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 Siempre insistían en lo del trauma, parecían una alarma despertador, un perico o alguien que discute con malos argumentos: repetían lo mismo una y otra vez.

 —Estás tocado —decía Kyteler bajo la cortina de fuego en la que se ubicaba—. Tocado por la pena.

 —Lo que quiere decir Kyteler es que todavía no lo asimilaste.

 —Ah ¿no? ¿No lo asimilé? —pregunté picando piedras a su par, empapado por el sudor, porque sí sudaba, las penurias físicas persistían como si estuviera vivo—. ¿Y qué se supone que hago ahora? ¿Estoy tomando unos tragos fríos en un crucero lujoso con supermodelos de revista?

 —Bueno —soltó Alan una risilla y se peinó el cabello—. Solo te faltarían los tragos frío y el crucero.

 —¿Un qué? —pregunto Kyteler.

 —Un barco para vacacionar —explicó Alan.

 —¿Esa cosa con ruedas?

 —No, eso es un auto —explicó con tono cansino, aferrando con ambas manos su pico—. Ya deja de preguntar, de todos modos, nunca verás uno.

 —Vete al infierno.

 —Lo que acá importa —exclamó Alán soltando su pala y llenando una cubeta de rocas que se desprendían de la pared que molíamos—, es que nuestro pequeño Asher tuvo una muerte rápida y no asimila lo que le pasó.

 Kyteler tosió por el polvo que se levantaba en la caverna.

 —¡Yo ya sé que estoy en el infierno! —protesté.

 —Cómo quieras... solo decía —se excusó Alan y le tendió el balde repleto de rocas a un niño de doce que se lo llevó con el ceño fruncido—. Siempre hablas de tu vida, de cómo se conocieron tus padres, de tu hermana, de tu amigo Gorgo y de que te gustaba nombrar a los objetos y combinar colores o redecorar habitaciones, querías ser diseñador de interiores. Pero desde que llegamos aquí no haces nada de eso...

 Solté mi pico y me quité el polvo de las manos frotándolas en mi pecho desnudo, arqueé una ceja:

 —¿Qué habitación podría decorar aquí? ¿De verdad tú fuiste la mente más brillante de la segunda guerra?

 —Ni siquiera nombraste a tu pico —insistió corriéndose la capa de rey para que no le estorbara en la tarea.

 —Es que morí. Y odio este maldito pico. Si pudiera me mataría con él.

 No se puede morir en el infierno, muchos ya lo intentaron, pero supongo que eso ya lo sabías ¿Cierto?

 —Pero eso no debería cambiar lo que eres, Asher. Morimos muchas veces, pero morimos definitivamente cuando dejamos de ser nosotros mismos.

 Y como siempre ponía los ojos en blanco y seguía picando.

 Mi historia no termina en Nivel de Picos, yo soy como un espiral, cuando crees que llegaste al final hay otra curva y sigues cayendo.

 Quería escaparme del infierno y, a pesar de que no tenía idea de cómo hacerlo, no me detendría hasta lograrlo.

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