4. Señales

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Aguardaron en la casa durante algunas horas, hasta que finalmente oscureció por completo.
Luis miró a través de la ventana, las calles se encontraban casi vacías, a excepción de algún guardia o miembro de la comunidad que ocasionalmente pasaba. Las únicas luces que iluminaban eran lámparas de aceite y antorchas colgadas en las casas y algunos postes de madera.

—Creo que tenemos una oportunidad —regresó junto a sus amigos y se guardó un cuchillo enfundado en el bolsillo.

—¿Guardias? —preguntó Ben.

—Unos cuantos, pero podemos pasar desapercibidos.

—¿Qué hay del viejo Clarence —miró a Adam.

—Ya debe estar dormido, pero igual debemos ser cautelosos —declaró seriamente, tomó una linterna y un hacha de mano que guardó en su cinturón.

—Sigo pensando que es muy arriesgado lo que planean hacer —dijo Alicia, que los veía sentada—. Si los atrapan...

—No lo harán, por eso te quedarás aquí, y nos avisarás si algo pasa —le entregó una radio de mano—. Mantente en el canal dos. Volveremos rápido.

Salieron de la casa, caminaron hasta llegar a los inicios del jardín trasero del viejo Clarence, silentes caminaron a través de su patio trasero hasta llegar a la entrada, aquella grieta aguardaba tras los arbustos.

—Bien... hay que hacerlo —
Adam fue el primero en cruzar, la profunda oscuridad fue lo primero que sus ojos vislumbraron, aquel panorama oscuro y tétrico aguardaba en silencio como un depredador. Luis y Ben pasaron al otro lado, y al igual que él observaron la oscuridad con temor.

—Bueno, h-hay que ir —dijo Ben, nervioso, sacó una lámpara de aceite, la encendió con rapidez y los miró, luego de eso comenzaron a caminar a la profundidad del bosque.
Luego de unos metros de lejanía del muro, la penumbra incrementó, aquel manto oscuro lo cubría casi todo, de no ser por la lámpara que les proporcionaba una tenue luz. Un ave cantó aleteando sus alas, inmediatamente se alarmaron y desenfubdaron sus armas.

—Estúpidos pájaros —escupió Luis, guardó su cuchillo y miró hacia atrás, basta fue su sorpresa al ver, o más bien, al no ver más que unas lejanas y débiles luces en la lejanía—. Nunca había estado tan lejos del muro... —tragó saliva.

—Yo tampoco —secundó Ben—. Pero creo que nos ayudará a perder algo de miedo.

—Yo no tengo miedo.

—Chicos miren —nuevamente Luis sacó su cuchillo. Miró en todas direcciones hasta que vio a Adam arrodillado.

—¿Decías? —sonrió, y miró a Adam—. ¿Encontraste algo?

—Eso parece, anda, ilumina un poco aquí —dirigió la lámpara, la tierra húmeda estaba un tanto removida y cubierta con algunas hojas secas rotas.

—¿Y qué es eso? —dudó Luis sin dejar de mirar a los alrededores.

—Parecen una especie de pisadas —siguió mirando con detenimiento.

—¿Pisadas? ¿De algún animal? —preguntó esta vez Ben.

—No, las huellas de los animales son fáciles de identificar, esto lo hizo una persona... —los miró a ambos bastante desconcertado.

—¿Hablas en serio?

—Sí, Ben, alguien estuvo rondando por aquí.

—Chicos, por favor —comenzó Luis—. Pueden ser las pisadas de los Exploradores o de algún animal, además, ¿cómo es que sabes reconocer las huellas?

—Una gran amiga me enseñó... pero ese no es el punto. Son pisadas de una persona.

—O varias... —sin que ellos lo hubieran notado, Ben se separó un poco de ellos y solo bastó con que revisara un poco en los alrededores cuando encontró algo más. Adam y Luis se acercaron y miraron, Ben había encontrado unas botellas de agua, aplastadas y vacías, al igual que algunos indicios de que alguien había estado ahí.

—Me lleva. Debemos decirle a Jon.

Chicos —en ese instante, la voz de Alicia casi les provoca un infarto.

—¿Qué pasa, Alicia? —formuló Adam con el corazón a mil por hora.

Deben regresar ya, creo que el viejo Clarence despertó.

—Mierda, si se entera que salimos sin autorización estamos muertos —soltó Luis completamente nervioso.

—¿Entonces qué esperamos? Vámonos ya —los tres comenzaron a dirigirse apresuradamente hacia la comunidad, incluso ya los muros se veían, igual que la grieta, rápido entró Luis, luego Ben y al final Adam, se arrastró presuroso hasta el jardín, cubrió la grieta a toda prisa y justo cuando se disponían a salir de ahí, la luz de una linterna los detuvo como si de magia se hubiera tratado.

