11. Dolor

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Mantenía las palmas de sus manos completamente pegadas entre sí, mientras que a su vez, las colocaba sobre su rostro, parecía que estaba rezando o pidiendo algo en una especie de plegaria.
Nunca antes había rezado, no sabía cómo hacerlo, así que lo más cercano que encontró fue repetir la palabra por favor, una y otra vez, mientras esperaba el diagnóstico de Paty.

—Adam —Ben apareció frente a él—. Amigo, toma, te ayudará —le entregó un botella de agua, se sentó a su lado.
Estaban en las pequeñas escaleras que antecedían a la casa donde trataban a los heridos.
Todos estaban ahí, estaban a salvo, Ben, Luis, Steven, Cole, Nicolas, Christine, Beth, Apolo e incluso Blake.

—Debes calmarte —habló Cole, se cruzó de brazos. Nada de lo que ellos dijeran podía tranquilizarlo, estaba temblando sin control, y no había dicho ni una sola palabra desde que los médicos se llevaron a Paty, y desde que vio a Alicia desaparecer.

Cerró los ojos y se mordió el labio, aquella escena lo atormentaba a cada segundo, como si fuera una secuencia de imágenes que no desaparecían. La puerta del lugar se abrió, inmediatamente uno de los médicos salió, en compañía de Beth, estaban exhaustos y manchados de sangre. Howard, el médico, se acercó a ellos.

—¿Cómo está ella? —preguntó Adam, recordándole a todos que aún podía hablar. El doctor se retiró los guantes. Su rostro no parecía indicar algo bueno.

—Recibió un disparo directo al estómago, logramos retitar los fragmentos de bala, pero perdió mucha sangre. Necesita descanso absoluto y una transfusión de sangre, de lo contrario... cabe la posibilidad de que no lo logre —habló finalmente, Adam se sintió mareado, se sostuvo de Luis para no caer.

—Yo... yo le donaré sangre —mencionó, temeroso y sin dejar de temblar.

—Necesita bastante, Adam.

—Entonces saque toda la que necesite. No me importa.

—Oye, despacio, terminarás seco —se adelantó a decir Ben—. Yo también puedo donar, doc, siempre y cuando la mía sea de utilidad.

—Tranquilos, primero necesitamos hacer algunos análisis, si la sangre no es compatible acabaremos haciéndole más daño. Todos los que deseen donar sangre pueden pasar, Beth, atiéndelos, necesito revisar a los demás heridos.

Al final, Adam logró donar suficiente sangre para ayudarla en su recuperación, también Ben, Cole y Nicolas donaron un poco.
Mientras la mayoría decidió retirarse, Adam se quedó junto a ella, la observaba, tendida sobre aquella camilla, su piel estaba tan pálida y sus ojos tan cerrados que le atemorizaba la sola idea de verla partir.

—¿Crees... que despierte pronto? —le preguntó a Beth, quien seguía revisando a los demás heridos. Ella se retiró el estetoscopio y lo miró.

—No lo sé, Adam, hacemos lo que podemos con lo poco que hay. Necesita descansar mucho —alcanzó a ver como sus ojos brillaban, se cubrió la boca y aguantó las ganas de llorar, inmediatamente se agachó hasta verlo fijamente—. Oye, oye, tranquilo.

—Yo... no puedo... solo —Beth se sentó a su lado y lo abrazó con fuerza, Adam dejó su cabeza sobre su hombro y comenzó a llorar. Beth comenzó a acariciar su cabello.

—Tranquilo, ya pasó.

—Se la llevaron —pronunció entre lloriqueos, ella se mostró confundida.

—¿Qué dices? —él separó su rostro. Apretó el mentón, parecía que las palabras no podían salir.

—Alicia, se la llevaron. Los que atacaron la comunidad la raptaron.

—No puede ser...

—Corrí para intentar salvarla, pero al llegar... lo único que encontré fue un auto, huyendo a toda velocidad. Ellos la tienen, Beth, y es por mi culpa —en ese momento se quebró. Ella lo abrazó nuevamente, mientras otra lluvia llegaba.

—Adam, escucha, no fue tu culpa.

—Claro que fue mi culpa. Fui un idiota con ella, la traté como basura, hice que se fuera y ahora ya no está —Beth sujetó su rostro.

—Escucha, no fue tu culpa, lo que haya pasado, nada fue tu culpa, debes entender eso. Ahora, necesitas descansar, habla con tus amigos o con Jon, así podrán ver cómo solucionar esto, pero, Adam, hagas lo que hagas, no trates de solucionar esto por tu cuenta, no estás solo, yo estoy contigo —no dijo nada, se quedó mirando aquellos resplandecientes ojos café que lo encantaron desde la primera vez. Beth se acercó y besó su mejilla. Un gesto cariñoso, pero efímero,

—Entiendo... —se levantó finalmente— entiendo —caminó hacia la puerta y salió sin decir otra cosa.

