Capítulo 5

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Me dediqué a pasar la tarde encerrada en mi habitación, me di una ducha dos veces por culpa de la ansiedad y regresé de nuevo al mismo lugar, en el balcón, observaba como los pájaros volaban, como el cielo se veía entre azul y un extraño tono rosado, con el sol ocultándose en el horizonte y recordé que tenía que investigar sobre mis "ataques". Tomé la laptop y emprendí una búsqueda con la palabra clave "Hambre en exceso" realmente no había algo extraño solo que se debía al estrés, a la tiroides, cosas de las cuales si tengo memoria, son cosas que no padezco ni remotamente, la investigación no me ayudó en nada. Había aumentado mis raciones a tres platos en tan solo un día.

El primer día que llegué aquí sinceramente era un bebé, no sabía si mi alimentación era la misma o había aumentado, pero cuando cumplí los quince me di cuenta que la comida no me llenaba, ni siquiera me satisfacía, sin embargo era algo sobre lo cual no podía hablar con nadie. ¿Quién querría a una amiga rara que come como una obesa y nomás no engorda?

Nadie.

Por eso durante años batallé con eso hasta que se volvió habitual, concentré mi cerebro en aceptar las raciones sin chistar, comía sin llenarme y nunca protesté sobre eso, pero ahora las cosas se habían salido de control y hasta ahora era capaz de recordar esos detalles que había olvidado y todo para no tener que cargar a alguien más con mis problemas.

Cerré la laptop y tenía ganas de aporrearme contra la pared, el reloj comenzaba a avanzar y no tardaría en que el monstruo de mi interior despertara. No quería lastimar a nadie con mis tontos arranques de hambre en exceso.

***

Escuché susurros desde la sala de estar, aunque mi casa era enorme a mi oído nada se le escapaba. Salí de la habitación con unos jeans y una camisa de mi banda favorita.

"Seguramente solo se trata de un desorden alimenticio, pero descuiden me encargaré de revisarla."

"Por favor doctor, estuvimos todo el día tratando de encontrar a alguien que nos ayude, cancele mis reuniones por ella, no me gustaría verla perder la razón."

Mi madre no había ido a trabajar y mi padre tampoco. Mi pecho se infló en un amor infinito. Por primera vez ellos se preocupaba por mí, claro no es como si nunca lo hubiese hecho, pero hacer a un lado sus deberes por una hija que se estaba volviendo loca, eso... eso era amor.

Mi padre continuó hablando hasta que se percató de mi presencia en las escaleras.

—Lucila —murmuró, pero detrás de esas palabras se escondía el dolor.

—Hola —respondí lo más tranquila posible, pero el reloj... el reloj no se iba a detener y la noche iba a llegar.

—Hija, él es el doctor Mc Collin, él...

—Me examinará —concluí.

—Sí —respondió mi madre al notar que yo no tenía ganas de dialogar con ella.

Era extraño ese coraje hacia ella, mi corazón me indicaba que la amaba por ser mi madre, pero mi cerebro la detectaba como enemigo.

—Buenas tardes, Srta. Poésy —dijo el doctor, y su voz era lo mejor que mis oídos pudieran escuchar, el monstruo de mi interior se revolvía con fascinante interés, el hambre aparecía como una luz intermitente.

La puerta sonó y tuve que retroceder.

—Buenas... —era la voz de Danié.

—Danié —murmuré y bajé corriendo las escaleras.

—Hola desparecida, creí que te había pasado algo... Ah, disculpen la interrupción señores Poésy.

—Descuida... —murmuró mi padre.

—Te pediría si eres tan amable de retirarte —interrumpió mamá a papá—, tenemos unos asuntos pendientes con Lucila.

—Ya veo —soltó Danié un poco ofendida mientras me miraba—, espero que... sea lo que sea se mejore —susurró mientras sonreía.

—Adiós —me despedí mientras la veía salir de la casa.

Caminé hacia mi madre y la fulminé con la mirada.

—A lo que vino el doctor —murmuré para no tener que hacerla hablar.

—Si, claro —respondió él doctor un poco confundido por todo lo que había sucedido.

