Capítulo IV

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Leonard se divertía, pero quien se sentía extraña era Olivia. Así que esta no lo dudo más al ponerlo dentro de una caja. Este por fin entendió que no haría más de las suyas así que empezó a sisear en descontento.

—Perdóname Leonard, pero he tenido unos sueños bien extraños contigo, y el tenerte en el cuello olisqueándome me pone de nervios —dijo mientras encendía la camioneta y se marchaba.

En el camino, Leonard no paraba de sisear y Olivia temió que esté estresado. No era algo bueno que lo estuviera porque seguro le mordía una vez que lo sacara de la caja y ella igual estaba nerviosa.

—Eres un buen chico, Leonard y no tienes la culpa, pero he soñado con un hombre que es bellísimo, tengo que aceptarlo, el único detalle es que se llama como tú ¿Qué hago con eso? Nadie va por ahí nombrando a su serpiente como Leonard.

La serpiente dejó de sisear y se limitó a escuchar. Valió la pena gastar sus energías, después de todo si había llamado su atención. Leonard sabía que no estaba siendo honesto con nada, jugaba con ella, la ponía nerviosa y en una de estas capaz que lo dejaba tirado en la carretera.

¿Pero cómo se lo revelaría?

El también estaba desesperado. ¿Cómo le explicaba que su corazón inmortal latía con tan solo verla? ¿Cómo le diría que saber pequeñas cosas solo le hacía desear saber más? ¿Cómo le diría que no quisiera que fuese su lengua quien la oliera sino sus labios?

Pobre Leonard, tenía que actuar rápido y arriesgándose a ser rechazado, porque el sabía en el fondo que su amor a primera vista podría terminar así.

Llegaron a la universidad, Olivia tomó valor para sacarlo de la caja, pero este se veía más desganado. Olivia creyó que era a causa del viaje, pero la colocó bien entre sus manos y se encaminó con ella a la exhibición.

Para cuando hubo terminado la clase muestra, Leonard estaba más decidido, así que aprovechando que las personas le hacían preguntas a Olivia, este amigo escurridizo se marcho del aula sigilosamente, procuro que nadie lo viera porque seguro los gritos llamarían la atención, se metió a uno de los baños y había un chico.

Calculo que fuese de la misma estatura e hizo lo que tenía que hacer. Simón no estaría orgulloso de eso, pero era algo que tenía que hacer. Las emociones le embargaron mientras salía del baño, con mujeres pasando a su lado y mirándolo como si fuese un dios.

Entró al aula y todos los ojos se movieron a su dirección incluido los de Olivia, quien trastabillo y se sujetó al escritorio. No era posible. Era igualito al de su sueño.

Su corazón latió desbocado.

—¿Llegué tarde? —preguntó Leonard fingiendo demencia.

—Me temo que sí —dijo el docente quien los acompañaba, pero si gustas saber más puedes acercarte. Te presentó a la licenciada Hernández, es experta en zoología, fotografía salvaje y bueno, es mucho por decir —rio.

—Mucho gusto, licenciada —el chico sonrió mostrando unos caninos muy bonitos—, mi nombre es Leonard.

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