Profesando amor

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PRECAUCIÓN: Este capítulo contiene algunas escenas eróticas. Es mi obligación avisarte a ti lector, que si decides leerlo, sea bajo tu propia responsabilidad. 

***

Las dos semanas para la preparación de Aaron habían pasado demasiado rápido. El príncipe, ya recuperado después del terrible enfrentamiento con su hermano, había aprendido las formas de comportarse de un elfo, eran seres extremadamente serios, apáticos, alejados de la sociedad y no se acostumbraban a socializar a no ser que sea demasiado necesario hacerlo. 

—Recuerda — le había dicho Tolhet a Aaron una tarde noche en su entrenamiento, dos días antes de que partieran a Lógverting — los elfos no confiamos en nadie, ni siquiera en nuestros propios pensamientos, y cuando vemos que nuestros intereses apeligran, pues... mejor los demás antes que nosotros — explicó encogiéndose de brazos como si aquello no le importara. 

—Ok — dijo Aaron — entonces, ¿Qué pasa si a alguno de nosotros lo agarran los orcos o los demonios? — preguntó intrigado.

 —Se queda atrás — respondió él con frialdad — y será una vida que vamos a lamentar — añadió, pero a Aaron le pareció que no era así, y que solo lo decía para no parecer tan narcisista — ya han preparado los implantes de orejas, pasa a la enfermería mañana a que se te las coloque — se apresuró a decir — ahora ve a casa, tómate un buen descanso, los días que se avecinan son duros, y es mejor disfrutar de la paz con la que contamos ahora — agregó, y luego dio media vuelta y se marchó. 

Aaron entonces, también volvió a casa.

 ***

Aquellas dos semanas también influyeron de forma positiva entre James y Elin, ya que su acercamiento iba pasando poco a poco de amistad a amor. 

Cuatro días antes de que Aaron y los elfos partieran a Lógverting, James y la reina se encontraban caminando juntos por su jardín oculto, y él pudo darse cuenta de que no solamente era un jardín, sino que, más bien, parecía un bosque. 

Ese día, ella le mostró la pequeña cascada de donde nacía el agua que llenaba lo que él había creído un lago. Estaban en un pequeño risco, sentados en la orilla, observando como caía el agua, y un arcoíris se formaba en el fondo decorando el lugar, aunque realmente no hacía mucha falta. 

Las aves se acercaban a la reina y revoloteaban encima de ellos regalándoles su hermoso canto; jilgueros, mirlos y petirrojos sumaban su canto a la belleza de los faisanes dorados, quetzales y cardenales rojos, que se habían posado cerca de ambos. 

—Cada vez me impresiona más la belleza del lugar — comentó James sonriéndole a Elin. 

—¿Y qué es lo que más te gusta de estar aquí? — preguntó ella, extendiendo el brazo para que un quetzal se posara en él.

 —Que estoy contigo — respondió James con un tono de voz muy seductor. 

Aquello tomó por sorpresa a Elin, quien sonrió, se sonrojó, e inclinó la vista al suelo, mientras que la bella ave remontaba vuelo por el brusco movimiento que ella había hecho, debido a la sorpresa que él le había causado. 

—Yo... — comenzó diciendo después de unos segundos de haber guardado silencio — a mí también me gusta estar contigo James — pronunció con delicadeza. 

—Lo sé — afirmó él — sino... bueno, no creo que aguantarías mi actitud funesta si no te gustara realmente — bromeó.

 —No es funesta — dijo ella negando con la cabeza — es... misteriosa — añadió — seria, madura y dañada por la tragedia, pero eso no te hace funesto, te hace un hombre — comentó — un hombre que ha vivido en pocos años más de los que otros han vivido en toda una eternidad — comentó, y a James le pareció que se estaba refiriendo a alguien, solo que no sabía a quién. 

—¿Por quién lo dices? — preguntó.

 —Eso no importa — respondió ella con incomodidad. En eso, un azulejo de la montaña se acercó a ellos y se posó en el muslo de la reina, gorjeando para ella, esperando a que con el dedo le acariciase la cabeza. 

—¡Oh mira! — exclamó James con maravilla — un azulejo de las montañas. Son aves preciosas, con mi hermana solíamos colocar comida para ellas en el alfeizar de su ventana, así cada mañana venían y podíamos verlas — agregó, adoptando cierta expresión melancólica al pensar en Eleanor.

 —La extrañas mucho ¿cierto? — preguntó Elin acariciando la mejilla de él con su mano derecha. 

