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 Leviatán descubrió mis secretos cuando yo estaba rociando el departamento de combustible para quemarlo. Esperaba que los patos no sufrieran, no sabía si eran reales, pero no podía averiguarlo si no ardían ¿verdad?

Era la única manera que había encontrado de callar el televisor en marroquí y sus graznidos ensordecedores, no dormía hace cuatro noches y aunque no podía fallecer del cansancio sí lo experimentaba, como si estuviera vivo. Fuego. Había sido la solución para todo en la época de la Inquisición ¿Por qué no lo sería ahora?

El fuego le había dicho a Moisés que regresara a Egipto y liberara a los israelitas para que luego vagaran por más de cuarenta años en el desierto. De la misma manera, el fuego les diría a los patos que se fueran a tomar por culo.

Necesitaba descansar porque si no dormía no soñaba y no podía ver mis recuerdos más felices. Ya extrañaba mucho a Selva, Gorgo y mis primos. Con mis padres estaba molesto y enojado, no quería verlos en mis sueños, ni lo hacía.

De todos modos, no tenía memorias por los ruidos del departamento, así que, con unas profundas ojeras y un cigarrillo en la boca, les arrojaba a los patos el líquido amargo y oleoso. Ellos continuaban caminando con su andar chueco y graznando de aquí para allá. Peppa Pig no podía aprender a silbar en la televisión, lo siento Peppa, hay cosas peores.

Había conseguido gasolina en la ciudad. Y los cigarrillos también. No era de fumar, jamás lo hubiera hecho porque daba cáncer de pulmón, ja. Ahora era difícil que me diera cáncer, aunque, con mi suerte eso no hubiera sido una sorpresa, continuaba sin ser probable.

Desde que había llegado a ese nivel, estaba todo el tiempo exhalando humo como una chimenea.

La ciudad estaba más abandonada que una iglesia un viernes a la noche, créanme, yo estuve en ambas. Como todos los inusuales vivían en cavernas los edificios parecían antros de vagabundos o lugares donde un zombi te comería. Algunos incluso estaban derruidos como si hubiera atravesado una guerra, había basura por todos lados y rayones de aerosol.

Si escarbabas entre las rocas o si buscabas en los edificios indicados, podías encontrar cosas interesantes como paquetes de cigarrillos, fósforos, gasolina, revistas porno y películas que habían sido dejadas allí por demonios.

Aunque claro, era el infierno y todo apestaba. Las revistas porno eran de abuelos y abuelas de más de ochenta o de otros fetiches como pies, la gasolina estaba en bidones que goteaban, las películas eran solo parodias, los cigarrillos eran sabor a fresa y la comida que encontrabas era baja en grasa, había una biblioteca, pero solo con manuales de instrucción y ensamblaje... ya podrías darte una idea.

Estaba harto del infierno, llevaba cientos de años en ese nivel y no había encontrado una salida. Pero por todos los cielos, podía ser peor.

Aunque claro, luego de cuatro días seguidos olvidando el nombre de personas a las que tenía que presentar (tortura a pedido de Leviatán) y sin dormir, ya nada me parecía peor.

Estaba a punto de quemar el departamento cuando Leviatán se me apareció.

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