Ya la última clase de un día más. Ayer recé por no volver a ver el amanecer, pero aquí estoy, al borde de un ataque de pánico por el fuerte ruido que hay alrededor. Solo recojo mis cosas en silencio, embotellando los frustrantes sentimientos de soledad mientras me digo que soy feliz, que estoy bien.

Entre el mar de palabras logro captar una invitación para almorzar. Estamos a lunes, ¿de dónde sacan tanta energía? Quizá la brecha entre ellos y yo es mucho más profunda de lo que creí.

- ... eda...

¿Cómo se me ocurre comparar el habitual cansancio que tengo el primer día de cada semana con la normalidad? Qué asco, doy asco.

- ¡Komaeda!

Un toque me saca del tren de pensamientos. Sus ojos oliva me miran fijamente una vez más.

- ¿Me estabas escuchando? Pregunté si vienes con nosotros a comer después de clase.

¿Me invitaba? ¿A mí?

- Es muy amable de tu parte invitar a alguien como yo, Hinata-kun...

- ¡No invites al raro, Hinata!

- ¡Estropea el ambiente!

Lo que dijeron Souda y Saionji es cierto. ¿Cómo si quiera se me pasó por la cabeza aceptar? Qué osado hubiera sido. Me alegro haberme librado de pasar vergüenza (aunque me la merezca). Hinata ni siquiera quiere invitarme, solo se sintió obligado a ser cortés conmigo. Sí, debe ser eso.

- Lo agradezco, pero comeré en casa.

Me vuelve a mirar, deteniendo su discusión con aquellos que me "insultaron". Su rostro expresa una mezcla entre preocupación y tristeza. ¿Quizá si quería que fuera para humillarme en público más tarde? Seguro que les hubiera parecido divertido.

- ¿Seguro? Bueno... entonces nos vemos mañana.

Tras un pequeño golpe amistoso en mi hombro se marcha de la clase junto a los demás.

Vuelvo a estar completamente solo en la clase y suspiro derrotado.

Me pregunto cómo sería vivir tu vida. Tan feliz, rodeado de amigos y gente talentosa, con una personalidad radiante y viva, siempre con ganas de hacer cosas, de aprender y mejorar, aunque ya eres perfecto.

Definitivamente, si me concedieran un deseo, creo que elegiría tener todo lo que ya tienes tú.

A diferencia de mí, basura que solo tiene dinero, tú eres maravilloso. Tu forma de ser es tan atractiva, eres capaz de levantarte solo cuando te derrumban y no te acobardas ante nada. Incluso fuiste capaz de ser amigo de alguien como yo sin sentir repugnancia o asco. Amas a los demás tanto como te amas a ti mismo. No idólatras ni degradas a nadie, tu incluido. Realmente te admiro.

Ojalá ser como tú, pero sé que estos deseos jamás se harán realidad.

Ah, quisiera ser un poco más egoísta y no dejarte ir. Quisiera volver a aquellos días en los que éramos solo nosotros dos.