Capítulo 10

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—Tenemos problemas —musitó Danié mientras entraba a su habitación. A pesar de que Lucila era su mejor amiga no podía evitar el hecho de que ella era demasiado terca para entender el porqué Jozzui estaba de esa forma.

—De verdad que es testaruda, pero su actitud en nada le va a beneficiar —dijo la otra mientras comía papas fritas—. Y a todo esto ¿Dónde fue?

—No lo sé, solo espero que no haya ido a su casa, tiene el estómago vacío —comentó Danié mientras no podía evitar estar preocupada por ella, porque si Lucila no sabía realmente quien era, habían peores maneras de enterarse.

—Si va con sus padres es un hecho que son hombres muertos.

—Calla, ni siquiera digas eso —aunque Danié quería convencerse de que no sería así, Jozzui tenía razones de sobras para conocer el fatídico final que tendrían los señores Poésy.

—Es demasiado inestable e incluso eso tú lo sabes sin que te lo diga.

Jozzui tenía toda la razón, Lucila ni siquiera sabía porque la habían obligado a leer los libros, era normal que ella quisiera evadirlo, y si lo leyó realmente ni siquiera comprendió una palabra.

—Supongo que tendremos que ir a por ella —farfulló Danié mordiéndose el pulgar—, esa chiquilla si que es molesta.

—Estás loca si piensas que iré contigo.

— ¿Qué?

—Lo siento, pero como dice ella no es asunto mío, intenté ayudarla ofreciéndole lo más que puedo sin ser tan franca, creí que sería de esas chicas que leen en silencio y comprenden lo que leen pero ya vi que no. Perdóname Danié pero no moveré un solo dedo por ella.

—Se supone que debes ayudarla —se quejó Danié mientras miraba suplicante a Jozzui.

—Tssk, para ya con eso, quieres.  En primer lugar ni siquiera sé porque tengo que ser yo la que deba darle palabras de aliento, e incluso no debo ser yo la que haga que logre entender lo que es y la razón por la que está aquí. En todo caso es amiga tuya, no mía.

—Tú me ayudaste, por eso creí que podrías ayudarla a ella.

—Ella te lo ha dicho en palabras llanas, no quiere ayuda, así que solo déjala que cometa sus errores.

— ¡¿CREES QUE EL HECHO DE QUE MATE A SUS PADRES SERÁ CONSIDERADO UN ERROR?!

Danié estaba fuera de control, Jozzui solo retrocedió por inercia mientras las pupilas de Danié formaban una perfecta vertical.

—No me dejas opción si te alteras así —farfulló Jozzui mientras se bajaba de la cama y se calzaba los zapatos.

***

No me sorprendería si ahora me dijeran que estamos a menos diez grados, no podía sentir los dedos de la mano, creo que me había exaltado demasiado ante lo que estaba ocurriendo pero era demasiado tarde para volver y ofrecer una disculpa... mi orgullo no me lo permitiría.

—Demasiado frío —junte mis manos y entre estás exhalé un poco.

Caminé sin rumbo porque realmente no sabía si volver a casa con mis padres. Ellos no desistían de mi búsqueda aunque yo les decía que estaba bien, ni siquiera hablaban a casa de Danié, supongo que algo tenía la línea telefónica.

—No deberías andar por aquí muchacha —me sorprendió una señora mientras se hacía bolita y trataba de contener su calor en su ya gastado abrigo. Una señora pobre.

—No tengo adonde ir —respondí sin importarme su estado.

—Amigos míos dicen que andan matando gente a escondidas y éstas desaparecen misteriosamente.

—Uhmm pues si usted me defiende yo la defenderé a usted.

—Si claro —rió como si realmente se tratase de una broma.

Me coloqué de pie a un lado de ella mientras incluso yo me abrazaba a mi misma para retener calor pero era imposible si no tenía un abrigo. El aire sopló tan gélidamente que los vellos de mi piel se erizaron, la señora se quejó de dolor y un intenso olor brotó en el aire, revolviéndome el estómago.

— ¿Huele eso? —pregunté a la señora pero esta se quejaba y no se podía mover—. ¿Se encuentra bien? —quise saber.

—Ah, descuida, solo hace unos días me lesioné la cadera, pero... el dolor ha empeorado.

— ¿Puedo ver? —pregunté al ver su afligido rostro mientras se volteaba y alzaba su sucia blusa.

A pesar de su piel sucia y el hediondo olor que emitían sus ropas pude detectar que tenía un moretón, calenté mis dedos y palpé.

—Auuuuuuh —se quejó tan fuertemente que las lágrimas corrieron por mis sucias mejillas.

—L-lo siento mucho, pero este se ve muy grave, tal vez deba ir al hospital.

—Y ver que se burlan de mí, no gracias, hoy he estado sentada aquí todo el día sin poder moverme, ni siquiera puedo dormir por los dolores, el frío no ha hecho más que empeorarlo, ¿se ve realmente mal?

 —No tiene idea —respondí mientras la miraba con profunda tristeza.

El aroma llegó a mi nariz y por inercia olisqueé en dirección hacia ella.

—No hagas eso, ya sé que no estoy perfumada como las mujeres de dinero —se quejó apenada.

—N-no es por eso, en realidad usted no apesta—respondí por inercia, mientras sentía que algo dentro de mí se retorcía con gran interés y curiosidad, mi mente parecía un foco intermitente ante las señales de peligro.

—Que cosas dices muchacha, deberías regresar a casa antes de perder el tiempo conmigo, te vas a resfriar.

— ¿Cuántos años tiene? —pregunté mientras la miraba fijantemente y sentía la sangre correr por mis venas.

—Uh, 42, ¿Por qué?

—Tiene la misma edad que mi madre —musité mientras me ponía de pie después de estar en cuclillas—. Solo que ella —sentía que una luz bañaba todo mí alrededor y una fría sensación recorrió mi cabeza y mis manos—, ella... vive.

La miré fijamente, cuando ella por inercia quiso retroceder pero el dolor cruzaba por su rostro, intentó levantarse pero muy a su pesar, comenzó a arrastrarse mientras yo le seguía.

— ¿Por qué huye? —inquirí.

—Tú... tú eres la que ha matado a muchos de mis compañeros.

Aquello fue como miles de estacas directas a mi raciocinio. Retrocedí mientras encaraba el miedo de una persona que en pocas palabras estaba muriendo, y lo sabía desde que había visto aquella lesión de su espalda. Ella iba a morir tarde o temprano.

Pero tú tienes hambre.

Tú sabes que hacer.

Sabes que solo lo que esta muerto se puede comer.

No... tú sabes que no solo es eso.

Un fuerte dolor de cabeza llegó y tuve que apoyarme de la pared mientras la señora lloraba y gritaba por ayuda, pero no había una sola alma en el lugar.

—No hay opción, no hay manera —musité en voz baja, mientras sentía el hambre que llegaba de manera apabulladora y borraba mi razón.

—No... por favor —rogaba la señora con aquellas lágrimas impropias.

—Piensa que... estoy haciéndole un favor —solté esas palabras cargadas de veneno para que se rindiera.

La señora gritó mientras yo me abalanzaba sobre mi victima.

¿Cómo podía explicarle a mi raciocinio que lo que estaba haciendo estaba mal? ¿Cómo podía renunciar a la embriagante sensación que tenía mi lengua sobre esa sangre? ¿Cómo explicaba todas esas letras en mi cabeza? ¿Cómo podía matar a alguien sin siquiera sentirme arrepentida?

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