CHAPTER FIVE ━ impulse

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( 衝動 )
𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐅𝐈𝐕𝐄

Un suspiro fue liberado por Perséfone al hundir su cuerpo en la tina llena de agua tibia. Luego de aquel tenso encuentro con los Sakamaki necesitaba tener algo de paz y tranquilidad. Tomó el jabón líquido y comenzó a limpiar los restos de su propia sangre, las heridas comenzaron a cerrarse con su propio toque.

Estiró un poco más el cuerpo y hundió su cabeza en el agua, mojando su largo cabello completamente. Cerró sus ojos y se quedó bajo ella por unos momentos, ¿qué es lo que tenía preparado el destino para ella? debía haberle consultado a Urano sobre él antes de llegar al mundo mortal.

Salió a la superficie nuevamente y con las manos mojadas tomo su celular, desbloqueandolo para marcarle a su padre, algo muy raro estaba ocurriendo: la llamada desconocida, que supuestamente Cordelia hubiera muerto, Komori Yui...

──Buenas tardes, hija, finalmente me llamas. ── Hades había respondido al instante que comenzó la llamada. ──¿Cómo estás? ¿Cómo te están tratando los Sakamaki?

──Buenas tardes a ti también, padre. ── La voz de Perséfone sonaba seria cosa que sorprendió al mayor, se comenzó a preocupar. ──Los Sakamaki me tratan... bien, supongo. Los vampiros son muy raros. Te he llamado por otros asuntos.

──Soy todo oídos, Perse.

─¿Tú sabías que tres de los Sakamaki son hijos de Cordelia?

El dios de Inframundo quedó estático en su asiento mientras observaba como Karl lo miraba con una sonrisa en el rostro. ¿Tan rápido se había enterado Perséfone?

──Sí, hija, ya lo sabía. ── Respondió, soltando un suspiro, seguramente lo estaría odiando.

La azabache apretó con fuerza el teléfono, frunciendo el ceño con enojo, dispuesta a ir hacía su padre y pegarle una paliza.

──Pero no-... ── Hades no pudo completar la frase ya que la diosa corto la llamada.

──¡Por todos los dioses del Olimpo!── Exclamó la chica, tirando el celular sobre la toalla para volver a hundirse en el agua de la tina. ──Lo odio, lo odio.... encima quiere comprometerme con uno de ellos, esto ya es demasiado.

Era mucho estrés en poco tiempo. 

Reiji se encontraba frente a la puerta de la habitación de la griega, hace un par de minutos se encontraba esperando alguna respuesta de ella pero no ocurría nada. Soltó un suspiro, acomodando sus lentes sobre el puente de su nariz; recibió un paquete destinado a ella y quería dárselo lo antes posible para continuar con su tareas.

──Tal vez no se encuentra dentro. ── Murmuró, abriendo la puerta e ingresando al cuarto.

Definitivamente, Perséfone no se encontraba allí, por lo que se adentró para dejar el paquete sobre la cama, pero al instante la invitada salió del baño privado completamente desnuda.

La hija de Hades jamás se imaginó que alguien estaría esperándola en su habitación por lo que no veía la necesidad de salir vestida del baño o con una toalla, estaba acostumbrada a pasearse desnuda junto a las ninfas o al ir al templo de Afrodita. Por lo que al ver al Sakamaki, no se cubrió en absoluto, no sé avergonzaba de enseñar su cuerpo. Incluso sonrió al verlo allí.

Reiji jamás se había sentido tan descarado al observar a una mujer. El cuerpo de la azabache era hermoso, el de una diosa como tal. Su cabello húmedo y pegado al cuerpo tapaba parte de sus senos pero no los suficiente como para cubrirlos por completo, lucían suaves y eran redondos, y al no poseer ninguna ropa pudo ver todos los tatuajes que decoraban su espalda y parte de los muslos, sus ojos se perdían en las curvas del cuerpo de la contraria.

