Capítulo 2

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Ni siquiera me molesté en responderle a mi madre la tontería que acababa de mencionar. Suficiente con no verla por días para encima discutir con ella por un problema así y del cual sinceramente me tenía sin cuidado.

—Señorita —llamó Yahel.

—Gracias, Yahel —caminé frente a mi madre ignorando los sonidos de fastidio que emitía.

—Sabes sé que exagero, pero por favor piensa bien mi propuesta, prefiero que alguien te lleve a... esa universidad —añadió aquello último con un gesto de asco. Sí, mi madre era la principal cabecilla de esa sociedad que tendía a señalar los defectos de los demás.

—Claro —murmuré sin revelar mi respuesta contundente.

Llegué al comedor principal, y el aroma invadió mis pulmones y mi estómago se quejaba más a medida que llegaba al extremo de la mesa para tomar mis alimentos.

Se trataba de crema de espinacas que tanto me gustaba, al probarlo sentí un gran alivio. Mi estómago lo degustaba a gusto y sin darme cuenta comía demasiado rápido, miré a Yahel y el hizo un gesto indicando que mi boca estaba cubierta de la sopa, tomé la servilleta, y le extendí el plato.

—Señorita...

—Por favor, tengo mucha hambre —cerré los ojos apenada, podría creer que era un glotona, pero ni siquiera estaba gorda así que aquello estaba bien. Querían que me alimentara, eso iba a hacer.

Esperé impaciente mientras tomaba el jugo a intervalos cortos para no acabármelo, cuando Yahel llegó con un plato rebosante, creo que notó que mis ojos brillaban porque sin siquiera decir agua va¸ lo cuchareé sintiendo el sabor estallar bajo mis papilas gustativas.

Cuando estaba a punto de acabarlo, la angustia se abrió paso en mí sistema nervioso, pero fue justo cuando mi padre entró al comedor cuando tuve que serenarme.

—Vaya, por fin te veo comer —se quejó mientras le indicaba a Yahel traerle un plato a él.

Ya era habitual no comer juntos como la familia que éramos, mi madre seguía con los asuntos de su trabajo y ahora tenía a mi derecha a mi padre mientras me miraba comer.

— ¿No quieres más? —preguntó sonriente. Mi padre era un amor de persona sin embargo tratándose de la comida era muy especial, supongo que es porque tiene un buen corazón y piensa en la gente que no puede darse estos placeres culinarios.

—Es mi segundo plato —murmuré mientras clavaba la mirada en sus hermosos ojos castaños.

— ¡¿En serio?! Eso es perfecto mi Luci —sonrió al ver que Yahel llegaba con otro plato y mi estomago chilló.

Acabo de comer, me quejé mentalmente.

—Creo que debo irme —señalé una vez que mi plato estaba limpio y me ponía de pie.

—Acompáñame a almorzar, tú ya comiste así que no te importará que habláramos sobre algo... por ejemplo ¿Cómo te fue hoy en la universidad? — mirándolo desde ese punto, cómo podría negarle algo a mi padre.

—Todo va bien, mis notas son buenas, ya sabes... historia es fácil.

—Lo dice alguien que lee mucho, sin embargo, la historia abarca todo el mundo.

—Sí —aunque tenía muchas ganas de platicar con él, verlo comer me daba más hambre.

— ¿Estás bien? —Preguntó mientras me veía babeando al ver su comida—. Hija, si tienes hambre puedes pedir más.

—De ninguna manera —respondí mientras me ponía de pie—, me comí dos platos y realmente fueron platos llenos. Si me disculpas debo dejarte solo.

Me alejé de ahí lo más que pude hasta llegar a mi habitación. Me tiré en mi cama y mordí la almohada, tendría que esperar que él regresara al trabajo, que mi madre tuviera otra más de sus reuniones y los de la servidumbre marcharán a su casa.

