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—JinYoung, aléjate de la ventana.

El príncipe suspiró derrotado. Había transcurrido un día más sin ver a su querido Káiser. Desde su última visita, se quedó con un sentimiento intranquilo que no lo dejaba dormir bien por las noches.

No sabía nada de él y temía que algo le hubiera pasado en su regreso hacia las tierras prohibidas. Jae Beom no podría ser atrapado fácilmente, así como tenía la agilidad de combatir y atacar, podía escabullirse con tanta rapidez que era imposible que le atraparan, sin embargo JinYoung aún tenía esos pensamientos recurrentes en donde se preguntaba por él, si había llegado bien o si estaba herido.

Al menos tenía la certeza de que ninguno de los soldados de su padre lo vio esa tarde, porque de lo contrario el rey se habría puesto como loco y hubiera ordenado atacar el reino del emperador. Pero aún así, atravesar el bosque no es sencillo, ni siquiera durante el día, cuando el sol se oculta es peor.

Sus padres estaban hartos de verlo todo el tiempo junto a las ventanas, con la mente divagando en todas partes, menos en lo que era esencial. Cada vez que lo veían en ese estado, lo reprendían y obligaban a ocupar su mente en algo productivo, como las clases de etiqueta que evidentemente no necesitaba.

Su relación con ellos estaba mucho más distante. Caminaban a su lado sin fijarse en su presencia, ignorándolo más que antes, había sido así desde que Jimin dio la noticia de su embarazo y desde ese preciso instante, JinYoung se convirtió en un pequeño punto que pasaba desapercibido ante todos los del castillo.

Estaban al pendiente de ella todo el tiempo, de lo único que hablaban era acerca del nuevo miembro de la familia, el heredero asegurado. Al parecer, los reyes habían olvidado que tenían un hijo por el cual también deberían prestar atención.

Todas las palabras que quiso desde siempre, las felicitaciones y cumplidos eran recibidos por su hermana. Con nadie viendo por él- más que su guardia- JinYoung se sentía invisible ante los demás, era como si poco a poco fuera desapareciendo. Comenzaba a creer que si eso sucedía, a nadie le iba a importar.

No es como si la noticia le desagradara o sintiera rencor hacia ese bebé formándose con el vientre de su hermana, era sólo que JinYoung al fin comprendió lo que sucedía, tan simple y claro como el agua.
No era el hombre varonil que habían deseado como sucesor, no se había casado y mucho menos había aportado a la descendencia real de los Park. Era una vergüenza para la familia.
Jimin estaba enalteciendo el apellido, les estaba dando un heredero, tal vez sería el niño que siempre quisieron. JinYoung se alegraba, al menos ahora su hermana recibe el trato que merece.

Dejando a un lado ese tema, JinYoung tiene otras cosas con las que lidiar. Ha estado recibiendo invitaciones por parte de muchos reinos y los reyes lo están presionando, intentan convencerlo en aceptar las cenas. Por primera vez vieron la fama que JinYoung cosechó de aquellas pláticas con los miembros de la corona.
Pero nada salió como quería. Si hubiera sabido que aquello lo condenaría, jamás lo hubiese hecho.

Ellos lo ven como una oportunidad perfecta para comprometerlo. Están en busca del mejor postor quien pueda llevárselo lejos del reino.
Tiene tantas ganas de gritar a los cuatro vientos que él no quiere hacerlo, pero los buenos príncipes no tienen voz en las decisiones de su propia vida.

—¿Por qué no aceptas la invitación del rey Shin? Estará encantado de verte y presentarte a sus hijos.

—No quiero entablar amistades por ahora.

—Necesitas hacerlo, un pretendiente no llegará de la nada.

—¿Por qué tanta urgencia?

Tenía toda una vida por delante. No entendía el afán de sus padres por casarlo tan pronto. Ya tenían a su futura reina y heredero asegurados. ¿Por qué tenía que casarse entonces?

—Tarde o temprano tendrás que hacerlo.

Tarde o temprano. Esas palabras sonaban igual que un castigo para él.

—¡Presta atención! Es grosero de tu parte que nos ignores cuando estamos hablando sobre temas importantes.— su madre lo miraba con enojo.

