Expedición fallida

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Nunca se sabe cuánto tiempo durará el amor, aun cuando es verdadero, y lo más imposible, es saber exactamente cuándo se acabará.

Aquella noche sería inolvidable para ambos, pero para la reina de los elfos, aquella noche representaría la vez que entregó tanto su corazón, su alma y su cuerpo a un hombre, heredero del reino vecino.

Elin se despertó la mañana siguiente liada entre las sábanas que la cubrían, sintiendo el duro suelo de la glorieta, en donde se había acostado la noche anterior con su amado príncipe James. Palpó el suelo juntó a ella, pero estaba vacío, él ya no se encontraba a su lado; abrió los ojos lentamente sintiendo la luz del día, y lo vio.

James estaba fuera de la glorieta, junto al lago, recién duchado, colocándose la ropa, mientras de su cabello goteaba el agua como brillantes gotas de diamante. No la había notado hasta que ella se levantó sujetando las sábanas para cubrirse el cuerpo.

Al verla, su serio semblante se relajó. Se acercó a ella con una sonrisa, la abrazó por la cintura y le depositó un suave beso en los labios.

—Buenos días — dijo aun sonriendo.

—Hola — respondió ella sonrojándose, y dedicándole también una sonrisa.

Los ojos de ambos irradiaban un brillo especial, como si sus miradas comunicaran una complicidad única de lo que habían hecho la noche anterior.

—No creí que te despertaras tan temprano — comentó Elin cuando él se separó de ella y comenzó a ponerse sus botas.

—Necesito ir a ver a Aaron — contestó él sin darle importancia.

—¿Te vas? — preguntó ella recostándose por la columna de la glorieta.

—Me encantaría desayunar contigo, preciosa, — se levantó y se acercó a ella, colocándole un mechón de cabello detrás de las orejas — lo de anoche fue lo mejor que me ha pasado después de mucho, pero eres la reina de Dryadalis, y yo el príncipe de Lógverting, no quiero que por mi culpa los elfos te señalen.

—Eso no me importa — respondió Elin sonriendo.

—Entiende, por favor, ¿qué pensarán si nos ven salir juntos de aquí? Que la reina no tiene honra, y dirán que dejas que cualquiera, incluso un hombre como yo, te falte el respeto, y si ellos ven que yo te he faltado el respeto, ¿cómo van a respetarte ellos? — James hablaba con dulzura, nada de lo que decía era para lastimarla o hacerla sentir mal, sino más bien, para protegerla, y que no sea él, el causante de su dolor — Entiende querida mía, es por tu bien, no me arrepiento de lo que pasó anoche entre nosotros, porque lo que siento por ti me mueve a desearte más y más, pero no permitiré que nadie te deshonre o que manche tu nombre.

—"Lo que sientes por mí" — repitió ella sonriendo como una doncella enamorada — ¿Qué es exactamente lo que sientes por mí, James?

Él no respondió. Solamente le dio un largo y profundo beso en los labios, y caminó hacia la salida.

Estando en el vestíbulo del palacio, se encontró con una elfina de la reina, la misma que la noche anterior les había preparado el jardín. Se acercó a ella sin disimular que había pasado la noche con la reina, puesto que sabía que era la confidente de su amada Elin.

—Llévale el desayuno al jardín, ropa limpia, sus joyas del día, y ayúdale a arreglarse — le ordenó.

—¿La reina ya se ha despertado, mi señor? — preguntó la elfina con una reverencia.

—Acaba de hacerlo — respondió James — apresúrese, por favor, y dígale que el príncipe James le ordenó que lo hiciera.

—Sí señor — asintió ella.

James caminó hacia la salida. Cuando estaba bajando los peldaños de la escalinata, escuchó que una voz lo llamaba a sus espaldas.

—¡JAMES! — gritaba Elliot llamándolo.

Él aumentó la velocidad de sus pasos y se acercó a los guardias que vigilaban la entrada del palacio.