—Es mi hermana — justificó él — y era mi mejor amiga — añadió mirándola, haciendo una mueca que se asemejaba a una sonrisa fingida — me encantaría que ella supiera que estoy haciendo todo lo posible para reencontrarnos algún día — comentó.

—¿Y si te dijera que hay una forma de hacerlo? — dijo ella acercándose más, y tomando delicadamente en sus manos al azulejo — Sabes que los elfos somos seres mágicos, y, a veces, podemos lograr cosas que, para otros, quizás resulte imposible — comentó — dime, ¿Qué te gustaría exactamente hacerle saber a tu hermana? — preguntó.

—Que iré a buscarla muy pronto — contestó él, dejando salir un largo suspiro. 

—Agarra la hoja de aquel árbol, ¿quieres? — señaló a un árbol de haya que estaba cerca de ellos, James lo hizo y se lo entregó — no, no, consérvala, eres tú quién enviará el mensaje — dijo entregándole nuevamente la hoja de haya. 

—Sabes que no sé hacerlo —comentó él.

—Exacto —dijo ella sonriendo delicadamente— y, es por eso, que te enseñaré a hacerlo —le entregó el ave— escribe algo en la hoja —señaló con el dedo una ramita en la roca. 

James tomó la ramita y con ella escribió una palabra en la hoja, luego observó al ave y se lo colocó en la pata. Elin la tomó en sus manos, y luego la lanzó por la cascada, el ave no abrió las alas, no aleteó para marcharse de allí, simplemente cayó con el curso del agua, pero antes de tocar fondo, el ave desapareció entre el arcoíris.

—¿Cómo haces eso? —preguntó acercándose a la cascada.

—Aún no estás listo para que te enseñe ese truco — respondió ella sonriendo. 

James rodó los ojos. 

—Y, ¿Cómo sabré si el mensaje le ha llegado? — preguntó nuevamente con inquietud.

—Pues... —comenzó a decir ella acercándose a él — tendrás que tener fe, tendrás que tener fe en mí —puntualizó— ¿confías en mí, James? — pregunto tomándolo de la mano y disminuyendo el tono de su voz en un meloso y embriagante susurro.

—¿En ti? Elin... —dijo él con el mismo susurro— en tus manos depositaría mi vida —añadió acercando su rostro al de ella.

—La tengo en mis manos justo en este momento — agregó Elin llevando su mano, aún sujetando la de él, a su corazón.

Ante tal gesto él apoyó su frente a la de ella, cerró los ojos, respiró profundo un par de veces, y luego, como si buscara las palabras adecuadas volvió a hablar. 

—Elin... — dijo en un tono de voz un tanto bajo, ella emitió un sonido leve, para hacerle saber que lo estaba escuchando — oigo los latidos de tu corazón, siento como respiras y te agitas cuando me acercó a ti; pongo de cabeza tu mundo, tus normas, tus leyes, toda tu vida — agregó soltando la mano de ella, y luego acariciando sus brazos — me enloqueces — dijo respirando nuevamente de una forma profunda, nerviosa, de una forma perturbada — hueles tan bien — susurró — no culpo a los elfos oscuros por mi demencia, te culpo a ti — agregó abriendo los ojos, pero no la miraba directo a la cara. Su vista pasaba estudiando cada parte de su cuerpo, como si la intriga lo matara por dentro — me volví loco desde el primer momento que pisé tu palacio y te vi sentada en el trono, radiante, preciosa, tan imponente y pura a la vez... me volviste loco porque desde el primer momento supe que no podría tenerte — murmuró él mirándola a los ojos al fin.

—Si no puedes tenerme... ¿Qué se supone que pasa ahora? — preguntó ella llevando una mano a su mejilla y acariciándolo con suavidad. 

—No Elin — contestó él — tú me tienes a mí. Me tienes en tus manos, y puedes destruirme a tu antojo si así lo deseas, me tienes como tu esclavo, y puedes ordenarme como quieras, yo te obedeceré, — añadió, y a medida que hablaba su respiración se agitaba más — y por todo eso quisiera decirte que no te dejaré nunca, pero no puedo prometer algo que no cumpliré.

—Acaso... ¿piensas irte? — preguntó ella, y su rostro, tan delicado y precioso, se tornó en una expresión confusa, con una mirada triste en ella. 

James no supo que responder. La verdad era que había hecho planes más allá de ella, pero si se lo decía, si por un momento confesaba lo que planeaba hacer, solamente por amor o lo que él creía que era amor, todo podría salirse de control. 

—Todos nos vamos en algún momento — respondió después de ese atormentador silencio — yo no seré la excepción — comentó — no puedo prometer que estaré contigo por siempre porque tú eres inmortal, y no dejaré que vivas tu eternidad atormentada por el dolor de mi partida, solo por que hayas tenido unos cuantos años de amor — mintió. 

—Pero yo quiero hacerlo — balbuceó ella — estaría dispuesta a dejar mi inmortalidad y mi reino por ti, si con eso puedo vivir el resto mis días en plena felicidad — anunció. 

A James aquella declaración lo hizo sentirse aún más miserable, porque, aunque no le importaba morir con tal de salvar a su hermano, la verdad era que tampoco deseaba alejarse de ella, no deseaba apartarse de Elin ni de lo que ella le hacía sentir. Era cierto que la belleza y la sabiduría de ella lo hacían sentirse extasiado, como si se volviera loco por tenerla en sus brazos cada vez que pensaba en ella; pero no fue eso lo que lo obligó a perder los estribos, a ir contra toda ley y norma y atacar a su hermano, no fue eso lo que lo hizo desbaratar su casa en aquel ataque de cólera. James estaba sufriendo otro tipo de locura, y lo sabía, sabía que un pensamiento asesino se desataba en su interior y temía profundamente que, en algún momento, aquella sed de sangre que se esmeraba en ocultar, lo obligara a dañar a Elin. Prefería dañarla emocionalmente, a verla tendida en el suelo cubierta de sangre por culpa suya. 

—Tu hermano ya me odia — dijo ignorando su declaración de amor, y separándose un poco de ella — ¿Quieres hacer que ahora tenga razones para matarme? — preguntó despectivo.

—No es tu culpa que mi hermano te desprecie — respondió ella bajando la mirada, y James no lo entendió, parecía como si se avergonzase de algo, pero aquello no le era lógico, puesto que la reina no tenía razones para hacerlo, ¿o sí? Esa duda acababa de surgirle en su mente — es mía — continúo diciendo ella — desde que tú llegaste a Dryadalis yo he sentido que el corazón se me saldría del pecho, buscaba la forma de que tú y tu hermano estuvieran bien, busqué la forma de protegerte, pero nunca protegí mi corazón y te lo entregué como si fuera una joven enamorada. ¿Dices que no puedes tenerme? — dijo Elin repitiendo su frase y sonriendo ante la ironía — Me tuviste mucho antes de que incluso desearas hacerlo, y es por eso que mi hermano te desprecia, porque días después de que hayas llegado a mi reino, le confesé a mi hermano que estaba dispuesta a abandonar mi inmortalidad el día que lograras amarme. Él no te odia, odia el hecho de que va a perderme por amar a un hombre más que a mi familia o a mi reino. 

Aquellas palabras se hundían cada vez más profundo dentro de James, como si cada palabra fuera una daga de hielo que golpeara su corazón. No estaba seguro de qué era realmente lo que sentía por Elin, quería decirle que la amaba y que también ansiaba pasar el resto de su vida a su lado, pero a la vez, la idea de una guerra, de una bruja asesina, de reencontrarse con su hermana y de recuperar su reino, lo atormentaban. Cada vez que intentaba decirle a la reina lo que sentía por ella, las prioridades y la sed de sangre venían a su cabeza, como un mar de emociones que lo obligaban a crear problemas en cada paso que daba. 

—El día de tu entrenamiento con Aaron... — seguía diciendo Elin, con una voz más baja, como cuando un niño se arrepiente de algo, pero aun así sigue disfrutando de su travesura — Elliot y yo discutimos, porque le pedí que protegieran a Aaron en Lógverting, porque no quería que tú sufras, porque sé que estás pasando por un momento difícil en tu interior — dijo ella, y fue como si a James el mundo se le viniera encima, ella lo sabía, sabía cuál era su problema, o al menos eso sintió él. 

—¿Qué sabes de lo que hay en mi interior? — soltó él de una forma violenta. 

—No sé cual es la causante — respondió levantando la vista suavemente — solo se que tú no estás bien, y que yo puedo ayudarte, quiero ayudarte – añadió intentando cortar nuevamente la distancia entre ellos, pero James no la dejaba — James... déjame hacerlo; llevo años enteros gobernando este reino, llevo siglos viendo como los humanos se destruyen unos a otros, conozco el potencial que hay en ti, y también la fuerza que puede destruirte, hablas de locura y demencia, pero lo cierto es que, lo que tú sufres yo ya lo he visto antes, en cada monarca de Lógverting, en cada noble e incluso en los aldeanos. Tu padre también sufría, pero tu madre lo ayudaba a controlarse, yo le enseñé como hacerlo y puedo ayudarte a ti; no es demencia, es una ira incontrolable que nace siempre en el corazón de los hombres, algunos logran controlarla, otros reciben ayuda, y, otros, se alistan en ejércitos para drenar su furia y su sed de sangre. 