──¿Te puedo ayudar en algo, Reiji?── Pregunto la fémina, acercándose al recién nombrado lentamente, quién se había quedado estático en el lugar, sin decir ni una sola palabra.

"Está tan avergonzado, que divertido. Aunque sé que no eres un santo en absoluto, Reiji, criaturas como ustedes son igual de ninfómanas que yo."

──Tranquilo, Reiji-san, yo no soy la que muerde aquí. ── Se burló, tomando el brazo del contrario y pegándolo a ella, colocándolo entre sus pechos. ──A menos que tú quieras, claro.── Su voz de tornaba cada vez más profunda y el peligris lo único que hacía era ceder ante sus toques con la mirada fija en sus ojos. ──¿Por qué no dejas de ser estricto por un momento y te diviertes un rato conmigo? ¿Acaso no te gusto? ── La diosa le quitó los lentes, dejándolos sobre la cama, y llevo su mano hacía la barbilla de este.

El Sakamaki estaba perdiendo la cordura, pero había órdenes claras y debía cumplirlas, al menos por ahora.

──Señorita Perséfone... le ha llegado un paquete. ── Afirmó él, separándose de ella con dificultad. Realmente algo le atraía a ella, lo hipnotizaba.

─Vamos, Reiji, no seas aburrido. ── Canturreo Perséfone en un intento de convencerlo, acorralandolo contra la pared. ──Sabes... si no ocurre ahora, podrá ocurrir en otro momento. ¿Por qué no te dejas llevar por los impulsos?

Estaba necesitando urgentemente el toque de algún masculino.

──Perse- ──  fue interrumpido por esta, quien pego desesperadamente sus labios a los suyos.

Perséfone rodeo sus brazos alrededor del cuello de Reiji y lo atrajo aún más hacia su cuerpo, sintiendo como sus pechos chocaban contra el firme pecho de él. Lo iba a admitir, la razón por la que estaba besandose con él era porque le recordaba a su amado mayordomo demonio, Sebastián.

El vampiro quedó pensativo, dudando entre seguir o no el beso, iba a perder la cordura si continuaba resistiéndose, por lo que decidió caer ante los toques de la diosa de la lujuria. Se quitó sus guantes blancos con algo de dificultad y se encargó de acariciar su cuerpo, pasando de la nuca hacía sus caderas.

La de orbes ámbar sonrió entre el beso, era tan fácil manipular a los hombres. Se echó hacía atrás, cayendo sobre su cama y arrastrando al contrario con ella, quien la acorraló entre sus brazos y se separó del beso solo para dirigir sus labios al cuello virgen de ella, empezando a dejar húmedos besos y a rozar sus colmillos contra este, cosa que le provocó un escalofrío.

──Sin mordeduras, Reiji, este tiene que ser nuestro pequeño secreto, ¿si? ── Murmuró Perséfone entre suspiros de placer.

Las caricias fueron aumentando de nivel, el saco y camisa de Reiji terminaron en la otra punta de la habitación. La griega se encontraba sobre él, moviéndose suavemente sobre su bulto creciente mientras que sus labios de encargaban de recorrer todo el cuello y pecho de este.

──Vaya Reiji-kun~ con que ese era tu plan, adueñarte de la princesa.

La nueva presencia los interrumpió, provocado que ambos seres inmortales se separen para observar al intruso: Raito. El peligris suspiro y se separó de la griega suavemente, tomó su camisa y la comenzó a abotonar.

──¿Por qué no te unes, Raito-kun? ── Propuso la azabache, burlándose de él.

──Hace momentos me odiabas, princesa-chan, ¿acaso besarte con Reiji te ha hecho cambiar de opinión y darte cuenta que yo soy más atractivo?── Habló el castaño rojizo, acercándose a la cama de la diosa.

──Del odio al amor hay un solo paso, tal vez sea la luna llena que se acerca.

Un carraspeó los interrumpió.

──Señorita Perséfone, le pido que por favor sea la última vez que utilice sus poderes sobre mi. ── Reclamo, colocándose su saco y el resto de sus prendas mientras se dirigía a la puerta.

