2. Salvaje

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La sangre, ya seca, comenzaba desde los límites del patio, lentamente comenzó a caminar siguiendo el rastro, el cual, progresivamente lucía más y más fresco.
Se detuvo en la pared de la casa cuando escuchó claramente que algo se alimentaba, respiró profundamente y salió de su escondite.

—Amigo... uno de estos días me matarás de un susto —exclamó bastante aliviado.
Frente a él, se alzaba un gran lobo de pelaje grisáceo, con el hocico cubierto en sangre, se acercó sin ningún problema y se arrodilló frente al animal, éste inmediatamente comenzó a lamer su rostro—. Basta, me llenarás de sangre —acarició su cabeza y miró abajo, a sus pies yacía una ardilla muerta.

—¿Adam, eres tú? —Alicia y sus dos amigos salieron por la puerta trasera a revisar.

—Oh, si era él, vámonos —comentó Luis y buscó entrar nuevamente.

—¿De dónde sacaste esto, chico? —acarició nuevamente su cabeza y tomó lo que quedaba del roedor.

—¿Qué es eso, una ardilla? —Ben y Alicia llegaron junto a ellos.

—Sí —no dejaba de mirarla y al lobo también.

—¿Por qué esa cara? —preguntó Alicia.

—Hola, Apolo —Ben acarició igualmente al lobo.

—Es una ardilla —declaró Adam.

—Sí... ¿y?

—No hay ardillas aquí, salvo afuera, en el bosque.

—Tal vez una trepó y llegó aquí —propuso su amigo, quien volteó hacia Luis con una gran y burlona sonrisa—. ¿Por qué no bajas, eh Luis?

—Sabes bien porque —no dejaba de mirar al lobo con demasiado temor.

—Jamás lastimarías a Luis, ¿verdad bonito? —le dio un pequeño beso en la frente.
Adam se levantó y comenzó a buscar en los alrededores, hasta que llegó a una de las enormes paredes del muro.

—Cualquier animal jamás hubiera venido aquí, no con él presente —el lobo inclinó la cabeza. Ben y Alicia se le acercaron.

—¿Vienes, Luis? —Alicia sonrió.

—Aquí estoy bien, gracias.

—Tuvo que haber salido...

—Imposible —comenzó Ben.— Es un lobo, Adam, no puede escalar, al menos no tan alto.

—¿Y si no escaló? —siguió recorriendo las paredes del muro, incluso a través de los jardines de otras personas.

—Oh no, aquí vive el viejo Clarence, el detesta que se acerquen a sus tomates —declaró Ben una vez que llegaron a su jardín.

—No entiendo, solo hay dos entradas a este lugar, si salió fue porque... —luego de una exhaustiva inspección, finalmente Adam encontró lo que buscaba, entre los arbustos se mostró una abertura, pequeña y un tanto desigual, como si los troncos que conformaban el muro no hubieran encajado dando como resultado una grieta vertical. Adam los miró a ambos— Eso ciertamente no lo hizo Apolo —terminó de decir su media hermana.

—Esto lo hizo una persona... —retiró los arbustos y miró.— Es pequeña, pero una persona podría caber aquí con facilidad —miró, aquel agujero conducía directamente al bosque.

—Alguien se ha estado escapando a escondidas —miró a la casa con una sonrisa.

—No creo que el viejo Clarence se escabulla por las noches, ¿por qué lo haría de todas formas? —inquirió Alicia mirando por el agujero.

—No lo sé, tal vez va a masturbarse  —ambos lo miraron—. ¿Qué? —levantó los hombros.

—Deberíamos explorarlo.

—¿Estás loco, Adam? Si nos atrapan estaríamos en serios problemas, o peor, que tal si algo vive en el bosque...

—Le decía a Ben —sentenció un tanto tajante, Alicia lo miró, y simplemente se fue.

—Amigo, no tienes que ser tan duro, es tu hermana.

—Que no... —elevó la voz, luego se contuvo un poco— es mi hermana... ¿vendrás conmigo o no?

—Sabes que sí, pero justo ahora es muy mala idea, hay que esperar al anochecer, cuando todos estén dormidos.

—Está bien —cubrió el agujero con los arbustos nuevamente, y junto a su amigo comenzaron a caminar de regreso a la casa.
Miró a Ben, aquel chico había estado con él desde pequeños, Adam aún lo recordaba, el primer día que comenzaría su entrenamiento para ser un Explorador lo conoció, cuando solo eran un par de chicos inexpertos y asustadizos, ahora habían crecido y se preguntó, ¿en qué se habían convertido luego de tanto tiempo?

Nuevamente volvieron a la casa, encontrando a Luis, acostado en el sofá sin hacer nada, alrededor estaba vacío.

—¿Y Alicia?

—Subió sin decir nada las escaleras —se incorporó—. Se veía molesta. ¿Otra vez en problemas?

—No —se rascó la nuca algo frustrado.

—Bien —se levantó del sofá—. Porque ya tengo hambre, ¿qué dicen? Buscamos algo de cenar

—Suena bien, ¿qué dices Adam, vamos a buscar nuestras raciones del día?

—Sí —volteó hacia las escaleras y dio un ligero suspiro—. Está bien, vamos.

