¡Abran paso al rey! ⚔︎

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Jimin.

¡El rey ha conquistado!

¡Drakoria ha sido vencida por la sangre del dragón!

¡El rey Yoongi ha pasado a la historia!

¡El rey de Parklared es también el soberano del imperio de Drakoria!

¡El rey está aquí!

Me zumban los oídos y el corazón quiere salirse de mi pecho. Los comentarios a mi alrededor son cada vez más fuertes y en todos ellos está presente el rey Min Yoongi.

Así que es verdad, el soberano de Parklared ha salido victorioso de la guerra y como recompensa obtuvo a la indomable Drakoria. Puedo entender la efusividad del ejército de hierro, lo que no entiendo es que hace él en mi reino.

En cuestión de segundos me encuentro rodeado de muchas personas, reconozco a la mayoría de ellos como miembros del concejo, caballeros reales, así como todas las concubinas del harem.

—¡Alteza! ¡Alteza!

—La presencia del rey Yoongi es un mal augurio, mi príncipe —anuncia uno de los ancianos, terminando de enloquecer a todos los nerviosos que me rodean.

—¡Dicen que ahora planea adueñarse de Luar! —exclama una de las concubinas de mi padre.

Detengo mis pasos y con rapidez busco a Nina. Ella es la encargada del harem y la única que puede ayudarme a disolver la nube de desorden que amenaza con romperme la cabeza.

—Llévalas a todas al salón del este —le pido cuando la encuentro—. Trata de calmarlas. Todo estará bien.

—Sí mi príncipe. —Afortunadamente Nina sabe cómo lidiar con ellas, y con rapidez las traslada al lugar indicado.

Ahora estoy corriendo por todos los pasillos del palacio que en estos momentos me resultan molestos e interminables, Jungkook me sigue el paso con dificultad y unos cuantos más se unen a la carrera. Todos miembros del concejo real.

Podrán ser ancianos, pero debo admitir que nunca se rinden cuando se trata de hostigarme en los momentos menos oportunos.

—¡Nos van a ejecutar, príncipe Jimin! —grita el primer ministro—. ¡Puedo sentir la lanza sobre mi cabeza!

—En ese caso le sugiero que vaya a dormir para que su cabeza sienta la suavidad de su almohada, lord Jon —le aconseja Jungkook. Su tono plano me resulta un poco entretenido—. De ese modo la lanza no le resultará dolorosa cuando le llegue.

—¡Soldado Jeon! —chilla el primer ministro, con la respiración fallándole—. ¡Le pido que por favor no se burle de mis preocupaciones!

Escucho el bufido de Jungkook, y para alivio de muchos, no le responde. Vuelvo a concentrarme en los pasillos, necesito salir del palacio y ver de cerca todo lo que está sucediendo, para así tener una idea de lo que podría llegar a pasar después.

El reporte oficial dice que una tropa con un importante número de soldados está instalándose en el bosque de Barial, y que a unos diez metros está un campamento donde el rey Yoongi ha pasado las últimas horas luego de su victoria. Han talado árboles y cazado muchos ciervos blancos, sin contar con las fogatas que amenazan con causar un daño irreparable en el hielo místico que es el principal purificador de nuestro reino.

Las libertades que se tomó resultan inadmisibles. Al parecer, ninguno de esos forasteros considera la gravedad del daño que podrían causarnos, o simplemente no les importa en lo absoluto.

Y me molesta, me molesta mucho que un soberano de tanto poder no haya demostrado un poco de empatía y educación para al menos enviar una misiva oficial para solicitar un permiso adecuado de permanecer en Luar.

—Tiene que llamar a su padre, mi príncipe —me sugiere el secretario de la asamblea. Hasta ese momento me doy cuenta de que me detuve en el inicio de las escaleras principales, quien sabe por cuanto tiempo—. El rey debe saber lo que está sucediendo.

Me repongo rápidamente, y comienzo a bajar los escalones.

—Ya envié un mensaje a su majestad —respondo, mientras sigo intentando llegar a la salida del palacio donde el ruido comienza a ser evidente.

Intento mantenerme en calma cuando por fin logro salir al exterior, pero es en vano. La escena parece formar parte de algún cuento de terror; hay muchos soldados que han permanecido expuestos por mucho tiempo y el hielo los ha debilitado, otros no bajan de sus caballos, esperando ser llamados para la batalla. Ancianos y niños aterrorizados, mientras que los caballos relinchan cada vez que se escucha una nueva explosión desde el bosque.

El hedor de la pólvora va acompañado de la sangre. Todo mi ser se estremece cuando lo percibo con nitidez, y es entonces cuando una nueva descarga de adrenalina se inyecta en el centro de mi pecho y se ramifica por todo mi cuerpo.