El timbre repiqueteó en toda la casa, mientras apretaba los ojos y me hacía un ovillo. Teníamos visitas y yo no tenía ganas de lidiar con nadie, sobre todo con los que trabajan con mi madre, porque tendrá jalones de cabello, lesiones con las agujas de las costureras. Definitivamente NO.

—Señorita —llamó Adiby del otro lado de la puerta. Ella era una chica dulce y sin igual, era delgada como yo, de cabello negro y a medio ondular, buena persona, hacia sus deberes sin rechistar, en conclusión era la favorita de mi madre.

— ¿Qué? —murmuré cuando entreabrí la puerta de mi habitación.

—La señorita Danié está aquí —murmuró mientras intentaba asomarse por la puerta.

— ¡¿De verdad?! —pregunté algo emocionada, tal vez porque creí que ella ya no quería llevarse conmigo.

—Sí, señorita —respondió Adiby, y salí de la habitación casi corriendo mientras bajaba las escaleras.

El rostro de Danié se veía demacrado cuando justo hacía unas horas atrás se le veía perfectamente bien.

— ¿Ocurre algo? —pregunté al notarla algo distante, tomé  sus manos entre las mías y las sentí frías.

—Perdón por lo de hace ratos, no quería sonar como una mala amiga, es solamente que es bastante normal que las tres nos preocupemos por ti, después de lo que te hicieron.

Justo fue cuando recordé lo de Steve, la herida se abrió paso en mi consciencia, lo había olvidado y aunque dolía simplemente no entendía como había olvidado algo así.

— ¿Cómo lo supiste? —pregunté mientras la invitaba a sentarse en la sala de estar.

—Conozco a la que te hizo la broma, no fue Steve quien se las arregló para eso, fue la chica con la que se besó. Lo que viste ya estaba perfectamente planeado porque sin querer, mientras nos contabas tus sentimientos, ella estaba espiando y te escuchó.

—Ya veo —musité mientras intentaba respirar.

—Luci, no te ves bien en este momento, creo que será mejor que me vaya y descanses, sé que este día no resultó precisamente como lo esperabas.

—Descuida, estaré bien —musité mientras me ponía de pie—, pero tienes razón, tal vez debo descansar y pensar que aunque nadie logre aceptarme por todos los defectos que me hallan, debo seguir adelante.

—Nos vemos mañana en la U —me dio un abrazo rápido y se dispuso a marchar mientras cerraba la puerta detrás de ella.

Llegué a la puerta de mi habitación y suspiré al notar que era absurda la visita de Danié solo para disculparse, creo que se sentía mal después de todo. Danié siempre fue una chica solitaria, su cabello negro a medio ondular podría resultar amenazante pero una vez que la conoces no puedes ni siquiera el imaginarte que en esa cabeza suya se esconde todo un universo, es inteligente y ama las flores.

Sonreí al recordar aquella ocasión cuando la descubrí charlando con los girasoles, estaba muy avergonzada pero fue ahí cuando comenzamos a llevarnos.

***

Tomé una ducha y me vestí son solo una pijama, aún era temprano pero no quería pensar en nada sobre todo en Steve, sus amigos odiosos y sobre todo en esa chica que sin duda alguna me hacía enfurecer. Me tiré sobre la cama y apreté la almohada tan fuerte y ahogué un grito sobre ella. Mientras repasaba la misma imagen una y otra vez, me quedé dormida.

«Sólo lo que ha caído tiene derecho a ser devorado. Debes saborearlo, sentirlo. Debes guiarlo hacia el mundo de los muertos. No sentirán nada.»

Desperté tan pronto escuché los susurros que repiqueteaba en mi subconsciente, al incorporarme todo me daba vueltas. Miré el reloj y eran las doce de la noche. Cuando me moví para ir al baño un horrible dolor se produjo en mi estómago, mis intestinos se quejaban tanto que podía escuchar los ruidos desagradables que producían ¿Acaso me estaba convirtiendo en un monstruo?

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