3. Nómadas

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Las cigarras cantaban con fuerza y el calor del sol lentamente iba disminuyendo mientras se ocultaba en el horizonte. Habían estado caminando sin parar por horas, desde hacía rato que habían dejado el monumental incendio atrás, pero Adam no se detenía.

Andando por la solitaria carretera cualquiera hubiera pensado que aquellos dos eran un par de errantes que habían coincidido en su ruta, pero la verdad es que aquello no podía ser más diferente.

—Adam... —le llamó su exhausto compañero, con una voz tan suave y a penas entendible que cualquiera lo hubiera dejado pasar como algo sin importancia, tal y como lo hizo él. Siguió caminando sin siquiera voltear a verlo—. Adam.

Continuó caminando, importándole poco lo que el niño tuviera que decir, Steven tragó saliva, dio unos cuantos pasos más hasta que sus pies, a causa del dolor, le hicieron caerse. Pero él siguió caminando.

—¡Adam! —Clamó desde el suelo. Entonces logró su cometido, Adam se detuvo y aún sin voltearlo a ver habló.

—¿Qué? —Su voz sonaba fría y sin emoción.

—¿Podemos descansar un poco? Llevamos horas caminando... necesito-necesito descansar, y tú también...

Alzó sus ojos y observó la ruta, aquella solitaria carretera seguía y seguía por kilómetros más, sin siquiera tener en claro a dónde los llevaría, miró a su derecha, hierba alta y luego más bosque, a su izquierda lo mismo, salvo que para allá habían algunas montañas. Suspiró y se giró hacia el niño.

—Bien... —accedió y Steven se alegró—. Pero encontremos un buen lugar para quedarnos, no podemos llamar la atención.

Minutos más tarde el dúo de jóvenes sobrevivientes encontraron un pequeño sitio en el bosque en el cual decidieron establecerse para acampar, pues la noche había llegado. Adam seguía tratando de crear chispas con el machete y una roca porosa que había encontrado por el suelo, en eso llegó Steven, cargando un buen montón de ramas.

Las dejó en el suelo y después sacó unas cuantas moras de sus bolsillos.

—E-encontré estas —ilustró mostrándole el montón de frutos en sus manos—. Creo que no son venenosas.

Adam siguió raspando el metal contra la piedra hasta que finalmente consiguió lanzar unas cuantas chispas contra la madera, rápido observó humo, así que arrojó un poco de hierbas secas y en menos tiempo de lo previsto el fuego cobró vida.

—Bien. —Dejó salir una pronta exhalación y se sentó en el suelo, se quitó los deplorables zapatos que llevaba puestos y los calcetines, los cuales estaban deshechos y húmedos. Se quejó a la par que masajeaba sus adoloridos pies.

Steven se quedó mirando el fuego, llevó unas moras a su boca y suspiró. Después de un rato el único sonido que se percibía era el chisporroteo del fuego y las cigarras y demás animales que en lo profundo de la noche seguían con sus vidas.

—¿Crees... que los demás estén bien? —Hasta que la voz del chico sonó otra vez, Adam lo observó con los ojos entrecerrados—. Me refiero, ¿crees que hayan logrado escapar a salvo?

—Sí, sí estoy seguro de ello —aseveró, aunque un pequeño atisbo de duda se percibía en sus palabras.

—¿Quién era la chica que nos ayudó? —Preguntó entonces abruptamente, tomando a Adam por sorpresa.

—Lily y yo crecimos juntos, pero se marchó luego de que cumpliera 16 años, no había sabido de ella en todo este tiempo—. Abrazó sus rodillas y siguió mirando las llamas.

—¿Entonces tú y ella se podría decir que son como... hermanos? ¿O algo así?

—Sí, se podría decir —tomó una ramita del suelo y la arrojó al fuego.

—Genial, entonces tienes dos hermanas.

Se quedó pensando luego de escuchar aquella oración, analizando en si lo que el niño le había dicho pudiera ser verdad o no a esas alturas.