JinYoung miró hacia el extremo de la mesa en donde el rey se sentaba. Debió suponerlo, su expresión mostraba disgusto. ¿Por qué no le sorprendía? Últimamente han estado discutiendo con él hasta lo más irrelevante.

—Organizaremos una fiesta en tu honor, por tu cumpleaños.— murmura el rey— Será divertido, JinYoung. Tal vez eso logre despejar tu mente.

Cierto. Había estado tan encerrado en su propio mundo que olvidó su cumpleaños. Con los acontecimientos recientes y todo ese peso en su interior, lo que menos quería era una fiesta en la que tendría que fingir estar bien ante todo el mundo.

—Enviaremos las invitaciones por la mañana.

JinYoung ni siquiera hace un esfuerzo por replicar, eso no funcionará. Los reyes no le están preguntando si quiere, le están informando lo que harán.
El día aún no llega y ya siente la presión y el estrés. JinYoung no quiere una fiesta en la que cientos de personas desconocidas se presenten por compromiso e hipocresía. Es su cumpleaños y la única compañía que quiere es la de Jae Beom.

"Oh, por todos los cielos".

JinYoung deja caer la copa sobre la mesa, ocasionando un ruido estrepitoso. La reina le está gritando cuán torpe es, pero a él no le importa.

Las invitaciones se enviarán a todos los reinos, eso quiere decir que Jae Beom también forma parte de los invitados. Podrá verlo y estar con él, beberán champán porque oficialmente JinYoung ya no es más un niño y bailarán como lo hicieron la noche en la que se conocieron.
Por primera vez no tendrán que ocultarse para hablar. Ellos podrán estar juntos más que solamente unos cuántos minutos.

Viéndolo de esa forma, la dichosa fiesta no suena tan mal.

.

.

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—Si la idea de bailar con ellos te desagrada, sólo tienes que decirles no.

—Es fácil decirlo pero sabes que no puedo rechazarlos.

JinYoung estaba con YoungJae. Desde que comenzaron a bailar, el príncipe Park no dejó ir a su amigo, él era su escudo por ahora. Muchos hombres querían bailar con JinYoung pero él no. Sería imposible negarse ante las peticiones a pesar de que lo deseaba, porque rechazarlos sería descortés y él no puede darse ese lujo estando frente a los miembros más importantes de la monarquía.

—Me estoy cansando, Jin.— suspiró YoungJae. — Además, si continuamos así llamaremos la atención. Yo porque no estoy cuidando de mi esposa y tú porque no dejas que vaya a sentarme con ella.

—No, por favor. Será mi fin si me dejas sólo aquí.

—¿Por qué no vas a nuestra mesa entonces?

—No me dejarán en paz. Seguirán insistiendo.— murmuró con un atisbo de irritación.

La música llegó a su fin. Ambos se detuvieron e hicieron una pequeña reverencia mientras los músicos se preparaban para tocar otra pieza, dando el tiempo suficiente para que las personas en medio del salón tomaran un descanso.

Por el rabillo del ojo pudo distinguir a los miembros de la realeza que esperaban la oportunidad para ir con él, le miraban expectantes en busca de la mínima oportunidad para ponerse de pie y tomar el lugar de YoungJae. Podía ver lo inconformes que estaban en espera de que se dignara a soltar al príncipe Choi, si no fuera porque su imagen se vería turbia, apostaba que serían capaces de empujar a Jae.

JinYoung tomó las manos del futuro rey una vez más.— Será la última, lo prometo.

YoungJae bufó cansado pero no se fue, colocó las manos en la posición adecuada e iniciaron un nuevo baile. Mantenía una distancia prudente porque ahora más que antes, debía proteger su imagen. — ¿Qué me dices de tu enamorado misterioso? ¿No está aquí? El podría ayudarte.

JinYoung le había contado a YoungJae acerca de todas las cosas que se había perdido durante esos meses, sobre sus actividades retomadas, sus problemas agobiantes— eludiendo un poco sobre la noticia del nuevo miembro Park— y también sobre el emperador, desde luego, omitiendo su identidad.

Al principio dudó en hacerlo, YoungJae había estado enamorado de él durante mucho tiempo y temía herirlo. Sin embargo, él mismo le reveló que sus sentimientos habían tomado una dirección diferente y era Jimin quien agitaba el corazón del príncipe Choi ahora. JinYoung estaba feliz por ellos, algo bueno salió de toda esa farsa. Tal parece que su boda soñada y sus sueños destrozados fueron esenciales para que el amor entre ellos surgiera.