Las gotas caían sobre todo el lugar, inundando de melancolía el ambiente, Luis, Ben y Apolo lo esperaban.
Ni siquiera sus gruesos abrigos lograban protegerlos de la lluvia, Adam dio unos cuantos pasos hacia ellos, los miró, las lágrimas lograban convinarse entre la lluvia. Ambos llegaron hasta él y lo recibieron con un abrazo, correspondió, dejando que el calor que emanaba de ellos dos lo cobijara durante algunos instantes.

—Anda, amigo —Luis lo cubrió con una manta—. Es hora de ir a casa.

Todos se reunieron en casa de Adam, tal vez ni siquiera lo notaron, pero entre ellos se cuidaban como una familia.
Ben caminó hacia la chimenea y arrojó un par más de leños, el fuego lanzó chispas. Christhine se sentó junto a Adam y le dio una taza de café.

—Gracias —asintió, mucho más calmado y cálido que antes—. Gracias, chicos.

—Ni lo menciones —Ben tomó su taza y se sentó en el sillón más cercano a la chimenea, todos admiraban el calor en silencio. Hasta que Nicolas finalmente interrumpió.

—Chicos, no deseo tocar fibras sensibles —acomodó sus lentes y se cruzó de brazos—. Pero... ¿qué se supone que pasó con Alicia?

Nuevamente hubo silencio. Adam suspiró, se levantó y miró a todos, las sombras danzaban al vaivén de la lluvia y la luz lúgubre.

—Desde hacía tiempo que Ben, Luis y yo sospechábamos que algo ocurría, no fue hasta que la noche de la fiesta Blake y yo nos topamos con lo que probablemente fueron los responsables del ataque —siguió mirándolos—. Alicia desapareció.

—¿Qué? —Luis fue el primero en sorprenderse.

—Creo... creo que los que atacaron el refugió la tienen —enunció seriamente.

—¿Cómo? ¿Por qué? ¿Por qué ella? —parecía que Luis también necesitaba asimilarlo.

—No lo sé —buscó en su bolsillo y les mostró el pañuelo rojo—. Pero sean quienes sean, llevaban puesto esto.

Cole se levantó y solicitó el pañuelo, lo extendió y observó detenidamente.

—¿Ocurre algo? —dudó Christhine.
Cole abrió los ojos con suma sorpresa.

—Mira —se acercó a él y le mostró, difusa y deslavada, pero una silueta se mostraba en aquel pañuelo rojo, una especie de círculo.

—¿Qué es?

—Parece un símbolo —afirmó sin estar muy seguro.

—Entonces esto no fue al azar —intervino Ben—. Es obvio que un grupo ha estado observándonos, y si el ataque fue obra de ellos...

—Entonces necesito encontrar el origen de esto —declaró mientras sujetaba el pañuelo con el blasón del círculo negro.

—Espera, espera, espera, ¿necesitas? —inquirió Luis.

—Sí, Luis, es... es mi hermana —finalmente esa palabra cobró sentido—. Jamás me comporté como alguien que mereciera llamarse hermano, pero ahora, necesito hacer esto, no puedo dejarla sola, no ahora.

—¿Estás demente? —irrumpió Steven—. ¿Qué planeas? ¿Salir tú solo y buscar qué?

—No sé por dónde comenzar, ni siquiera sé exactamente qué es lo que voy a buscar, lo único que estoy seguro es que la voy a encontrar, y haré que todos y cada uno de esos malditos paguen por lo que hicieron —la chimenea chisporroteó, todos observaron su rostro, y tal vez fue el momento, o sus palabras, pero todos pensaban igual.

—Estás loco —declaró Ben—. Pero no estás solo en esto —puso su mano sobre su hombro—, estoy contigo, hermano.
Adam sonrió.

—También yo —habló Luis—. Hemos entrenado durante años para enfrentar el mundo de allá afuera, supongo que es el momento. Alicia es tan importante para ti, como lo es para mí, te ayudaré a encontrarla —dijo, completamente decidido.

—Gracias, en serio.

—Diablos, tanto melodrama me hará vomitar —Cole suspiró—. Iré con ustedes, conozco las afueras mejor que nadie, además, necesitarán un rastreador —palmeó el hombro de Adam un par de veces y asintió—. Estoy contigo.

—¿Bromeas? Es lo más estúpido que he oído —exclamó Nicolas. Christhine se puso de pie con una sonrisa.

—Iré con ustedes —dejó las manos sobre su cintura—. No tengo músculos o palabras tan motivadoras como ellos, pero conozco a Alicia desde que tenía un año, adoro a esa niña, no permitiré que le pase nada a ella ni a ustedes —lo abrazó.

—Y yo que pensaba que lo hacías por mí —bromeó Ben, ella lo empujó.

—Tranquilo, no te aceleres.

—Son unos putos locos, ¿lo sabían? —Nicolas volvió a acomodarse los lentes, con frustración se acercó a ellos—. Sé que me arrepentiré de esto.

—No tienes que venir si no quieres.