—Deberías dormir, Steven, han sido unos días muy agitados.

—Oh, sí, claro. —Acomodó un poco la hojarasca y se recostó mirando hacia arriba—. ¿Qué hay de ti?

—Yo haré guardia.

—Bien, bu-buenas noches.

Cerró sus ojos y en cuestión de unos instantes acabó completamente dormido, no era para menos, aquellos habían resultado ser los días más agitados de su vida, inclusive él luchaba contra sus párpados para no sucumbir ante el sueño que lo dominaba cada vez más.

Se apoyó contra un tronco, tratando de acomodarse aunque fuera un poco, pero no lo suficiente para dormir, miró entonces el cielo negro y repleto de brillantes estrellas que por unos instantes finalmente le confirieron un momento de paz.

A la mañana siguiente, Steven y Adam siguieron con su recorrido a través del bosque, inclusive encontraron un arroyo, al cual accedieron sin pensárselo mucho, la sangre seca, el lodo y demás suciedad que llevaban acarreando desde hacía tiempo finalmente se desvanecía tras haber entrado en sus aguas.

Estaba frío sin dudar, pero el finalmente poder asearse un poco les hizo sentir renovados. Adam juntó sus manos y tomó una buena porción de agua que vertió sobre su cara, tallando con fuerza para remover toda la mugre.

—¿Cómo supiste que funcionaría? —Habló el niño de repente, captando así su total atención—. Me refiero, cuando nos cubrimos de la sangre y todo eso, fuimos prácticamente invisibles para ellos, ¿cómo supiste que funcionaría?

—Pues... seguí una corazonada —respondió sin dejar se limpiarse—. La noche que fuimos atacados por primera vez lo vi, pasaban desapercibidos entre los muertos como si fueran parte de ellos, después, luego fuimos atrapados y pude ver que los dezollaban y retiraban sus partes para cubrirse con ellas. En un inicio pensé que solo era porque estaban locos, pero entonces comprendí, era un camuflaje.

—¿Camuflaje...?

—Sí, si te ves como ellos, si hueles como ellos, si te mezclas con ellos como lo hacen los Carroñeros, entonces eres prácticamente invisible.

—Entonces significa...

—Significa que pueden mezclarse entre los muertos, eso los hace mucho más peligrosos, y si en verdad piensan ''ampliar" más su territorio... entonces estamos frente a una gran amenaza...

—Debemos avisar a los demás —aseveró con preocupación.

—Para ello primero hay que encontrarlos. —Salió del arroyo y tomó su ropa, la cual también había lavado y dejado para que se secara en la orilla—. Parece que hay un pueblo a unos kilómetros de aquí, si llegamos tal vez encontremos un mapa o algo que nos ayude a llegar al valle al cual nos indicó ir aquel tipo.

—¿A qué crees que se refería?

—No lo sé —tomó el machete del suelo y lo dejó sobre su hombro—. Pero con suerte no será peor que esto. Anda, hay que seguir.

Avanzó entonces, Steven se acercó y se emparejó con él, y fue cuando aquellos dos siguieron con su viaje.

Luego de escapar de los Carroñeros, el grupo restante liderado por Lily prácticamente mantuvo el paso hasta que se alejaron de las autopistas y de nueva cuenta se adentraron a los frondosos bosques. Solamente descansaron unas cuantas horas antes de que el sol del alba los despertara y los hiciera seguir otra vez.

A ciencia cierta nadie estaba seguro de a dónde iban, pero era la hermana de Adam a quien seguían, era arriesgado, sí, pero los habían rescatado a final de cuentas. Subiendo por empinadas cordilleras aquel séquito de encapuchados seguían a tan singular chica, y aunque no se sentía en peligro, Cole no apartaba la vista de ellos. Poseían conocimiento táctico, al igual que entrenamiento, la forma en la cual se desenvolvían en todas las situaciones eran un claro indicativo de su experiencia.

