3. Trabajo duro

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El interior del caldero estaba bastante caliente, casi al punto de ebullición, Alicia tomó un par de guantes de cocina e intentó quitarlo del fuego que desprendía la fogata.

—Déjame ayudarte —Luis llegó con ella, sonriente le entregó los guantes, se los puso y tomó el caldero, rápido lo dejó sobre un agujero rodeado de rocas.

—Gracias —movió un mechón de su cabello y sonrió.

—No hay de que —sonrió y le guiñó un ojo. Ella se ruborizó.

—Chicos, la cena ya está lista —avisó a todo volumen. Adam y Ben salieron al patio y se sentaron alrededor de la mesa que con anterioridad habían colocado.

—Finalmente —soltó Ben, Adam comenzó a dejar vasos, unas cuantas servilletas y un tazón con ensalada.
Alicia comenzó a servir en los platos el estofado de gallina y vegetales, luego se sentó con ellos a comer.

—¿Deberíamos... dar las gracias o algo así? —preguntó Luis.

—¿Qué a caso no tienes hambre? Si Dios no es un muerto viviente podrá esperar —replicó Ben y comenzó a comer.
Los demás le secundaron.

—Está muy bueno, Alicia.

—Gracias, Luis, las raciones y la gallina de Adam hicieron que pudiera rendir. Por cierto, ¿de dónde la sacaron?

—La nueva novia de Adam se la dio —soltó en broma Luis.

—Cierra la boca, no es mi novia —le dio un ligero empujón.

—¿De quién habla? —probó el caldo y se limpió luego.

—Paty —respondió Ben sin dejar de comer.

—¿La de las raciones? Oh es sexi —exclamó un tanto sorprendida—. No pensé que te gustaran las mayorcitas.

—Mira quien habla —soltó sin mirarla, tomó una pierna y la mordió, levantó la vista y ella se había ruborizado nuevamente. Sonrió tras ver eso.
La noche transcurrió entre risas y mucha charla entre ellos, el fuego ya casi se apagaba y de la comida no quedaban más que huesos que Apolo  disfrutaba en la esquina del patio. Ben y Adam estaban sentados mientras que Luis y Alicia hacían bromas en el interior de la casa, los veían a través de la ventana.

—Mira a esos dos, iban a lavar los platos —dijo Adam al verlos reír.

—¿No te molesta? Es tu hermana menor a fin de cuentas.

—Luis es mi amigo, sé que no es mala persona. Además, lo que haga ella de su vida realmente no me importa —le arrojó otro hueso a su lobo—. Porque no es mi hermana.

—Es la única familia que te queda, no deberías ser tan duro —Adam los miró nuevamente, las risas acabaron una vez que se percataron que los veían. Luis se giró y alzó el dedo medio ante ellos, ambos rieron un poco.

—Sabes, en estas situaciones me gustaría fumar.

—¿Fumar, Ben? En tu vida has tocado un cigarrillo.

—Lo sé, por eso me gustaría probarlo—levantó la vista y miró las estrellas.

—No creo que haya cigarrillos hoy en día, igual, esas cosas a la larga te matan.

—En estos días qué no te mata —respondió sin despegar su vista del firmamento.

—¿Hace cuanto que no ves un Podrido?

—Casi seis meses. ¿Crees que se extinguieron?

—No, la última vez que pensé eso... las cosas se fueron al demonio —recordó con amargura.

—Creo que ya debería irme, me llevaré a Luis también.

—Pueden quedarse a dormir, no importa —ambos se levantaron y entraron a la casa.

—Gracias, pero ya hicieron bastante por nosotros —jaló a Luis y se aproximaron a la puerta—. La comida estuvo deliciosa, Alicia.

—Sí, gracias por todo.

—No hay de que, chicos —respondió Alicia llevando sus manos atrás de su nuca.

—Nos vemos mañana —se despidió Luis, hasta que Ben habló de nuevo.

—Oye, ¿y qué pasará con lo que encontramos?

—Mañana, preparen linternas y lleven algún arma, veremos qué sucede.

—Bien, nos vemos —finalmente se alejaron de la casa. Adam cerró la puerta con seguro y se tumbó en el sofá.

—¿No crees que es algo arriesgado lo que planean? —se acercó al lavadero y siguió con los platos.

—No, al menos si no llamamos la atención.

—Deberías decirle a Jon —acabó de lavar y se secó las manos.

—Déjame que me preocupe por mis asuntos, ¿quieres? —nuevamente ella mostró un rostro algo triste, pero más molesto.

—Lo que digas —comenzó a subir—. Buenas noches.

Adam suspiró profundamente y cerró sus ojos. Y para cuando los abrió, el sol ya se filtraba por las persianas, parpadeó un par de veces mientras se estiraba, el sofá no había resultado lo más cómodo del mundo, pero aún así había caído completamente dormido.
Volteó hacia el reloj colgado en su pared y abrió los ojos por completo.

—Mierda, ya voy tarde —corrió a toda prisa hacia arriba y solamente se cambió la camiseta, tomó el cinturón de herramientas, los guantes y salió de su casa a toda velocidad.
Llegó hasta la escuela.

—Hola, Adam —lo saludó el rechoncho Steven.

—Hey... ¿sabes dónde está Paty? —preguntó, exhausto.

—En los cultivos.

—Gracias —se alejó rápidamente y tras cruzar un par de pasillos llegó hasta el patio, que ahora estaba lleno de cultivos. Buscó alrededor y finalmente la vio.
Llevaba puesto los mismos pantalones cortos, unas botas, una playera de tirantes color naranja y su gorra, limpió el sudor de su frente y lo vio.

—¿Es un poco tarde, no crees? —sonrió a pesar de todo.