—¿Pero qué sucede aquí? —la luz no les permitió ver con exactitud quienes eran, pero Adam supo de inmediato quien había hablado. La luz fue apagada, y pudieron ver a Peter, a un par de vigilantes y al viejo Clarence— ¿Adam?

—Hola... —le sonrió forzadamente, fue inútil, estaban arruinados.

—Se los dije, les dije que alguien había estado entrando a mi jardín —soltó el viejo Clarence meneando su bastón que lo ayudaba a caminar.

—¿Qué estaban haciendo? —preguntó seriamente.

—Nosotros... estábamos...

—Robando tomates —se adelantó a decir Ben—. Entramos en su jardín para robar sus tomates... señor —bajó la cabeza.

—Lo sabía, sabía que estos vagos tramaban algo.

—¿Y por qué todo su equipo? —miró sus armas y linternas.

—Solo... queríamos estar seguros de no dejar ningún rastro —dijo Adam, con la cabeza tan abajo que solo podía ver los zapatos de Peter.

—Pero, ah, ya no importa. Esto es un problema serio muchachos, saben bien que está prohibido robar.

—Lo sentimos —dijo Luis.

—Esto no se puede quedar así, de ahora en adelante trabajarán doble turno en sus deberes, sin pago o recompensa extra, y, le pedirán una disculpa a Clarence y le prometerán que esto no se repetirá, o sabrán de mí —se cruzó de brazos y los miró seriamente.

—Lo sentimos vie... señor Clarence —soltó Luis.

—En serio señor, no volverá a suceder —se disculpó Ben.

—¿Adam?

—Lo siento de verdad, no pasará otra vez, lo prometo —dijo sin más que perder.

—Si vuelven a acercarse a mi casa yo mismo me encargaré de ustedes —negó enfadado y sin más comenzó a irse.

—Ustedes dos, a sus casas —tanto Ben como Luis se alejaron sin decir nada. Adam comenzó a dirigirse a su casa—. Tú no —se detuvo—, mal comportamiento, peleas, ¿robo? ¿Adam, qué te sucede?

—Absolutamente nada —respondió sin siquiera mirarlo fijamente.

—¿Entonces? ¿Quieres llamar la atención o algo por el estilo? Porque lo estás logrando, pero no de una forma positiva.

—No intento demostrar nada, solo...

—¿Es a caso un reproche por lo que ocurrió con los Exploradores? —se acercó a él y lo tomó del hombro, entonces Adam apartó su mano.

—Lo único que quería era una oportunidad para demostrarte que soy capaz de hacer. Ya no soy un niño.

—¿Y lo demuestras robando y comportándote como uno? —los ojos de Adam se enrojecieron, mientras que en su interior, una batalla para no llorar comenzaba. Nuevamente le dio la espalda y se dirigió a su casa—. Sabes que todo lo que hago es para protegerte, como tu padre y madre hubieran querido...

—No hables de ellos —finalmente unas pequeñas lágrimas comenzaron a brotar—. Ni siquiera pudiste hacer algo para evitar que murieran —abrió la puerta.

—Pero aún estoy a tiempo de evitar que algo te pase a ti... —se quedó unos segundos en el umbral de la puerta, lo miró de reojo y se limpió el rostro.

—Yo no necesito que nadie me cuide —azotó la puerta sin más. Peter se quedó durante unos minutos afuera, pensando en si lo correcto hubiera sido entrar con él, pero no lo hizo, bajó un poco la cabeza y se alejó de ahí.

Adam atravesó la sala a toda prisa, llegó hasta las escaleras y se topó con Alicia, ambos se miraron fijamente sin decir nada, siguió con su camino, se quitó los zapatos y se tumbó en el colchón del suelo, cerró sus ojos y luego de unos minutos logró dormir.

—Adam, Adam —lo llamó Alicia—. Despierta, tienes trabajo, Adam —golpeó levemente su espalda y el reaccionó.

—Ya voy —expulsó bastante cansado. Se levantó y tras vestirse y comer algo salió hacia los cultivos. Llegó sin saludar a nadie, ni a Steven, incluso sin saludar a Paty. Ella notó el disgusto en su rostro y siguió trabajando.

En un inicio regó los cultivos con el agua de los barriles, plantó algunas semillas de trigo y unas cuantas de frutas, luego de eso siguió a Paty para hacer la composta.
En un gran barril de plástico introdujeron restos de comida orgánica, tierra y un poco de abono ya anteriormente preparado, ambos comenzaron a mezclarlo con un par de palos de madera.

