3. El antes de un gran desastre

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"Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero."

1 de Juan 4:19

Nunca pensó que fuera tan fácil conseguir las latas de pintura, menos que conseguiría tantas y eso la hizo sentir como si su victoria fuera equivalente a guiar a los israelitas por el desierto, y no morir en el intento o enaltecerse, que era lo mismo. Nombró los colores que necesita para los bancos, las paredes y la escalera, todos colores cremas y suaves que combinaran con todo, que fueran de su gusto y no absorbieran el calor, merecía tener una iglesia fresca, en especial porque prácticamente se estaba prostituyendo por darle aquél material a su comunidad religiosa. Era lo mínimo que merecía. Le resulto relativamente sencillo fingir que no deseaba ese momento con anticipación, su encuentro con Joshua, era apuesto, sí, su cabello castaño y ojos verdes lo hacían simplemente hermoso para la vista, la clase de rostro que se podía convertir en el héroe de alguna historia fantástica o el posesivo villano de alguna novela que haría suspirar a hombres y mujeres por igual mientras destruía la vida del o de la protagonista, sumado a su altura y labios carnosos rosas lo hacían casi perfecto, aunque Haza preferiría a alguien mucho más bajo, alguien a quien pudiera besar sin la necesidad de una escalera. Su mirada antipática lo hacía muy irresistible, al menos para ella, las manos de la muchacha hormigueaban con deseo de estamparse en formas de puño contra el rostro perfecto del chico y deformarlo, golpe tras golpe, hasta convertir su etérea belleza en una masa de carne magullada. Podía ver la falsa fachada como un letrero con luces neón en medio de la noche y eso solo aumento su necesidad de arrancarle la cara a mordiscos o moler su mandíbula definida a puñetazos. Parecía ser la clase de hombre mujeriego que veía a las chicas como objetos, premios que coleccionar. Por una vez, tan solo esa vez Haza rogó estar equivocada.

Mientras se concentraba en elegir la pintura para la puerta principal, la campanilla de la tienda sonó dando el anunció de que alguien más había entrado, <<Genial, más personas con las que socializar.>> Al girarse para ver quién había entrado Haza se quedó petrificada, era su madre, si Evangeline llegaba a enterarse de lo su hija acababa de hacer por unos cuantos litros de pintura de seguro la colgaba viva.

— Joshua ¿Verdad? — Evangeline entro en la tienda acomodando lo que Haza supuso eran unas jeringas en su bolso, ignorando por completo la presencia de su hija —. ¿Cómo estás?

— Bien, señora...

— Por favor, llámame Evangeline, señora Fierro Morales suena horrible. Además aún no estoy tan vieja, ¿O sí? — el tono burlesco de Evangeline le dio a náuseas a Haza.

— Bien "Evangeline"...— el muchacho carraspeo un poco, como si pronunciar aquél nombre le hubiera dejado un mal sabor de boca — ¿Puedo ayudarla con algo?

— Así es, venía a invitarte a los juegos sociales, ya sabes, a jugar en la iglesia, con chicos y chicas de tú edad para que te lleves bien, y puedas adaptarte...

"Para que se te salga el aire de reggaetonero que traes" pensó ella, aburrida de estar ahí, una parte de ella deseaba regodearse en la imponente presencia de su madre, la otra esconderse de la misma forma en la que lo había hecho el tal Kevin.

— Lo siento, pero estoy ocupado, mis amigos y yo tenemos cosas por hacer, mi tía nos ofreció en este trabajo, no puedo dejarlo.

— Yo te cubro, descuida — sonrió Dafne con aire despreocupado.

Joshua se mordió los labios, conteniendo las ganas de vender a su hermana a un mercader de dudosa procedencia acompañado por un cazador de focas en algún punto de la Antártida, a veces su imprudencia resultaba molesta.

— Bien, quizás vaya — Joshua volteó hacia Haza, observándola con codicia, con malicia, "Ojala que te de diarrea" pensó Haza enfadada por la actitud del chico, a esa clase de personas se les debía impedir reproducirse —. Sólo si Haza va.

— De acuerdo, le avisaré a mí hija que pase por tú casa a buscarte — los ojos marrones de la mujer se iluminaron, algo que hizo temblar Haza, era la misma forma en que lo hacían cuando se le ocurría una forma de castigarla —. Aunque...¿Por qué mejor no vas a nuestra casa? — Haza observó horrorizada a su madre, odiaba a las visitas, más si eran de su edad, sus padres esperarían que estuvieran juntos todo el tiempo, como dos niños pequeños jugando mientras sus padres se encargaban de turbios negocios.

— Bien, como usted diga, Evangeline.

Joshua le sonrió a la madre de Haza despidiéndose con una sonrisa correspondida por ella. Cuando Evangeline salió de la tienda la chica pudo apostar que los amigos de Joshua volvieron a respirar, de hecho ella también había estado conteniendo la respiración, en cuanto su madre entro en la tienda Kevin se ocultó debajo del mostrador y parecía asustado como si acabará de ver a un fantasma, Christian parecía conmocionado y Dafne seguía risueña, como un muñeco de nieve abandonado en una montaña.