Mierda, la había descubierto.

─Tienes que soltarte un poco más Reiji-san~ ── Dijo y el nombrado salió de su habitación. ──No me digas que te pusiste celoso de tu hermano, Raito-kun.── Se burló, observando como el vampiro lentamente la acorralaba contra su cama.

──¿Acaso no me invitarás a mi también a seguir mis impulsos?── Pregunto, colocándose sobre ella mientras acercaba su rostro al contrario.

──Creo que tú ya has sido muy impulsivo, ¿no lo crees?

──Mmm, creo que me falta hacer algo para ser un completo impulsivo, Perséfone-chan.

Y antes de que pudiera decir o hacer algo, el del sombrero la besó desesperadamente, uniendo sus labios en un toque apasionado. Finalmente la besaba, era la primera vez que una mujer lo hacía desear tanto.

“Maldito bebedor de sangre..."

Ya faltaban pocas horas para que asistieran al instituto, la diosa griega se encontraba de un buen humor envidiable luego de su encuentro con los dos Sakamaki; aunque no ocurrió nada con ninguno. Estaba esperando la visita de cierto ser.

Perséfone tomó una rebanada de pastel de la cocina y comenzó a comerla desesperadamente, los vampiros tenían aquella costumbre de no comer casi nada de comida humana y jamás compartían la mesa, solo una vez al mes, por lo que los mayordomos no preparaban una cena decente.

Comenzó su camino de nuevo hacía su habitación, meneando las caderas pero un sonido de bolas chocando captó su atención. ¿Acaso tenían una sala de juegos y ella aún no la había descubierto?

Guiada por el sonido, se encontró con el salón de juegos donde Shu estaba jugando al billar en solitario. El vampiro, al sentir su presencia, volteo a verla de reojo, continuando con su juego.

──¿Jugando solo? ── finalmente el rubio levanto la mirada hacia ella, haciendo la expresión más obvia que pudiera existir. La griega rodó los ojos y se adentró al cuarto, dejando la torta en una mesa de té que se encontraba allí para tomar un taco. ──Es una pregunta estupida para cortar el hielo, vago, ¿qué te parece si jugamos una partida?

──¿Y qué gano yo con eso?── Preguntó el susodicho acomodando su postura, aunque comenzó a ordenar las bolas en un triángulo. ──Me gusta jugar solo.

──Lo que tu quieras.── Replicó coquetamente, viendo como los dedos del vampiro se deslizaban sobre el palo de madera mientras apuntaba a la bola blanca.

──¿Lo que yo quiera? Perfecto.── Con un suave toque, golpeó la bocha blanca, metiendo tres bolas rayas de un solo golpe. ──Quiero tus gemidos.

Los ojos ámbar de la mayor se abrieron con sorpresa al instante en el que lo escuchó pero momentos después su expresión se suavizó, sus labios se curvaron en una sonrisa ladina.

──Con que es eso lo que te pasas escuchando en tus audífonos todo el tiempo... aceptó.── Afirmó la inmortal. ──¿Pero me vas a hacer gemir tú o me tendré que grabar mientras me masturbo?

──¿Ya estás admitiendo tu derrota, mujer lasciva?

──Me gusta arreglar los términos antes, siempre por si acaso ¿no te parece?── Respondio acercandose hacía donde se posiciono la bola blanca, Shu había fallado su tiro anterior. ──Pero, si yo gano, quiero respuestas.

Sonrió.

──Hecho.

Antes de que alguno de los presentes pudiera decir siquiera algo, la puerta se abrió escandalosamente y dos personas más ingresaron al salón: Ayato y Yui.

──¡Shu!

──¡Buenas noches, ilíthios!*── Saludo con un insulto griego la azabache, ya no había por qué ocultarlo. Ayato la miró con desagrado pero volvió a centrar su atención en su hermano mayor.

──¿Quieres empezar una pelea conmigo?── preguntó zarandeando a la rubia. Shu se encontraba con los ojos cerrados, claramente quitándole importancia al reclamo del trillizo menor. ──¡Oye! ¿Me estás escuchando?.

