Capítulo XXIV: El camino escogido

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–No sé qué acaba de ocurrir, pero sin ese báculo estás pérdida –Tarjdiana se relamió nuevamente, y sin más preámbulo se abalanzó sobre Cosette. La joven cerró los ojos por un instante. Cuando volvió a abrirlos sus iris se habían vuelto dorados. De un tajo partió por la mitad el brazo con el que Tarjdiana intentó descuartizarla.

La vampiresa de sangre ancestral retrocedió impactada. Se miró el brazo afectado. A diferencia de cuando fue destrozado por los relámpagos rojos, esta vez no pudo regenerarlo. –¡¿Qué clase de broma es esta?! –ella exclamó fuera de sí, y presa de la rabia y la desesperación, mandó a sus hordas de vampiresas a que acaben con Cosette.

La muchacha se agachó para evitar unas garras negras que tenían por objetivo su rostro. Desde abajo blandió su espada hacia arriba, y de un certero movimiento partió por la mitad a su atacante. Dos vampiresas más la atacaron por detrás. Cosette pisó con fuerza y se impulsó con su espada para dar un veloz giro. Antes de poder clavarle sus colmillos, las dos vampiresas terminaron decapitadas.

Tarjdiana no podía dar crédito a lo que veían sus ojos. Sus hermanas no eran capaces de ponerle un dedo encima a aquella muchachita. ¿Cómo era posible? ¿Siempre ella había sido tan diestra como espadachín? Apretó el puño de su brazo sano y hundió sus uñas negras hasta que se hizo sangrar la palma.

Cosette sentía que no estaba sola. Ella podía percibir como el aura dorada emitida por la espada abrazaba a su cuerpo y se fundía con su propio espíritu. Por momentos la joven tenía la sensación de que a su lado luchaba Arnauld, aunque no solo él. De cuando en cuando ella también podía notar a un desconocido con dos coronas flotantes sobre sus hombros y con una sobre su cabeza que también luchaba codo con codo a su costado. Aquella energía que brotaba de la espada era muy distinta a la que Cosette había tenido con el báculo de la gema roja. La joven lo notaba perfectamente. Mientras los relámpagos rojos la habían alterado, poseído, le habían hecho perder el control por medio de la intensa sed de sangre que se alimentaba de su odio, esta energía por el contrario la llenaba de paz, de calidez, y por encima de todo le daba claridad y seguridad a su mente.

Así reflexionaba la joven en tanto combatía por su vida. Entonces descubrió que no tenía miedo, y supo que esto se debía a que no se sentía para nada sola. Fue en este preciso instante cuando comprendió en toda su dimensión lo que alguna vez le dijo Arnauld durante su trayecto hacia el monasterio: "quien sigue el sendero de la luz jamás estará solo".

Cosette entonces se relajó y dejó que el aura dorada de la espada se convierta en su guía espiritual. Retazos de cientos de recuerdos y de conocimientos desfilaron cual un torbellino por su despejada cabeza. Desde ese momento algo que hasta entonces había permanecido entre el sueño y la intermitente vigilia por fin despertó del todo en su interior. Cosette lo sintió como un estallido interno de luz, como si su corazón de pronto hubiese comenzado a inflamarse por una llama que no quemaba, sino que únicamente le transmitía una agradable calidez de paz y bendiciones. Desde ese momento los movimientos de la joven se hicieron mucho más fluidos y certeros. Tarjdiana creyó estar teniendo visiones, pues de pronto le pareció que aquella joven danzaba por entre sus sirvientes, cercenando y desmembrando, pero sorprendentemente siempre manteniendo un ritmo y armonía tan bellos y naturales como el aletear de un águila real en las alturas.

–¡No seguiré permitiendo este insulto! –la vampiresa de sangre ancestral se elevó, y acto seguido saltó hacia Cosette. La joven la vio venir con el rabillo del ojo. Se preparó para descargarle un mandoble de su brillante espada, pero en el último segundo Tarjdiana se detuvo, de modo que la punta del arma no llegó a tocarla. En ese momento los ojos de ambas se cruzaron. Cosette sintió una repentina parálisis al contemplar aquellos ojos amarillos. Se concentró y pudo liberarse, pero no lo suficientemente rápido como para evitar el zarpazo que le alcanzó el abdomen. Aunque no llegó a ser tan mortal como el que acabó con la vida de su amado, de todas formas le produjo un par de profundas heridas de las que empezó a brotar abundante sangre.

