13

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

De repente, un día cualquiera, mi mamá se dio cuenta de que estaba embarazada y de que yo, el espermatozoide más testarudo de todos, no había muerto en su ovario asesino. Era imposible que eso pasara y pasó. Así que sí, soy un jodido milagro, pero ahí no terminan las circunstancias extrañas.

Todos en mi familia celebraron, mi mamá dejó su trabajo de cajera y solo se preocupó en ser camarera, para cuidar la salud y para cuidarme a mí, por supuesto. Mi papá hizo lo propio y dejó de tomar horas extras por mí. Yo era como su Dorado, su Edén, su Meta. Y me habían conseguido así que fueron unos meses de felicidad y dicha en la familia.

Dicen que hay calma antes de la tormenta, también hay alegría antes de la amargura y es un círculo que se repite.

Luego llegó el día de mi nacimiento. Quise nacer dos semanas antes de la fecha programada, en la tormenta más grande que se veía en veinte años ¿Por qué no? También, en mitad de la noche, con las rutas hacia los hospitales bloqueadas por la nieve. Ah y en un apagón de luz. Sí, me pareció que quería nacer en esas circunstancias, sería divertido.

A mi madre no le pareció tan divertido. Supongo que desde antes de nacer no compartíamos el mismo sentido del humor.

Entre gritos y más gritos y patadas, sangre, mucha sangre, más gritos, toallas húmedas, golpes e insultos, nací yo. Mis padres atravesaron algo parecido a lo que vivimos mi asesino y yo. Ellos para traerme al mundo y el otro para sacarme de él.

Pude haber chillado y sacudido mis brazos como todos los otros bebés ordinarios, pero no se olviden que yo soy un milagro. Así que me reí a barbilla batiente, no una sonrisa perezosa ni una mueca forzada, nací lanzando una verdadera carcajada, digna de un borracho de Navidad o de alguien que sabe que nació por la sonrisa que se dedicaron dos jóvenes en la parte trasera de un patrullero.

Mi madre pudo dar el primer suspiro de alivio cuando me tuvo en sus brazos, mi papá lanzó una risita incrédula al verme. Ella estaba encaramada a la mesa del comedor, recostada, empapada por una capa perlada de sudor. Mi padre estaba a su lado, sentado en una silla, con una palangana de agua cerca de sus pies, ambos rodeados de toallas mojadas y manchadas de sangre. Las llamas de las velas temblaban ante los movimientos de ellos, pero en ese momento se quedaron petrificadas al igual que mis padres.

—¿Qué? —jadeó mi madre—. ¿Qué mierda... le pasa?

—Creo que se ríe.

—Oh, Nicolás, nuestro hijo nació tarado.

—No, yo creo que está lleno de luz —opinó mi papá y se asomó a verme.

Y para terminar una noche de milagros en ese mismo instante regresó la luz emitiendo un zumbido y la nieve se detuvo de improvisto, las nubes se barrieron, el viento dejó de arreciar y hacer crujir la casa y en el cielo se asomó con curiosidad una luna inmensa como si hubiera respondido a mis risas.

En realidad la luna me vio venir, pero no tuvo el valor para verme marchar, solo la lluvia y la sangre me acompañaron cuando di mi último suspiro sobre aquella tierra infestada de milagros y desgracias.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro