Capítulo III

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Olivia llegó a la oficina muy puntual como siempre y se encontró con el director explicándole el itinerario al señor Stone que parecía más afligido y cansado que nunca. ¿Y cómo no? si su buen y estimado amo y señor le hizo la noche muy pesarosa.

—Creo que he encontrado la manera de que ella pueda conocerme—dijo después de darle un trago a su copa de jugosa y tibia sangre.

—Sólo espero que no sea muy descabellada —interrumpió Simón dándole un mordisco a su sándwich.

—Simple, el ser vampiro te confiere dones poderosos y los usaré en ella, no seré cruel, solo será una pequeña introducción y deseará que el Leonard viperino sea real.

—¿Estás seguro? No quiero contradecirlo, pero tengo que ser honesto con usted. Nadie, escuche bien, nadie se enamora de las serpientes y todavía peor, nadie desea que una serpiente sea humana. Deje de desvariar.

—No, mi querido Simón, no desistiré, así que con tu permiso o sin él, tengo un sueño que perturbar.

Y así lo hizo, en su juego macabro e infantil, Leonard solo reía con los ojos cerrados mientras Simón bufaba en descontento y todavía peor, su grandiosa jugada le costaba su energía y Simón tenía que estar ahí para proveerle de sangre.

Demasiado viejo y demasiado morboso, pensó el buen Simón.

—Buenos días —anunció Olivia y acto seguido Leonard se levantó acechando.

Y una risa nerviosa salió de Olivia, no sabía si estaba alucinando, pero anteriormente cuando llegaba podía notar que la serpiente hacía un movimiento de reconocimiento. ¿Acaso podía escucharla? Ay no, era demasiado turbio su pensamiento así que lo desechó.

—Le decía al señor Stone que hoy iremos a una universidad especializada, habrá una clase muestra y quieren una serpiente para la exhibición, será poca gente por la cuestión del estrés animal, así que cuento contigo, Olivia.

—Gracias, director —respondió con emoción.

Pero Simón traía una cara de cansancio terrible.

—¿No pudo dormir bien, señor Stone? —preguntó preocupada.

—Una disculpa de antemano, no he podido descansar, mi amigo Leonard es demasiado escurridizo y siempre lo encuentro donde menos espero —diciendo esto sólo le clavó la vista a Leonard quien posaba en su mano. Y el susodicho se hizo el desentendido. —¿Puedo pedirle un favor?

—Claro.

—¿Puedes ser tu quien lo lleve a la exhibición?

Olivia se quedó petrificada. No les tenía miedo a las serpientes, había aprendido a ser cuidadosa, pero después de lo acontecido, no sabía como tratar a Leonard. Pero el señor Simón fue más rápido que ella en responder, cuando sintió las escamas sobre su piel y Leonard se enroscaba en su muñeca.

—Gracias —dijo Simón con una sonrisa de satisfacción y desahogo abandonando al par quienes parecían echar raíz, al menos Olivia lo hacía.

—Creo que... —musitó Olivia— nuestro día será largo, Leonard.

Este no perdió la oportunidad de desenroscarse y fue Olivia quien lo ayudo a subir a sus hombros. Pero quien no iba a quedarse quieto era el amigo reptil, cuando se le ocurrió pasar la lengua sobre su cuello.

Olivia tembló.

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