—Encárguense de que Elliot no me siga — les ordenó — debo cumplir un encargo de la reina y él está en contra. Por ninguna situación debe alcanzarme ¿lo entienden? — preguntó con rapidez.

Los guardias asintieron y el comenzó a caminar de nuevo, mirando de vez en cuando sobre sus hombros, pero los guardias habían retenido a Elliot, y éste observaba a James con una furia inconmensurable.

Aquello que les había dicho a los guardias había sido una mentira, pero lo menos que quería en estos momentos era pelear con aquel elfo ególatra y orgulloso, a causa de que había pasado la noche con su hermana. Estaba seguro de que Elliot lo sabía, pero no le importaba; aquel día su hermano emprendería una expedición a Lógverting con otros dos elfos, y el tiempo se le estaba acortando para llevar a cabo el plan que tenía en mente.

No podía dejar que nada, ni siquiera su amada Elin, lo distrajeran de poner en marcha aquella idea suicida.

Cuando llegó a su casa y entró, vio a su hermano sentado en la mesa de la cocina desayunando una taza de té y una hogaza de pan. Ya no parecía realmente su hermano, tenía orejas de elfo, y vestía una túnica como las que usaba Az, de color marrón, que lo hacían asemejarse a un elfo muy joven.

—¿No te parece que es un desayuno muy liviano para una expedición muy peligrosa? — preguntó James desde la sala, viendo a su hermano.

Cuando Aaron lo escuchó se levantó y se volteó a mirarlo, sonrió, y caminó rápidamente hasta donde se encontraba su hermano. Ambos se abrazaron, dándose palmadas en la espalda, como dos viejos amigos que no se encontraban hace mucho.

—Temía que ya te hubieras ido — dijo James sentándose a su lado en la mesa de la cocina, preparándose también su desayuno.

—Nos vamos en la tarde — contó Aaron — pero antes de hablar de eso, dime, ¿exactamente dónde estabas anoche? — preguntó cambiando su tono de voz.

—Ya te dije — respondió James con indiferencia — cenando con la reina.

—Cenando con la reina — repitió Aaron — o, ¿cenando a la reina? — preguntó aguantando una pícara y burlona sonrisa.

James suspiró profundo cerrando sus ojos.

—No se te escapa una ¿verdad? — expresó mientras miraba su taza de té con una sonrisa — efectivamente, Elin y yo pasamos la noche juntos — contestó mirando a Aaron — es mi mujer ahora.

Si hubiera hecho calor ese día, posiblemente las moscas hubieran podido anidar en la boca de Aaron, porque la expresión que le dedicó a su hermano fue de estupefacción absoluta.

—Hubiera creído lo de "...no sé Aaron, me quedaré por ahí, ya sabes cómo me gusta estar solo en la noche" — se burló su hermano, imitando su tono de voz — si tan solo un elfo de cabello negro, largo, llamado Elliot, no hubiera venido en plena madrugada tocando la puerta de la casa a punto de tirarla abajo buscándote.

—¿Ese imbécil estuvo aquí? — preguntó James sin creer lo que oía.

Aaron asintió.

—Estaba buscándote, probablemente para asegurarse de que no hayas pasado la noche con su hermana — contestó el rubio de los hermanos — y cuando le dije que no habías vuelto... por poco me rebana el cuello.

—Es increíble — expresó James levantándose de la silla y caminando por la casa con un leve tono de furia — trata a su hermana como si fuera una niña de 15 años, ¡es la reina! — soltó histérico — ¡es ella quien debe mandarle a él!

—Lo sé, lo sé — habló Aaron intentando que se calmara — probablemente solo quiera protegerla, y evitar que cualquiera se burle de ella.

James ya no respondió. Su plan debía entrar en marcha en la tarde de ese día, de lo contrario, ya no podría hacer nada de lo que tenía planeado. A pesar de que quería pensar como romperle la cara a Elliot y asegurarle de que lo que quería con Elin era en serio, si su plan salía bien, quizás no la volvería a ver, y eso sería muy injusto para ella.

