeme, mi intención no fue asustarlo. ¿Se encuentra bien?

¿Que si estaba bien? JinYoung no había estado mejor en dos meses completos. Pero eso era algo que Lim no debía saber.

—Sí, estoy bien.— aprovechando estar en medio de los fuertes brazos del emperador, cerró los ojos e inhaló ese perfume que le había hecho perder la cabeza.

Durante unos segundos olvidó todo a su alrededor, incluso que su guardia podría estar cerca. Parpadeó unas veces y centró su mirada en los ojos de Jae Beom.
Esos ojos que podían congelarte en medio de la batalla y que habían visto centenares de almas abandonar sus cuerpos. Pero en esos instantes, aquellos ojos sólo reflejaban una infinita gracia, igual a un manto suave que lo mantenía en calma.

La cordura lo golpeó cuando el Káiser aflojó su agarre. Era tonto de su parte preguntar el motivo de su regreso pero aún sabiendo la respuesta, lo hizo. A regañadientes y con una sonrisa nerviosa, retrocedió unos pasos.—¿A qué debo su presencia?— JinYoung se estaba preparando para oír "He venido a recuperar el pañuelo".

—No quiero sonar tan descarado, pero no puedo decirlo de otra manera. He querido verlo desde que puse un pie en mi palacio.— El corazón del príncipe brincó con asombro tras la confesión de Lim, tan libre de filtro. Lo había tomado completamente desprevenido, porque en ningún momento imaginó que Jae Beom podría sentirse como él.— Ese es el motivo de mi presencia.

Tuvo ganas de gritar de alegría. Se mordió los labios para no quedar en ridículo, por si se le escapaba un pequeño grito. ¿Qué debía decir? ¿Qué debía hacer?

—No sabe cuánto me alegra, porque yo también he querido verlo desde entonces.

Si se oía demasiado obvio, a JinYoung no le importaba. Sólo ansiaba que el emperador fuera consciente de que compartían el mismo sentir.

—¿Cómo ha estado?

—Bien, supongo. He encontrado que las horas pueden ser un poco aburridas cuando no tengo responsabilidades. Jamás me había quedado sin hacer nada, y a pesar de que lo disfruto, no puedo evitar pensar en lo poco útil que soy ahora.

—No piense de esa manera. Todos cumplimos un papel importante, si su momento no ha llegado, sólo tiene que esperar por él. Sabrá su cometido cuando menos lo espere.— Jae Beom caminó hasta la roca donde se habían sentado y se quedó ahí, observando el lago mientras JinYoung se apoyaba contra un árbol.— Supongo que encontrará extraño no hacer nada, al fin y al cabo tenía un horario impuesto que debía cumplir. Sin embargo, no hacer nada no es tan malo como parece. Además de preocuparse innecesariamente, ¿qué es lo que hace en su tiempo libre?

—Bueno... Retomé algunas actividades.

—Eso es bueno ¿verdad?

—Sí, lo es. Antes no podía hacer nada de eso. Es un gran giro de rutina.

—Las cambios suelen ser drásticos, pero al final logramos acostumbrarnos. Además, los cambios son buenos para trazar nuevos enfoques. Sólo debe verlo de otra manera.— Era increíble la manera en la que Jae Beom veía y explicaba las cosas. Quizá porque era un hombre maduro y experimentado, sus palabras eran las correctas y encajaban justamente donde JinYoung las requería.

—¿Qué hace en sus ratos libres?— preguntó a Jae Beom.

—Casi no dispongo mucho tiempo de ocio, pero cuando tengo la oportunidad... No hago nada. Sólo dejo que las cosas a mi alrededor sigan con su curso, sin entrometerme.

—¿No se siente extraño?

—En absoluto. En realidad es asombroso.

—¿Qué tiene de asombroso no hacer nada?

—Haga el intento y descubralo usted mismo.

El Káiser se dio la vuelta y JinYoung quiso encogerse en su lugar. Con cada paso que daba, apretaba los dedos en la canasta. Fue inevitable sonreír cuando el emperador estuvo frente a él, a una distancia cercana pero prudente.

Muchas veces se planteó si el día en el que llegara a verlo otra vez, esa pequeña relación continuaría tal y como recordaba. Pensar que había desaparecido, le hacía sentir triste, más que la ausencia de Jae Beom. Pero luego de la primera palabra del hombre, supo que todo seguía igual. No cambió nada entre ellos, excepto por el fuerte sentimiento de cercanía y confianza.

