¡Larga vida al rey! ⚔︎

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Yoongi.

Desde pequeño supe que estaba destinado a la grandeza.

La dinastía Min ha sido respetada desde hace muchas generaciones. Cuando ocurrió la formación de los grandes reinos, el rey Yoongi I se encargó de llevar a Parklared hacia la cima, y todos sus predecesores fueron dignos de ocupar el trono rojo.

El creador de un nuevo imperio. El rey rojo. El primer soberano de Parklared y el fundador de los doce pilares de roca. Llevo su nombre como un homenaje, y es un honor y un orgullo que su misma sangre legendaria sea la misma que corre por mis venas.

Mi apellido está escrito en todos los papiros existentes en el mundo, también está presente en las historias de los reinos y continuará escuchándose hasta el final de los tiempos. Me engrandece mi linaje, mis títulos y mi poder; no existen enemigos suficientes que me hagan temblar, ni imperios que no pueda doblegar, pues soy el rey absoluto y nací para gobernar.

Drakoria es tierra de fuego, la violencia es la única ley que tiene la fuerza para doblegar lo que allí habita, y el valor es el arma indestructible que prevalece en la lucha.

Sabía que era cuestión de tiempo para adueñarme de ese imperio tan antiguo y cargado de historia. Desde que ascendí al trono al cumplir los dieciocho me encargué de crear las mejores estrategias para la batalla, seleccioné y entrené a los mejores soldados, hasta que tuve bajo mi poder al mejor ejército que ha existido.

Entonces, se desató la guerra que duró cerca de un año. Perdimos mucho, y hubo muchos más que lloraron, pero la recompensa de la victoria jamás podrá ser superada, sin importar los daños.

Y es ahora que puedo darme a conocer como el rey de dos imperios. El resultado de la conquista está presente, la noticia se distribuyó en todos los reinos, pueblos y provincias existentes, llegó hasta mis enemigos, mis aliados y demás reyes, donde una vez más mi apellido resalta y se enaltece.

Los pensamientos vuelan en mi mente, llegan y se van, dejando la misma pregunta presente:

¿Existe algo que supere la satisfacción del poder y de la gloria?

Siento que puedo tocar la cima del mundo y verlo a mis pies, envuelto en un momento vehemente, con el sabor de la victoria que sigue derritiéndose en mi paladar dejándome satisfecho.

Estoy montando mi caballo, liderando la caravana donde el estandarte de mi reino se alza con ímpetu. Aquello que era un sueño para mi padre, es una realidad para mí. Lo que es una pesadilla para mis enemigos, es una victoria para mi reino, y juro que seré implacable.

El pueblo me recibe con la pleitesía digna de mi título. Voy al lado de mis soldados, todos ellos demostraron su valía y coraje en el campo de batalla, fueron quienes exterminaron a las bestias que dominaban el antiguo imperio, que confiaron en mi plan de guerra y lo obedecieron a ciegas, dándonos la victoria del nuevo reino que ahora lleva el sello de mi mandato.

Fue una guerra sangrienta que tuvo muchas pérdidas, ese fue el precio a pagar. A cambio, tenemos la conquista, y ahora Parklared ha crecido en extensión de tierras, en fortuna, poder y en grandeza.

—¡Larga vida al rey!

—¡Larga vida al rey!

—¡Larga vida al rey!

Las ovaciones se escuchan con fuerza, todo el reino celebra nuestra presencia que ha surgido del campo sangriento en el que mi ejército y yo estuvimos durante los últimos meses. Las banderas y escudos se elevan por todo lo alto. La insignia con nuestros colores ha sido alzada en la torre central del palacio. El himno de la nación es cantado por todos, y muchos más alzan la voz con mi nombre.

¡Viva el rey dragón!

—¡Viva el rey Yoongi, soberano de imperios!

Una doncella se abre paso entre la multitud, lleva en sus manos un collar hecho con flores de iridiol rojo (flor nacional de Parklared) ella hace una profunda reverencia, y, respetando el espacio que siempre exijo, coloca el collar de flores en el cuello de mi caballo.

Felicidades por su conquista, mi rey —dice, con la vista fija en sus pies—. Ahora el trono rojo lo espera.

No respondo, continúo liderando la marcha y escuchando el júbilo del pueblo entero que continúa con la energía intacta y con deseos de más celebración.

La marcha de jinetes llega hasta el palacio donde las grandes puertas son abiertas para nosotros. Entro seguido por mis hombres, flores doradas son tiradas al suelo que mi caballo pisa, damas de la corte arrojan telas que adornan mi camino; la celebración continúa, y estoy seguro que serán días enteros de ello, pues lo que he conseguido quedará grabado en las futuras historias de los grandes reinos.

