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 Giramos nuestras cabezas y vimos a los colegiales coreanos, todos vestían el uniforme del instituto al que asistía: camisa blanca, corbata roja y faldas o pantalones gris oscuro con zapatos negros lustrados.

En la bruma de Kwan los pude ver formados en el patio del colegio, cantando el himno de su país antes de iniciar clases, la imagen se marchó trémula y fue suplantada por una caminata que él hizo hace dos años hacia su refrigerador. Se la pasaba todo el tiempo estudiando en silencio, su nube era la más tranquilo y silencioso.

—Dime ¿Cuál cuerpo te gusta más? —preguntó Leviatán.

¿De verdad iba a usurpar el cuerpo de una persona sin su consentimiento? Sí, de verdad.

—Preferiría el chico.

—Qué lástima no se puede —respondió Leviatán con una sonrisa maliciosa, se puso de pie y se estiró, su pantalón continuaba hecho girones, a cada movimiento de su puntiaguda cola rasgaba más la tela gris—. Mira su cuello —dijo señalando la camisa.

Me acerqué tanto a él que pude haberle tocado las pestañas o robarle un beso, lo segundo no me hubiera importado. A duras penas pude ver una cadenita de plata.

—¿Es una cruz? —pregunté—. ¿Juega a ser pandillero?

—Mucho peor —se quejó Leviatán cruzándose de brazos—. Es una medalla de San Roque*.

—¿San Roque? ¿No es el santo de los perros?

Leviatán asintió con aspecto solemne. Mi tía Romelia solía tener una cadena de él también y le rezaba de una forma graciosa que decía: «San Roque, San Roque que ese perro no me mire ni me toque»

—Tiene Santo protector no podemos meternos con él —Leviatán meneó con la cabeza—. Mucho menos con San Roque, si fuera San Lorenzo... pero Roque está loco, le lanza panes a todos y muerde como un crio de preescolar.

—Bien...

No quería preguntar a qué se refería con eso último. Evalué las opciones que tenía, supongo que podía intentar con tener un cuerpo de chica, era nuevo en esa área, pero no estaba mal. Señalé a la más linda de ellas.

—¿Y esa?

Leviatán se le acercó a Haneul y la olfateó profundamente como si fuera catador de vinos. Arrugó la cara y se cubrió la nariz como si hubiera olido mierda.

—Ag, no, ella fue bautizada. Qué asco. Te queda la rarita de ahí, además en la opción más fácil. Solo puedes poseer un cuerpo cuando está asustado, verdaderamente asustado —Señaló a Suni que sorbía sus mocos—. Ella ya está que se mea. Es la más fácil de asustar. Cuando alguien siente verdadero temor despierta en su alma un instinto primitivo y animal, cuando estás asustado olvidas todos tus recuerdos y solo piensas en el miedo —Indicó las brumas con imágenes—. Sabrás que puedes meterte en su cuerpo cuando su alma, o sea la nube, esté gris tormenta. Cuando ella olvide todos sus recuerdos y solo piense en el miedo. Atraviésala y te metes dentro de ella.

—Asher ¿Sigues ahí? Asher ¿SIGUES AQUÍ CON NOSOTROS? —esperó una respuesta—. ¡ASHER APARECE! ¡¡TE LO ORDENO!! —bramó Haneul.

—¿Y a está loca qué le pasó? —preguntó Leviatán entre risillas, pero su boca enorme y sus mandíbulas dientudas no convertían su sonrisa en una amigable—. Creo que tienes una nueva jefa —se burló.

—¡ASHER!

—¡Diablos estoy muerto no sordo! —le grité cubriéndome los oídos, el estruendo de sus brumas y sus gritos eran insoportables.

Los chicos me habían estado haciendo preguntas que no pude responder porque hablaba con Leviatán. Creían que me había ido.

Leviatán me dio palmaditas y se alejó a la salida, comenzó a subir los escalones. No sabía muy bien a dónde se iba. Los jóvenes pegaron un pequeño brinquito al escuchar a los peldaños de madera crujir ante el peso de alguien, aunque Leviatán se iba, ellos pensaron que alguien bajaba.

—¡Se está acercando! —chilló Suni.

—¿A dónde vas? —pregunté alzando la voz más que ellos porque habían empezado a gritar, sus brumas se sacudían con ferocidad y propagaban un sonido atronador.

—Voy a buscar mi propio cuerpo —explicó Leviatán rígido y molesto—. No puedo usar el de un humano. Son muy nobles, me dan asco, sería como usar unos zapatos sucios. Necesito uno especial que pueda contener toda la maldad demoniaca, que no tenga una pisca de piedad en el corazón, un ser oscuro, que solo piense en cómo matar a sus inferiores, sus iguales y sus superiores, uno que no tenga lealtad y que solo busque compañía cuando necesite satisfacer su enorme ego.

—¿Qué?

—Voy por un gato —finalizó cerrando la puerta de un golpe seco.

Me volteé, quedamos los tres humanos y yo. Ah, dato interesante, ellos se habían puesto a gritar y llorar ¿Así de asustado me había visto al morir o lo había aceptado con un poco más de temple? ¿Era un monstruo? ¿En eso me había convertido? ¿Ya no tenía empatía con los humanos porque yo ya no lo era?

Ahora entendía un poco a tío Jordán, tal vez él había estado toda su vida muerto y por eso no podía sentirse culpable de algunas cosas. Pero meterme en su lógica psicópata me hizo odiarlo más, porque él me había convertido en lo que era ahora.

Y lo que era ahora no era algo que me enorgulleciera, el anterior Asher Colm estaría avergonzado. El actual no.









*Santo de la iglesia católica, la leyenda cuenta que San Roque enfermó y para no ser una carga se fue lejos de la ciudad a morir. Un perro robaba pan de la cocina de su amo y se lo llevaba al famélico enfermo para que comiera. Así sobrevivió hasta que el amo del perro se enteró y se encargó de cuidar a Roque y curarle la peste.

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