El reloj en lo alto del salón marcaba las diez en punto y el emperador no había llegado. Desde que el sol salió, su entusiasmo fue evidente y el motivo era nada más y nada menos que el Káiser Lim. JinYoung se mantuvo sonriente todo el tiempo, incluso mientras se reverenció cortésmente a los invitados cuando éstos fueron hacia él y los reyes para saludar. Pero entonces, la fiesta comenzó y no había señales del pelinegro. Las esperanzas de JinYoung decayeron hora tras hora al no oír al guardia vociferar su llegada. En ningún momento pasó por su cabeza, que tal vez estaría ocupado haciendo cosas más importantes y no podía perder el tiempo en una fiesta. Era bien sabido que el emperador no siempre podía acudir a las reuniones, por lo tanto enviaba a alguien en representación suya. Si eso llegara a suceder, JinYoung no tendría por qué desilusionarse, pues sabe muy bien cómo son las asuntos de la corona.

Tal vez fuesen amigos pero aún así, su palabra no tiene validez sobre los deberes del Káiser.

—Él no vendrá.

—Claro que si.— lo ánimo YoungJae. — No es muy tarde aún, Jin. Quita esa carita desanimada y mejor busca a alguien que quiera acompañarte en las próximas cien canciones, mientras esperas a tu enamorado.

YoungJae levantó las cejas en un acto burlesco, ganándose un golpe en el hombro de su parte. Al menos había logrado su cometido, su expresión había sido reemplazada por una sonrisa.

Pero YoungJae tenía razón, le prometió que sería el último baile con él y la canción estaba a punto de terminar. Si no hallaba a alguien rápido, JinYoung estaría perdido.
El príncipe miraba hacia todas las direcciones en busca de alguien quien pudiera ayudarlo. No había nadie de su agrado, sólo aquellos que lo llamaron tonto e inmaduro. No, eso ni pensarlo dos veces.

Desde lo lejos, vio a su hermana reír por la situación en la que se encontraba, tan ajena a su verdadera preocupación. Tanto ella como YoungJae no sospechaban nada de lo que realmente estaba sucediendo.
La chica levantó el dedo y señaló hacia arriba, en las escaleras.

JinYoung llevó la mirada justo a tiempo para divisar a Kunpimook saludando a los reyes. Se alegró por ver a su primo ahí puesto que la familia del príncipe Buhwakul solamente los visitaba una vez al año durante la primavera.

—Bueno, mi trabajo aquí ha terminado. Suerte, JinYoung. Espero que puedas llegar a Kunpimook antes de que alguno de esos idiotas te alcance.

JinYoung no perdió ni un segundo. No le importó tener que esquivar a las personas para subir corriendo las escaleras, casi tropieza tres veces pero logró llegar intacto hasta Kunpimook.
No le dio tiempo de hablar, se aferró fuertemente a la mano del príncipe tailandés y lo obligó a bajar con él.

—Espera, espera.— el chico se detuvo al pie de las escaleras y se arregló la pulcra vestimenta. Su traje verde con detalles dorados hacían resaltar su belleza exótica. De ojos un poco más grandes que los suyos, el rostro delgado y labios gruesos, BamBam era un hombre increíblemente guapo que tenía esa delicadeza pero que continuaba siendo varonil al mismo tiempo. Caso contrario a JinYoung.— Yo también te extrañé pero no por eso voy a arrastrarte por todo el lugar.

—Discúlpame, Bam. Pero estoy desesperado.— rápidamente, JinYoung explicó el por qué de su comportamiento y como era de esperarse, su primo se carcajeó fuerte.— Está bien, te protegeré. Ven, mejor nos sentamos.— Kunpimook le tomó de la mano y lo llevó hasta la mesa que le correspondía.— ¿Has comido?— JinYoung negó.— Increíble, es tu fiesta y no has probado un bocado de la comida que se hizo especialmente para ti.

—No es como que pudiera disfrutar del todo teniendo a esta gente alrededor.