¿Y si tienen razón y el rey Yoongi ha venido a declararnos la guerra? ¿Y si su intención es apoderarse también de Luar? No sería el primer soberano en intentarlo y, juro por mi honor que, de ser el caso, tampoco sería el primero en lograrlo.

Miro hacia el interior del palacio con la esperanza de encontrarme con mi padre, pero no hay señales de él. Sin embargo, sé que está despierto y observando todo el caos desde alguna ventana de la torre.

—Alteza —me llama uno de los soldados que estuvo en la vigía del bosque—. Traigo un mensaje de parte del rey Min.

Me yergo, y en silencio espero al igual que todos los que me acompañan.

El soldado despliega un pergamino que no había notado hasta entonces, y procede a leerlo en voz alta y temblorosa.

—"Saludos, Luar. Me dirijo directamente a los reyes y príncipes de este reino. Mi intención no es causar disturbios, sin embargo, estoy experimentando la plenitud de la victoria que me dejó la reciente batalla, razón por la cual escuchan las fuertes detonaciones, ya que estamos celebrando. Por otra parte, al ser el dueño de Drakoria también me convierto en un hilo directo que roza con estas tierras, uno poderoso e importante que no puede ser ignorado. Por ello, y por las condiciones deplorables del sur es que tomé una extensión de bosque. Será por esta noche y al amanecer no quedará vestigio. No espero que comprendan, no anhelo que lo acepten, solo acaten lo que digo, y háganlo con diligencia. Firma: Rey Min Yoongi II, soberano absoluto de dos imperios".

¡Pero que osadía!

¿Cómo puede ser tan irrespetuoso y enviar un mensaje cargado de mando a una nación que no le pertenece? ¿Qué se cree? ¿El dueño del mundo?

Estoy temblando de indignación. Me siento burlado, como una pequeñez que se mira desde la cumbre y una insignificancia que no amerita el protocolo debido, y no solo es conmigo, es con todo el reino y con el poder de la corona.

Pero está en un completo error si cree que aceptaré su mensaje y agacharé la cabeza ante su presencia. El rey no ha salido a dar frente y hacer respetar a su reino, pero el príncipe está presente, soy yo, y para mala fortuna de Min Yoongi, me encuentro furioso.

—¡Traigan mi caballo! —lanzo la orden al primero que la obedezca.

—Alteza... creo que deberíamos apartarnos de la tormenta. —El consejo de lord Jon no hace más que aumentar la furia que estoy sintiendo.

Permanezco con la cabeza en alto cuando le respondo:

—Luar no será mancillado.

Uno de los soldados viene hacia mí en compañía de mi caballo, utilizo el silencio formado a mi favor e ignoro los temblores y sollozos ahogados. Veo a mi alrededor, sintiéndome seguro cuando noto que la guardia nocturna está lista para seguirme.

Sin embargo, no me resulta nada fácil montar mi caballo porque Jungkook se me atraviesa. Lo miro a los ojos, él me da una mirada larga y significativa donde las palabras "mala idea" brillan en colores fuertes.

Aun así, nadie va a detenerme.

—Hazte a un lado —demando, tomando la misma posición defensiva.

—¿Qué estás tratando de hacer? —cuestiona con voz calmada, pero sigue sin moverse.

—¿Mis intenciones no han quedado esclarecidas? —inquiero—. Le exigiré al rey Min Yoongi que se vaya de mi reino.

De inmediato escucho jadeos y sonidos ahogados, miro a mi alrededor por un momento y todos están asustados. Entonces, comprendo una vez más la realidad de mi situación, lo que implica esa reacción y el silencio extenuante creado luego de escuchar el mensaje enviado.

¿De verdad piensan que voy a permitir que un rey ajeno venga y haga todo lo que quiera en nuestras tierras sin hacer algo al respecto? Mi padre sin duda lo haría, pero si él no está aquí, soy yo quien tiene la responsabilidad y el derecho de tomar la decisión final.

Y he decidido enfrentarlo.

He de suponer que mi padre escuchó el mensaje del rey de Parklared y también el mío, y ni aun así se ha presentado, incluso algunos miembros del concejo se han marchado, todos movidos por un mismo poder: miedo.

Tomo el pergamino que contiene el mensaje enviado y lo leo por mi cuenta. Me parece inaudito, es un acto de ruin cobardía permitir que nuestras tierras sean utilizadas bajo la voluntad de otros, y es una falta que no pienso dejar pasar.

—Comprende la delicadeza de la situación. Se trata de un rey que acaba de triunfar en una guerra donde tenía muchas desventajas. —Jungkook vuelve a alzar la voz, recordándome su presencia, y desde este momento sé que todos sus intentos por convencerme serán en vano—. No lo retes.

Lo miro, incrédulo.

—¿Entonces qué? —cuestiono, apuntándole directamente al pecho—. ¿Permitiré que un rey extranjero venga a hacer lo que quiera a mi reino solo porque ganó una guerra?

—Jimin...

—Príncipe Jimin para ti —corrijo con autoridad. Jungkook inmediatamente retrocede, sabe que en estos momentos estoy molesto, y que nada de lo que diga me hará cambiar de opinión.

No lo vuelvo a mirar y con rapidez subo a mi caballo. El fuego azul de las antorchas ilumina el camino que debo seguir, es uno que he recorrido muchas veces, que conozco bien y que no me causa temor. Entonces lo hago, me adentro en el bosque de Barial sin preocuparme quienes me siguen en muestra de apoyo.

Veinte minutos más y ya estoy frente al ejército forastero.

Varios me acompañan, entre ellos sir Colen Tars, el comandante en jefe que me ha guiado en los peores enfrentamientos. Confío en él y en su sabiduría, tiene lo necesario para vencer una batalla, sin mencionar la habilidad innegable en asuntos de negociación y estrategia.

Él se detiene a mi lado, con su armadura impecable y sin rastros de batalla que denote la defensiva del otro rey.

—Saben que está aquí —informa, con la mirada fija en el ejército de hierro.

La mía en cambio está puesta en la carpa roja con dorado que yace rodeada de antorchas. Es ahí donde se encuentra Min Yoongi, y estoy seguro que mi presencia ya le fue notificada.

—Avancemos —digo, y de inmediato mi caballo empieza a adentrarse en el lugar que está lleno de Parklared.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho, el pulso se me acelera en cuestión de segundos y mis oídos se cierran cuando mi comandante anuncia mi presencia con voz fuerte.

—¡El príncipe Park Jimin! —exclama, de inmediato tengo la atención del ejército del rey—. Último descendiente del antiguo linaje de Azariel. Comandante supremo del ejército lunar. Primogénito del rey, y alteza legítima del linaje puro de los lobos árticos.

Todos ellos se inclinan en una muestra clara de respeto, no es la misma acción que dedican a su soberano, pero sí la que demuestra que se encuentran frente a alguien que también lleva la realeza en cada una de sus venas. Me sorprende, puesto que no estoy acostumbrado a que mis títulos sean respetados con tanta reverencia, pero no comento nada al respecto.

El silencio que le sigue me da a entender que esperan escucharme y no quiero demorar más tiempo. Enderezo mi postura, y con voz firme digo:

—Solicito una audiencia con su rey.

Mi voz se alza entre todos ellos, el silencio se profundiza y muchas miradas están sobre mí, incluyendo la de Jungkook y mi comandante. Permanezco firme, sin bajar de mi caballo blanco y escondiendo todas las emociones que me avasallan, pues sé que en estos momentos lo único que debo demostrar es fortaleza.

Luego del silencio viene el barullo. Muchos soldados nos rodean, soldados que no pertenecen a mi ejército y de los cuales desconozco sus intenciones, se forma un tumulto preocupante e inmediatamente me pongo alerta, junto a todos aquellos que me acompañan.

Múltiples voces se escuchan, para ese momento Jungkook y sir Colen están blandiendo sus espadas, mientras que yo trato de escuchar mejor los gritos que vienen desde el fondo de la multitud.

"¡Abran paso al rey!"

"¡Abran paso al rey!"

Hasta ese momento preciso es que identifico lo que el hombre agitado grita. De inmediato los soldados obedecen y se abre un camino entre ellos que me deja expuesto ante el hombre que está saliendo de la carpa.

Es alto, está vestido completamente de negro, botas altas y guantes de cuero. La corona en su cabeza es de un dorado brillante cubierto de gemas valiosas, y el emblema de su reino lo lleva orgullosamente en el broche que sostiene la capa. Lo veo acercarse, y a medida que camina todos los hombres reverencian su presencia, casi con idolatría. Me quedo sereno, inamovible, y con la mirada clavada en sus movimientos seguros.

Llega hasta mí, con tres metros de distancia y nuestros ojos se encuentran por primera vez.

Y la realidad me llega, porque tengo ante mí al rey Min Yoongi, con sus penetrantes ojos grises concentrados en mi presencia.

Lo veo, me concentro en sus facciones que están iluminadas gracias a las antorchas y me doy cuenta que la historia que lo rodea es cierta. Es joven, demasiado joven para ser un rey tan poderoso.

—Escuché que un príncipe desea una audiencia conmigo —habla, sin quitarme los ojos de encima—. ¿Es usted ese príncipe?

