Capítulo 1

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Las personas han vivido bajo un concepto vago de lo que es llamado FE, las personas han vivido a costa de lo que la sociedad les ha indicado que es lo correcto. La belleza, la fealdad y demás conceptos, todos ellos tienen altos estereotipos, tanto buenos como malos. En este caso estoy en el concepto de que soy demasiado delgada, tanto que parece que soy una calaca andante (como ellos suele referirse cada vez que me ven). Sufrir discriminaciones solo por mi complexión se ha vuelto el pan de cada día. Aún así he podido sobrevivir en base a aquellos prejuicios, como si no tuviera opción.

Mi nombre es Lucila Poésy, naci en Francia y me mudé a la edad de los tres años a Inglaterra por el trabajo absorbente de mi madre. Ella prácticamente ha dedicado su vida al trabajo para obtener una vida llena de lujos la cual merecemos, según ella. Mi padre es un contratista y aun así es poco posible observarlos, aunque estemos instalados aquí en la gran Inglaterra parece imposible convivir con ellos, sin embargo su matrimonio se encuentra solido o tal vez lo han fingido bastante bien. Soy estudiante de la universidad, soy la modelo de mi madre en cuanto a su trabajo (cabe resaltar que es diseñadora de moda) y soy la hija que mi padre no quisiera tener algunas veces porque constantemente me recrimina el porqué no me alimento.

Bien, el problema está en que nada de lo que ingiero logra satisfacer mis necesidades de alimentación, esto comenzó cuando nos mudamos, sin embargo no me he enfermado y en la escuela voy bien, en lo que cabe. Tengo amigas, son tres de ellas: Stephanié, Danié y Adí, con ellas he pasado cosas increíbles aunque ahora se han distanciado, he intentado en aparentar que esto no me afecta porque aun siguen hablándome, así que para mí así está bien.

-Poésy -aquella voz la conocía perfectamente porque era del chico que me gustaba.

-D-dime -tartamudeé un poco nerviosa mientras miraba hacia el suelo para no entrar en contacto con sus hermosos ojos azules baby.

-Deja de mirar abajo -sostuvo mi mentón con su fría y tersa mano. Sentí que la sangre me corría como gasolina alimentando un motor por mis venas-. Así esta mejor -oh, si había algo más bello que él que por favor no me lo pusieran en medio, odiaba los imposibles, aunque todo lo que gustaba lo era.

-De acuerdo -respondí intelectualmente mientras sentía las mejillas encendidas en vergüenza.

-Verás, necesito ayuda con mi tarea, no te pido que me la hagas pero si que me ayudes a entenderla un poco.

Oh.

- ¿Quieres una asesoría?

-Sí, eso. Lo siento no recordaba como se le dice, aunque también suelen llamarla tutoría.

-Sí, relativamente es lo mismo, claro que puedo ayudarte -odiaba sonar intelectual pero era algo obvio y que todos conocían.

- ¿Está bien, hoy? Como a eso de las cuatro, en la biblioteca -me guiño el ojo mientras esperaba mi respuesta.

-C-Claro por supuesto -respondí aunque no podía fingir mi felicidad, estar solos él y yo como un cuento de hadas.

Se alejo de mí no sin antes darme un beso en la mejilla, aquello me paralizo. Aunque no pude evitar sentir su aroma. Olía... delicioso.

***

Las clases transcurrieron sin problema alguno mientras mi corazón palpitaba a toda velocidad por los nervios, tanto así que sinceramente no le prestaba atención a la clase y me la pasé dibujando tornados en las esquinas de mi cuaderno.

-Shhht -chistó Danié en mi dirección mientras me indicaba que le prestara atención a la clase.

-Lo siento -miré hacia el pizarrón y sentí el quejarse de mi estomago. Tenía hambre.

Al cabo de casi una hora y media de tortura sobre la Era Medieval, salí casi corriendo del aula a tiempo que Adí me obstruía el paso.

- ¿Dónde con tanta prisa? -inquirió mientras ponía los brazos en jarras.

-Tengo hambre -me quejé mientras la miraba suplicante.

-Ah, entonces si estas comiendo -la dulce voz de Stephanié llegó detrás de mí; Stephanié iba en un curso avanzado, así que prácticamente era la que más se preocupaba.

-Sé que tienen la errónea idea de que no estoy comiendo porque soy demasiado delgada, pero les juro que si me alimento, es solo que... no me lleno.

- ¿Has intentado ir con el doctor? Posiblemente tengas algo en el estomago -murmuró Adí mientras me miraba con sigilo.

-Vale, lo tengo. Hoy mismo iré al doctor para que estén más tranquilas.