Sin que fuera su intención, Jae Beom le había dado cuerda y JinYoung no paró de hablar, hasta que se dio cuenta de las estrellas en el cielo y las luces encendidas en el enorme jardín, reflejando lo suficiente como para que el lago no quedara completamente a oscuras.
En todo ese tiempo, no dejó hablar al emperador y cuando fue consciente de ello, se sintió tan culpable e insensible porque era un falta de respeto dejarle con la palabra en la boca. Pero no podían culparlo por eso, a excepción de YoungJae y su hermana, nadie más ponía atención en JinYoung. En esos meses las cosas cambiaron, había pasado muy poco tiempo con ellos y JinYoung no tenía a nadie más que preguntara por él y escuchara de manera afable lo que tenía por decir.

—Lo siento, mucho. Preguntó por mí y escuchó atento. Yo debí hacer lo mismo.

—Eso no importa. Me basta con verle y oír lo que quiera compartir conmigo. También vine por eso, oírle es igual que escuchar una caja musical, muy encantador.

JinYoung apartó la mirada, no quería que Jae Beom viera el efecto de sus palabras en él. Con la cara ardiendo y los ojos brillantes, agradeció porque pensara cosas tan lindas sobre él, un príncipe para nada especial.

—¿Por qué se queda callado ahora?— la risa del pelinegro causó que su estómago burbujeara y sus labios se curvearan en una sonrisa.

—Porque me da vergüenza.

—No debe sentirse así, menos si es conmigo. ¿De acuerdo, JinYoung?

—De acuerdo.

Sin que JinYoung lo esperara, Jae Beom le tomó la mano y le susurró, haciéndole cosquillas con los suaves jadeos que salieron de sus labios.— Cierra los ojos, JinYoung.

Al hacerlo, sintió un ligero peso en la mano que Jae Beom sostenía. Cuando abrió los ojos, vio un pequeño empaque decorado con un listón de seda azul. Sin emitir sonido alguno, pidió con la mirada una explicación de lo que aquello significaba.

—Un presente de mi parte.

—¿Qué?

—Es una manera de agradecer por el tiempo que compartes conmigo.

—Yo...

JinYoung se quedó sin palabras. Eso lo tomó totalmente desprevenido que ni siquiera pudo articular nada. Con un gracias hubiera sido suficiente, pero el príncipe sintió que era muy simple como para decirle al emperador.

—¿Qué pasa? ¿Muy avergonzado que ni siquiera puedes hablar?—JinYoung asintió, mientras Jae Beom dejó salir una sutil carcajada. Fue imposible ignorar la manera en la que fue llamado, el trato formal desapareció para dar paso a uno mucho más personal. —Creí que eso había quedado atrás.— luego de tomarle la mano libre, el Káiser dejó un beso en el dorso y tomó distancia entre ellos. JinYoung sabía lo que eso quería decir. Era hora de marcharse. Su ánimo recayó drásticamente, pensando en lo mucho que tardaría en volver a verle.— Espero que trabajes en eso, no quiero ser el único en hablar cada vez que te de regalos.

Cada vez.

Y de repente, hubo una reverencia, una vuelta, y JinYoung veía al Káiser alejarse de él. No supo en qué momento lo hizo, pero JinYoung lo siguió, impidiéndole seguir su camino. Se aferró al traje con destellos dorados que Jae Beom portaba, enalteciendo su persona. Los dedos le temblaban por lo nervioso que se había puesto, encontrándose idiota por actuar con impulsos.

—Tú... Dejaste esto.— ante la curiosa mirada del pelinegro, el menor sacó de su bolsillo el pañuelo de satín que Jae Beom le dejó.

—Gracias, pero...— Jae Beom lo tomó, con una expresión extraña y tras un breve silencio, habló.— Creo que no fui muy claro, ¿cierto?

El Káiser colocó la prenda en donde había permanecido todo ese tiempo, en el bolsillo de JinYoung.

—No comprendo.

—Esto fue para ti, JinYoung. Como garantía de que ahora en adelante, siempre me tendrás cuando me necesites. Aún si en el futuro me das la espalda al descubrir quién soy realmente.