— Chicos, eso fue perturbador — dijo Kevin saliendo de debajo del mostrador.

— ¿Por qué? — pregunto Dafne observando impaciente a Kevin, mentalmente la muchacha se preguntó si podría convencer a Evangeline de adoptar a su hermano, a veces era tan insoportable que deseaba abandonarlo en un pastizal con un letrero de "gratis" en la frente.

— Nunca he sido bueno con los adultos, menos con los padres, creó que estoy temblando — Kevin levantó sus manos mostrando que efectivamente estaba temblando.

La cortina se abrió de nuevo, y Haza exhalo con alegría al contemplar, finalmente, un rostro familiar. Era Tahiel, el hijo biológico de Genevieve. A pesar de sus 13 años era alto, tanto que ya le llegaba al hombro a Joshua, Haza pensó en pedir de paso una escalera para poder hablarle cara a cara al chico, pero le agrado ver que aún mantenía esa mirada de cervatillo a punto de ser atropellado mezclado con aburrimiento, todo lo contrario a las miradas tortuosas de Joshua.

— ¡Oh! Hola Haza — de inmediato Tahiel cruzo el mostrador y la envolvió en un abrazo, torpemente la chica se lo devolvió, sintiendo las marcadas costillas del niño debajo de sus dedos.

— ¡Taty Tate! ¡Hola, pequeño! — rompió el abrazo y sintió como el apodo ya no le quedaba. "Tate" era el nombre que todos usaban con el muchacho porque nadie sabía pronunciar bien su nombre, Haza seguía sin saber si se pronunciaba "Tajiel" o "Taiel" tal vez incluso "Taliel", "Tallarín", no lo sabía y honestamente no le importaba —, vaya, unos meses te cambian muy rápido, ¿No? Supongo que ya no vas a necesitar que te cuide mientras estas en la iglesia — el chico frunció el ceño avergonzado, recordaba el tiempo en el que jugaba con Ada y Haza los cuidaba, pero también de ocasiones donde la chica tuvo que limpiar sus lágrimas porque Ada era demasiado brusca con él.

— ¿Pequeño? — Tahiel le acarició la cabeza a Haza —, si ya te superó, si yo soy pequeño ¿tú que eres? ¿Un oompa loompa?

— Ya, ya, ya, para la humillación — le advirtió con la voz ligeramente firme, recordándole que aunque era baja no tenía problema alguno en recordarle quién era la mayor.

— Hazael — llamó Kevin — ¿Estas bien?

Haza se quedó un momento en silencio, pensando en la pregunta, pero pronto hizo la sonrisa que había pasado horas practicando frente al espejo, con la esperanza que nadie notara sus verdaderos sentimientos.

— Sí, claro que sí, ¿Por?

— ¿Por qué tú madre te ignoró por completo, Haza? — eso resultó ser un impacto doloroso que hirió su orgullo más de lo que pudo predecir. Haza se reprendió internamente; no debería haber dejado ver tan claramente sus emociones. Tenía que ocultarlas; nadie debía tener conocimiento de ello, absolutamente nadie. "Menos ellos" pensó para sí misma, los observó a todos, cada uno de sus perfectos rostros, ¿Acaso había entrado por error a un casting de modelos? Si no era así, ¿Entonces por qué todos eran tan bellos y altos? Verlos fue un duro golpe a su autoestima.

— Es... complicado — la pelinegra notó la clara intención de Kevin de seguir con la charla pero ella se adelantó —. Bien, será mejor que me vaya. ¡Hasta luego Tate!

— Adiós — se despidió recostando su cabeza en el hombro de Dafne, preguntándose si sería prudente volver a contactar con el demonio de Tasmania.

Joshua salió de detrás del mostrador y se acercó a Haza.

— Te acompaño.

— No, no, no es necesario — acelero el paso, abriendo la puerta de cristal, el pomo estaba polvoriento y considero la idea de llamar de forma anónima a los padres de Christian para decirles que su hijo llevaba amigos al trabajo, descuidando la tienda en el proceso, solo por arruinarles el día —. Creó que conozco muchísimo mejor este lugar que tú.

Una completa mentira, Haza apenas si salía de su casa, ella prefería encerrarse en su habitación, escuchar música o leer algún libro. De hecho salía tan poco de su casa que ni siquiera conocía a sus vecinos o tenía noción si eran los mismos de su niñez.

— Bien, solo lo decía porque dudo que seas capaz de llevar los 44 latas de pintura sola — el ojiverde levanto las manos en señal de paz, algo que causo la ligera risa de Tate. Haza arrugó el ceño, no recordaba que la risa del chico fuera tan aguda, la pubertad debía estar haciendo lo suyo, supuso que en unos años, meses incluso, la aguda voz del niño se volvería gruesa y gutural como la de Joshua, lo cual era una pena porque la voz infantil de Tate le resultaba adorable —. Tengo una camioneta, podríamos empacar algunos galones allí y después regresar por el resto... — Joshua se dio la vuelta, regresando lentamente hacia el mostrador — pero como conoces este lugar mejor que yo...