Así que sí lo sabía. 

James no entendía por qué, pero el hecho de que Elin supiera lo que él sentía en su interior, lo perturbaba. Aunque a la vez, las palabras que salían de su boca y el tono de voz que usaba con él, lo hacían sentirse calmado, como si lo transportaran al limbo, a ese límite entre el bien y el mal, Elin lo calmaba, ella era el ancla a la paz de su propio tormento. 

Y aún así, a pesar de sentirse sereno y pleno al estar con ella, a pesar de quererla intensamente, sentía unas terribles ganas de hacerle daño. 

—¿Por qué haces todo esto por mí? — preguntó mirándola a los ojos, sin expresar en ellos sentimiento alguno. 

—Ya te lo dije — respondió ella — porque te amo — añadió, y no había duda en su voz, ni en su mirada. 

—¿Cómo sabes que es amor? — inquirió poniéndose de pie y sonriendo como si aquello fuera una broma — ¿Cómo sabes que ME amas? — insistió señalándose a sí mismo e hincando sus manos en su pecho al hacerlo. — ¿Lo dices por qué te provoqué mariposas en el estómago la primera vez que entré en tu palacio? Eso no es amor, para amar a alguien necesitas... 

—Años — completó ella la frase — así es — dijo poniéndose de pie frente a él — ¿Crees que no llevo años conociéndote? ¿Sabes acaso quién presenció tu nacimiento y quién estuvo en primera fila cuando el rey Daniel presentó a sus hijos a todo el reino y sus alrededores? Desde el primer momento que vi tus ojos desde los brazos de tu madre supe que eras diferente, especial — ella volvió a hablar con su tono de voz imponente, aquel que la caracterizaba como la reina respetada que era — desde que naciste, nunca dejé de vigilarte, nunca me alejé de ti. Siempre estuve más cerca de lo que crees, ¿recuerdas aquel caballo blanco que encontraste en la pradera a tus 12? ¿Quién crees que te lo mandó? O ¿por qué crees que tú, tu hermano y los sobrevivientes están aquí? ¿Has escuchado que alguna vez los elfos nos hayamos entrometido en una guerra que no fuera nuestra, y que hayamos ingresado a otras razas a nuestro reino? 

—Esta guerra es de todos... — comenzó a excusarse él, pero Elin lo interrumpió.

—ESTA NO ES NUESTRA GUERRA JAMES — explicó exasperada — estoy rompiendo todas mis leyes por ti, por tu felicidad y por ver que al único hombre que he amado en todos los siglos de mi vida le vaya bien — continuó — ¿En serio no notas cuanto me está costando todo esto James? Y todo lo hago por ti — terminó de decir en un susurro. 

James no sabía que decir. Por un instante todas aquellas palabras le habían caído encima como un balde de agua fría en una noche de invierno, se había quedado estático, mirándola con esos ojos inexpresivos, quería alejarse y tenerla en sus brazos, pero a la vez quería marcharse para no hacerle más daño. Y luego, como si su corazón pudiera más, en un arrebato oportuno, se acercó, rodeó sus manos a la cintura de ella y la apegó a su cuerpo, mirándola y sin decir nada, la besó. 

Unió sus labios a los de ella, y la reina domada por la sorpresa y el repentino agarre, le siguió el beso. Entrelazó sus brazos al cuello de él, cerró sus ojos, y por un extraño y bello momento, ambos se sintieron en el paraíso. No por la belleza del lugar, sino por la pasión que explotaba dentro de ellos con cada intensidad que iba adquiriendo el beso. 

Luego de aproximadamente un minuto, sus labios se separaron para recuperar el aire. Pero siguieron allí, abrazados, mirándose el uno al otro, guardando silencio, y dejando que los latidos de sus corazones expresaran lo que estaban sintiendo. 

—No sé si esto sea lo correcto — dijo James después de unos segundos rompiendo aquel silencio — no sé si esto que siento es el mismo amor que tú me tienes, y tampoco sé cuánto daño vaya a hacerte — añadió acariciándole la espalda suavemente, sin dejarla separarse de él — solo sé que no puedo alejarme de ti. Eres mi paz cuando te tengo cerca, y cuando no te tengo eres mi tormento — agregó apoyando su frente a la de ella — no te prometo que esté contigo para siempre, pero el tiempo que esté, juro que voy a amarte a mi manera — prometió. 

Y volvió a besarla. Nuevamente con la misma intensidad, con la misma pasión, uniendo más a ella su corazón.

