28- "La incómoda cercanía"

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La claridad que entraba por la ventana se clavaba en mis ojos como dagas. Recuperando la memoria, abriendo los ojos lentamente, con el brazo acalambrado por sostener a Lucero comprimida en mi cuerpo, chequeé la hora.

Eran más de las 9 de la mañana y en menos de una hora tendríamos que estar registrándonos en el Four Seasons Hotel, donde se realizaba la exposición de las colecciones de verano del Fashion Week.

Con cuidado, regresé hacia el cuerpo tieso, inmaculado y pálido de mi fee, que tenía la boca entreabierta, respirando a través de ese pequeño orificio. Era deliciosa: su piel, su color, su serenidad, su volcán interno. Me debatí si la prefería en silencio, entregada a la profundidad del sueño reparador o si la deseaba enardecida, con sus ojos colapsados por la furia del orgasmo...sin determinar cuál querría más o si simplemente me conformaba con una fusión de ambas, la llamé susurrando a su oído.

— Dormilona...debemos levantarnos ya.

Cerró la boca, parpadeó en falso una par de veces y movió sus hombros.

— Bonita...despierta...— seguí susurrando en mi afán de hacer más cálido su amanecer, aunque a juzgar por mi erección, lo que estaba cálido, era yo mismo. Pero no había tiempo de nada, debíamos ducharnos e ir a volando con las credenciales que ya teníamos entre manos.

Jugueteé con su pelo, inhalándolo, lo acaricié entre mis dedos. Observé el color de sus hebras; una delicada mezcla entre la miel, el sol y las almendras...una combinación exquisita. Engullí la visión extraordinaria de su piel inmaculada, con mi olfato impregnado a rosas y el sonido de ese ligero silbido al respirar que endulzaba mis oídos; mis yemas quemándose con el contacto de su interior, y el gusto de sus labios sonrosados. 

No podía sacar de mi cabeza que me había confesado entre una maraña de palabras, que me amaba. Yo también la amaba; en silencio, pero debía admitirlo abiertamente de una vez por todas.

Finalmente, abrió los ojos, dificultosamente. Dio un brusco bostezo y emitió una sonrisa mínima al notar el modo embobado en que la observaba.

— Buenos días— murmuré.

— Hola...— informal y única.

— Debemos irnos pronto— besé su pómulo colorado por la fricción en la almohada.

— ¿Mmmm, ya? — refregó sus ojos.

— Sí, contamos con poco tiempo para tomar un baño y vestirnos.

— ¿Qué nos espera hoy? — volvió a bostezar, pero esta vez, tapando su boca con la mano.

— Ir al hotel con las preacreditaciones.

— ...está bien —se giró para quedar de frente a mí. Sus ojos ya estaba bien abiertos— . ¿Descansaste bien?—acomodó un mechón rebelde de mi frente.

— Sí, he podido dormir bien —confesé aliviado. Haber hablado con ella resultaría terapéutico.

— Me alegro mucho entonces — sonaba sincera, su sonrisa amplia, franca, me convenció de aquello. Besó mi nariz y se sentó en su lateral de la cama.

Ya de lado, con su cabello hacia delante, exponía ante mi vista su espalda suave como pétalo de rosa; la línea de su columna me invitaba a besar cada una de sus vértebras con dedicado tiempo.

Mirándome por sobre su hombro, el zarandeo de sus pestañas desestabilizó hasta el último punto de mis neuronas activas. Observé con estricta atención su andar, su bello trasero redondeado yendo en dirección al cuarto de baño; con la luz haciéndole justicia a su figura, diluyéndose entre el halo de sol que ingresaba por la ventana.

Después de la rápida ducha, mientras ella lavaba sus dientes, me vestí de prisa; aun en mi cabeza quemaban las palabras de ayer porque acababa de abrir la puerta a mi lado más oscuro. El rincón más íntimo y mejor guardado de mi vida, habría quedado desnudo ante la mujer más interesante y hermosa que la vida podría haberme cruzado por delante. La vida y el destino, habrían tejido este ardid.

¿Con que esto es el verdadero amor? 

Encontré preguntándome a medida que abrochaba mi camisa, frente al espejo, recordando la noche (madrugada) que acabábamos de atravesar.