—Escuché lo de Clarence... —dijo Paty sin dejar de batir la composta. Él la miró— tranquilo, no te librarás de esto tan fácil —mostró una pequeña sonrisa.

—¿No te preocupa que pueda robar algo de los cultivos? —preguntó sin mucho a expresar.

—Si realmente se aplicara un castigo para todo aquel que roba algo de los cultivos, incluso yo estaría expulsada de aquí —emitió despreocupada, nuevamente Adam la miró—. Un par de manzanas extra no le hacen daño a nadie —levantó los hombros.

—Peter no estaría tan de acuerdo contigo.

—Peter es un tanto estricto, pero también es alguien muy noble. Todo lo que hace es porque quiere protegerte.

—Yo no pedí que lo hiciera —Paty se detuvo, Adam agitó un par de veces la mezcla y luego la miró confundido.

—Conozco a los de tu tipo, viví con ellos durante mucho tiempo como para saber como piensan. Los chicos como tú quieren aparentar que nada les pasa, que no necesitan de nadie, que son muy malos y rudos y que es mejor estar solos, créeme Adam, todos necesitamos a alguien, más de lo que crees —algo en sus palabras y en la forma en que actuó le hizo darse cuenta que sus actitudes no estaban siendo las apropiadas—. Anda, ayúdame con esto —le entregó un balde, comenzaron a llenarlos con composta.

—Lo lamento, Paty, estoy aquí para ayudarte, no para causar más molestias —ella tomó su balde y lo dejó en el suelo junto al de ella.

—Escucha, Adam, eres un chico muy simpático y sé que no está en tus intenciones ser mala persona, lo único que te hace falta es charlar con alguien, y me gustaría ser ese alguien —sujetó su hombro, se había puesto algo roja mientras hablaba—. Sé que llevamos muy poco conociéndonos, pero quiero que sepas que puedes confiar en mí, y siempre que quieras charlar aquí estaré. No soy tan vieja como para estar amargada —comenzó a esparcir la composta por los cultivos.
Adam sonrió luego de todo.

—Gracias, en serio —ella asintió, comenzó a esparcir también.— ¿Entonces, cuántos años tienes?

—Por lo regular eso enfada a las mujeres —levantó su ceja.

—Quieres generar confianza, entonces hay que hablar un poco —ella suspiró con resignación.

—Tengo treinta y cuatro —soltó finalmente.

—Eres bastante joven —exclamó sorprendido.

—¿Me veo vieja a caso?

—¿Qué? No, no, para nada, es todo lo contrario eres muy... —notó que lo veía con atención— hermosa... eres bastante atractiva —acabó, apenado, regresó su vista a los cultivos y siguió lanzando la composta.

—Vaya, que galán —bromeó y él se puso rojo, Paty estalló en carcajadas el verlo, de igual forma Adam rió también.

Luego de una hora, Adam salió de ahí con una sonrisa. Caminó por las calles hasta llegar a su casa y cuando se disponía a entrar, una roca le golpeó la cabeza, se giró confundido y vio a Blake, tenía una cinta adhesiva en la nariz, al igual que unos cuantos golpes en su rostro.

—¿A dónde vas huérfano? Bastardo —se acercó un poco a él. Adam se acarició la nuca y al ver que no tenía sangre se tranquilizó un poco.

—Piensa detenidamente Blake, ¿soy un bastardo o un huérfano? —le dijo, más para molestarlo que para provocar una pelea.

—¿Gracioso eh? Veamos cuantos chistes puedes hacer cuando te tire los dientes —se comenzó a acercar a él.

—Blake... —volteó confundido, un chico sentado en los escalones de la entrada de una casa le había hablado, era alto, de complexión atlética, rasgos un tanto asiáticos y cabello negro, su mirada hacia él era dura—. Déjalo tranquilo.

—No te metas, Cole, no es tu maldito problema —le dijo un tanto molesto.

—No lo digo por mí, sino por él —sonrió, igual que Adam. Blake volteó hacia su izquierda y contempló a Apolo, quien lo miraba con los dientes al aire mientras gruñía. Ladró, y él se alejó del susto.

—Si no fuera por esa bestia, estarías muerto —dijo sin dejar de mirarlo con temor.

—Bueno —el lobo llegó junto a él—. Mala suerte para ti que sí está —sonrió ampliamente y luego de que Apolo volviese a ladrarle, Blake se alejó a toda prisa.

—Es un idiota —soltó Cole, se acercó sin temor alguno a Adam y lo saludó, después acarició la cabeza del lobo—. ¿Qué tal Adam, cómo va todo?

—Hey Cole —miró a su lobo—. Bastante bien.

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