 ***

—No puedo creer que hayas dado tu primer beso — dijo en un tono burlón Aaron, un día antes de que se fueran a Lógverting, recostado por el umbral de la puerta, mientras James se peinaba en su habitación.

—No es mi primer beso — aclaró James entre dientes. 

—Pero sí el primero con el verdadero amor de tu vida — agregó cruzando sus brazos y sonriendo. 

—No sé por qué estás aquí escuchándome sobre esto cuando intenté matarte hace unos días — dijo nuevamente James, dándose la vuelta para mirar a su hermano. 

—Ese el punto — respondió Aaron — si Elin es tu conector a la humanidad, quiero que me hables de ella, quiero que te concentres en lo bueno que sientes al estar con ella, y de esa forma, evitar que intentes matarme nuevamente — añadió riendo.

James también rio, aunque fue una risa pesada, como si realmente aquello no tuviera ganas de salir de su cuerpo. 

—Y a propósito... — dijo Aaron señalándolo, con una expresión confusa en su rostro — ¿Por qué tan arreglado? ¿A dónde vas? 

—Haces demasiadas preguntas Aaron — se quejó él cerrando sus ojos y suspirando profundo — voy al palacio, a cenar con Elin — respondió acercándose a la puerta donde estaba su hermano. 

—¿Y a qué hora vuelves? — preguntó nuevamente, mirando con cierto temor a su hermano, porque volvía a hacer preguntas. 

—No sé Aaron — dijo James con exasperación — tal vez no vuelva — anunció. 

—¿Qué? Pero... tú... ¿piensas quedarte con ella? — preguntó nuevamente totalmente sorprendido. 

James volvió a suspirar profundo nuevamente y salió de la habitación. Ya bajando las escaleras fue cuando respondió:

—No necesariamente debe ser eso — explicó — sabes que me gusta estar solo, y más cuando es de noche — añadió — tú más que nadie debería saber eso. — Expresó. 

Salió de la casa y se dirigió al palacio. 

La noche estaba fresca ese día, el viento soplaba suavemente y algunas nubes se iban despejando en el cielo, dejando ver las estrellas y la luz de luna que iluminaba el sendero. 

No necesitó anunciar su llegada, ni siquiera pedir permiso para entrar. Cuando llegó, los guardias le abrieron paso, y en el palacio nadie se encontraba por los pasillos; Elin estaba esperándolo al pie de las escaleras. 

Se veía preciosa. Llevaba puesto un vestido blanco que se ceñía a su cuerpo en la parte superior hasta su cintura, caía hasta el suelo extendiéndose pomposamente, y se unía por detrás de su cuello con dos cintas anchas de encaje. Sus hombros estaban descubiertos en un atrevido y elegante toque de sensualidad; tenía anchas mangas unidas al vestido que comenzaban desde la mitad del brazo y se extendían más allá de sus manos. Un cinto torneado de plata que llevaba un cuarzo azul se ajustaba suavemente a su cintura, y encajes de hilos plateados adornaban el corsé del bello vestido.

Había peinado su cabello con una delicada trenza hasta la mitad de su cabeza, y el resto de su cabello se le caía por la espalda como largos rizos cubiertos de nieve blanca. Las joyas de la realeza relucían en su cuello y unos zarcillos de oro caían delicadamente de sus orejas. 

Y más allá de toda esa ostentosa elegancia, lo que la embellecía aún más, era la preciosa sonrisa que le dedicaba al joven príncipe, con un brillo especial en sus ojos al mirarlo. 

—¿Llego tarde? — preguntó James estudiándola con la mirada. 

—No — respondió ella sin dejar de sonreír y acercándose a él — yo me alisté temprano — añadió extendiéndole su mano para que él la besara. 

James en cambió agarró su mano, y de un tirón rápido, pero suave, la llevó hacia él; enlazó sus brazos a la cintura de ella y acercó su rostro a pocos centímetros del rostro de ella. 

—Aún no te he dicho lo preciosa que te ves esta noche — dijo con un tono de voz grueso, seductor y meloso. Respiraba algo agitado y no dejaba de mirarla, recorriendo la vista por todo su cuerpo. 

Ella sonrió y lo abrazó por el cuello. 

—¿Te gusta lo que ves? — preguntó en un susurro cerca de su oído, al notar como él la estudiaba con la mirada. 

—Podría decirte detalladamente todo lo que me gusta de ti Elin, pero se me iría la vida y no lograría terminar — respondió él acercándose al cuello de ella y acariciándola con la punta de su nariz. 