Recorrí cada una de las cicatrices de mi rostro con aire nostálgico, sin embargo, el modo natural en que habíamos vuelto a abordar el tema (tras el enojo mutuo) fue ni más ni menos que lo que necesitaba para lograrlo.

Era bastante tarde, y aunque galopáramos no llegaríamos a la hora determinada. Sí bien no estábamos tan lejos del Four Seasons y la suave brisa de febrero animaba a la caminata, el hecho de que haya tardado mucho arreglándose, nos demoró más de la cuenta.

Ese pantalón negro le sentaba perfecto, delineaba la preciosa curva de su trasero; junto con una blusa aguamarina y una chaqueta color manteca, era un encanto. Un atuendo sencillo que elevaba a la categoría de excelso con solo tirárselo encima. Su risa iluminaba cada esquina gris de mi alma y eso era suficiente para seguir adelante con mi vida; había encontrado el motor de arranque para la endurecida y sin aceitar, maquinaria de mi corazón.

Para cuando ingresamos al Hotel, muchas personas, tanto de la industria de la moda como aficionados, se agolpaban para conseguir entradas exclusivas y pases. Nosotros ya estábamos acreditados, pero debíamos registrarnos ante el comité organizador, cosa que por fortuna, no se demoraría.

— Felipe...¿eres tú? —en un sitio despoblado de gentío ,Giuliano Poggi, uno de los fotógrafos de la publicación Medianna Style (y muy allegado a Selene) se acercaba a pasos agigantados.

— Buen día, Giuliano — extendí mi mano, ofreciéndole mi saludo.

— ¿Presente este año en la Fashion Week?— se mostró más interesado en saber quién era mi acompañante que en la respuesta que podría llegar a darle. Respuesta obvia, sin dudas.

— Quiero que conozcas a Lucero Wagner. Ella es parte del equipo de diseño de Studio Rondeau Paris — posando mi mano en la parte baja de su cintura, la integré a las presentaciones de rigor. Giuliano besaría su mano galantemente, sin importarme, porque bien sabia yo que él era gay.

— Mucho gusto señorita, es usted muy guapa— elogió en fingido tono seductor; algo que sin dudas captó Lucero.

— Muchas gracias por el cumplido. El gusto es mío—el italiano le sentaba de un modo sensual que me subía la temperatura mil grados centígrados.

— Giuliano es fotógrafo, y en su haber cuenta con muchas producciones para esta clase de eventos, además de pertenecer a una prestigiosa revista local — puse al tanto a mi compañía que abría los ojos asimilando mi relato.

— Adoraría sacarles una fotografía...¡se ven geniales!

Desde el momento en que pisé Milán con Lucero, supe que tendría que atravesar por la experiencia de ser capturado por fotógrafos chismosos ávidos de noticias. Este, era el caso.

Muy pocas veces la prensa sensacionalista se ocupaba de mí, yo mantenía un perfil bajo y poco llamativo, excepto cuando nos encontraban de buenas migas con Selene, momento en el cual los flashes eran inevitables. A partir de una serie de imágenes en eventos como este, es que el rumor de mi romance con Selene se vio alimentado. Romance que obviamente teníamos, y ocultábamos según el estado de ánimo de ella.

Seguro de que el propósito de tomarnos una fotografía era otro por lo que me entregué a las reglas de juego. Giuliano de seguro iría corriendo ante Selene para mostrarle que yo estaba con alguien...aun habiéndola presentado como una simple compañera de trabajo.

Algo en mí resonó, inquietantemente; saber que esas fotografías podían recorrer hasta los lugares más recónditos del planeta, me tensó pero no porque no quisiera mostrarme con Lucero, sino por las consecuencias que podría tener aquello en manos de mi ex pareja.

— Ubíquense más juntos— tomé a mi hada por la cintura, acercándola a mí, situándonos en un sitio más privado, lejos de la entrada del hotel y de la gente que se agolpaba.

Ella se contraía a mi lado, con ambas manos por delante de su torso, sosteniendo un pequeño bolso de mano y visiblemente incómoda.