Salieron por la puerta principal y nuevamente llegaron a las calles, caminaron durante un par de minutos hasta que llegaron al lugar. Lo que alguna vez llegó a ser una pequeña escuela primaria, ahora era el recinto donde se hacían la mayoría de los cultivos y se repartían los alimentos.

—Y a todo esto, ¿qué descubrieron en su ronda de detectives? —preguntó Luis mientras se colocaba una gorra verde, innecesaria realmente pues no había sol.

—Una especie de entrada secreta —le respondió Ben—. Tal vez iremos a explorarla.

—¿Esperamos a los demás?

—No será necesario —se adelantó a decir Adam—. Con ustedes dos me basta, además, no quiero llamar la atención.

—Cierto, igual Nicolas es demasiado escandaloso —entraron en la escuela. Adentro había decenas de personas de la comunidad, tanto trabajando, como buscando recibir sus raciones.

—Ey, Adam —una mujer de cabello rubio un tanto alborotado y descuidado se le acercó.

—Hola, Paty —saludó a la mujer. Ella era quien dirigía la repartición de raciones.

—Peter me contó lo que ocurrió con los Exploradores, es una pena.

—No, ya no importa —sonrió de manera un poco forzada.

—Eso es bueno, ya que me dijo que me ayudarías hasta que él decidiera hacerte Explorador otra vez —levantó los hombros y sonrió. Era una mujer de al menos treinta años, pero bastante atractiva. Delgada, piel clara y mejillas rosadas, vestía unos pantalones cortos que dejaban al descubierto sus piernas, una playera sin mangas y encima otra playera azul de cuadros. Llevaba puesto un cinturón con algunas herramientas de jardinería al igual que una gorra.

—¿Qué? —a pesar de no disgustarle la idea de pasar un tiempo con ella, las decisiones que Peter había estado tomando en su nombre lo molestaban bastante.

—Sí, ahora trabajas para mí, niño problema —le entregó un cinturón igualmente lleno con algunas herramientas de jardinería y un par de guantes—. Empiezas mañana temprano —posó sus manos sobre su cintura y mostró nuevamente una pequeña sonrisa. Mientras, Adam se había quedado sin palabras.

—Vamos, hay que ir por las raciones —Ben y Luis lo llevaron hasta la fila.

—Nos vemos Paty —se despidió Luis de la atractiva mujer. Ella le secundó.

—Adiós muchachos —se alejó.

—Amigo, anímate, tienes a la jefa más linda del lugar.

—¿Eso qué importa? Peter me ha degradado, ahora soy un puto jardinero.

—Al menos no te toca limpiar la mierda de los caballos —reconoció Ben con desagrado.

—O pelar vegetales los fines de semana —dijo Luis con frustración. Luego reaccionó—. ¿De qué diablos te quejas? Eres un suertudo —la fila avanzó hasta llegar a ellos.— ¿Qué hay, gordito?

—Ho-hola Luis —saludó el niño rechoncho tras un mostrador—. Hola chicos.

—Hola Steven —saludó Ben.

—Hey —se limitó a decir Adam.

—¿Tocó algo bueno hoy? —Luis se recargó sobre el mostrador y lo miró.
Aquel chico de cabello castaño rizado y mejillas grandes y rosadas comenzó a buscar en una lista.

—Déjame ver... sí, Luis Ramírez, te tocan dos manzanas, siete papas, ocho zanahorias, media lechuga y puedes buscar la carne más tarde —mostró los dientes en una extraña y un tanto incomoda sonrisa.

—Bien, gracias, gordito —salió de la fila luego de que le entregaran una ficha con un número.

—Ben, a ti te toca, media lechuga, ocho zanahorias, un cuarto de sandía, ocho papas, una ración de frijoles y una de arroz —le entregó otra ficha.

—Gracias Steven, nos vemos afuera —palmeó el hombro de su amigo y fue hacia donde entregeban las raciones.

—Ho-hola Adam, escuché que ya no estás con los Exploradores.

—O la comunidad es muy pequeña, o el rumor ha sido lo más interesante que ha pasado en mucho tiempo —dijo con cierta frustración, Steven lo miró apenado, como era normal en él.

—Oh... eh... te tocan, siete papas, seis zanahorias, una ración de arroz, una de frijoles, un par de manzanas, y... Paty me dijo que podías llevarte una gallina, dijo que era por su cuenta —le entregó su ficha. Sorprendido tomó el pedazo de papel.

—Gracias... Steven —salió de ahí, incluso en el reverso de la ficha decía Válido por una gallina.

—Nos vemos, Adam.

Siguió buscando a sus amigos sin dejar de ver la nota, incluso mostró una pequeña sonrisa, Ben y Luis llevaban encima sus raciones.

—¿Y esa sonrisa? —preguntó Ben, él les mostró la nota.

—Como dije —mordió una de sus manzanas—. No puedes quejarte.

—¿Les gustaría cenar hoy en mi casa, chicos? —sonrió finalmente y entró al salón donde repartían las raciones.

—Maldito suertudo, ya hasta su jefa lo premia y sin haber hecho nada.

—Déjalo en paz Luis, venga, que hoy tendremos que cocinar bastante.

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