—¿Qué estamos haciendo, Cole? —Habló Blake, subiendo por el mismo empinado trayecto que tan cansado lo tenía. El joven Explorador solo se limitó a mirarlo—. Justo acabamos de salir del matadero, espero y estos tipos no nos lleven a otro.

—Creo que si nos estuvieran guiando a una trampa no se hubieran tomado la molestia de dejar a Luis vivo, o salvarnos siquiera —respondió un tanto cansado, ciertamente aquel rumbo estaba resultado bastante agotador y difícil de atravesar, incluso para alguien con su experiencia—. ¿No crees?

—Solo soy realista, amigo, no sabemos quiénes son estos tipos —hablaba casi entre susurros, no quería estropearlo todo.

—Sé que me arrepentiré de esto, pero Blake tiene razón —irrumpió Beth—. Adam jamás habló de esa chica, y tú tampoco.

—Ya sabes lo quisquilloso que puede llegar a ser Adam, no me enteré por él, en muchas expediciones escuché historias, sobre una arquera que había ayudado a Sam el Lobo Negro a ganar la Guerra Blanca. De no saber que Nathan participó en esa guerra jamás hubiera pensado que hubieran sido reales.

—Aun así creo que debemos mantenernos alerta —pasó por encima de una roca de buen tamaño y siguió caminando con torpeza—. Quién sabe qué podría pasar después.

En ese instante la silenciosa arquera que dirigía el grupo se detuvo, retiró su capucha y observó a los demás que la seguían.

—Tomen un descanso, y no acaben con el agua, aún nos queda un tramo por recorrer. —Dijo y sin más se sentó sobre una roca.

Cole la miró a la distancia mientras los demás recuperaban la energía. Bebió un poco de agua y después se acercó con Luis, luego de haber sido rescatado, aquellos encapuchados curaron su pierna, pero el recorrido lo había dejado bastante agotado.

—Hey, ¿qué tal, amigo?

—Hola —respondió él mientras acariciaba su pierna.

—¿Cómo lo llevas?

—Puedo caminar, es lo importante.

—Bien —sonrió y palmeó su espalda—. Iré a hablar con nuestra guía, veré a dónde nos lleva.

—No te lo aconsejaría.

—¿Por qué lo dices?

—¿No la has visto? No creo que sea del tipo habladora.

Cole hizo una mueca entre la gracia y la incredulidad, se paró firme y atravesó a los encapuchados que de igual manera se le quedaron viendo hasta que llegó frente a ella.

—Hola.

Acto seguido un par de arqueros se levantaron, pero ella suspiró y les hizo calmarse con solo mover su mano.

—¿Qué quieres? —Respondió cansada y con notorio estrés en su hablar.

—Escucha, te agradezco a ti y a tus amigos lo que hicieron por nosotros allá, de verdad. —Captó entonces la atención de Lily—. Pero no nos han dicho nada desde hace horas, ¿quiénes son? ¿Y a dónde nos llevan?

—Debiste ser muy joven para recordarlo —comenzó a decir, se puso de pie, era lo suficientemente alta como para llegarle a los hombros—. Pero yo también vivía en la misma comunidad que ustedes, creo que inclusive reconozco a algunos de ustedes. Lo que quiero decir, es que no somos el enemigo, los llevaremos a un lugar seguro y después regresaremos a buscar a Adam.

—¿Dices que podemos confiar en ti?

—Pues... igual no tienen otra opción —. Tomó su arco y su carcaj—. Bien, es hora, hay que seguir.

Elevó la voz y empezó a caminar, Cole apretó el mentón y al igual que los demás la siguieron. El recorrido entonces prosiguió por al menos una hora más, hora en la cual finalmente dejaron los bosques y apocalípticos escenarios empinados para así arribar a tan anticipado valle.

Aquel amplio territorio los recibió con una bocanada de aire fresco que los hizo entrar en paz y sentirse a salvo luego de mucho tiempo.

—Hemos llegado —avisó ella, aunque no era necesario, pues justo frente a ellos y rodeado con algunas arboledas, se alzaba lo que solamente se podría definir como un refugio.

