Capítulo II

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Después de haber llegado a casa y concluir su día de manera satisfactoria, se limitó a tomar un delicioso baño e ignorar el caos del mundo real, lo único que le daba tranquilidad y felicidad era saber que había cumplido con su trabajo, algo que le apasionaba en demasía.

Su estudio en zoología, le abrió puertas, le cerró otras y prefirió avocar su pasión en la fotografía y realizar ensayos científicos para revistas dedicadas a ello y hacer pequeños reportajes. Pero su interés peculiar y más reciente venía en escamas.

Las serpientes siempre le habían gustado, pero el conocer a Leonard y trabajar con él durante meses le habían despertado sentimientos muy extraños, siempre se la pasaba pensando en él y en como sería el trabajo al día siguiente. Si bien ya no solo se trataba de fotografía, también había demostraciones para los niños con una pequeña plática incluida sobre la importancia de salvaguardar a cada pequeño y gran ser vivo en el planeta tierra.

Le había parecido extraño que Leonard se mostrara tan neutro a las muestras de afecto por parte de los niños, había implícito un peligro ahí mismo a la vista de todos, pero no pasaba absolutamente nada.

Con sus pensamientos en caos formando un tornado se dispuso a por fin echarse a dormir. Así que puso sus mantras de relajación y cayó en un profundo sueño.

Estaba en la oficina provisional que le había dado el director para que trabajara lo que duraba su contrato, pero ella ya lo hacía su lugar personal, lleno de cosas, lapiceros de colores, marca textos, un sinfín de papelería, cuando alguien tocó la puerta. Era el señor Stone.

Se le hizo extraño ya que no era la hora para dar inicio a los tours que hacían por los zoo y colegios.

—Disculpe que la interrumpa —dijo con la seriedad que lo destacaba—, necesito presentarle a alguien.

—Claro —respondió arreglándose un poco el cabello. Salió de la oficina y no estaba para nada preparada para lo que verían sus ojos.

Era un hombre apuesto, con un gran porte, de cabello largo a medio ondular, ojos cafés, labios carnosos y podía seguir con muchas descripciones más, pero se había quedado sin habla, hasta que el susodicho desconocido le tomó de la mano y se presentó.

—Mucho gusto, mi nombre es Leonard.

Olivia despertó agitada. La alarma sonaba escandalosamente y su corazón latía como un desquiciado. Ya el interactuar mucho con su amigo viperino le hacía daño, pero no era la primera vez que soñaba con algo así y de cierta forma anhelaba que aquel hombre de verdad existiese, le producía cosquillas e inquietud.

Pero desafortunadamente, tenía que enfrentarse a otro día más en el trabajo, el cual hacía con todo el amor de mundo, pero no sabía como mirar a Leonard. Era escandaloso que una serpiente la pusiera tan mal, era descabellado e incluso enfermizo que deseara que una serpiente fuese humana.

Pero algo dentro de sí le indicaba que algo había raro, pero era impensable.

¿Estaba acaso volviéndose loca?

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