—¡Frente a ustedes, el rey Min Yoongi II y su ejército de hierro —exclama el vocero real, justo en la entrada del palacio donde mi concejo se ha reunido—, conquistadores del imperio de Drakoria!

Bajo de mi caballo al mismo tiempo que me ofrecen reverencias. Me deshago de las armas y se las entrego al paje que aparece frente a mí, la ausencia del peso hace que la tensión abandone mi cuerpo, mientras que la necesidad de tomar un baño comienza a ganar terreno en mi cabeza.

Me quito los guantes y observo mi piel llena de sangre seca y tierra. Definitivamente necesito un baño.

—Es un alivio y una completa alegría tenerlo de regreso, su majestad. —El maestro Yun es el primero en interrumpir mi camino. Al ser el principal sacerdote de la ciudadela, es un hombre de respeto y poderoso que intenta por todos los medios de convencerme en contraer matrimonio con su hija, algo que por supuesto no pienso aceptar.

No respondo. Sigo con mi camino.

—Majestad, es importante que tengamos una reunión en el salón concejal. Esta victoria es apabullante, pero también es necesario estructurar un programa de tareas para empezar a unificar ambos imperios.

La sugerencia del conde de Drimart hace que me detenga y lo mire. Asiento, dándole la autorización para que programe la reunión a la mayor brevedad posible.

—¿Dónde está mi consejero? —pregunto, revisando a mi alrededor en búsqueda de NamJoon.

En realidad, NamJoon es más que un consejero para mí. Su lealtad y astucia son méritos valiosos, pero fuera de ello, es mi amigo, la única persona en la que confío plenamente, y el encargado de llevar el orden del reino en mi ausencia.

Él y su hermano menor son lo más parecido que tengo a una familia, y debo admitir para mí mismo que me decepcionó no verlos en mi recibimiento.

Mi pregunta no encuentra respuesta, hasta que momentos después un cuervo se sitúa en mi hombro derecho. Sonrío involuntariamente, al mismo tiempo que mis manos acarician al ave, admirando su plumaje negro intenso y esperando la presencia de su amo.

No espero demasiado tiempo, un minuto después obtengo lo que quiero.

—Eres la única persona que me interesaba ver y fuiste la última en presentarte ante mí —digo, sin voltear—. Debería mandarte a ejecutar por eso.

NamJoon se ríe.

—Ten cuidado, Yoongi. Si Taehyung escucha lo que acabas de decir, podría armar un escándalo y ser él quien me mande a ejecutar.

Nos miramos a la cara. NamJoon duda por un momento, no es hasta que le doy un asentimiento que se anima a apoyar la mano en mi hombro como única muestra de afecto. No puedo evitar tensarme por el contacto, sin embargo, lo tolero y hago lo mismo al apoyar mi mano.

—Tu hermano es escandaloso por sí solo. No necesita una razón específica —aseguro, apartándome de él, aunque no tan sutil como pretendía.

Me mira con ojos entornados, casi puedo ver los engranajes de su cabeza girando hasta quedar en la posición adecuada, y yo solo espero que no vaya a decir lo que pienso.

Sé que no tendré éxito cuando me lanza una mirada llena de astucia y su sonrisita burlona.

—Te esperábamos hasta dentro de dos días y en tu último mensaje informaste que estabas tomando un descanso en el bosque de Barial —dice, y yo maldigo por completo—. ¿Ha surgido algún problema?

Sí, el problema fue que el príncipe de ese reino me echó a patadas.

—Ningún problema. Terminamos antes y regresé a mi reino. Eso es todo.

Rey mentiroso.

A veces, mi consciencia no está de acuerdo con todo lo que digo, y por fortuna, nadie más que yo puedo oírla.

NamJoon se queda en silencio, parece que está meditando algo que todavía no entiendo, hasta que decide abrir la boca.

—La verdad es que creí que pronto estaríamos en medio de otra guerra —admite—. Invadir territorio del reino congelado no fue una estrategia inteligente, espero que puedas reconocerlo.

Resoplo y obligo a mis pies a moverse por los pasillos en búsqueda de mi habitación. Mi consejero no se queda atrás y decide seguirme de cerca, llenándome los oídos con su palabrería que amenaza con destruir el buen momento que estuve experimentando.

—Me encargué de hacer notar mi presencia —aclaro—. Envié una carta dirigida a la familia real de Luar.

—¿Qué respondieron ellos? —pregunta de inmediato. Parece preocupado y decidido a no dejarme tomar el baño en paz.