Se supone que debe estar disfrutando la noche, después de todo es su fiesta, pero la realidad es completamente distinta.
Se siente un poco tenso debido a la presencia de todas esas personas, lo cual lo sofoca y le impide estar tranquilo porque en cualquier momento alguien podría acercarse a él diciendo "Baile conmigo". Y ese sería su fin.

Y por más tonto que suene, JinYoung no quiere bailar con nadie que no sea Jae Beom.

—Relájate, nadie está al acecho.

Echando un vistazo rápido, se dio cuenta de que el príncipe Buhwakul tenía razón. Estaba a salvo por ahora pero tenía que ingeniárselas luego.

—¿Qué haré después?

—Eres bueno actuando, ¿por qué no finges dolor o algo así? Podrás ir a tu habitación y nadie te molestará.

—Mis padres no me van a creer.— Incluso si fuera verdad, serían capaces de ignorar su estado con tal de no quedar mal ante todos.

—¿Quieres que haga un escándalo? Podrías escabullirte mientras lo hago.

JinYoung sonrió ante la idea.

Años atrás, ambos habían hecho de las suyas, ocultándose detrás de los enormes pilastrones y los muros para evitar las juntas aburridas de la corte u otros asuntos igual de aburridos. Una vez fingieron estar enfermos para no tener que ir a la ceremonia de coronación de los reyes en Edimburgo. Sin embargo, esa tarde se comieron todos los chocolates que el rey reservaba en su despacho, así que al final del día resultaron enfermos del estómago.
En otra ocasión, durante una noche de vientos primaverales, habían quedado completamente agotados por jugar tanto, no podían retirarse del salón principal sin el consentimiento de sus padres, así que optaron por crear un distractor. BamBam se las arregló para soltar a todos los caballos y así, mientras los guardias intentaban atraparlos, ellos se escabulleron a las habitaciones para tomar un merecido descanso.

Y así como esas, JinYoung tenía cientos de historias en donde su primo y él habían actuado contra las reglas sin ser descubiertos. Fue una infancia buena, al menos en las vacaciones de primavera, después de eso las cosas regresaban a la normalidad, a la misma rutina agobiante de siempre.

A pesar de que solamente se veían una vez al año, el chico lo conocía tan bien que en menos de cinco minutos dedujo que algo andaba mal. JinYoung sabe fingir pero su primo es un maestro del engaño y nadie puede pasar sobre él.

Ciertamente, han ocurrido más de un millón de cosas desde la última vez que hablaron frente a frente, se escriben con frecuencia pero el príncipe Buhwakul desconoce ciertas cosas, así que con bebidas en la mano y postres en la mesa, le relata sus momentos más importantes, junto con los difíciles.
Agradece con todo el corazón que Kunpimook se preste a decir tonterías con tal de hacerle olvidar lo que le inquieta. Es menor que JinYoung pero en ocasiones aparenta lo contrario y en otras... Se comporta como lo haría normalmente. Son cerca de las once y JinYoung no puede dejar de reír junto al menor, quien lo único que hace es hablar acerca de los peinados horrendos y las caras de mierda que tienen los miembros del parlamento.

Y sí, algunos parecen peluquines del siglo dieciséis, esos que se levantan por más de diez centímetros y se ven tan falsos como una roca bañada en oro.

—Preferiría ponerme un mono que esa cosa en la cabeza.

Él está totalmente de acuerdo. Sus carcajadas se oyen por encima del murmullo, ganándose un par de miradas curiosas, mismas que desvían su atención cuando la voz titubeante del guardia anuncia la llegada de alguien más.

"El Káiser... Lim, de las tierras prohibidas".

Inmediatamente, JinYoung voltea hacia las enormes puerta de arco y lo ve tan impecable e imponente como siempre, con aires de grandeza. Enseguida destaca entre la multitud, es como si sombras azules iluminaran su paso, haciéndolo entrar en su papel misterioso.

Los ojos de Jae Beom encuentran los suyos y el mundo se detiene. JinYoung sabe que esa diminuta sonrisa fue para él.
Las personas van inclinándose ante su presencia, cediendo el paso, aunque también podría interpretarse como si lo estuvieran evitando.
Ver el comportamiento de los demás hacia Jae Beom le hace volver al presente, será imposible para el emperador llegar hasta abajo. Sus planes de pasar un rato con él se han ido a la basura.