Ese beso tan largo y profundo que le había dado, no había sido una simple muestra de cariño, sino más bien, una posible despedida.

—Necesito quitar estas ideas de mi mente — comentó James — mejor cuéntame, ¿qué planes tienen para la expedición de hoy? — preguntó intentando sonsacarle información.

—Ok, yo te lo cuento — asintió Aaron con una sonrisa, aun pensando en lo que le había contado su hermano — pero antes respóndeme una cosa, ¿fue tu primera vez? — preguntó riendo.

—Tú bien sabes que no — respondió James entre dientes, y de mala gana.

—¿Quién era? — indagó Aaron codeándolo.

—Una de las doncellas de mamá — contestó su hermano, sabiendo que, si no lo hacía, Aaron no dejaría de molestarlo — lo hicimos varias veces en mi habitación, en su aposento, y en otros lugares que no tengo ganas de contarte.

—¿Crees que ella aún se acuerde de ti? — preguntó nuevamente Aaron con ese tono burlón.

—Le deje huella como para que no se olvide de mí en los próximos 10 años — respondió James — pero ni siquiera sé si sigue viva, y de ser así, tampoco me importa, porque fue solamente un medio para un fin — añadió indiferente.

Y es que así era James, a pesar de ser realmente sensible a sus emociones, cuando no sentía nada por una mujer, solamente las veía como un medio para apagar aquel ardor de pasión que crecía en su interior. Con Elin era diferente, a ella la veía como una frágil y delicada pieza que debía proteger, y no la habría abandonado si es que los momentos que estaban atravesando no lo hicieran necesario.

—Bien, ya entendí que tu amargura no quiere contarme nada más — agregó Aaron al ver como se había puesto su hermano.

—Agradezco tu consideración — comentó James con sarcasmo.

—Te contaré el plan, pero por favor, no lo comentes con nadie — le advirtió Aaron.

—¿Y a quién se lo voy a contar? — reaccionó James sonriendo pesadamente — La única persona cerca que tengo eres tú y Elin, y dudo mucho que ella no sepa ya de sus planes.

—Está bien — asintió el rubio — solo quería asegurarme. Bien, el plan es el siguiente: exactamente a la una de la tarde partiremos a una de las puertas que conectan el límite mágico de Dryadalis con el bosque de Lógverting, iremos vestidos como simples mercantes que van al pueblo a comprar vino, ya que ese ha sido el negocio entre elfos y humanos desde hace cientos de años — Aaron explicaba el plan mientras que rompía trocitos de su hogaza de pan y lo metía en su boca, masticando a ratos — el plan es ir y echar un vistazo, nada de inmiscuirse con los demonios ni con las bestias que asechan, solo queremos obtener la mayor información posible de cómo se encuentra realmente el reino, Az se encargará de comprar el vino y luego volvemos.

—¿Ya? — dijo James — Lo haces ver muy fácil, y muy obsoleto, ¿qué harán si el plan no sale como lo tienen planeado? — preguntó. Él necesitaba conseguir la mayor información posible para que el plan que él mismo tenía tampoco saliera mal.

—Bueno, pues tenemos un plan b — respondió Aaron.

James lo miró, haciéndole una señal con los ojos para que se lo contase, pero justo cuando Aaron iba a hacerlo, alguien llamó a la puerta.

James se levantó y fue a ver quién era. Para sorpresa de ambos, en la puerta se encontraban Az y Tolhet con sus túnicas de viaje y dos bolsas colgadas en su costado. Tolhet tenía en su mano una bolsa de viaje cargada, probablemente para Aaron.

—Buenos días James — saludó Tolhet.

—Tolhet, Az — saludó James con un cabeceo a cada uno.

—Esperamos no molestarte, pero de casualidad, ¿se encontrará Aaron en casa? — preguntó Az.