—Soy yo —respondo sin inflexión en mi voz—. Podemos hablar aquí o en el lugar que crea conveniente.

Se queda callado por un largo tiempo y debo admitir que su silencio me pone de los nervios. Es un rey eufórico tras una batalla, debe tener mucha adrenalina contenida en su cuerpo, y ciertamente no conozco la forma en la que la libera, pero no voy a arriesgarme a descubrirlo.

Reconozco cierto brillo de irritación en sus ojos, sé que mi visita no le causa ninguna gracia, pero a mí tampoco me resulta motivador estar involucrado en esta situación.

—Usted es el imprudente que cortó mi celebración —acusa, ignorando por completo lo que dije.

—Y usted el insolente que osó meterse en mi reino —ataco sin siquiera dudarlo.

Su expresión cambia, levanta las cejas en señal de sorpresa, pero rápidamente vuelve a mostrarse tan inflexible como antes.

—Me tomé la molestia de hacerle llegar un mensaje a su rey —dice, a su vez mira a mi alrededor, analizando quienes me acompañan—. Todo esto es innecesario, informé que nos marcharíamos al amanecer.

—No será posible, rey Yoongi —hablo, sobre mis hombros pesa toda la tensión de mis acompañantes, es tan palpable como agotador.

El rey me mira con escrutinio, tratando de procesar lo que le he dicho. Nuevamente sus ojos se encuentran con los míos, le sostengo la mirada el tiempo necesario para dar a valer mis palabras, y para que entienda que hablo completamente en serio.

Él lo sabe, sabe que lo quiero fuera de mi reino en ese mismo instante, y la rigidez de su mandíbula y la oscuridad en su mirada me avisan que no se encuentra contento.

—Vaya... creí que la realeza de este reino era amistosa o astuta para saber y comprender la situación que me trajo hasta aquí —comenta con aire socarrón—. Me equivoqué por supuesto, cosa rara en mí, aunque... algo me dice que este comportamiento inapropiado y grosero viene únicamente de usted, príncipe.

Sonrío.

—¿Está seguro de querer hablar de comportamiento inapropiado y grosero, majestad? —inquiero—. Si su respuesta es afirmativa, permítame dudar de su intelecto, pues no soy yo quien está en tierra desconocida, sin aviso previo y causando daño al patrimonio principal de un reino completo.

Ahora él es quien sonríe.

—Insinúa entonces que mi accionar ha sido inapropiado, incluso bajo de un rey —deduce y yo no respondo—. ¿Puedo hacerle una pregunta, príncipe?

Inclino la cabeza hacia adelante y lo insto a seguir.

—¿En cuantas guerras ha participado? —cuestiona, manteniendo su postura erguida y digna de su cargo.

—Luar es una nación libre de batallas, majestad —respondo con calma—. Somos la nación más pequeña de los grandes reinos, pero hemos sabido prevalecer y, sobre todo, aprendimos a huir de la codicia.

—No respondió mi pregunta, alteza —señala, con sus labios curvados de forma sutil, casi invisible.

Lanzo un suspiro y le doy lo que quiere.

—Una guerra por mi nación, y muchas como apoyo.

—¿Y ahora no es capaz de solidarizarse conmigo? —pregunta, su tono de voz no me gusta para nada, presiento que esconde mucho más de lo que muestra en verdad.

—Usted y sus hombres han pasado muchas horas en este bosque, las suficientes para que el frío de aquí refrescara la fatiga de la batalla —puntualizo—. No puedo permitir que su estadía se prolongue, no cuando encendieron antorchas que están afectando el orden natural de las cosas.

Él ríe, lo hace como si le hubiesen contado el cuento más gracioso de la historia, y ese comportamiento me indigna y alimenta mi ansia por sacarlo de aquí.

—Dice entonces que no estoy invitado a conocer su reino —comenta, y una vez más soy víctima de su mirada.

—¿Por qué lo recibiría en mi reino cuando por su causa he tenido que aislar a mi propio pueblo?

Observo como poco a poco su postura se va endureciendo, la sonrisa desaparece y el silencio se forma con más poder que antes. Mis palabras fueron una flecha directa al orgullo de este hombre, no sé si fui demasiado lejos, pero mi boca habla con la verdad y no retrocedo ni me arrepiento.

En ese momento, no tenía idea de lo que pasaría luego de ese encuentro.






























Quiero agradecerles por el recibimiento hermoso que le dieron a este libro 🥹 estaba nerviosa porque no tenía idea de cómo lo tomarían, pero me llevé una agradable sorpresa, y espero retribuirles con una buena historia para mostrar.

Nos leeremos por aquí en el próximo capítulo que se publicará el jueves.

Les mando un abrazo. ❤️

⚔︎Yoon⚔︎

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