──Cállate.── Ordenó fríamente, continuando con ambos ojos cerrados.

──Vamos a competir en una partida de dardos.── Retó el pelirrojo.

En aquel momento, Raito apareció en la escena, mirando de forma cómplice a Perséfone mientras se posaba al lado suyo.

──Sentí la tensión y vine tan rápido como pude, ¿acaso se pelearán por la bitch-chan? Oe, pero que divertido~ ── Se burló el del sombrero.

──¿Qué dices, Shu-senpai, aceptas el reto? ─── Preguntó divertida Perséfone, apoyando su cabeza en el hombro del vampiro a su lado.

──Me da pereza.

──¡Maldito!.

Raito comenzó a reír y aplaudir como podía en aquella posición.

──¡Suena muy bien! Y el premio para el ganador del juego es ¡bitch-chan! claro.── La hija del dios del inframundo posó su mirada en la humana, estaba mucho más pálida de lo normal y lucía como si no estuviera entendiendo nada.

──¿Sabes qué, Raito-kun? Me encanta tu idea.── respaldó la idea. ──Si la pequeña Yui comenzó todo, ¡que sea parte del final!.

──¿A que se debe todo este alboroto?.── Reiji se hizo presente. ──¿Cuál es el significado de todo esto?.

──Veras, Reiji-kun, es que Shu-san no quiere competir contra Ayato-kun en un juego de dardos. Claro que todo esto tiene un premio, ¡y es la pequeña Yui-chan!.── Explico Raito.

──Ni siquiera les importa ella.── habla él antes mencionado con la típica pereza en su voz. ──Ahora cierren la boca y déjenme dormir.

──¿Por qué no estoy sorprendido?── habló Reiji con mucha ironía en su voz, ──cada vez que te ves en una situación de competir te excusas con tu pereza.── "Oh por todos los dioses del Olimpo, que alguien traiga las palomitas. Estoy segura que Ares se apiadó de mí y puso algo entretenido en mi vida". ──Si buscas 'cobarde' en el diccionario, se encuentra la foto de Shu en la definición. Él no puede hacer nada sin ayuda. Un bueno para nada, inútil.

Se lograba sentir el odio y el veneno que el segundo Sakamaki escupía con cada palabra. Raito soltó una risa al lado de la deidad, aunque seguía observando todo con mucha curiosidad por saber que ocurriría en solo cuestión de segundos.

El rubio se sentó en el sillón, observando a la nada misma pero con una determinación en sus ojos.

──Ayato, acepto tu reto.

Un escalofrío recorrió la espalda de Perséfone de repente, haciendo que por inercia volteara a ver hacía la única ventana de la habitación: unos ojos rojos.

Disimuladamente, se retiró del salón dejando a la humana con los Sakamaki a solas y caminó rápidamente hacía su cuarto, no sin antes tomar su porción de pastel.

Al llegar a la habitación instantáneamente se dirigió hacía el balcón, abriendo las puertas francesas de par en par. Sebastián la estaba esperando allí.

─Mi lady.── Murmuró el demonio, inclinándose hacía ella en una reverencia, mientras que lentamente se adentraba.

──Finalmente, Sebastian, ya habías tardado demasiado.── Murmuró la fémina, colocándose en la esquina de su cama y abrió las piernas, mostrando que no llevaba nada bajo su falda. Estaba claro por qué estaba el demonio allí. ──¿Qué esperas para complacerme?

──¿Ahora eres tú quien da las órdenes, Perséfone? ── Habló el azabache, desatando su corbata y quitándose su guante. ──No tenemos mucho tiempo, lamentablemente no la podré complacer como a usted le gusta. ── Susurro contra su oído, se arrodilló ante ella y comenzó con los toques en su entrepierna, mojando sus dedos con el nectar de esta. ──¿Tan desesperada está?

──Demasiado, Sebastian, por favor.

──¿Por favor qué?

──Hazme acabar, por favor.

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