—Sí, claro, pasen por favor — respondió James con suspicacia indicándoles con una mano que podían entrar.

Al verlos allí dentro, Aaron se sorprendió de que estén en su casa tan temprano, y se levantó de la mesa uniéndose a ellos.

—No los esperaba aquí tan temprano — comentó Aaron al verlos.

—Aaron — habló Tolhet, pasándole la bolsa que le habían traído — nuestro viaje a Lógverting se ha adelantado, vamos a marchar ahora — anunció dejando a ambos hermanos totalmente estupefactos.

—¿Estás listo? — preguntó Az.

El príncipe asintió.

—Bien entonces marchemos, debemos pasar por el palacio para informar a la reina de esta repentina decisión — habló nuevamente Tolhet con autoridad.

—Esperen — pidió James — ¿por qué han cambiado su horario? ¿Acaso hay algún problema? — inquirió. No le había gustado nada aquel cambio tan brusco que habían hecho.

—Se acercan nubes de tormenta, y créeme príncipe James — dijo Tolhet con un tono de voz que dejaba entrever algo de temor — no son nubes que yo haya visto antes.

Aquello no le gustaba nada a James. Si algo malo sucedía, algo que podía asustar incluso al consejero de la reina, eso arruinaría su plan, eso podría afectar gravemente toda la operación que estaban haciendo tanto los elfos y su hermano, como él mismo, por su parte.

—James — llamó Aaron antes de irse — acompáñame hasta el palacio — le suplicó.

—Lo siento hermano — respondió James poniéndole una mano en el hombro — pero temo que no puedo ir — miró al cielo y luego volvió a dirigirle la mirada — me despido aquí de ti, pero no temas, sé que volverás a este lugar, sé que volverás sano y salvo, y que disfrutarás de más que solo una hogaza de pan — se rio.

—Y sé que volveremos a vernos — comentó Aaron, pero James no le aseguró eso.

—Sé que volverás — repitió, y los vio marchar camino al palacio.

Esperó a que los elfos y su hermano estén a unos pasos considerables de su casa, para luego internarse en el bosque, en la dirección contraria.

***

Subiendo la escalinata en la entrada del palacio, un escalofrío recorrió a Aaron desde los pies a la cabeza. Dudaba de la razón por la cual su hermano se haya negado a acompañarlo hasta el palacio, y aunque primeramente había creído que era porque no quería encontrarse con Elliot, su escape repentino al bosque le dio en qué pensar.

James nunca había sido una persona muy estable con sus sentimientos, ni mucho menos había sido lo que se conoce como precisamente, una persona normal, en cuanto a estabilidades mentales.

Desde niño siempre había adoptado rasgos de pequeños episodios psicóticos, los cuales había llevado a Aaron, a estar más cerca de su hermano, puesto que sabía, que, si James se encontraba solo, su mente lo llevaría a hacer cosas que pusieran su vida en peligro.

Por eso la preocupación que sintió Aaron al experimentar aquella sensación de peligro, lo hizo asociarlo a su hermano. Además, sabía que James había prometido no volver a internarse solo en esa parte del bosque, puesto que ahí fue cuando comenzó a desatar aún más sus ataques de locura.

Pero Aaron tenía cosas más importantes de las qué preocuparse en esos momentos. Estaba a minutos de internarse en el bosque y cruzar la puerta que conectaba a la ciudad de los elfos con el reino que hace un largo tiempo había dejado. Las preguntas abundaban su mente, quería saber qué había pasado de los aldeanos, qué había pasado de aquel reino que amaba con todo su corazón y anhelaba algún día poder gobernar. Pero lo que más se preguntaba en su interior, era, si podría el destino concederle la oportunidad, de vengar la muerte de su gran amor.

Luego de que la reina les permitiese avanzar con aquella expedición, ambos elfos y el príncipe se dirigieron al lado este del bosque, donde se encontraba una de las cuatro puertas de los elfos antiguos.