Algunos miembros reales lo retienen, hablando durante varios minutos con él sobre asuntos que JinYoung desconoce. Sabe que al Káiser no le agrada pero de todas las personas en el palacio, Lim es el único quien realmente tiene modales y es por eso que no hace gestos o trata de huir.

Pero entre cada espacio, en cada momento en el que Jae Beom bebe de su copa, su mirada regresa hacia donde el príncipe Park se encuentra, sacándole inocentes sonrisas  que JinYoung trata de ocultar, fallando rotundamente.

Su burbuja se rompe cuando lo ve irse hacia los balcones. El murmullo de las personas incrementa, todos hablarán del emperador hasta cansarse.

—Maldita sea, JinYoung.— el príncipe Park parpadea y fija la vista en BamBam. Tiene el rostro pálido, no necesita decirlo en voz alta, las expresiones de BamBam hablan por él y cada una de ellas refleja haber descubierto aquello que mantuvo en secreto durante meses. El chico mira hacia los lados antes de acercarse más a él.— ¿Por qué demonios no dijiste que era el Káiser a quién te referías?

—No sé de lo que hablas.— JinYoung se mantiene con el rostro serio aunque por dentro está removiendose de la angustia. Pronto se hace la idea de que hubiera sido mejor mantener la boca cerrada ante Kunpimook.

—No mientas. Las miradas que se dieron, las sonrisas, no fueron alucinaciones mías. ¿Acaso el Káiser y tú...

—Sólo es mi amigo.— murmura bajo, hablar sobre eso en medio de tantas personas no es lo más conveniente.

—No sé que decir ante esto.

—Sólo no digas nada.— Kunpimook ha guardado sus secretos desde siempre. Es un hombre de palabra y aunque sabe que no saldrá corriendo a divulgar la noticia, este es el tipo de secretos que difícilmente se pueden mantener en lo profundo, especialmente cuando está en juego algo más que una supuesta amistad.— Por favor.

—Sabes que no diré nada, pero al menos dime que te has puesto a pensar cómo lidiarás con esto cuando se enteren.

—No tienen por qué enterarse.

—Vamos, Jin. La verdad no puede ocultarse por siempre.

Aunque trate de ignorarlo, al final la bomba explotará causando un derrumbamiento y será JinYoung quien quede bajo los escombros.

Su atención regresa al salón. Cada quien está inmerso en su mundo y parece que los ojos sobre él se han dispersado. Es su oportunidad perfecta para ir con Jae Beom. Ya ha esperado por él durante largos meses.

—Ayúdame a llegar a él.

—¿Estás demente?— el príncipe Buhwakul se alarma tra oír su petición.— Es muy arriesgado. No puedo hacerlo.

—Por favor. Te necesito, no lo lograré sin tu ayuda.

BamBam está a punto de tener un colapso, o eso es lo que JinYoung cree. Se ve nervioso y sumamente preocupado. Se masajea lentamente las sienes hasta que por fin habla.

—Tú ganas, Jin. Te acompañaré y luego encontraré la forma de distraer a todos, especialmente a tu guardia.

Entiende por qué Kunpimook actúa de esa manera, después de todo, JinYoung es el único que conoce al emperador más allá de las falsas historias.
Sin más tiempo que perder, se levantan de la mesa, tratando de pasar lo más desapercibidos que pueden. Les va de maravilla que todos estén inmersos en el baile, porque sin interrupciones consiguen llegar al final de las escaleras.

JinYoung está ansioso, con cada paso siente ese golpeteo familiar en el pecho. Están a punto de llegar a los balcones y sin esperarlo, un obstáculo se interpone en el último minuto. La reina se para frente a ellos, impidiendoles el paso. Su rostro está tenso, conoce muy bien esa mirada con desdén, está enojada.

JinYoung sabe el motivo, no es tonto. Esta fiesta no fue para celebrar su cumpleaños, la usaron de excusa para encontrar pretendientes disponibles. Al parecer, su hermana y YoungJae no lo saben, quizá la mayoría de los invitados tampoco, Kunpimook incluido.

Para él no fue difícil darse cuenta cuando todos los monarcas llegaron con sus herederos casaderos.
Ha estado huyendo de ellos porque si baila con alguno, sus padres lo obligarán a frecuentarlo. Y él no quiere eso.
Casarse por obligación y compromiso, sin amor. Ya no.