Mi padre nos prestó su oficina, un pequeño cuarto provisto de libros y más libros, de historia, de ciencia, de matemáticas, de astronomía, de todo un poco. Un gran escritorio de caoba bañado en barniz y una silla giratoria que me traía recuerdos ocupaba la mayoría del lugar.

—Espero que esté más cómodo aquí, Doctor —musitó mi padre mientras el doctor asentía agradeciendo el espacio para una "consulta"

Mis padres se marcharon mientras yo ocupaba la silla y daba giros y más giros.

—Lucila, tus padres están preocupados por tu salud.

—Técnicamente lo que les preocupa es que no fueron a trabajar, no mi salud.

El doctor iba tomando apuntes y mi cabeza parecía girar sobre su eje como tal cual película del exorcista, en sentido figurado.

— ¿Es doctor en alguna rama de la medicina o es psicólogo?

—Psiquiatra, en realidad hasta la psicología es una rama de la medicina.

—Ya veo —respondí fascinada mientras detenía mis giros—. Así que mis padres creen que estoy loca de remate —hice círculos con mi índice cerca de mi oreja.

—No exactamente, en realidad les preocupa tu alimentación, dicen que antes comía poco y de pronto te ves atacada por la necesidad de comer.

—Ah, cierto. ¿Puede ver este moretón? —Mostré el labio y mi pómulo—. Un reverendo fanático religioso me golpeó creyendo que tenía un demonio en mi interior, se le soltó el tornillo y cayó el golpe.

—Tus padres me contaron...

— ¿Usted cree que tengo un demonio en mi interior? —interrumpí solo para molestarlo.

—No lo creo, solo creo que tienes un problema con tu alimentación. Dime ¿Cuántas veces comes al día?

—Unas diez veces, cuando creo que por fin estoy satisfecha simplemente mi estómago no está satisfecho y eso me pone muy ansiosa.

— ¿Hace cuánto tiempo te viene sucediendo esto?

—Desde que llegué... creo, simplemente eran episodios y podía controlarlos, pero ahora, justo ahorita tengo hambre.

Sonreí mientras le miraba fijamente y él desviaba los ojos nervioso.

— ¿Ya cenaste? —preguntó mientras apuntaba algo en su cuaderno.

—Sí, justo antes de bajar, unas tres raciones.

—Tres... —murmuró para sí mismo.

—Sabe, me atreví a buscar por mí misma de que se trataba, hablaba de enfermedades, cosas que en realidad no padezco.

—Ya veo, entonces sugieres que no tienes nada.

El tono en el que lo dijo me molestó, ¿Acaso creía que solo estaba haciendo un berrinche para llamar la atención de mis padres?

—Posiblemente esté loca. Tengo problemas en la escuela la gente no me acepta por mi complexión como si eso resultara un problema, pero aquí el detalle está en que si me alimentó, y así he sido siempre —hice un ademán para mostrar mi figura— . Sin embargo no es algo que me atormente.

— ¿Eso crees? —inquirió.

—Sí, tengo amigas y creo que si no las tuviera podría considerar que estoy grave y no es que usted sea psicólogo pero si quiere puede abrir mi cerebro y ver qué tan mal estoy.

—Oh no, los psiquiatras no hacemos eso.

Su voz la escuché lejana, me sentía terriblemente débil, mi estómago protestaba por más comida, el aroma del cuarto era delicioso... sin tan solo él que estuviera frente a mí... estuviese muerto.

— ¿Ocurre algo? —preguntó el doctor al notar mi ausentismo.

—Tengo hambre —murmuré y comencé a reír por culpa de la desesperación.

— ¡Señores Poésy! —gritó para llamar la atención de mis padres y con ello terminar la sesión, pero no iba a esperar a por mucho.

Me abalancé sobre él como si yo fuese un chica salvaje y sin modales, el comenzó a gritar y a pedir ayuda a tiempo que mis padres entraban. Mi padre me sujetó tan fuerte obligándome a no poner resistencia mientras me llevaba lejos de ahí.

Lo único imperceptible que escuché es que el doctor le decía a mi madre que necesitaba ayuda urgente. Y le ofreció unas pastillas.

¿Tranquilizantes, eh?

Y de nuevo otra noche iba a ser más larga que la anterior.

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