Al internarse en el bosque, Aaron no observó nada diferente, excepto que un sendero fino y marcado se dibujaba por el suelo. Caminaron unos cuantos minutos hasta que Az se detuvo al lado de un enorme árbol de secuoya, que, raramente, era el único en ese sector.

—¿Siempre usas esta puerta? — preguntó Tolhet mientras Az dibujaba letras élficas en el aire, con una especie de rama blanca.

—Es la puerta para los mercantes — respondió él — es la única que tengo autorizada abrir.

No pasó nada de lo que Aaron creía que ocurriría cuando Az abriera la puerta. Se imaginó que la puerta que conectaba Lógverting con el mundo de los elfos era realmente una puerta, como escondida en el tronco de un árbol, o, ahora que sabía que era invisible, al menos se imaginaba que cuando se abriera, grandes destellos de luz dorada irradiarían el bosque, o cosas así.

Pero nada de eso pasó. Az solamente bajó la ramita y los miró.

—Listo — comentó con suficiencia.

—¿Ya? — soltó Aaron sin querer expresar su profunda decepción, — ¿Así?

—¿Cómo querías que fuera? — preguntó Tolhet sin mirarlo, pasando a su lado y chocándole el hombro mientras continuaba avanzando.

—Pues no sé... — se había quedado último en el sendero, así que comenzó a caminar detrás de ellos — más llamativo, quizás.

Az no se aguantó y rio a carcajadas.

—Dime, príncipe Aaron — Tolhet paró de caminar y se volteó a mirarlo — ¿cómo se supone que mantengamos un mundo en secreto si nuestra puerta no es tan... no sé... secreta? ¿Te gustaría que le coloquemos un letrero enorme y pongamos "el mundo de los elfos se encuentra aquí: demonios bienvenidos"? — añadió con un divertido sarcasmo.

En el momento que Aaron escuchó todo lo que Tolhet había dicho, la vergüenza recayó sobre él, y deseó haberse quedado callado. Caminó unos minutos en silencio, reprimiéndose en su interior y asegurándose a sí mismo de que ya no volvería a abrir la boca a menos que sea realmente necesario.

Por un momento la calma del bosque lo invadió, recordaba que solía correr por ahí con su hermana jugando a las escondidas, mientras un muy enojado James los buscaba. Por un momento, todo volvió a ser como antes, y su mente lo llevó a creer que estaba volviendo a casa, y que, al llegar, en el palacio lo esperarían para cenar sus padres y sus hermanos, con esa sonrisa familiar que soltaban en una o que otra cena.

Todo hubiera sido tan bello, si tan solo el olor putrefacto de cadáveres amontonados en el frente de la ciudad no hubiera llegado hasta ellos con el aire. A medida que comenzaban a acercarse a Lógverting, el bosque se empezaba a ver más oscuro, con matices grises y hojas decaídas, como si se estuviera absorbiendo toda la vida de aquella región.

Las nubes que Tolhet había previsto como nubes de tormenta, en realidad provenían de allí, y se creaban justo encima del palacio de Lógverting, mezclándose con un humo negro, denso, y de un aspecto realmente turbio. La vista que comenzaban a tener los elfos y el príncipe de cómo se veía Lógverting a los lejos, era realmente, de muerte.

—¿Sintieron eso? — preguntó Az, dándose vueltas sobre sí mismo y mirando alarmado a todos lados para buscar aquello que había sentido.

En realidad, Aaron también lo había sentido. No estaban solos en el bosque, pero el caso era, que no veían absolutamente nada, era como si un espíritu invisible los estuviera siguiendo, o quizás, guiando a su propia destrucción.

—Estamos ya en tierras enemigas — anunció Tolhet aparentando una muy falsa calma — no se alarmen, los mercantes que vienen aquí de seguido ya conocen la situación del reino, y si queremos pasar desapercibidos, debemos mantenernos serenos.

