VI

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“Cuando el sol se ponga en el ocaso y cuando tus labios dejen los míos, oh, vida mía, mi alma se irá contigo”

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La siguiente vez que la mecha se incendió más, fue una tarde luego de visitar el estudio de Tae para que este pintara su ansiado desnudo. JungKook fue con él, pero se quedó en la habitación de TaeHyung jugando con los videojuegos que este tenía, para darles privacidad— cosa que JiMin tan solo pudo pensar que no le molestaría que el castaño lo viera, pero no lo diría—. 

Trabajar con TaeHyung era exhaustivo, pero emocionante. Tenía una expresión solemne mientras pintaba, y miraba a JiMin como si fuera la mismísima Mona Lisa, cosa que lo hizo sentir bastante cómodo y halagado. Lo único que debía quejarse era que TaeHyung prefería dibujar sin aire acondicionado, por lo que para las tres de la tarde, JiMin sentía sus extremidades cubiertas con una capa de sudor. 

En ese momento TaeHyung decidió que era suficiente, y aunque aún no había terminado, agradeció a JiMin diciéndole que lo invitaría a la noche disco que se celebraba en la ciudad el viernes siguiente y que todo lo pagaría él. JungKook se colgó de su oferta, pasando casualmente por el estudio en ese momento. 

—¿Quién te invitó a ti, JungKook? Es solo para JiMin y yo. 

JungKook se vio ofendido—exageradamente. 

—Soy el guía de JiMin-ssi. Tengo que estar en estas cosas, Tae. Además, no confíes demasiado en él, JiMin— levantó las cejas—Nunca sabes cuando puede secuestrarte y te mande a recrear el aullido o algo así. 

Tae le dio un puñetazo en el hombro. 

—Es el grito, che scemo. 

—Deja el italiano fuera de esto, hyung.

Non è colpa mia se sei al livello di una scuola materna

¡Ti ho letteralmente insegnato l'italiano! 

Aunque solamente entendía parte de lo que decían, JiMin se cubrió la boca para ahogar su risa. 

—¡Mi punto igual sigue! Si quieres venir, paga tú. 

—¿Y si no quiero? 

—Pues no vengas. 

—Eres un aguafiestas, Tae. ¿Así tratas a tu mejor amigo? 

JungKook bajó la cabeza con fingida tristeza. 

—Vámonos, JiMin-ssi, estamos en la casa de un desconocido. 

JiMin siguió a JungKook por las escaleras, bajando lentamente hasta que Tae se inclinó hacia ellos. 

—Está bien, JungKook, ven también ¡Pero si quieres repetir, no lo pagaré! 

—¡Gracias, amore mio!— contestó JungKook, lanzandole un beso a Tae. 

TaeHyung sacudió la mano, como si estuviera alejando el beso. Luego se despidió de JiMin con una sonrisa. 

—¡Nos vemos, mia musa!— a JiMin sí le lanzó un beso, y este soltó una carcajada, cerrando el puño en el aire y luego colocándolo contra su corazón. 

—Nos vemos, Tae. 

JungKook le abrió la puerta de la casa para dejarlo salir y ambos caminaron directo al lujoso auto con el que habían estado recorriendo la ciudad aquellos días. 

JiMin mantuvo su sonrisa deleitada, sintiéndose tan a gusto con la forma en la que su vida estaba yendo últimamente, y su estadía que cada vez se hacía más placentera.

Subieron al auto sin perder tiempo, pero JungKook no encendió el motor de inmediato. En vez, se quedó mirando a JiMin con una expresión graciosa en el rostro. Que le recordó al rostro que Kermit, la rana, solía poner. 

Enarcó una ceja y JungKook sonrió de lado. 

—¿Planeas quedarte mirándome hasta que se ponga el sol, JungKook-ah? 

—Tal vez. ¿Es un problema? 

—Personalmente no me gusta ser devorado por los mosquitos, pero allá tú. 

JungKook sacudió la cabeza y se miró en el retorvisor para levantar su pelo en un rodete desordenado. JiMin lo observó embelesado. 

—Quiero... Quiero llevarte a un lugar. 

Una ligera capa rosada cubrió sus mejillas bronceadas. 

—Mientras no sea un motel estaremos bien. 

—No, no— su rostro se puso aún más rojo y JiMin rio.—Todavía no. 

El rubio abrió la boca entre sorprendido e indignado, mientras JungKook se cubría el rostro de los puñitos de JiMin. 

—¡Indecente!— exclamó con un tono exageradamente agudo, como si fuera una dama de alcurnia de hace cuatro siglos atrás. 

JungKook no ocultó su diversión, sujetando las manos de JiMin entre las suyas más grandes cuando tuvo la oportunidad. 

—JiMin-ssi, ¿acabas de pararte desnudo frente a un hombre que apenas conociste y yo soy el indecente?— replicó con una media sonrisa, a lo que JiMin refunfuñó. 

—¿Si me paro frente a un hombre que ya conozco hace más tiempo entonces dejaré de ser indecente? 

JungKook, aun sujetando sus manos, y estando muy cerca se relamió los labios. 

—Depende de qué hombre sea.

JiMin se inclinó, y no se arrepintió al sentir el corazón de JungKook latir desenfrenado a través de su camisa ligera. Apretó sus manos, sintiendo la aspereza en algunos lugares de esta, pero por sobre todo, el calor que emanaban. 

JiMin le sostuvo la mirada. Su corazón empezaba a agitarse también como nunca antes. Sentía que le faltaba el aire, pero de una manera que lo hacía sentir un hormigueo en su vientre. 

Y es que JungKook lo atraía con un magnetismo inexplicable. Ante él, creía que su corazón estaba hecho de metal.