Elin no lo detuvo, y James sintió como la piel de ella comenzaba a erizarse ante el contacto, así que empezó a depositar suaves y delicados besos en su cuello, corriéndolos lentamente hasta su clavícula. Quién sabe hasta dónde hubiera podido llegar él, si es que alguien no los interrumpía.

Escucharon a alguien carraspear detrás de ellos. Elliot estaba allí, a la mitad de las escaleras, observándolos con una expresión dura. 

—¿Me acompañas a cenar hermana? — preguntó bajando las escaleras, ignorando totalmente la presencia de James. 

—Me temo que esta vez no — respondió ella, sin apartarse del príncipe — James y yo cenaremos en el jardín, ya nos han preparado todo — añadió separándose levemente de James y dedicándole un leve cabeceo a su hermano, señal que indicaba despedida. 

Elin indicó al príncipe que lo siguiera y así lo hizo, dejando a Elliot parado al pie de las escaleras, observándolos. El elfo respiraba entrecortadamente, y frunció el ceño, rencoroso, viéndolos marchar. 

Cuando James y Elin llegaron al jardín secreto, las elfinas de la reina habían embellecido más el lugar. Algunos arbustos estaban llenos de flores, luciérnagas revoloteaban sobre los pasillos dándoles luz, y en el centro, el agua que salía de la fuente adoptaba un brillo precioso gracias a la luz de la luna. 

Elin ordenó a las elfinas que se retiraran, y cuando lo hicieron, cerró mágicamente la puerta desde adentro; luego guio a James hasta una glorieta de mármol, y, en el suelo, había una manta con la cena lista, almohadas, velas, y flores que colgaban desde las columnas de la glorieta. 

James pudo notar que no había visto esa glorieta nunca, a pesar de que había estado en el jardín un montón de veces. 

—¿Exactamente dónde estamos? — preguntó observando todo el lugar, mientras se dejaba arrastrar por Elin hasta el lugar donde cenarían. 

—¿A qué te refieres? — dijo ella, algo confusa por su pregunta. 

—Quiero decir... he estado aquí contigo un montón de veces, y jamás he visto esta glorieta — explicó — y eso que está a la orilla del lago, ¿es esto un bosque oculto o algo así? — en el momento que lo dijo quiso que la tierra lo tragase. 

Se supone que aquella sería la primera cena con Elin, quien ahora era su novia. Se suponía que debía ser romántico. Ella había preparado todo eso para los dos, había planeado una velada especial, y ahí estaba él, preguntando sobre datos innecesarios y totalmente absurdos. 

Ella, sin embargo, no se enojó. Solo se limitó a reír, pero no como una carcajada, sino que, le dedico una risita dulce, tierna y comprensiva. Era increíble como podía ser tan delicada y tierna a pesar de los años que llevaba encima. 

—Acaso... — comenzó a responder ella acercándose más a él — ¿eso importa? — preguntó mirándolo con una pícara sonrisa.

—No — negó James, rodeándole la cintura con sus brazos, atrayéndola más a él, — el lugar no importa siempre y cuando esté contigo — añadió bajando la voz y depositando un beso en su mejilla, muy cerca de sus labios. 

—He preparado todo para nuestra cena con mis propias manos — comentó Elin con suficiencia, señalando a donde se encontraban los alimentos. 

—Créeme que muero por probarlos — dijo James sonriendo. A pesar de que todo lo vivido no le producían ganas de sonreír, estando con ella la amargura y el dolor se esfumaban. 

Cenaron juntos a la luz de las velas y la luna; Elin había preparado frutas, tortas de canela y mantequilla, ensalada de hongos con queso, y vino. Después de unos minutos, y que ambos hayan disfrutado la cena, James se empeñó en hacer reír a Elin, porque había notado que su risa lo mantenía en paz. 

Elin sopló las velas para apagarlas, y quedaron a plena luz de luna, sentados el uno junto al otro, observando las estrellas desde el piso de la glorieta. James tomó en sus manos la mano derecha de ella, y se quedaron allí un par de minutos sin decir nada, simplemente disfrutando del bello momento. 

—Nunca creí que me gustaría tanto estar contigo — pronunció James rompiendo el silencio, mirando aún al cielo, y apretando levemente la mano de ella. Ella sonrió. 

—Quizás sea demasiado precipitado lo que vaya a decir... — dijo ella con inseguridad mirándolo — pero te amo, James, no quiero callarlo si es lo que siento — añadió bajando su mirada al suelo. 