Eso era cierto, no podían darse el lujo de ser descubiertos antes de que hubieran recaudado una muy buena información, y, de que al menos uno de ellos, pudiera escapar. La vida de cientos de inocentes dependía de ellos, Aaron no podía permitir que, por su culpa, se los condenara a muerte.

Pero había que admitir, que llegar al pueblo tampoco fue tarea fácil. Más que todo, por la horrible visión que se extendía ante sus ojos.

Allí donde alguna vez estuvieron dos guardias vigilando la entrada al reino, ahora se encontraban dos bultos, uno a cada lado, de personas desmembradas, cabezas cortadas, y niños muertos como si se los hubiera licuado por dentro, con cuervos y moscas haciéndose un festín.

Aaron tuvo que hacer como si aquello realmente no le importaba, pero en su corazón, la profunda melancolía se abría paso poco a poco, porque al intentar cruzar, pudo observar un brazo ya podrido, con un brazalete que antes, había pertenecido a su madre.

No podía ser, puesto que de la muerte de su madre hacía ya meses, pero, aun así, allí estaba, como una muestra consciente de a qué se enfrentaban.

No pudo evitar preguntarse una y otra vez si estarían allí los cuerpos de otras personas que conocía, y creía que, a pesar de toda aquella aflicción que sentía, lo estaba ocultando bastante bien, pero no fue así.

—Recuerda que eres un elfo ahora — le murmuró Tolhet por lo bajo acercándose a él, ya que había notado el rostro de melancolía que había puesto.

Aaron necesitaba la fortaleza para no romperse con todo lo que estaba observando, y, aún más, la necesitaría con lo que estaba por pasar. El pueblo había empeorado de como Az lo relató.

Las mujeres eran esclavizadas y obligadas a trabajar en las tabernas, en el molinero, en el palacio, y algunas servían de aperitivo permanente para los vampiros; los hombres eran llevados a la fuerza a los calabozos del palacio para ser interrogados, y aquellos que Bella observase que ya no le serían de utilidad, eran asesinados.

Los niños tampoco se salvaban de aquel triste y horroroso final, puesto que la mayoría se habían quedado desamparados, mendigaban en las calles en busca de algún alimento que los ayudara a pasar la noche, pero si no eran lo suficientemente listos, y mendigaban cerca de las bestias de Bella, terminaban siendo comida de algún hombre lobo.

La visión se convertía cada vez más horrible a medida que cruzaban la aldea para llegar a la plaza del pueblo, ya que, era ahí donde conseguirían realizar el negocio.

El cielo estaba completamente oscuro, nublado debido a las nubes y al humo que salía del palacio, lo que permitía a los demonios deambular libremente por las calles.

El plan iba cada vez mejor, hasta el momento ninguna de las bestias de Bella los había visto, y si observaban que se acercaba uno, simplemente cambiaban de calle. Aaron se sentía nervioso, pero se esforzaba lo más que podía en controlar su mente y manejar su inconsciente, de modo que sus pensamientos no le jugaran una mala pasada.

En uno de los callejones que iban caminando, pasaron a lado de tres niños de diferentes edades, que estaban sentados en el suelo, sucios, descalzos, con la ropa hecha harapos, y los huesos salientes por la falta de comida. Extendieron la mano, y Tolhet hizo algo que Aaron jamás imaginó.

Se inclinó y dio a cada uno una moneda de oro, lo que les permitiría comprar aproximadamente comida para tres días, pero entonces, cuando Aaron pasó cerca de ellos, uno de los niños, como de 7 años, introdujo su mano en la bolsa de éste y le sacó una naranja.

Aaron creyó que le había robado la bolsa de oro que llevaba en uno de los compartimientos, porque había escuchado sonar las monedas.

—¡Eh! — reaccionó, tomando al niño por el brazo — ¿Qué te has llevado? — preguntó un tanto más brusco de lo que la situación ameritaba.

El niño, muerto de miedo, temblando y con los ojos mojados a punto de llorar, le enseñó la naranja que le había robado, y se la extendió con intención de devolverla.