Cosette no les prestó demasiada atención a sus heridas. En aquel instante conmovidas lágrimas descendieron por sus mejillas. Y es que ella estaba segura de haber visto al espíritu de Arnauld empujarla hacia atrás justo a tiempo para evitar recibir un golpe letal. La joven se enjugó rápidamente los ojos. Concentró aura dorada en su mano derecha y de inmediato la colocó sobre sus heridas. Estas comenzaron a cerrarse.

–¡Ni pienses que te daré tiempo para que te cures! –Tarjdiana se lanzó a la carga. Como pudo Cosette esquivó sus mortales zarpazos. La vampiresa de sangre ancestral giró y comenzó a atacar con los brazos que sostenían su cuerpo a modo de piernas. Tal avalancha de garras era más de lo que Cosette podía resistir. Ella lo sabía, de modo que su única opción fue huir. Pero al frente le bloquearon el paso una muralla de monjas-vampiro. Cosette no se inmutó. Concentró aura dorada en sus piernas (vibración del alma, como un susurro de su mente se lo hizo saber) y saltó muy alto por encima de las vampiresas.

Sin embargo, todo se había tratado de una ilusión. Las verdaderas vampiresas la esperaban justo en el punto de aterrizaje. Felizmente para Cosette, su intuición logró alertarla del peligro en el último segundo. Entonces ella utilizó los Ojos de la Verdad. Se debatió por sobrevivir a los feroces embates, y, una vez lo consiguió, de un tajo de trescientos sesenta grados terminó decapitando a todas sus atacantes.

Tarjdiana le cayó encima. Cosette se percató de que era una ilusión, y de que la verdadera Tarjdiana la asechaba desde el lado opuesto. "¡Desde que viste mis ojos cavaste tu propia tumba, humana malnacida!", la vampiresa de sangre ancestral confiaba en que su ataque terminaría con todo. Cosette giró hacia atrás y mandó su espada al frente. Tarjdiana se percató entonces de que aquella joven podía ver a través de sus ilusiones. Sin embargo, ella no pareció muy afectada por el descubrimiento. "No pensé que tendría que usar mi máximo poder contra una criatura tan patética. Pero no me dejas más opción, tengo que enseñarte tu lugar, estúpida insolente", Tarjdiana se dijo para sus adentros, y acto seguido exclamó con todas sus fuerzas: "¡despertar de la sangre ancestral, Vlad, otórgame tu sacrílega bendición!".

En ese mismo instante por todo su cuerpo comenzaron a aparecer incontables ojos amarillos. "Este es el verdadero poder que me otorgó aquella bruja llamada Marfa. Que increíble era esa humana, ¡cómo me hubiera encantado clavarle mis colmillos y convertirla en mi esclava! Ah, lástima que ella tenía en su poder el Decálogo Demoniaco de los Hijos de Lilith... en fin, ahora eso ya no importa. ¡Lo único que ahora me interesa es enviar al infierno a esta zorra desgraciada!", Tarjdiana caviló para sus adentros, y con todos sus ojos apuntó a Cosette.

La joven de la espada luminosa sorteó a las hordas de monjas-vampiro que le salieron al encuentro. Tras su paso fue dejando los inertes cuerpos cercenados de todas las que se ponían dentro del rango de su filo. Tarjdiana montó en cólera al ver la masacre, y en un arranque de locura se abalanzó sobre sus propias sirvientes que aún seguían en pie y las devoró sin ningún reparo. –Al menos me servirán como alimento, estúpidas inútiles –ella justificó su actuar.

A Cosette no le sorprendió tal bajeza, aunque de todas formas sintió lástima por las pobres novicias que habían caído víctimas del engaño de aquel monstruo. Para sus adentros la joven se juró que acabaría a como dé lugar con tan terrible amenaza. "Nunca más una joven volverá a sufrir por culpa de esta abominación, daré mi vida si es necesario para que así sea".

–No puede ser –Cosette de pronto ya no pudo seguir avanzando. Y es que Tarjdiana acababa de paralizarla con algunos de sus ojos. "Ya no se trata de evitar mirarlos, ahora esos ojos lanzan una especie de energía invisible... si me dan inevitablemente terminaré paralizada", Cosette se lamentó. Se concentró por un momento y consiguió incrementar su vibración de alma. Se liberó de la parálisis, pero antes de poder da un paso fue golpeada por la enorme cola de su oponente. Terminó impactando contra una pared, la cual quedó destrozada por el golpe.