A medida que se acercaron pudieron observarlo con detenimiento, de altos muros de madera una comunidad pequeña los esperaba—. Bienvenidos a La Aldea.

Siguieron tras ella, en los inicios de la comunidad campos de cultivo se alzaban, y personas trabajaban en ellos sin mayores complicaciones. Fue entonces que atravesaron la puerta principal y pudieron acceder al interior del lugar, el cual le hacía justicia al título. Sus modestas cabañas y edificaciones eran rurales, compuestas en su mayoría de madera, y el estilo de vida que llevaban sus limitados habitantes era en demasía similar a los trabajadores del campo.

La comunidad entera se acercó curiosa para recibir a sus habitantes, al igual que a los nuevos inquilinos de los cuales no esperaban visita.

—Tengo un mal presentimiento sobre esto... —masculló Blake sin dejar de mirar a su alrededor.

—¿Qué está sucediendo aquí? —Alzó la voz un hombre moreno, cuyos tatuajes en el cuello y cabello a rapa les dieron muy mala espina a los demás.

—Juan, tranquilo, vienen con nosotros, son amigos —se apresuró a decir Rob.

—Sabes bien que está prohibido traer gente del exterior, ¿qué tal si están infectados? O peor, ¿qué tal si son Carroñeros? —Se notaba molesto, o tal vez preocupado.

—Esta vez es diferente —habló Lily—. Ellos son habitantes de Harmony, tal y como yo, tal y como ella —enfatizó en la última palabra.

Aquel sujeto llamado Juan se mostró sorprendido, pero regresó su semblante a la disgustada naturalidad que otrora mostraba.

—No es conmigo con quien tienes que tratar, y lo sabes.

—Claro que lo sé, por ello necesito verla justo ahora, tengo noticias de su hijo.

—Bien... en ese caso veamos qué tiene qué decir la Viuda al respecto.

Juan avanzó alejándose del grupo recién llegado, Lily se giró ante los demás y apuntó hacia Luis y Cole.

—Ustedes dos, necesito que me acompañen.

—¿Por qué? —Inquirió Luis Ramírez.

—Créanme, ya lo verán. —Les dedicó una mirada realmente seria a cada uno y a su vez ellos dos se miraron sin comprender mucho de lo que sucedía. Pero decidieron seguirla, avanzaron por la pequeña comunidad hasta que encontraron una edificación mucho más grande al centro del lugar, una casa de buen tamaño que parecía haber sido originalmente puesta antes del apocalipsis.

Entraron siguiendo a Juan hasta que llegaron a la puerta que antecedía a una habitación custodiada por un par de vigías.

—Necesitamos hablar con ella.

Los vigías avanzaron hacia los forasteros y les hicieron alzar los brazos y abrir las piernas para ser registrados en búsqueda de algún arma oculta. Una chica de cabello rapado en la orilla del cráneo revisaba a Cole meticulosamente, en especial en el pantalón, se quejó y le dedicó una mirada de molestia, para su sorpresa la chica le imitó.

—¿Terminaste?

La chica dejó a Cole, sin cambiar su expresión dubitativa, entonces simplemente abrieron la puerta, permitiéndoles acceder a una gran oficina repleta de libros, donde una mujer miraba un mapa con detenimiento.

—Jefa, tenemos una situación. —Habló Juan, y fue entonces que Lizz alzó la mirada y con sorpresa se topó con ellos.

—¡Lily, regresaste! —Alegrada se levantó y rápido la recibió con un abrazo.

—Sí, y con noticias.

—¿De qué clase? —Acto seguido buscó en el interior de su carcaj y sacó el diario y se lo entregó, Lizz tomó el librito con curiosidad y lo ojeó hasta que encontró a quien le pertenecía, entonces sus ojos se abrieron como nunca, pasmada miró a Lily.

—Es sobre Adam...

—Lily, cuéntame todo, ahora.

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