—Lo siento mucho, pero... la verdad no tengo ninguna excusa, pero en serio lo lamento.

—No te preocupes, anda, ayúdame con esto —se colocó los guantes y se agachó. Juntos tomaron una planta y jalaron, las raíces cedieron ante su fuerza, mostrando algunas papas cubiertas con tierra—. Bien, faltan cinco de estas, yo iré a las zanahorias.

—Está bien —se agachó un poco y sujetó la siguiente planta, jaló con fuerza y retiró las papas del suelo.

—Asegúrate de tirar la mayor tierra posible —se agachó hacia las zanahorias, inevitablemente Adam le miró el trasero. Pero siguió con sus labores. Retiró las plantas hasta que finalmente obtuvo las papas.

—Listo —llegó con ella y se sacudió las manos.

—Muy bien, ahora ve y retira las sandías, en cuanto pueda iré para ayudarte.
Caminó entre los cultivos hasta que llegó a las frutas, siguió un poco y se agachó, el sol ya comenzaba a sentirse con mucha más intensidad. Hundió sus manos en la tierra hasta que sintió el gran bulto, lo tomó y jaló con fuerza, la sandía salió. La dejó a su lado y continuó con la siguiente.
Transcurrió alrededor de una hora y no dejó de recibir tareas, plantó semillas para sandías tanto como las extrajo, regó los cultivos y aró la tierra. Caminó un poco y se apoyó de un barril lleno de agua, metió todo su rostro, duró unos segundos y luego lo sacó.

—¿Te diviertes, chico problema? —Paty llegó con una jarra de agua fresca y dos vasos.

—No lo llamaría así —sacudió su cabello y luego la miró, en esos instantes le dio la razón a sus amigos, realmente era atractiva.

—Toma —le entregó un vaso, él lo tomó y bebió casi toda el agua.

—Gracias —le dijo bastante exhausto—. Es mucho más difícil de lo que pensé —limpió el agua y sudor de su frente.

—No íbamos a plantar rosas, niño, el trabajo agrario es bastante duro —bebió de su vaso.

—¿Cómo es que sabes hacer esto? —acabó con el agua de su vaso.

—Crecí en una granja, antes de que todo se fuera a la mierda, claro, pero aprendí muchas cosas, por ejemplo esto —sonrió, tenía algo de tierra en las mejillas al igual que en su ropa y rodillas, pero no dejaba de mantener su semblante felíz.

—Paty... ¿por qué la gallina? No me lo tomes a mal, lo agradezco completamente, pero no sé por qué lo hiciste.

—Era un incentivo, algo para motivarte a venir, además, me agradas bastante —sirvió más agua en su vaso.

—Oh... —se ruborizó un poco y miró hacia otro lado.

—Creo que terminamos por hoy, me ayudaste bastante, pero aún queda mucho por hacer, puedes irte.

—Está bien.

—Descansa, porque mañana tendremos que esparcir abono y hacer composta, eso no será tan agradable.

—Bueno, nos vemos —salió de ahí finalmente, volteó una última vez, se encaminó a la salida.

—Hola, Adam —Steven llegó junto a él.

—Hola, Steven.

—¿Qué tal el trabajo? —volteó hacia él, llevaba una mochila azul que repentinamente rebotaba con su andar, sonrió ligeramente, era como verlo salir de la escuela.

—Bastante cansado, sabes, creo que iré a dormir un poco.

—Claro, tienes que reponer energías —sacó una manzana y se la ofreció.

—No, gracias.

—¿Estás seguro?

—Sí.

—Está bien —mordió la manzana y siguió junto a él. Steven era un año mayor que Alicia, pero a comparación de ella, era mucho más inmaduro. Infantil y algo juguetón, como si no comprendiera del todo en que situación vivía.

—¿En dónde vives, Steven?

—Oh, a un par de cuadras de tu casa, en la casa de Margaret y Héctor.

—¿Con los demás chicos huérfanos? —bajó un poco la mirada y asintió—. Ay, lo siento mucho, no quería...

—No te preocupes, la mayoría de los habitantes de aquí no tienen mucha familia que digamos, no tengo problema en admitir que soy uno de ellos —Adam sonrió con amargura.

—Yo tampoco —levantó los hombros.

—Pero tú tienes una hermana, eso debe ser muy agradable.

—No es... olvídalo. Me tengo que ir.

—Nos-nos vemos Adam —siguió cada uno por un rumbo distinto.
Continuó por las calles de la comunidad, y mientras miraba a su alrededor, se topó con Beth y Christine, quienes hablaban afuera de su casa, Adam se puso un poco nervioso, pero decidió seguir su camino por ahí, ambas lo saludaron con una sonrisa y el respondió ese gesto.

—Adam, espera —Beth caminó hacia él.

—Hola, ¿qué pasa? —preguntó intentando disimular los nervios.

—Quería ver como estaban tus suturas —colocó sus manos en su rostro y acarició la herida—. Ya se ve mejor, solo ten cuidado a la hora de trabajar.

—Oh, te enteraste...

—Sí, Luis me contó, ¿y qué tal?

—Es algo cansado, pero al menos sirvo de algo al no ser un Explorador.

—Tal vez deberías ayudarme en la enfermería —sonrió.

—Bueno, por lo regular soy quien es atendido en el médico y no al revés.

—Igual deberías venir. Podríamos hablar.

—Suena bien, tal vez lo haga.

—Bueno, nos vemos, Adam —sonrió nuevamente y se fue. Siguió con su camino hasta llegar a su casa, abrió la puerta y entró, Luis y Ben lo esperaban en la sala de estar.
Había algunas cosas sobre la mesa de centro, algunas mochilas, linternas y armas, Ben se levantó y se cruzó de brazos mientras lo miraba.

—¿Y bien, haremos esto o no?

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