Muy dentro de él, había tenido la esperanza de que no fuera verdad, quiso creer que sus pensamientos lo estaban volviendo paranoico, pero ahora las cartas han sido puestas sobre la mesa.

—¿Por qué no has aceptado bailar con alguien más? Hay muchos jóvenes que quieren pasar el rato contigo.

—No me apetece.

—Deja de ser altanero y ve abajo.— el tono que utiliza le hace saber que la reina está a punto de perder los estribos.

—Ellos no me agradan.

—No estás en posición de rechazarlos. Es tu obligación. Así que baja inmediatamente.

JinYoung siente cómo sus entrañas se remueven con aflicción. Está harto de actuar sin conciencia propia, sólo para complacer a unos padres que ni siquiera cumplen su rol como tal. No se han dignado en preguntar cómo se encuentra, sólo comentan cuán ausente y diferente se ve, lo regañan por ello pero no tienen la intención de averiguar el motivo de las bolsas bajo sus ojos y su expresión neutra. Está cansado, ya no quiere ser usado por ellos.

—No.

Una simple palabra, tan difícil de decir. Nunca en su vida se había parado ante su madre para negarse a sus peticiones.
Esa sensación de valentía recorre su cuerpo, pero aún así tiembla al ver cómo la reina tiene la intención de levantar la mano y hacerlo disculparse.

En el momento oportuno, Kunpimook interviene, con tanta cautela como le es posible.— Disculpe, mi reina. Esta es una escena que podría ensuciar su pulcra apariencia. Usted no debe permitirlo.

Parece que fue suficiente porque la ve mirar alrededor y recobrar la compostura ruda de siempre. No se marcha sin decir una advertencia. —Lo que estés tramando, olvídalo ahora mismo. De nada te servirá negarte, no es tu decisión.

Está perdido. El rey se enterará y va a reprenderlo seriamente, lo sabe.

—¿Estás bien, JinYoung?— no tiene caso mentir, no está bien. El príncipe tailandés lo toma fuertemente de las manos al verlo tan abatido.

Pero es el calor y el consuelo de otra persona los que necesita.

—Tengo que ir con él.

Las cosas tomaron un rumbo que guiaba directo a la destrucción, al caos. Si antes era difícil ahora será mucho peor. La vida que JinYoung desea vivir, los sueños nuevos que recolectó en todo ese tiempo de recuperación se ven amenazados.

Él sólo quiere huir junto a un caballero de brillante armadura, lejos de los villanos que lo han mantenido encerrado en su desolada torre.

Pero la vida no es como un cuento de hadas, JinYoung no tiene un caballero dispuesto a luchar por él. Lo único que tiene es ese amor por el Káiser, quién se asemeja más a un dragón sanguinario. Todos lo catalogan como el villano aunque JinYoung sabe que no es el único malo del cuento. Pero no importa qué tan bueno o malvado sea, Jae Beom no le corresponde, así que JinYoung no
tiene más opción que enfrentarse a la realidad.

Y su realidad es ésta.

No tendrá a su dragón, le conseguirán un príncipe. Saldrá de su torre para ingresar a otra. Y la verdad que duele más; él no tendrá un final feliz.


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Antes de terminar los detalles del capítulo, lo publiqué dos veces por accidente. Espero que no se hayan dado cuenta, jajsjs.

Por si se lo preguntan, la historia está ambientada en el siglo XVIII, o mediados de éste.
Para esta época, la moda de la monarquía comenzó a cambiar, los trajes exagerados y las pelucas se usaron con menos frecuencia, pero es hasta un siglo después cuando quedan erradicados casi por completo. Pero no ubicaremos la historia en el siglo XIX porque se conoce como la era o siglo de las máquinas e industrialización, es un mundo más modernizado con la llegada de los inventos y grandes fábricas.

Eso no entra aquí.

Digamos que un buen ejemplo sería Cenicienta (aunque el cuento data del siglo X, aproximadamente, pero bueno, eso no importa).
Tomen como referencia la vestimenta de los personajes en la película.

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Pd: Imaginen a los chicos con esas pelucas. JAJAJAJA. Qué cagado.


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