Cómo hacerle saber —sin decirle— que JinYoung nunca lo dejaría porque se había enamorado de él, y que sólo con aquella frase insinuante, le ocasionaba un dolor inexplicable.

—¿Por qué dices eso? Yo jamás te daría la espalda, Jae Beom. Créeme.— JinYoung sintió sus ojos aguarse, no sabía por qué la confesión de Jae Beom lo había puesto sensible, pero ahí estaba, con los ojos rojos mirando al hombre que movió su mundo desde la primera vez que lo vio.

—Te creo.

Sólo necesitó esas dos palabras para hacer que su corazón entrara en calma.

Luego las cosas pasaron tan rápido, como suele suceder con las despedidas. Parece que el tiempo va más rápido de lo normal cuando no quieres que llegue la hora de partida, al menos eso fue lo que pensó, porque después de recibir una caricia en la mejilla junto con una sonrisa genuina, Jae Beom tuvo que marcharse, dejándolo con el pañuelo en el bolsillo, un regalo en la mano y un amor engrandecido con susurros y promesas a futuro que él mismo empezaba a cultivar en su corazón.

JinYoung no tuvo cabeza más que para rebobinar cada cosa dicha por Jae Beom. Descifró algunos de los consejos que en un principio no entendió, luego de analizarlos durante la cena y gran parte de la noche, supo que no podían ser más acertados.

Descubrió que no hacer nada era tan asombroso como el emperador aseguró.

A la mañana siguiente, abrió su ventana y permaneció quieto en su lugar, haciendo nada más que disfrutar del ciclo de las cosas. Y esa era su respuesta, no tenía por qué preocuparse por asuntos que estaban lejos de suceder. Debía vivir cada día y gozar de las cosas más simples. La simplicidad era en términos reales, la manera más sencilla de alcanzar la felicidad.

Como cuando abrió el regalo. Su corazón se apretó de felicidad al ver la cajita musical más pequeña y hermosa de todas, con bordes de oro y cobertura de diamantes pequeños que brillaban cual chispa en el cielo. La cosa más sorprendente de todas no fue ver que podía colocarla con facilidad en la palma de su mano, sino que en el interior portaba una pequeña nota escrita con tinta negra.

"Príncipe JinYoung.

El tiempo corrió tan rápido, ni siquiera pude decirle algo más útil que un simple lo siento. Me vi sorprendido al saber cuánto había estado esperando el día de su boda, solamente para tener el derecho de portar la corona que le permitiría guiar a su reino. Sé que no se trató de un capricho, porque sus lágrimas fueron auténticas, y fueron las mismas que me hicieron saber cuán auténtico hubiera sido como monarca.

Siempre he creído que las cosas suceden por un motivo en específico, y quiero hacerle entender que un sueño roto no es razón para dejar de lado la vida que aún comienza a vivir.
Usted no necesita de alguien más para poder llevar el liderazgo de un pueblo, si las condiciones implican el matrimonio, piénselo con detenimiento. Merece un matrimonio que signifique más que un pacto entre reinos para asegurar el linaje de los tronos.
Es un hombre inteligente, listo para enfrentar a cualquiera que desee imponerle reglas y condiciones. Si va en contra de su felicidad, hágalo saber. Tiene todo el derecho de alzar su voz para dejar en claro que su felicidad está por encima de todas las cosas.
Pero si un acuerdo nupcial es lo que le hace feliz, entonces no deje pasar su oportunidad.
Respetaré cualquier decisión que tome y lo acompañaré por cualquier camino donde su espíritu aventurero desee ir.

Mi deber real me impide visitarte pero quiero que sepas lo mucho que me gustaría dejar todo a un lado para ir hacia ti y oírte hablar sobre cualquier cosa.

Espero verte pronto, mi príncipe.

Con cariño, Jae Beom".

En ese momento lo supo. No llevaría una pesada corona y no se sentaría en un trono sin Jae Beom a su lado.

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Hola, a todos. Sólo quiero decir que hoy es una linda tarde para escuchar la Santísima obra de arte que es Verse 2.

La lenta actualización se debe al tiempo que me lleva revisar cada detalle de la historia, por si hay palabras repetitivas o cositas así. En fin, haré un tremendo esfuerzo en subir los capítulos de manera constante.

Gracias por las estrellitas y los comentarios.
:)

-BlueSapphireBoy

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