Él se levantó, y con una mano le pidió que ella hiciera lo mismo. Elin se levantó, y James volvió a tomar su mano, tiró de ella hasta que las sensibles puntas de sus senos chocaron con el pecho de él, la abrazó, apegándolo más a él, y sus manos comenzaron a hacer trazos delicados por los brazos de ella, erizándole la piel. 

—James... — susurró Elin casi inaudible en su oído. Él inclinó su cabeza, bajando hasta su cuello, depositando delicados pero apasionados besos que dejaban mojados rastros del contacto de sus labios. La respiración de Elin comenzaba a agitarse más, exhalando de vez en cuando de forma suave sobre el cuello de él. 

 Las manos de James bajaron suaves pero ansiosas por la espalda de ella, desatando el nudo principal de su corsé. 

Elin tembló, pero se mostró dócil ante su iniciativa.

 —Si no quieres, no voy a tocarte — le afirmó él, tomando una de sus manos y llevándosela a los labios, depositando delicados besos desde sus nudillos hasta su muñeca. 

—No se trata de que no quiera — respondió ella ladeando la cabeza, con los ojos cerrados, sintiendo como él la llenaba de besos, — es solo que... en ochocientos años, no he amado a nadie hasta tal punto de entregarme a él — añadió mirando a James, quien había acercado sus labios a la mejilla de ella y le besaba tiernamente el rostro. 

—¿Estás segura de que esto es lo que deseas? — preguntó él tomando el rostro de ella entre sus manos y besando sus labios. 

—Contigo me siento segura — contestó Elin, cruzando sus brazos detrás del cuello de su amado — y estoy segura de que te deseo — añadió correspondiéndole el beso. 

James bajó sus manos a las nalgas de ella, alzándola en sus brazos, a lo que la reina soltó un suave gemido, pero no se negó y abrazó el cuerpo de él con sus piernas. 

Él sonrió, separándose del beso. 

—¿De que te ríes? — preguntó Elin con un dejo de inseguridad. 

—Del dulce sonido que acabas de proferir para mí — respondió él relamiéndose suavemente el labio inferior. 

—¿Qué sonido? — preguntó ella nuevamente, algo confundida, hablando casi en susurros, con el corazón acelerándosele más y más. 

James la sostuvo con una mano ya que ella se enroscaba por su cuerpo, y llevó la otra hasta su pecho, con el dedo índice contorneó suavemente su escote, bajando el contacto hasta la línea profunda que creaba la unión de sus senos. 

Ella se estremeció ante su tacto, y articuló un delicado pero muy audible gemido. 

—Ese sonido — le contestó él en el oído haciendo que se le erizara a ella la piel — sujétate bien — susurró nuevamente, y ella apretó aún más sus piernas a él. 

James llevó sus manos a la espalda de ella y comenzó a desatar con cierta agilidad su corsé. Cuando terminó, el flojo vestido quedó colgándole, mostrando sus senos, con las puntas duras y sonrosadas. 

Él volvió a besar nuevamente su cuello, y esta vez, sujetándola de nuevo, la bajo delicadamente en el suelo de la glorieta, sobre la manta que estaba tendida, y apartó la canasta en la que habían guardado los utensilios de la cena. Le quitó suavemente el vestido, dejando tiernos besos por toda su piel. 

James comenzó a desatar el chaleco que llevaba, para luego desabotonar su camisa, y quedarse con el torso descubierto. Elin lo observaba, desnuda, como él comenzaba a quedarse desnudo sobre ella; su mirada se paseó por las marcadas cicatrices de las batallas y entrenamientos que había tenido con su hermano, a los músculos de su brazo y abdomen que poco a poco iban tonificándose y formándose gracias al trabajo duro que realizaba. 

Cuando ambos quedaron totalmente descubiertos, James se acercó a ella y comenzó a besarle apasionadamente, ella lo siguió, y en un breve momento ya se encontraban profesándose amor como dos almas gemelas. 

Él posó una mano en su pecho, y comenzó a deslizarla suavemente por el medio de sus senos, bajando por su abdomen, provocándole leves cosquillas que hicieron que la piel de ella se erizase aún más. Siguió bajando su mano hasta posarla en su zona intima, y con suavidad, le proporcionó caricias constantes que le sacaban algunos leves gemidos.

—Me encanta tenerte así... — le dijo James mientras bajaba dejándole besos mojados en su cuerpo — toda para mí — añadió. 

Dejó varios besos en su abdomen, rodeándole el ombligo, y luego bajó sus besos a las partes íntimas de ella. Al leve contacto, Elin soltó un gemido que erizó la piel de James, haciéndole sonreír de lado. 

—A-ahhh — gimió ella cuando James usó su lengua para darle más placer. 