—Cállate, Adam —suspiró y se sujetó el tabique de la nariz mientras cerraba los ojos—. Voy con ustedes, necesitan a alguien más prudente, de lo contrario no llegarán muy lejos.

—Uh, que tierno, ¿abrazo? —bromeó Luis.

—Vete a la mierda.

—Yo también iré —la voz de Blake silenció todo, ni siquiera recordaban que estaba ahí. Se levantó de las escaleras y salió hasta estar frente a ellos.

—¿Hablas en serio? —inquirió Adam con una notoria sorpresa e incredulidad.

—Sí, sé que he sido un idiota con ustedes, en especial contigo, Adam, pero... pero quiero cambiar. A ningún lado puedes llegar estando solo, no quería admitirlo, pero solo podemos confiar entre nosotros. Si me lo permiten, me gustaría emprender este viaje junto a ustedes.

—Claro que sí, eres bienvenido —dijo Adam, con una diminuta sonrisa.

—Bien —pareció ver sonreír ligeramente a Blake también.

—Yo quiero ir —Steven fue el último en hablar.

—Claro que no —Adam se apartó de sus amigos y se arrodilló junto a él—. Esto no es un juego, lo que haremos, será cosa de vida o muerte, no puedo permitir que vengas.

—No soy un niño, Adam —reclamó, mostrando como sus mejillas se tornaban rojas. Sintió sus palabras calar en el fondo de su corazón, sintió una empatía enorme con el niño, pero no podía.

—No puedo, Steven, lo lamento.

—Bien —el rechoncho niño se puso de pie y salió de la casa.

—Stev...

—Basta, amigo, fue lo mejor para él —aseguró Ben.

—Lo sé.

—Bien, ¿y cuál es su plan? —dudó Nicolas.

—Tomen todas las armas, provisiones y herramientas que sean necesarias. Lleven solo lo esencial, no sabemos cuánto durará el viaje, así que si tienen algo que hacer antes de partir, háganlo. Saldremos al amanecer.

—Bien, Luis, Nicolas, vengan conmigo, hay que buscar la comida —habló Ben, lo siguieron sin más.

—Christhine, acompáñame, creo que necesitaré tu ayuda con las armas —habló Cole, ella lo siguió, se les unió Blake.

—También voy.

Acabaron dejando a Adam en compañía de su lobo, ambos se miraron mientras la lluvia se escuchaba afuera.

—Bien, amigo, hora de alistarse.

No tardó mucho en guardar sus cosas, tomó toda la ropa que podía caber en su mochila, igual que zapatos y algo para ella, reunió todas las armas y las guardó en otra valija, también guardó los suministros médicos. Dejó todo en la sala y se sentó frente a la chimenea, sacó un par de hojas de papel y comenzó a escribir en ellas.

En eso se tardó más, dobló lo que finalmente fue una carta y la guardó en su bolsillo. Caminó hacia la puerta y salió de su casa.
La actividad de la comunidad no había menguado tras el ataque, la gente seguía apilando los cadáveres, protegiendo las entradas o reparando todo lo que fue destruido. Llegó hasta la Enfermería, abrió la puerta lentamente y entró, no había nadie, a excepción de los heridos que residían en las camillas. Se acercó silenciosamente hasta Paty, suspiró y se agachó.

—Quisiera que las cosas hubieran sido distintas —acarició su cabello con ternura y a la vez con cierta pena—. Lamento mucho lo que te pasó, al igual que lamento no poder despedirme apropiadamente. Pero tengo algo importante por hacer, tú misma lo dijiste, nadie merece estar solo, y no planeo dejarla sola. Tampoco tú estarás sola, prometo regresar —tomó su mano y la besó. Después sacó la carta y la dejó debajo de su almohada.
Se levantó ya dispuesto a irse, cuando se topó con Beth, ella lo miraba con aquellos ojos tan brillantes y hermosos.

—Adam —emitió, bastante confundida—. ¿Qué haces?

—Vine... vine a despedirme.

—¿Despedirte? ¿De qué hablas?

—Yo... lamento mucho no poder decírtelo. Pero espero que me comprendas.

—Me estás asustando.

—Dile a Steven que lo siento mucho, y que no piense que es una carga para mí, es un niño fantástico —avanzó hacia la puerta, Beth alcanzó su mano.

—Dime qué sucede... por favor —no podía mirarla, en especial a los ojos, era como una debilidad para él.

—Beth, las cosas no serán como antes. Y... y no estoy seguro si te volveré a ver. Pero... quiero que sepas que desde el primer momento en que te vi —se detuvo, en ese momento un trueno cayó, e iluminó todo durante unos instantes—. Cuídate mucho, Beth.

—Adam... —soltó su mano. Él salió de la Enfermería, faltaban algunas horas para el amanecer, pero sabía que ni por asomo lograría dormir, observó el cielo y dejó que las gotas lo cubrieran por completo—. Te encontraré —observó la luna y cerró su puño con decisión—. Prometo que te encontraré.

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