Me detengo, con mis pensamientos viajando a los sucesos que pasaron la noche anterior. Entonces me llega como un rayo atronador acompañado de relámpagos, el recuerdo de la presencia del príncipe de Luar, y la firmeza con la que defendió a su reino.

Un escalofrío recorre mi cuerpo en el momento que el recuerdo toma fuerza en mi cabeza, las señales de alerta son activadas e ignoro todas ellas. Me quedo ensimismado, trayendo de regreso la imagen de él y de todos sus rasgos.

Había escuchado antes de la belleza extraordinaria que poseía la heredera al trono de Luar. La princesa Heena es codiciada por muchos nobles y herederos, sin embargo, me pregunto, ¿por qué nadie ha notado al príncipe?

Probablemente se deba al carácter que se carga.

En automático mi mente me lleva de regreso a la pregunta que NamJoon hizo, la cual no le he dado respuesta. Lo miro, y luego vuelvo a caminar en dirección a mi habitación.

—No hubo inconvenientes. De cualquier forma, abre la oficina de correspondencia que conecta con la región que involucra a Luar —ordeno, a lo cual él asiente—. Ahora somos vecinos gracias a Drakoria, así que es una muestra de cortesía estar interesados en oír sus opiniones en algún momento.

NamJoon me mira como si me hubiera crecido otra cabeza.

—¿Estás intentando ser cortés con un reino que hasta el momento es ajeno a todos tus intereses? —Lo dice con tanta incredulidad que me resulta insultante.

—Calla y acata —bramo con el ceño fruncido—. No requiero de tu consejo, pero sí de tu capacidad para cumplir mis ordenes que, cabe decir, no requiere de un nivel importante de exigencia.

Pero no se detiene, y me destruye toda la paciencia cada vez que me da esa mirada de sabelotodo.

—Tienes oculto algo que no me estás diciendo —acusa deliberadamente—. ¿Qué encontraste en Barial?

Un pequeño príncipe que irrita como el infierno mismo.

Cállate tú también.

Decido no responder y le cierro la puerta en la cara. El estruendo se desvanece a los segundos y suspiro aliviado cuando me encuentro en mi habitación.

El copero me sirve el vino bajo el silencio tenso que el concejo entero ha creado a propósito.

Estamos reunidos en la sala concejal, tengo a doce personas frente a mí, todas ellas en representación de las máximas autoridades del reino. A mi derecha está NamJoon, y yo estoy sentado en el trono, usando una corona de oro y diamantes.

Luego de un debate de miradas entre ellos, el primer ministro Ha abandona su puesto y camina hasta quedar frente a mí. Reverencia mi presencia con movimientos controlados, luego de yergue y fija la mirada al frente.

—Antes de comenzar, permítame felicitarlo por su logro, majestad —dice, su voz suave y pacifica llena todo el salón—. Ahora con el imperio de Drakoria bajo su mandato, aumentaremos el número de rutas para el comercio de Parklared. Las nuevas tierras traen consigo más reinos y más alianzas para que el emblema de la casa Min llegue a todos los rincones del mundo. Sin mencionar la posibilidad valiosa de un matrimonio, con alguna princesa extranjera que posea riquezas.

Ha Kotya no engaña a nadie con su traje de cordero inmaculado. Por fuera demuestra un comportamiento intachable y comprometido con la corona, pero por dentro, es igual que todos los que llenan este salón. Un carroñero hambriento.

Sé que no es necesario que responda a las estupideces que suelta con tanta facilidad, pues la mención de un matrimonio es motivo suficiente para agitar a todos los que están aquí, buscando obtener mucho más de lo que merecen.

—El poder de la ciudadela está al tanto de las oportunidades que llegarán a su majestad, primer ministro —habla el maestro Yun—. Sin embargo, debo recordarle que Parklared está forjado bajo las sagradas leyes donde se estipula que nuestro rey únicamente debe desposar a una hija de nuestra tierra —asegura con la frente en alto—. Las princesas extranjeras son un mal augurio para nuestros dioses.

—¿En verdad respeta las leyes o simplemente su deseo por casar a su hija con su majestad vale más que su honor como sacerdote de la ciudadela? —contraataca el primer ministro.

—Hago valer las leyes. Es mi deber como maestro, no sacerdote —le aclara—. Agradecería que no desacreditara mi título, primer ministro, pues vale tanto o más que el suyo.

La discusión inminente entre ellos se corta cuando decido hablar, con la dosis exacta de rudeza y mal humor que tengo planeado drenar con todos esos buitres.