—Lo siento mi señor — habló con los ojos cerrados — solo tengo hambre, no quise molestarle, por favor, no me mate — suplicó — aquí es muy difícil conseguir el alimento, y desde que la reina negra ascendió al trono, no he vuelto a probar una naranja, lo juro por los dioses que iba a compartirlo con mis hermanos, pero por favor, no me mate — repitió, extendiendo con más insistencia aquella fruta.

Un solo niño le había dado a Aaron más información de lo que hubiera querido recibir, todo lo que aquella dulce criatura le había dicho, le hizo entender que a pesar de todos los horrores que había visto, la situación estaba peor de lo que él creía.

—Tranquilo — contestó Aaron soltándole el brazo, — lo siento, es solo que — recordó que su forma de hablar lo podría delatar — no confío en los humanos — añadió y el niño bajo la cabeza con vergüenza — puedes quedarte con la naranja, — miró sobre su espalda esperando a que nadie lo escuchara — procura llevar a tus hermanos a la entrada del reino ¿sí? — el niño asintió — y que nadie te vea, tengo que terminar negocios para mi reina en este pueblo, y al marcharme, te dejaré mi comida — añadió, poniendo el mayor intento de humildad para aparentar ser un elfo que dependía de una reina, pero si lo pensaba bien, esa era su posición ahora.

Los niños asintieron, y comenzaron a caminar lentamente y con mucho cuidado a la salida del pueblo, con el rostro iluminado, ya que aquel día, al fin, después de mucho tiempo, lograrían comer algo.

Pero aquella buena acción de su parte, fue el detonante que alertó a las bestias de Lógverting.

Al llegar al centro de la plaza, se encontraron con una especial comitiva de bienvenida, lo que hizo que los nervios comenzaran lentamente a aparecer en Aaron. Pudo visualizar a un hombre, joven, de no más de 26 años, que portaba en su rostro una completa expresión de egocentrismo, creyéndose el mejor por estar de ese lado; y Aaron lo reconoció, era Ray, el mismo que antes había sido un fiel soldado de su padre, el mismo a quien Bella había asesinado y convertido en vampiro, el mismo que había asesinado al amor de su vida.

Lo vio allí, con la boca llena de sangre, como si estuviera completamente satisfecho del festín que acababa de darse, y su corazón dejo de sentir nervios, comenzó a sentir ira, un profundo odio y rencor se desataba en su pecho incitándolo a avanzar y rebanarle la cabeza; pero se contuvo, porque sabía que debía mantenerse de acuerdo al plan.

Lo que más sorprendió al príncipe y a los tres elfos, era que la mismísima diosa de la muerte, Seytan, o como ahora le gustaba llamarse, Bella, estaba allí, con sus bestias, esperándolos.

—¡Mis queridos elfos! — los saludó ella con los brazos abiertos y una sonrisa malévola que no inspiraba confianza — Que alegría que vuelvan por aquí, ya extrañaba ver al dulce de Az por mis territorios — comentó, y aquello no le dio buena espina al príncipe.

¿Aquel elfo maldito los había traicionado?

No, porque incluso Az estaba temblando de pies a cabeza con la mención de su nombre.

—Tranquilos — añadió con una sonrisa de satisfacción — me han dicho que los elfos son seres muy callados, pero no creí que también fueran irrespetuosos — comentó en un tono falso de indignación — ¡ay! Pero claro, que modales, empezaré yo primero, me llamo Bella, única gobernante de todo el reino de Lógverting.

"Si supieras", murmuró Aaron para sus adentros, pero por fuera ni siquiera se inmutó.

Bella y sus bestias esperaban la oficial presentación de los elfos, así que no les quedó de otra más que seguir parte del plan que tenían si eran descubiertos.

—Az, hijo de Noldor — comenzó Az, pero no hizo reverencia, ya que era bien sabido que los elfos no le daban reverencia a nadie más que no fuera su propio gobernante.