Los latigazos del flash de la cámara refusilaron y muchos de los presentes a nuestro alrededor giraron para ver quiénes serían las víctimas de las tomas. Fue para entonces cuando también reconocí a otro grupo de profesionales; muchos de esos, como Giuliano, conocidos cercanos de Selene.

Otros relampagueos repiquetearon frente a nosotros que nos movíamos de frente a ellos, para optimizar sus disparos.

Cuando hubimos finalizado, Lucero se retiró por un instante al sector de aseos para lo cual asentí con la cabeza, sin dejar de observar su bello culo irse de mi vista.

— ¡Qué gran sorpresa encontrarte por aquí! —dirigiendo mi cabeza de lado, una voz femenina me resultó familiar.

Melinna Von Spring, cronista de una revista de modas en Holanda, se presentaba ante mí. Continuaba bonita como siempre: de cabello oscuro, pero ya no largo hasta mitad de espalda sino corto hasta la nuca y ojos color miel expresivos y brillantes; Melinna ("Meli") habría sido una de las mujeres que habrían conocido mis dotes de seductor.

— No debería de serlo, vivo gracias a este mundo...— dije en tono aprehensivo.

— ¿Sigues siendo tan hostil? Pensé que algún día volverías a llamarme — innecesariamente quejumbrosa, se aproximó con incómoda peligrosidad. Era atractiva pero simplemente ya no me interesaba esa clase de vida porque Lucero era a la única que necesitaba en ella.

— Melinna — susurré a su oído, no era un tema que deberíamos hablar en voz alta—siempre fui claro contigo, no me interesaba el cortejo ni las florecitas...yo ya tenía compañía — lapidé haciendo referencia a mi relación (para ella conocida) con Selene.

— ¿Continúas con ella? Vi que estuvo en Nueva York sin tí semanas atrás.

— No, ya no estamos juntos.

— ¿Y aun así me rechazas? —coqueteando, rozó la solapa de mi chaqueta con sus manos, pero delicadamente, la tomé de las muñecas quitándola de mi prenda.

— Solo o acompañado, ya no me interesas—con una sonrisa burlona, respondí ante sus ojos inyectados en rabia.

— Perdón...— Lucero carraspeaba a mis espaldas siendo aquella una situación extraña pero que necesitaría atravesar.

— Lucero, ella es la señorita Melinna Von Spring, periodista de "Voorbeeld dan wijf"; Melinna, ella es la diseñadora Lucero Wagner, nueva incorporación de Studio Rondeau Paris.

Melinna la observó de arriba hacia abajo; sus contexturas físicas eran similares, pero mientras que la morena se destacaba por sus labios prominentes y su lengua viperina, Lucero era suavidad pura.

— Mucho gusto Lucero — le dio su mano, pero sin demasiado énfasis.

— Lo mismo digo Melinna —mi compañera simplemente aceptó el gesto, tampoco demasiado convencida. Enarqué las cejas; esto me traería dolores de cabeza.

— Mañana por la noche se realiza la cena benéfica organizada por Deville. Supongo que asistirán ¿verdad? Habrá personas muy importantes del jet set local y empresarios de toda la industria—soltó Melinna de brazos cruzados, sin despegar su mirada de mí.

— Por supuesto — asentí sin más— . Ahora debemos irnos —concluí.

— Entonces nos veremos mañana— dio por sentado la periodista que para mi infortunio, me la cruzaría.

— Hasta entonces— la vi marcharse, mientras que Lucero y yo salíamos de entre el tumulto de gente.

— ¿Se conocen desde hace mucho tiempo? —el tiroteo de mi pequeña no se haría esperar.

— Sí, unos tres años.

— ¿Salieron durante largo rato?— me detuve en seco una vez que salimos del Hotel.

— He salido solo con Selene. El resto de las mujeres fueron de un par de noches— recordé irritado, pero consciente de que lo mejor era hablar crudamente de la realidad.

— Entonces, ya que la palabra correcta no es "salir", ¿cogieron durante mucho tiempo?—la frialdad en el modo de formular la pregunta me provocó cierta incomodidad. No estaba acostumbrado a las escenas de celos. Al menos no que me celaran a mí.