-En realidad a mi no me interesa -murmuró Danié mientras agarraba sus cosas y se marchaba.

De las tres era la que más se hacía a un lado, cuando éramos tan unidas.

-Se le pasará -murmuró Stephanié mientras esperaba a por Adí para ir a la estación de tren.

Me quedé sola y recordé mi cita con Steve (hasta su nombre era perfecto), aunque no era una cita simplemente era una clase de matemáticas, caminé hacía la biblioteca y por un momento olvidé mi hambre porque tenía más nervios que nada.

Pero las cosas no iban a salir como yo quería.

Steve y otra chica estaban besándose tan intensamente que me dio vergüenza seguir mirando y al dar media vuelta la suela de mi zapato rechinó por todo el lugar.

-Ah, Poésy. Lo siento, olvidé lo de la tutoría.

-Descuida, si gustas podemos dejarlo para otro momento -no sabía que sentimiento me corría en ese momento por mis venas, estaba furiosa, muy... furiosa.

El hambre apareció con más ahínco y lo único que hice fue correr hacia el exterior hasta darme cuenta de las lágrimas que corrían por mis mejillas, cuando me detuve en la reja de la universidad para tomar un poco de aire vi a varios estudiantes.

- ¿Con el corazón roto, Poésy? -se burlo uno.

-Espera, ¿ibas a dar una tutoría? -se carcajeaba otra.

Y fue así como tenía a todas las amigas y amigos de Steve frente a mis ojos.

- ¡Poésy! -gritó a lo lejos Steve mientras me miraba divertido.

¡Ese maldito bastardo!

Un dolor agudo en el estomago me hizo caer de rodillas lo que ocasionó las risa y burlas de los demás. Pero alguien me levantó del brazo y casi me llevaba a rastras lejos del lugar, ni siquiera sabía quien era.

-Sabes, no debes pasarte tus horas de alimento hasta que no te acostumbres, o peor aún sepas quien eres.

Cerré los ojos por inercia, en realidad no entendía nada de lo que aquella mujer me decía hasta que un hermoso y exquisito aroma a crepa inundo mi sentido del olfato y abrí los ojos. Sin pedir permiso se lo arrebaté de las manos mientras daba grandes mordidas, y cuando sabía que se iba a acabar. Llore más.

-Tranquila -acarició mi cabello y fui consciente de que estaba con una extraña-. Hola.

- ¿Y tu quien eres? -pregunté a la defensiva mientras ella ponía cara de no comprender.

-Como sea, debo irme -sin esperar respuesta alguna prácticamente corrí lejos de ella. Nunca la había visto, y lo único de lo que me percaté es que tenía cabello rubio. Pff, hasta las rubias eran más bonitas que yo, y como no... Mi cabello era castaño, largo hasta por los hombros y tenía pecas en el rostro. Así que de bonito no había nada, estaba llena de imperfecciones.

-Oh, ya para con eso -me recriminé mientras caminaba a casa cuando el celular sonó.

-Sí -respondí mientras cortaba camino.

-Trabajo para darte lo mejor, y no me parece que te vayas de casa a pie y mucho menos regresarte a pie. Para eso tienes chófer, Lucila.

-Vale, madre, suficiente con el odio que me tienen en la universidad sin ser particularmente molesta para que me salgas con que tengo chófer. Estoy a nada de llegar y entonces me das el sermón.

Colgué la llamada sin esperar respuesta, crucé una escalinata de piedra hasta llegar a la inmensa reja de mi casa/mansión o lo que se le parezca.

-Soy Lucila -anuncié en el interruptor y las rejas chirriaron mientras se abrían y corría hacia la casa.- ¡Yahel, Yahel! -grité mientras entraba estruendosamente al interior.

-Sí, señorita -apareció tan pronto como le llame.

-Prepárame algo de comer, te juro que estoy a nada de desmayarme.

-Por supuesto, le haré algo delicioso -y con la mismas se marchó, cuando escuché el repiqueteó de las zapatillas marca Gucci de mi madre, mientras bajaba por las escaleras principales de la sala de estar, con su cabello castaño perfectamente acomodado, ojos como la tierra madre, labios de muselina y un carácter demoniaco.

-Madre debes entender...

-No tengo que entender nada, te he dicho miles de veces que es mejor que estés en otra universidad y eres tú quien no lo entiende. Sé que lo te hacen solo por ser hermosa y delgada, hija mía - y con eso supe que mi madre no sabía el mayor de mis problemas. Mi problema no era el daño que me hacían mis compañeros, sino el hecho de haberme mudado aquí en primera instancia.

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