—Tolhet, hijo de Beren.

Su turno, y había practicado su nuevo nombre unas 50 veces de camino a Lógverting, para poder mostrar el orgullo que representaba a los elfos.

—Syndar, hijo de Brisingr — habló, fuerte y claro, para que todos lo escucharan, pero no con la misma voz que había hablado cuando aquella bruja asesina les arrebató su vida en Lógverting, sino que utilizó una voz más gruesa, madura, con un tono élfico muy peculiar.

Todo estaba diseñado para que Bella jamás lo notase.

Pero hubo algo que no estaba en los planes, o, mejor dicho, alguien. Alguien que, al escucharlo, hizo que a Aaron le diera un vuelvo el corazón, porque a sus espaldas, una voz dijo:

—James, hijo de Daniel, y verdadero monarca al reino de Lógverting, ascendente al trono blanco de mármol, y futuro asesino de la reina negra.

Los murmullos comenzaron a fluir en la plaza, a medida que James se abría paso entre los elfos y se acercaba al centro para ser bien observado.

—En las montañas de fuego corre la voz de que estabas buscándome, — extendió los brazos y miró con desafío a Bella — aquí me tienes.

En eso se abrió un revuelo por que los vampiros se abrieron paso para apresarlo, y algunas de las personas que se encontraban cerca de la plaza, se acercaron a ver lo que estaba ocurriendo.

—¡Vámonos! — susurró Tolhet con urgencia en el oído de Aaron, pero éste estaba aún en estado de shock, sin poder creer lo que estaba viendo, su hermano, se había entregado a los demonios, en un plan suicida que él no lograba adivinar por qué.

Los elfos tuvieron que arrastrarlo para sacarlo de allí, porque era ese el momento de salir, o no saldrían nunca.

Corriendo hacia la salida Aaron visualizó a tres niños escondidos detrás de un arbusto, lo estaban esperando, y él, con lágrimas en los ojos pensando en que acababa de perder a su hermano, y el corazón latiéndole extremadamente rápido, tomó otra decisión desesperada.

—Carguen cada uno a un niño — pidió.

—Estas loco — respondió Az.

—No pesan casi nada — exclamó Aaron con súplica.

Y así, ambos elfos y el príncipe, cargaron a un niño y se los llevaron de aquel lugar, para intentar salvar al menos la vida de aquellos niños sin hogar, ya que habían perdido la de un príncipe muy importante.

Internarse en el bosque fue una tarea más difícil que ingresar a Lógverting, porque cada paso que daba le pesaba más, y su mente insistía en volver, en buscar a su hermano e intentar salvarlo de aquella muerte tan espantosa, con cada paso que avanzaba, su mente insistía en la soledad que atravesaría su vida, desde ahora en adelante, aquella soledad que su hermano acababa de dejar; la persona con quien había estado desde su nacimiento, lo acaba de dejar para siempre, y el vacío que se expandía en su interior no lo dejaba continuar.

Llegaron a Dryadalis después de horas, y cuando avanzaron por la aldea, ya se había hecho de noche. Estaban cansados, hambrientos y los niños que habían llegado con ellos se habían quedado dormidos en sus espaldas, pero al llegar, y ver toda aquella armonía, despertaron.

La noche estrellada era tan bella que parecía un insulto a la perdida que Aaron acaba de sufrir.

Él no pensó en nada más que en su hermano, incluso se había olvidado de los niños que había ingresado al reino de los elfos, y en la verdadera razón de aquella expedición.

Fue Tolhet quien lo sacó de todo aquel ensimismamiento.

—Hay que ir a ver a la reina — anunció, sin dejar paso a opciones, y dejando claro, su siguiente movimiento.

En un solo día Aaron volvía a perder todo lo que creía tener, y la historia, volvía a repetirse.

***

Nota de autora: 

Solo diré una cosa: no se adelanten a los hechos jaja. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro