De hermano a hermano

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-¿Qué es lo que pretendes hacer con el Rey Arthur?- preguntaba Meliodas de manera desafiante a su hermano menor. -No es de tu estilo tener a un rehén; tú siempre buscas la manera de eliminar sin piedad a quien sea que se te oponga, ¿no es así, verdugo?-

-No pienses que vas a lograr enredarme con tu juego de palabras. Él sólo es una garantía de que no me atacarán por la espalda, ya que, si se dan cuenta, son 7 contra 1...o debería decir 8, con tu adorada diosa.- el demonio menor miraba con odio a la deidad que estaba al lado de su hermano, reconociendo que había algo distinto a lo que él vagamente recordaba hace 3000 años.

-Un placer conocerte, Zeldris.- decía Elizabeth con una sonrisa burlona. -¿Acaso todos ustedes me tienen odio? Yo no obligué a Meliodas a hacer absolutamente nada, como piensan, aunque no espero tampoco que lo entiendan seres como ustedes, que sólo tienen mente para pelear por estupideces sin sentido.- Tenía a Lilith en su mano derecha, apuntando hacia abajo.

-No creas conocerme, maldita diosa.- El de cabello azabache frunció el ceño por las palabras de ella, y se puso en modo defensa, con su imponente espada frente a él.

-Capitán, hay algo con este mandamiento... Su motivación es totalmente distinta a los demás.- King había leído su corazón, sorprendiéndose grandemente por lo que encontró, pero no estaba seguro de decirlo en voz alta; no sabía que tipo de reacción podía causar en el príncipe menor de los demonios.

El capitán de los 7 pecados entendió inmediatamente lo que quería decir su amigo, y sabía muy bien como hacer temblar la determinación de su hermano.

-Pensé que la habías olvidado después de tanto tiempo.- serenó su rostro, sin quitar su ceño fruncido ni la marca demoníaca de su frente.

Zeldris se tensó, y escupió palabras de rabia. -¿¡Qué mierda es lo que quieres decir?!-

Meliodas cerró los ojos por unos instantes, mientras que Elizabeth lo miraba confundida. Los volvió a abrir y dijo la frase que le hizo perder la cordura al verdugo.

-Gelda está viva, yo la encontré y la sellé en una cueva, no muy lejos de aquí.-

-¡CÁLLATE, ESO NO ES POSIBLE, NO QUIERAS JUGAR CON MI MENTE!-

En una fracción de segundos, se abalanzó hacia su hermano menor, con una velocidad que sólo él podía tener, apoyada por el poder prestado de su padre, el Rey Demonio. Las espadas de ambos chocaron, causando una inmensa onda expansiva de materia oscura. Meliodas se mantuvo en su forma normal, sólo con su marca demoníaca activa y algo de ayuda de Elizabeth.

-¡Ellie!- alertaba a su mujer para apoyarlo.

-¡Magie lumina tenebris!-

Una luz cegadora hizo a Zeldris retroceder, para luego ver a su hermano envuelto en un aura dorada, totalmente desconocida para él.

-¿Qué significa esto?- preguntaba atónito pero dispuesto a seguir atacando.

-Magia Statera, imagino que debiste haber escuchado esto en algún momento hacia atrás, ya que estabas más conectado con el resto de los grupos del clan demoníaco.- El demonio de cabello rubio estaba estático en el aire, mientras que la diosa estaba atrás de él, envolviéndolo con su imponente aura.

-Eso...eso era una leyenda...- dudó un poco al decir esas palabras, ya que no quería creer que las diosas tuvieron ese tipo de poder con ellas.

-No es una leyenda.- esta vez fue la diosa quien habló, mientras que su cabello levitaba y su espada negra despedía esa energía dorada tan conocida para sus amigos. -Las leyendas no te hablan, como lo estoy haciendo ahora.-

-Entonces si lo habías escuchado, hermano.- afirmaba sus dudas, al ver a Zeldris con una expresión de miedo, al saber que, de cierta forma, esa energía rivaliza mucho con la de ellos, y en el caso específico de Elizabeth, los sobrepasa.

-Esto tiene que ser una broma...- el de cabello azabache se miraba preocupado por la situación en la que se encontraba, pero se desconcertó al ver como ambos de sus oponentes guardaban sus armas, dando a entender que no pretendían pelear más.

-Zeldris, no me interesa que seamos hermanos fraternales, ya que nunca lo fuimos, pero si sé muy bien a desesperación de pensar que el amor de tu vida esté fuera de tu alcance y que no puedas hacer nada. Esta maldición me ha enseñado muchas cosas, y una de ellas es ayudar a quienes, por cosas del destino, no han podido estar juntos como desean, aunque seas tú. Por una sola vez en tu vida, escúchame y confía en mí, que sé muy bien que tu interés de ser el Rey Demonio no es por poder.- Meliodas aún seguía envuelto en el aura de su mujer, pero su rostro serio asemejaba confianza, la cual trataba de transmitirle a su hermano.

Los pecados estaban estáticos, pero pendientes de cualquier tipo de movimiento extraño que pudiera desencadenar otra pelea o algún desenlace trágico; al fin y al cabo, estaban frente a uno de los primogénitos del Rey del clan más temido de todos los tiempos.

Elizabeth se mantuvo atrás, ya que sabía que esta conversación tenía que ser entre ellos 2.

Zeldris dudó por unos segundos, pero accedió a escuchar lo que su hermano tuviera que decir, no sin antes mover la esfera en que se encontraba el Rey de Camelot, quien estaba despierto y consciente de su alrededor, mas no podía realizar ningún movimiento o emitir alguna palabra, gracias a la energía demoníaca que lo rodeaba.

El jabalí de la gula quiso realizar algo, pero Ban le agarró la mano. -No, deja esto en manos del capitán, Merlín.- la miró fijamente a sus ojos ámbar, por lo que ella desistió por completo de lo que fuera a hacer.

-No nos defraudes, capi...- pensó.

-No le voy a hacer nada, pero lo mantendré cerca por cualquier intención de ataque a traición de tu parte.- sentenció el menor, desconfiando aún de las palabras de su hermano.

-Bien, no tendrás que utilizarlo para nada.- se acercó un poco más hacia él, ya que estaban demasiado lejos como para conversar normalmente. -En una de las misiones que tenía con los 7 pecados, la encontré con una de sus compañeras del clan vampírico, de nombre Ren. Ella me atacó pensando que eras tú, sin embargo, fue quemada frente a mis ojos por Gelda, quien supo inmediatamente que no era quien la otra chica decía. Me pidió algo bastante desconcertante, que fue asesinarla, ya que no quería seguir viviendo como "un ser que sólo sabía beber sangre de otros seres vivos, y que no era suficiente para alguien como Zeldris, de la élite demoníaca"... No pude hacerlo, ya que sabía muy bien que tenían los mismos 3000 años que tengo de maldito de no verse, por lo que la sellé sin que supiera, en una cueva en las afueras de un reino colindante con Liones. Sí hay otra manera en que ella pueda liberarse de eso sin tener que convertirte en el Rey Demonio, ya que si lo haces, te puedo asegurar que no estarás con ella...- interrumpió su conversación para mirar a su diosa, quien aún estaba atrás de él, protegiéndolo de cualquier cosa. -Elizabeth es mi razón de vida y la razón por la que estoy maldito, pero no me arrepiento de nada, ya que sin ella, mi propósito sólo sería asesinar sin piedad y demostrar quien es más fuerte y sé muy bien que Gelda significa lo mismo para ti, hermano. Deja esta estúpida pelea y prometo ayudarte a buscarla; no tienes que seguir las órdenes de nuestro padre, nunca más.-

El príncipe menor cayó de rodillas al piso, mientras que esos ojos negros, aparentemente carentes de sentimientos, se llenaban de lágrimas que amenazaban con salir. No sabía por qué, pero sabía que lo que su hermano decía era cierto, ya que lo único que siempre quiso fue volver a verla, aunque sea una vez más. Agachó la cabeza, evitando que lo vieran llorando, mientras pensaba en esa hermosa vampiro rubia, que lo volvió loco hace tanto tiempo, y que el cruel y despiadado de su padre, sabiendo lo que él sentía, lo envió a matarla junto con su clan... Lo odiaba como nunca odió a alguien, pero aceptó su poder prestado para poder tener el mismo nivel y eliminar el sello que fue obligado a poner a escondidas, sin embargo, nunca pensó que ella estuviera bien y hubiera salido de aquel sello, quedando destrozada al ver que él no estaba cerca. ¿Le pidió morir porque se sentía menos? Para él eso no era así, y ahora más que nunca estaba decidido a encontrarla y demostrarle lo que sentía.

Estaba tan metido en sus pensamientos, que no se dio cuenta cuando Meliodas se puso frente a él, extendiéndole la mano para que se levantara del piso.

-Vamos Zeldris, nunca fui un hermano para ti, pero esta vez será distinto. Te ayudaré a salvarla.-

Una mirada y semblante determinado fue lo que hizo que su hermano menor confiara por completo en su palabra, y tomando su mano, se levantó del suelo, mientras que apretaba su mano a la altura de su pecho, en forma de saludo.

-Bien, hagamos algo bien por primera vez.- dijo el menor, con una pequeña sonrisa de confianza, que nunca pensó que tuviera. 

Canceló la materia oscura que rodeaba a Arthur, dejándolo caer al piso con Excalibur a su lado, fuera de la herida que tenía en el abdomen. Inmediatamente, Merlín apareció a su lado, mientras que él se apoyaba en la maga de manera dificultosa, por la herida.

El resto de los pecados se acercaron donde estaban los hermanos demonio y la diosa; sabían que no iba a ser tan fácil confiar en él, pero si su capitán lo hacía, ellos también lo harían. Zeldris los miró a cada uno de ellos y cruzó sus brazos cerrando los ojos, no se sentía muy en confianza con tanta gente alrededor.

-Vamos, no puedes ser antisocial siempre.- decía Meliodas con un tono más relajado. -No estuviera aquí si no fuera por su ayuda.-

El menor sólo suspiró y se mantuvo alejado, le iba a tomar tiempo poder socializar con las personas a quienes llamó enemigos.

-Parece que todo terminó, capitán.- Ban le dio una palmada en la espalda a su amigo, con una sonrisa ladina algo cansada, ya que habían luchado bastante para llegar hasta este punto.

El rubio sólo sonrió y le dirigió la mirada a Elizabeth, quien miraba hacia algún punto del cielo. -Puede ser, pero aún nos queda algo más que hacer, a Ellie no le queda mucho tiempo, y no voy a permitir que muera.-

-Es cierto, tenemos que buscar la manera de anular su maldición. Creo que su hermano puede ayudar, ¿no?- preguntaba curioso, al haber escuchado parte de la conversación de ambos.

-Sí, es posible.- respondió con una pequeña esperanza.

La diosa salió de sus pensamientos y caminó hacia su pequeño demonio, pero una energía demasiado abrumadora hizo que ambos amantes quedaran alerta.

-No, eso es imposible...- dijo Meliodas al saber a quienes pertenecían estas energías tan imponentes y escalofriantes.

-¡Aléjense de aquí, ahora!- Elizabeth advirtió a los pecados, pero fue tarde.

Todos fueron lanzados a unos metros de donde se encontraban, pero con esa simple acción, quedaron bastante heridos por esa extraña combinación de luz y oscuridad, pero quedaron helados al ver como Arthur y Zeldris eran poseídos por esas 2 energías, mientras que ambos gritaban de dolor por la repentina intromisión.

-¡ZELDRIS!-

-¡ARTHUR!-

Meliodas tomó su modo asalto inmediatamente, mientras que Elizabeth liberó a Lilith y a Eva, sin pensarlo 2 veces, quedando uno al lado del otro, en modo de ataque y con una ira inmensa. Todo el alboroto terminó pronto, dejando ver un escenario que no se esperaron:

Arthur tenía ambos ojos con los símbolos del clan de la diosa, además de 6 imponentes alas que salían de su espalda y un semblante totalmente irónico, con una sonrisa burlona. Mientras que Zeldris estaba envuelto en materia oscura; su ropa totalmente destruida y la marca en su frente que cubría la mitad de su cara, brazos y piernas, además de alas negras impresionantemente grandes, mucho más de lo que estaban acostumbrados a ver.

-Vaya, pensé que por lo menos uno de mis hijos iba a poder salir de ese inmundo sentimiento que te llevó a ti a lo que eres ahora, pero parece que no fue así; que desperdicio. ¿Qué te parece si terminamos con esto? A pesar de ser rivales en el pasado, nuestros traicioneros hijos nos obligaron a ser aliados de una jodida manera.- la voz de Zeldris era horrible, como si fuera de ultratumba.

-Sí, gracias a estos dos idiotas, tengo que estar a tu lado nuevamente. Ya me cansaron; a pesar de estar malditos, siguen con ese estúpido sentimiento. Se mueren los 2 hoy y para siempre.- Arthur mantenía su tono de voz, aunque algo más femenino y lleno de ironía.

Los pecados quedaron helados al saber de quienes se trataban, y entendieron que ahora sí no podían hacer absolutamente nada...

-Tiempo de no vernos, padre/madre.- dijeron ambos amantes a la vez.

La injusta pelea que tuvieron hace 3000 años, se estaba repitiendo.

//

¡Buenas noches!

No, no me morí, aquí estoy viva jajaja😅. Creo que los abandoné por mucho tiempo, me disculpo por eso, pero no estaba muy segura de como seguir y no quería traerles algo que los desilusionara, así que por fin mis ideas se aclararon y ya estoy de vuelta para terminar como se debe esta historia, que ya se imaginarán que está en su fase final☹️💕.

Espero traerles el próximo capítulo en la semana, ¡déjenme sus comentarios y no olviden votar por fa!

Besos💋,

ValyW

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