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Esa mañana desayuné con mi hermana Selva.

Sí, hermana.

Resulta que mis padres pobres no fueron por siempre pobres. Bueno, en realidad sí lo fueron. Simplemente que se volvieron más listos y descubrieron que en otros países ellos eran buenos candidatos para adoptar. Que alguien salve a esos países.

Mi hermana venía de Ruanda.

La cuidadora del orfanato con la que mis padres se contactaron nos explicó la historia de Selva. Si la mía comenzó en una patrulla, la de Selva comenzó cuando el presidente ruandés el 6 de abril de 1994, miembro de la mayoría hutu, se sube a un avión que es derribado y mueren todos los pasajeros. Es entonces cuando los extremistas hutus tomaron el poder e iniciaron una ola de asesinatos que se desató contra la minoría tutsi. Por si no saben de qué mierda estoy hablando se trata de dos aldeas rivales desde siempre.

Eran dos tribus que se odiaban, pero los tutsi las tuvieron de perder porque fueron literalmente pisoteados.

La abuela de mi hermana era tutsi. Ella murió en plena selva, tratando de escapar del genocidio. Creyó que podría tomar un atajo, llegar a la frontera y marcharse, pero se equivocó un poquito porque murió deshidratada. No sientan lastima por ella, la busqué acá abajo, terminó en el lado bueno. Tendrá toda una eternidad de descanso y mucha agua.

La madre de Selva tenía quince años cuando pasó. Ella se salvó y no corrió la misma suerte que su madre porque en la persecución cayó a un río tormentoso. Sabía nadar, así que llegó a la frontera. Se embarazó tempranamente, no me hagan explicar por qué, si saben bien y si no saben mucho mejor, envidio el mundo que ven y les pido encarecidamente que nunca corran el velo que los separa del mundo que yo veo... o la madre de mi hermana Selva vio.

Es así como en año nuevo del año dos mil, cuando muchos temían por el fin del mundo o que el planeta explotara o que las máquinas evolucionaran y nos usaran como esclavos, mi hermana nació en una camioneta.

Como su madre todavía no había reanudado su vida, dejó a Selva en un orfanato. Mejor para mí.

Que la abuela biológica de mi hermana me perdone y que todos los tutsis asesinados no me deseen el mal, pero yo estaba agradecido de que ese avión cayera y muriera el político, porque así ella terminó siendo mi hermana y no una desconocida con la que compartir planeta.

No tengo recuerdos de cuando vino a casa.

Pero estoy seguro de que fue un encuentro conmovedor porque, en parte, para mí ella siempre fue una niña milagrosa.

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