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 Para Alan era peligroso quedarnos con nosotros, pero fue de todos modos porque, según él, quería ayudarme a cerrar una etapa.

—Fui tu guía en el infierno, muchacho, tú Virgilio. Y ahora, seré tu guía en el mundo de los vivos.

 Con esa frase dejó en claro que yo valía las consecuencias.

Habían pasado miles de años desde que nos vimos por última vez, pero no fue tiempo suficiente para que olvidara cómo involucrarse en mi desastre e interpretar el papel de terapeuta, Alan me respondió que no existía tiempo para olvidarse de los amigos.

Ya habíamos abordado el autobús. Por suerte no iba lleno. Nos apretujamos al final del vehículo, en un rincón, para que nadie viera a Suni hablando con tres seres que en realidad no estaban ahí.

Cuando una señora rechoncha con vestido de piñas, que se ubicaba a nuestra izquierda, comenzó a roncar y salivar, Suni y Alan iniciaron una batalla de naipes. Leviatán se entretenía atando los cordones de las zapatillas a los pasajeros distraídos y deambulando por el pasillo.

Por mi parte, fui todo el viaje en autobús de mal humor.

—Deja de fruncir el ceño, Asher —Se quejó Alan arrojando los naipes al regazo de Suni y terminando la partida—, esto es póker y la cara de Suni no deja de estar enojada, así jamás sabré cuando le tocarán malas cartas —postuló suplicante y triste como si yo fuera un genocida de juegos con el que tratara de razonar.

—Eso no es póker —refunfuñé—. Están jugando al Uno.

—Pero mira la caja —protestó señalando el reverso del paquete con admiración donde había una familia feliz jugando, cómo si eso fuera posible en el Uno—. ¡Dice que es el juego familiar número uno en todo el mundo! ¡Estas arruinando un juego familiar! ¡Profano! ¡Canalla! ¡Execrable!

—¿De enserio, Alan? —pregunté alzando las cejas mientras Suni recogía las cartas con tranquilidad y las amontonaba en un mazo— ¿Es ese tu único problema? Ahora eres un desertor del infierno, también podrían cazarte, te dije que regresaras.

—¿Y dejar de humillar a esta señorita en el póker? —preguntó señalando a Suni con una floritura—. Ni de broma.

—Oye, yo gané hasta ahora —rezongó ella— y es el Uno.

—Así no será cuando les cuente a mis amigos —recorrió el vacío con una mano como si presentara un invento—: Otra vez Turing deslumbra a los vivos con su inteligencia, ganó todas las partidas del juego familiar número uno en el mundo.

Suni pensó que el genio matemático estaba demasiado loco, más de lo que retrataban los documentales que había visto.

Quise decirle que el infierno enloquecía hasta la mente más maestra y que ese era el Alan normal, podía volverse más raro como la vez que Kyteler y él encontraron una brizna de paja en Nivel del Pico y creyeron que era una señal divina porque allí no había más que hierbas venenosas y rocas. Estuvieron adorando la brizna por una semana.

Leviatán regresó hacia nosotros muy ufano, caminando como si estuviera en una marcha militar y atacó con su repertorio de quejas y críticas. Suni se reía gangosamente de Alan que se burlaba de Leviatán. Y yo tenía mal humor.

Pero no sabía por qué.

—Esto va a matarme —aplasté la cara contra la ventanilla del autobús deseando que se quebrara y me arrojara de bruces al asfalto para caer debajo de una rueda que acabara con mi sufrimiento.

Estaba sufriendo.

Y tal vez sabía por qué.






No salgan de sus casas queridos ❤ Mientras tanto sigo subiendo un capítulo por día hasta que acabe la cuarentena, besos y abrazos.

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