— Vayamos a almorzar...no quiero hablar de esto en la mitad de la calle con gente pasándonos por todos lados.

La tomé del codo y caminamos por unas dos calles desde el Four Season a una bella confitería, pequeña. Sus tacos repiqueteaban en el pavimento y su ceño fruncido delató que estaba algo ofuscada.

Entramos en Bice, con mi ferviente deseo de encontrar un ambiente calmo y poco concurrido a cuestas; nunca me equivocaría tanto. Por fortuna, unas pocas mesas estaban vacías y sin reserva, lo que nos permitió tomar asiento y realizar el pedido rápidamente.

— Saliste como loco despedido del hotel ¿que te pasó? —preguntó con voz suave pero no menos firme.

— Demasiada gente conocida

— ¿Acaso no pensabas que sería así? Te encontrás con esta gente cada vez que concurrís a esta clase de eventos; son personas que viven de esto como vos. ¿Qué esperabas?—preguntó con lógica, pero al instante, rigidizó su espalda— . ¿O no querés que te vean conmigo? —parpadeó decidida en su pregunta.

— No Lucero, si fuese así, no permitiría que nos fotografíen.

— ¡Lo hacen porque soy tu compañera de trabajo!— su rostro desilusionado entregó una señal de alerta. Ese era el punto. Yo no estaba dándole el lugar que le dije que le daría. Era la diseñadora, pero no "mi" compañera.

— No es que no quiera presentarte como...no sé...¿novia? Ni siquiera hemos hablado de ello — me sinceré un tanto brusco. Peiné mi cabello con los dedos, nervioso.

— Supongo que tenés razón...no soy más que una empleada de Studio Rondeau que ayer te dijo que te ama— la ponzoña invadió su boca; pensé que me saltaría a la yugular a clavarme sus colmillos.

— Lucero— resoplé quitándome las gafas, dejándolas a un lado y sintiendo que aquella situación ya la habíamos vivido— : los dos sabemos eres algo más que una empleada del Studio para mí.

— ¿Ah sí?¿Lo soy?

Necesitaba mi afirmación, necesitaba tener la misma seguridad que yo imploré en la noche cuando le pedi que fuese mía, que se entregara por completo...y no se la daba.

— Sí, Lucero...lo eres—asentí con la cabeza— . Solo necesito acomodar un poco mi cabeza; no he pensado en la obvia posibilidad que nos viesen juntos.

— Está bien.

— No bajes tus ojos, no me prives de ver el sol aun con el cielo encapotado.

Sus mejillas se sonrojaron, adoré el efecto que mis palabras tenían en ella; receptiva, sensible.

— Mañana por la noche el Four Season organiza una cena benéfica de gala; es tradicional en esta clase de eventos. Probablemente nos encontremos con Frederik allí, no me ha confirmado su presencia aun.

— ¿Y Selene? ¿Ella irá?—mordaz, intuyó lo que ya no podría ocultar.

— Selene será de la partida, supongo. Studio Rondeau le debe mucho a ella.

— No deja de ser parte de su herencia.

— Obviamente.

— Todavía me debés una respuesta —dijo jugueteando nerviosamente con los cubiertos.

La miré extrañado, sin recordar cuál era la pregunta en suspenso. Meneé la cabeza cuando vino a mi mente.

— ¡Ah! ¿La de las folladas? — mencioné graciosamente, esfumando por mis propios medios mi malestar.

— ¿Cuántas han sido las mujeres...que bueno...?

—No lo sé. Perdí la cuenta...— hice una mueca de extrañeza con mis labios.

— ¿Tríos?—su sinceridad era pasmosa. Sus ojos disparaban estalactitas.

— Sí.

— ¿Te han gustado?

Subí mis hombros, esta chica podía resultar muy persuasiva y demasiado directa.

— Sí.

— ¿Melinna fue tu amante?—más que una pregunta fue una afirmación.

— Sí.

— ¿Hasta mucho tiempo atrás?

— El Fashion Week de Londres fue la última vez que la vi.

— ¿Seguiste teniendo contacto con ella?

— No.

— ¿Y por qué sigue merodeándote?

— Precisamente por eso, porque no he tenido contacto con ella nuevamente. No me interesa más.

— Entiendo — dispersó su mirada en el plato de pastas que el camarero nos servía y me dio un respiro.

— ¿Qué es lo que te preocupa? —-acomodé la servilleta en mi falda.

— Supongo que ser la segunda no es algo demasiado atrayente, ya pasé por eso una y no pretendo repetirlo.

— Pues quédate tranquila, yo jamás he sido el primero para nada. Imagínate que he visto el mundo después de seis hermanos —sonreí intentando hacer más agradable el almuerzo.

Lucero bufó, posé mi mano sobre la de ella.

— Lucero...confía en mí...un poco más...

______

Tras una rápida recapitulación a los conocimientos básicos del sexo convencional, nos preparamos para la gala benéfica. Decir que estaba tenso, era decir poco.

Muchos rostros conocidos, el de Selene incluido. Arreglé los gemelos de mi camisa con las letras "FG" festoneadas en plata, un regalo de mi madre al momento de mi graduación y peiné mi cabello por vigésima vez. Me calcé las gafas, tener miopía no era galantería.

Inhalé hondo, llevando calma a mi cabeza. Necesitaba estar concentrado para hacer sociales, hablar con gente desconocida y desde ya, lograr potenciales inversores. Mi Rolex marcaba las 9 de la noche. En 10 minutos, el taxi nos recogería con destino al Four Season y Lucero parecía estar secuestrada por el espejo del cuarto de baño desde hacía varios minutos atrás.

"Las mujeres y sus tiempos".  Tendría que hacer un libro con ese título...

Notando que transcurrirían dos minutos desde mi última visita a las agujas del reloj, observé mi corbata negra.

— ¿Estoy bien? — la dulce voz de meine fee asomaba desde la penumbra alcanzando mi posición; ubicado en uno de los sillones de la pequeña antesala, salté como un resorte.

Mis ojos no daban crédito a lo que veía.

¿Existiría algún momento en que Lucero no me impactase?¿Llegaría la ocasión en que no superase su propia belleza?

Enfundada en un vestido largo azul oscuro drapeado de seda, me dejó al borde del infarto. Su escote era en pico, hasta la cintura, enlazado en una franja labrada que abrazaba la parte baja de su busto.

Los brillos descendían de la parte superior de sus hombros hasta perderse en un ramillete disperso en su pecho, el cual sugería la forma redondeada de sus senos sin caer en la vulgaridad.

Le ofrecí una mano, la tomó y la atraje hacia mí, dispuesto a besar su cuello expuesto.

Sus aretes largos, los mismos de cristal que ya utilizaría, me rozaron la nariz al momento de asaltar su cremosa piel de terciopelo. Olía a rosas, como siempre.

— Gracias, siempre tan galante—dijo cuando la tomé de la mano para hacerla girar ante mí.

— No hay modo de que puedas estar más bella— susurré consciente de la reacción ardorosa de su piel. Una cosquilla arrasó con su cuerpo, se arqueó apretándose en mí.

— Chamuyero...

— ¿Otra palabrilla más que debería buscar en mi nuevo diccionario?

— Quizás.

Su sonrisa fue fresca como la lluvia de verano.

— A partir de ahora, quiero ser el único que te desnude con la mirada y con mis otras partes del cuerpo.

— ¡Me hacés poner colorada! — su sonrojo se fundió con el maquillaje liviano de su rostro.

— Vamos, quiero presumir de ti —cogió su abrigo, y bajamos al lobby el hotel, aguardando por nuestro carruaje.

Lucero miraba con asombro las luces que destacaban aun más, la exquisités de la arquitectura lugareña mostrándose atenta a cada detalle.

— ¡Mirá la Ferrari!— llevó su mano hacia su boca perfecta— . ¡Me muero por conducir una máquina como esas al menos por cinco minutos!—condujo sus ojos inocentemente hacia mí, e instantáneamente, hizo un puchero. Debí controlarme para que el tortuoso pasado no visitara ese momento de capricho obsceno.

— Veremos — esbocé una sonrisa, besando su frente. La inefable Lucero, la que todo o lo percibe y si no, lo investiga, oscureció su rostro de golpe.

— ¡Disculpáme! No fue una frase muy atinada ni un pedido muy acertado— consternada, leyó mi mente. No deseaba someterla a mis miedos reticentes a volar de mi cabeza. Ella era libre de hacer lo que deseara.

— ¿Realmente te animarías a conducir una Ferrari?

— ¡Por supuesto que me animo! Tuve que relegar a mi tutú por mi inconveniente con el colectivo—se la notaba ofuscada. Sonreí por dentro. Era tan dulce y bonita cuando ponía rostro de niña enfadada...

— Dos cosas — la detuve— : ¿qué es tutú y qué es un colectivo?

Largó una sonrisa ensordecedora, tanto que los ojos del taxista nos asesinaron por el espejo del medio.

— Tutú es el modo simpático de llamar a un auto. Un viejo modelo de Ford.

— ¿Y qué es un colectivo?

— Un autobús. O bondi.

— El que te ha chocado días antes de tu viaje — el horror vistió mi rostro de tristeza, lo suficiente como para teñir involuntariamente la alegría desbordante de Lucero por completo.

— Exacto— tragó fuerte y tras unos segundo de pensar dispersa agregó — . ¿Por esa razón te pusiste de pie durante la cena de navidad? ¿Mi anécdota removió tu pasado?

— Algo así— asentí a medias tintas.

Lucero entrelazó con fuerza su mano con la mía y rozó mis nudillos con su mejilla, acariciándose, acariciándome.

— Mientras esté con vos, nunca va a ocurrirte nada malo.

Ensordecido por sus palabras de amor, le entregué como recompensa, un beso suave en sus labios.

Esa mujer era maravillosa. Definitivamente, era la valkiria que salvaba a un guerrero.

______

Como era de esperar, el ingreso al hotel se encontraba atiborrado por la prensa, personas reconocidas del ámbito local y por personalidades destacadas de la industria. Olor a dinero en cada esquina.

Como teníamos bien en claro, tanto la crítica sensacionalista, como los expertos en la materia, estarían a la caza de fotografías y palabras de los presentes para llenar sus páginas, un arma de doble filo a mi entender.

Mi asistencia a la gala era meramente comercial; odiaba los eventos masivos, pero era parte importante al momento de negociar y hacer de nuestro Studio, un nombre que superase las barreras de Paris y de Selene como única imagen.

Yo era reconocido por ser "el hombre detrás de" Frederik Rondeau, su mano derecha, amigo, consejero y casi, sobrino al igual que Adam y Selene. Como así también por ser pareja (o algo así) de la modelo más importante de la firma.

Durante muchos años di de comer a la prensa amarilla por algún puñado de fotos tomados de la mano durante sus visitas a Nueva York cuando yo estaba por temas de trabajo o en algún evento público en el que nos hablábamos cercanamente, incluso cuando en Paris (donde pocas veces nos encontraban presentándonos en sociedad conjuntamente) cuando ella salía de mi apartamento (o la encontraban merodeando la zona). Esas, eran pruebas suficientes de un romance del que poco se sabía (más bien nada) pero mucho se imaginaba.

Bajamos del coche que nos alcanzaba al Four Season pasando desapercibidos; alguna que otra actriz del momento, o una modelo top, estarían dando el presente por lo que las miradas no se concentrarían en nuestra llegada. Respiré más aliviado.

Tomé la mano de Lucero ayudándola a descender del vehículo y la electricidad de sentir su piel en contacto con la mía esfumó mis inseguridades y temores de enfrentar a esa maraña de personas por un instante.

¿Cómo era posible desearla nueva y sentirme afiebrado habiendo hecho el amor dos horas atrás?

Inexplicable, como esas cosas que tiene el amor, desnudé sus ojos con tan solo mirarla; tal fue así que se ruborizó e hizo una mueca simpática con la boca, replicando mudamente un "relajáte". En imperativo, tiernamente amenazante.

Era todo lo que deseaba hacer en ese momento.

Avanzamos hasta quedar detenidos en la puerta, tras el enjambre de gente famosa que era atrapada por la prensa.