—¿Qué tal si eres tú? 

JungKook sacudió la cabeza ligeramente, bajando la mirada. 

JiMin frunció el ceño. 

—No deberías decirme esas cosas. Yo... ya te dije lo que siento, pero no...—

—Y yo también lo hice, JungKook-ah. 

JungKook se mordió el interior de la mejilla. 

—No lo entiendes, JiMin-ssi. Eres lo único que quiero— JiMin levantó una mano y acarició su mejilla derecha.—Pero eres lo único que no puedo tener. 

—Eso es mentira. JungKook-ah...— lo tomó de la otra mejilla para mirarlo directamente. Respiraciones entrelazandose entre ellos con la libertad que ninguno tenía.—Aquí me tienes. Por... Por favor. Eres el único que me tiene. No... No me abandones. 

—Es que tú regresarás a Corea cuando el verano acabe y yo...— JungKook se detuvo de pronto, viendo la palidez que adquiría el rostro de JiMin en un abrir y cerrar de ojos.—¿JiMin-ssi? ¿Estás...—

JiMin se sostuvo la boca del estómago con ambas manos, respirando agitado y cerrando los ojos con fuerza. Una oleada de mareo terrible atacó su cabeza y tuvo que morderse el labio para no tener arcadas. 

¿Por qué le estaba pasando aquello? 

—¿JiMin-ssi? 

Tomó bocanadas grandes de aire antes de volver a abrir los ojos. 

—Lo siento, el calor... suele hacer eso. Lo siento, JungKook-ah. Estoy bien. 

JungKook siguió mirándolo preocupado. 

—¿Seguro? Puedo llevarte a...—

—Estoy seguro, JungKookie— Soltó, en busca de que el otro dejara el tema. Funcionó.—No pasará de nuevo. Vamos, ¿a donde querías llevarme? 

El menor suspiró y le tomó una mano, tanto como se había hecho ya una costumbre entre los dos. 

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JungKook terminó llevándolo a un claro cerca de las montañas que rodeaban la ciudad. Un pequeño lugar abierto entre los árboles de la carretera, junto a un salto cristalino. 

JiMin miró ensimismado la noche púrpura que caía y a las primeras estrellas que salpicaban el cielo con motitas de color blanco. 

El viento costero perfumaba el aire con un toque de salazón y vegetación, mientras ambos se recostaban contra el capó del auto, las manos entrelazadas sobre este. 

—NamJoon se le confesó a hyung aquí mismo. 

—¿Enserio? Creí que serían más del tipo...—

—De cenas románticas o noches de películas sin-ver-realmente-la-película. Yo también creía eso. Pero no— JungKook levantó la mandíbula hacia el cielo.—A hyung le gusta lo sencillo. Lo sobrio y honesto. Tal vez por eso se enamoró tanto de NamJoon. 

JiMin dejó que las estrellas se disolvieran en fogones blancos en sus ojos. 

—Yo... salí con un chico una vez— comentó, sintiendo a JungKook apretarle más los dedos.—Ninguno de los dos teníamos experiencia saliendo con hombres y éramos de la misma compañía. Estábamos siempre juntos, por lo que tener una relación formal era lo más lógico— JiMin se remojó los labios, vagando su mirada por las constelaciones escondidas debajo del manto azul.—Pero este JiMin que conoces no es el mismo que él conoció. Yo era engreído, y era un auténtico hijo de perra. Pisoteaba a las personas con tal de llegar a donde quería y no me importaba si el daño fuera irreparable. Quizás... de esa forma ocultaba lo roto que me sentía por dentro. Así que... un día me llevó a este cine cladestino, de aquellos que se encuentran en donde no te imaginarías. Algunos de sus amigos fueron también, que no pertenecían a la compañía y que parecían recurrir usualmente allí. 

—Como... ¿Para películas independientes o algo así? 

JiMin se abrazó así mismo. 

—Así es. En aquel momento no me di cuenta, pero no era un lugar desagradable. Era acogedor y él no tenía malas intenciones. Sin embargo, recuerdo que le dije que debía estar bromeando con lo de que allí sería nuestra cita y cuando lo negó... exploté. Le dije que cosas horribles y lo humillé en frente de sus amigos. Ni siquiera me importó que me haya explicado lo que aquel lugar significaba para él. Al final, terminé caminando de vuelta a mi casa, sin siquiera detenerme a sentirme mal por haberle hecho aquello. Creía que se lo merecía— sacudió la cabeza y bajó la mirada hasta JungKook, quien tenía las cejas juntas escuchando atento.—Aún no me he disculpado con él y nunca dejo de pensar en lo estúpido que yo era. Como... había podido siquiera pensar todas esas cosas. 

Sin previo aviso, JungKook lo acercó a él por la cintura, con una mano acunando una de sus mejillas, su pulgar bajando hacia su mentón. 

JiMin tragó saliva. Estar tan cerca de JungKook lo ponía casi tan alto como las estrellas sobre sus cabezas. 

—Pero ya no eres esa persona, JiMin-ssi— murmuró casi contra sus labios.—Tal vez le debas una disculpa, pero nadie puede mantenerse constante toda su vida. Todos cometemos errores y aprendemos de ellos. 

—¿No sentirías... asco de saber que le he hecho eso a alguien? 

JungKook sonrió. 

—Ya todo está en el pasado, hyung. Algo debe morir para que otra cosa renazca. 

JiMin enterró sus dedos en la nuca de JungKook, temblando mientras se acercaba. 

—Bésame, Kookie. 

JungKook obedeció, siendo el capó del auto el único testigo de los roces y jadeos necesitados. 




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