No terminaba de levantarse, cuando Tarjdiana se le apareció al frente y comenzó a atacarla con frenéticos zarpazos. Como pudo Cosette se protegió con su espada, pero aun así recibió numerosos cortes. Como último recurso incrementó la luz de su espada a lo máximo que pudo. La luz cegó a Tarjdiana y a sus numerosos ojos por un instante. Fue tiempo suficiente para que la joven de la rubia cabellera pueda escapar. Con el rabillo del ojo ella distinguió algo que le llamó mucho la atención. En la pared que acababa de agujerear su cuerpo ella detectó una rajadura por la que le pareció ver el cielo del amanecer. En ese preciso instante recordó a Sulu, cuando él había llamado a aquella monstruosidad "vampiresa de sangre ancestral". Por supuesto, ella recordaba los cuentos sobre vampiros que eran narrados en su pueblo, sobre todo en las épocas más heladas del invierno. "Espero que lo que decían sobre sus debilidades sea cierto, es mi última esperanza", Cosette le rogó a Dios para que le conceda su ayuda en aquel momento tan crucial.

Cosette se situó delante de Tarjdiana, empuñando su espada con ambas manos. Haciendo un esfuerzo supremo, ella incrementó sus vibraciones de alma a lo máximo que pudo. La hoja de su arma empezó a iluminarse cada vez más. Asimismo, la joven fue elevando su espada con marcada lentitud.

–¡Estúpida zorra! ¡¿En serio piensas que cegándome con esa tonta luz podrás detenerme?! –Tarjdiana se cubrió el rostro con un brazo.

–No pretendo cegarte –Cosette respondió con frialdad, y acto seguido levantó su espada hasta por encima de su cabeza. En este momento el resplandor de la hoja fue tan cegador como el mismo sol. Relámpagos dorados empezaron a brotar del arma y a llover sobre el suelo–. ¡Aliento del Guardián Celestial!! –Cosette exclamó con todas sus fuerzas, y bajó el arma de golpe. En ese momento ella tuvo la impresión de que Arnauld depositaba sus manos sobre sus hombros. Se sintió reconfortada. Una avalancha de energía relampagueante salió disparada hacia el frente y avanzó a toda velocidad rumbo a Tarjdiana.

–Ilusa, ya me imaginaba que harías algo así –la vampiresa de sangre ancestral logró hacerse a un lado a tiempo. La explosión producida por el ataque de Cosette remeció toda la capilla. La pared contra la que finalmente impactó el ataque se hizo añicos y fragmentos de piedras y escombros salieron disparados en todas direcciones.

–Hice todo lo que pude –Cosette se dijo con voz desfalleciente. Se tambaleó y terminó hincándose en una rodilla. Se apoyó sobre el mango de su espada para no irse de bruces.

–Es hora de que pagues por... –Tarjdiana ya no pudo decir más. En vez, de su enorme boca de afilados colmillos salieron unos ensordecedores alaridos. Cosette levantó la mirada, y entonces fue testigo de cómo los rayos del sol de la mañana carbonizaban la piel y la carne de su oponente. La vampiresa de sangre ancestral intentó huir, pero fue en vano. El agujero que el reciente ataque de Cosette había dejado en la gruesa pared era enorme. Viéndose perdida, en un intento desesperado Tarjdiana trató de atacar a Cosette. Extendió su brazo sano. Sus garras apuntaron a Cosette. Sin embargo, la providencia le jugó en contra hasta el final. A pocos centímetros de poder alcanzar la frente de la joven, su brazo se deshizo en un amasijo de cenizas que al poco rato fueron esparcidas por el viento.

–Todo terminó –Cosette soltó una agotada exhalación. Instantes después ella perdió el conocimiento.

Aquella misma tarde, bajo un carmesí cielo crepuscular, Cosette rezaba ante un montículo ubicado en lo más alto de un monte. Allí acababa de enterrar a su amado Arnauld. Algunos pasos detrás su caballo ramoneaba por entre los hierbajos del terreno. Una vez terminó con sus oraciones, la joven se santiguó y se puso de pie. Miró hacia atrás, al monasterio secreto ahora abandonado y deshabitado. Luego dirigió su vista al frente, hacia el sendero del otro lado del monte que descendía en dirección al bosque. Tomó de las riendas al caballo. Luego se lo pensó mejor y las soltó. En ese momento ella llevaba puesta la armadura que había conseguido en el castillo del Dubois. Se arrancó la capa azul de la espalda y acto seguido se la ató alrededor de la cintura. –A partir de este momento consagraré lo que me queda de vida a seguir el camino del guerrero de la luz, el destino que tras tantas peripecias finalmente he escogido –ella se dijo en tanto contemplaba absorta el desfalleciente horizonte. Poco después Cosette volvió a tomar de las riendas al caballo, y a continuación, con andar lento pero seguro, ella inició con su descenso por el sendero. 

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