Elin intentó agarrar la cabeza de James, pero no quería que él se detuviera, le gustaba lo que estaba sintiendo, así que hundió sus manos en los cabellos de él, apretándolos con fuerza, mientras James sumaba sus dedos al movimiento de su lengua. 

Él se detuvo, y ella se movió en señal de disgusto. Sonrió viéndola ahí, acostada, mojada, lista para él y muy ansiosa de que le hiciera suya. Posó cada una de sus manos en los tobillos de ella y con suavidad, pero insistencia, le abrió más las piernas, y luego, subió acariciándolas hasta llegar a su cintura, donde la agarró y la reacomodó para recibirlo. 

Se inclinó, le beso los labios con fuerza, y de un movimiento no tan brusco entró dentro de ella, provocando que su respiración se entrecortase; ella intentó romper el beso, pero James la detuvo, e incrementó la pasión en sus labios. Le ardía, la presión le escocía, pero a la vez le provocaba un placentero y delicioso cosquilleo que prefirió soportar, totalmente decidida a entregarse a él.

Pasaron unos segundos cuando por fin rompieron el beso, tomando aire y mirándose el uno al otro, en un silencio de completa complicidad. James comenzó a moverse en un lento pero apasionado vaivén, Elin sintió el cosquilleo de la presión que él ejercía, se estremeció y exhaló un jadeo involuntario, que luego se convirtieron en extensos y altos gemidos, mientras James aumentaba la velocidad en el movimiento de sus caderas, haciéndola más suya con cada estocada que la penetraba. 

—Por favor... — expresó ella entre gemidos — no pares ahora-ah... — suplicó hundiéndole las uñas en la espalda, lo que provocó que él se moviera aún más rápido. 

La respiración de ambos se entrecortaba y aumentaba en agitación a más que se unían en aquella pasión exorbitante. James aumentó lo más que pudo el movimiento de sus caderas, Elin arqueó su espalda soltando un gemido, que se mezcló con los gritos y jadeos de James al terminar. 

Él se movió de tal forma que ella quedó a horcajadas sobre él, se reacomodó para poder besarla mientras seguía dentro de ella, la humedad de sus labios, el tacto de su lengua con la suya, le provocaba a Elin sensaciones que le era imposible entender, mucho menos explicar; nunca antes había sentido todo lo que James la estaba haciendo sentir aquella noche. Él no le pidió que ella se moviera, solamente bajó sus labios hasta los senos de ella, y con su lengua creó círculos pequeños que rodeaban sus pezones, provocando leves estremecimientos en su cuerpo y soltando gemidos suaves. 

La apretó más a él, tomándola de las caderas hizo que ella se moviera, haciéndola subir y bajar lentamente, y luego incrementando la velocidad. Elin profirió un gemido más alto que todos los demás, pasó sus manos acariciando el abdomen de James, y arqueando su espalda dejó salir sus fluidos, liberándose con aquella pasión. Ambos jadearon entregados, dejándose caer uno al lado del otro.

Nadie dijo nada, ambos miraban el cielo estrellado. Elin respiraba entrecortadamente, juntando sus piernas, aún experimentando aquellas sensaciones que acaba de sentir, James la miró, sonrió y se levantó sentándose en el suelo, inclinándose para besarla, luego pasó sus manos por la vagina de ella y la acarició, metió dos de sus dedos y sin dejar de mirarla a los ojos, los movió, mientras ella mordía su labio inferior gimiendo con suavidad. 

—Mm-mmm —musitó. 

—Jamás olvidaré los tiernos y enloquecedores sonidos que haces cuando te hago mía — comentó James quitando su mano y limpiándole la zona intima con un paño que tenía cerca — cuando te hago el amor — la besó. 

—No quiero que lo hagas — dijo ella acercándose a él, abrazándolo — porque yo tampoco olvidaré la primera vez que me entregué a ti — añadió terminando en un susurro, depositando besos en el pecho de James. 

Y así fue como el amor venció en tiempos de guerra, la pasión superó a la demencia, y dos seres de distintas razas se unieron en alma y cuerpo bajo la luna como testigo. Pero el amor es amiga de la muerte, y aquella sabía, que esa apasionada felicidad, no duraría para siempre. 


Nota de autora: 

AAAAAAAA que emoción jaja, creo que yo estaba más emocionada por esta escena jajaja. 

Cuéntenme, ¿Qué les pareció? Comenten el capítulo como reaccionaría Aaron al enterarse jaja. 

Y por cierto, no me odien, pero el último párrafo ha sido un spoiler con trampa jaja, A ver si adivinan.

Besos élficos para todos. 

-Abi.G-

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