—No tengo intención de casarme —gruño, mirando sus caras llenas de pavor—. Y, de todas formas, ese tema es prohibido para todos ustedes, ya que, es una decisión que me pertenece y absolutamente nadie tiene derecho de cuestionarme al respecto.

—¡Majestad! —chilla el maestro Yun, por la forma en la que está respirando, deduzco que le falta poco para que le falle el corazón—. Tiene veintiocho años, mi señor. Ha llegado el momento de contraer matrimonio, ¡el reino necesita a su reina!

El silencio que le sigue me informa que todos los presentes (a excepción de NamJoon) están de acuerdo con las palabras del anciano. Respiro hondo y sujeto el puente de mi nariz. No he dormido bien, tengo hambre y mal humor; estos señores deberían saber que su rey no está siendo benevolente en este momento.

La verdad es que casi nunca lo soy.

—La palabra del rey ha sido clara. —NamJoon habla con autoridad, y da un paso al frente. Por el bien de todos, sabe que debe intervenir en esto—. El tema de un matrimonio no está a discusión. No existe una ley en Parklared que exija que el rey deba tener una esposa en su mandato.

—¿Qué pasará con el asunto del heredero al trono? —pregunta el maestro Yun—. Su majestad es fuerte y ha sabido gobernar, pero también debe saber que su reinado debe fortalecerse con un heredero que asegure la continuidad del linaje Min.

Miro al hombre que no disimula su deseo de meter a su hija en mis aposentos. Estoy seguro que a Yun Banet no le importaría si no me caso con Alia de inmediato, siempre y cuando le engendre un hijo.

Sonrío con desprecio, permitiendo que todos ellos lean mis expresiones y se convenzan de una buena vez que, si quieren conservar sus cabezas, deben olvidarse del tema.

Aun así, no me privo de hacer un comentario.

—Soy joven y lleno de vigor. Estoy seguro de que en algunos años más podré engendrar todos los herederos que quiera y no me faltará con quien —digo, mientras el copero vuelve a darme vino—. Mientras sucede, los quiero con las bocas cerradas o llenaré mi jardín de muertos.

La amenaza surtió el efecto deseado, lo sé porque todos callan y se concentran en asuntos de real importancia.

—Hace un par de días llegó un carruaje del reino de Kalaí —informa el conde de Drimart—. Los reyes están preparando un festival y enviaron al duque con una invitación para usted, majestad.

Me entrega la invitación llena de brillos de oro y diamantes. Kalaí es un reino rico y hermoso. No puedo decir lo mismo de sus gobernantes.

—Las festividades durarán una semana completa —continúa el conde—. Pienso que es una valiosa oportunidad para que fortalezca sus alianzas, mi rey.

Ciertamente lo es. Le entrego la invitación a NamJoon y continúo con los temas que están dándome vueltas en la cabeza.

Lo malo de internarme en largas guerras es que no puedo llevar actualizada la información de todo el reino. Afortunadamente, en esta reunión Kim NamJoon me está demostrando una vez más las razones que tengo para confiar en él; gracias a su capacidad, todo marcha bien, incluyendo las alianzas, los tratados de paz, y la administración de navíos, carretas y carruajes que van y vienen por todo el territorio de Parklared.

Dos horas más tarde la reunión finaliza. Espero con mi última gota de paciencia a que todos los involucrados se retiren, NamJoon se queda en el mismo sitio, con la mirada de un cazador puesta en todos los miembros del concejo.

—Envía a un comité al palacio de Drakoria —ordeno—. Necesito que algunos representantes estén allí durante los próximos días.

—¿Tienes a alguien en mente?

Oh sí. Me gustaría enviar al maestro Yun para que las bestias se lo comieran, pero ese pequeño placer tendría que pagarlo con un precio mayor, así que desecho la idea.

—Nadie en especial —digo—. Mi general estará esperándolos.

—Bien, ¿necesitas algo más?

—Un banquete completo en mi habitación, que incluya mucho cordero y uvas —pido, mientras camino a la salida del salón—. Que no tarden, planeo dormir el resto de la tarde y noche.

NamJoon se cruza de brazos.

—Soy tu consejero no tu sirviente —me recuerda.

Lo miro por encima de mi hombro y sonrío.

—Es lo mismo —afirmo antes de salir.


























¿Les está gustando la historia? 🥺

¿Qué opinan de la narración? Admito que me intimida un poco. 😩

Muchas gracias por leer, votar y comentar. Los quiero montones.

¡Hasta el próximo capítulo del lunes!

⚔︎Yoon⚔︎

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