¡Sr. Grosvenoir! —la voz de una joven parecía despegarse del grupo de periodistas centrados en las verdaderas celebridades — . Sr. Grosvenoir...¡de la revista Fashion Paradise de Paris! —  volteé por un instante al escuchar aquello en perfecto francés.

Sin soltar a Lucero, que avanzó un par de pasos involuntariamente para alcanzarme, saludé gentilmente a la joven cobriza que simpáticamente solicitaba que respondiese unas preguntas.

— Buenas noches, Licenciado Grosvenoir, veo que ha venido bien acompañado...¿una nueva conquista?

— No — respondí con sonrisa fingida —  la señorita es diseñadora y se llama Lucero Wagner. Forma parte del equipo de Studio Rondeau Paris — afirmé— . Hemos venido a esta gala con fines benéficos, para representar a la firma y colaborar en lo que sea necesario,

— ¿Tiene pensado encontrarse con Selene Rondeau allí dentro? Ya la hemos visto llegar...

— Es probable, somos muy buenos amigos y trabajamos para la misma firma. No encuentro inconveniente en entablar una conversación con ella.

— Se los ha visto recientemente en París.¿Qué puede decirnos al respecto?—  sentí que la mano de Lucero pretendía escapar de la mía con un suave forcejeo.

— Vivo en París y ella también. Es algo común encontrarse con gente conocida—agregué con tranquilidad, presionando mis dedos con los de Lucero.

— Siempre se los ha vinculado sentimentalmente, pero nunca hemos tenido la posibilidad de tener en exclusiva la confirmación de ustedes, los verdaderos protagonistas de la historia — la joven sonreía, bromista, en tanto que la vena de mi frente se inflamaba de la incomodidad y la presión de no soltar a mi compañera de gala.

— Selene y yo somos amigos...es todo lo que responderé. El resto queda por su cuenta...¡adiós y buenas noches!— firme, pero sin ser descortés saludé a la joven y al fotógrafo que nos encandiló con un serie de imágenes.

Lucero finalmente lograría desprenderse de mi mano, dirigiendo su mirada hacia delante, fríamente, abrazándose a sí misma y suspirando profundo.

— ¿Qué sucede?—pregunté por lo bajo.

—Nada — respondió vagando su mirada por el suelo adoquinado.

— No soy tonto...¿qué te ocurre?

Se detuvo de golpe, apartándose hacia un sector previo al ingreso al lobby del hotel para registrarnos a la entrada.

— Creí estar lista. Fingí seguridad. Pero creo que no puedo.

Parpadeé compulsivamente, intentando comprender.

—¿A qué que te refieres?

— ¡A todo esto...!— abrió los brazos sin exagerar.

— ¿A esto?

— A que Selene esté allí dentro y no deje de seducirte; a que la prensa siga dispuesta a obtener de una vez por todas la foto que confirme tu relación con ella, a que haya mujeres con las que te hayas acostado que aun te revoloteen, a que yo sea un simple adorno ¿no te parecen muchas cosas?

Estaba a punto de llorar, su mandíbula temblaba, conteniendo lágrimas. No se equivocaba, después de todo, era demasiada exposición y no estaba acostumbrada a este tipo de asedio y mucho menos a confrontarse con la posibilidad de estar cerca de Selene.

— - Prometo cuidarte...— siseé.

— No se trata de eso, sé cuidarme sola, Felipe...pero tengo miedo...miedo de ver cosas que no quiero. Miedo de verte con ella, miedo a que vuelvas a sentir que la amás.

Como un terremoto de 10 puntos en la escala de Ritcher, sus palabras surcaron una grieta profunda en la mitad de mi pecho.

— Yo sé que soy una persona importante para vos, pero no sé si lo único que me diferencia de esas chicas con las que te acostaste antes es que tenés una relación más cercana y ya— perdió su mirada en el horizonte, tragando, inspirando profundo, buscando serenidad en las oscuridad de la noche.

— Lucero, creo que este tema es demasiado importante como para hablarlo aquí fuera, repleto de periodistas chismosos y gente que desconocemos. Pasémosla bien esta noche...juro que tocaremos esta situación más tarde, ¿sí?

Contemplativa, abnegada y pensante, aceptó mi propuesta...pero no así la mano que extendería para entrar a su lado.

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