— ¡Bien! ¡Acompáñame! Pero que sea rápido, no tengo tiempo que perder — Haza se detuvo en seco al darse cuenta de lo que acababa de hacer: acababan de regalarle el inventario de todo un día de la tienda, lo que posiblemente generaría pérdidas, un chico que acababa de conocer se había ofrecido a ayudarla con el transporte de la pintura, ¿Y aun asi ella tenía el descaro de actuar asi? Se dio la vuelta y trató de calmarse —. Lamento hablarte asi, Joshua, sería de gran ayuda que lleves las latas en tu camioneta, gracias.

Joshua asintió triunfante y la condujo hasta su camioneta: una imponente máquina negra que aparentaba valer lo mismo que la casa donde la chica vivía. Por supuesto, con el apellido O'Riley, el dinero nunca parecía ser un problema para él. Siendo el hijo adoptivo de una comandante de un submarino nuclear y heroína de guerra, seguramente nadaba en la opulencia que solo el dinero podía brindar.

— Espera aquí mientras Christian, Kevin y yo cargamos la pintura.

— De acuerdo — dijo tímidamente, dándose cuenta de que iba a entrar al auto con un desconocido.

Una leve sonrisa se formó en sus labios al imaginar el informe policial y al hijo del pastor tras las rejas por su asesinato, ¿A que no resultaría irónico si terminaba muerta también? Sintió una punzada de placer mientras fantaseaba con las palabras dichas en su funeral: buena hija, buena estudiante y amante incondicional de Enya.

Joshua regreso a la tienda, el sol estaba en lo más alto en el cielo, el calor era increíble, posiblemente en la noche haría más frío que en la Antártida pero por ahora a Haza se le derretían las ideas. Mientras esperaba a que su "acompañante" regresará, la chica decidió sacar su teléfono, no había mucho con que rematar el tiempo más que con los miles de PDFs que había descargado; ningún título le llamó la atención por lo tanto decidió releer "Botón, Botón" de Richard Mathenson, uno de sus autores preferidos, claro que no le había dejado tan satisfecha la película pero aún así debía admitir que Cameron Díaz en el papel de Norma había sido simplemente perfecta, sin duda la bellísima Cameron Díaz era una gran actriz, lástima que ya no estuviera en la industria.

— ¡Ya estamos aquí! — anunció Christian llegando con los galones de pintura en una carrito de supermercado —. Espero que aprecies este sacrificio, linda — Christian hizo una leve reverencia —, no regaló 44 litros de pintura a cualquiera.

— Bueno, pues es un honor ser la primera — respondió Haza imitando la reverencia.

— ¡Deja de coquetear y abre la puerta, Christian! — gritó Kevin que llevaba los galones en cada brazo, seis galones en total.

Haza noto que por alguna razón Kevin no dejaba de mirarla cada vez que ella no estaba prestando atención, pero por el rabillo del ojo podía ver como la observaba en silencio, podía sentir su mirada sobre ella, algo en los oscuros ojos azules de Kevin la incomodaba y seguía con la sensación de conocerla.

— Ya voy, ya voy.

— ¡Oigan no sean idiotas! ¡Dañarán mí auto! — gritó Joshua con otro carrito de supermercado lleno de pintura, Dafne salió de la tienda y corrió directo hacía Haza tomándola de la mano.

— Si el idiota de mi hermano te hace algo me dices y yo lo pondré en su lugar, ¿De acuerdo? — Haza asintió, claro que no se iba a quedar callada si el hijo del pastor se sobrepasaba —. Prométeme que me contarás todo lo que hagan juntos, sé que suena de mal gusto y que soy una chismosa, solo que no quiero que nada malo le pase a mí... hermano — Dafne se mordió los labios, sintiéndose repentinamente culpable de enviar a la regordeta pero encantadora chica directo a las fauces del león.

— Sí, lo entiendo.

"Más de lo que debería entender".

— ¡Oye, chica loca cristiana! ¡No tenemos todo el día! ¡Sube! — gritó Joshua al volante.

— ¡Adiós!

Ambos ascendieron a la camioneta, y lo primero que Haza hizo al subir fue bajar la ventana. A pesar de que Joshua ya había activado el aire acondicionado, la sensación del viento en su cabello, despeinándolo y acariciándolo, resultaba irresistible. El viento azotaba su rostro con furia, aliviando sus músculos y frenando su mente, esa mente atormentada que no dejaba de recordarle lo complicada que era su vida. Era, simplemente, una experiencia gloriosa. Además, no quería vomitar frente a un extraño por culpa de sus interminables mareos.
La camioneta giró en diagonal por la venida, hasta el momento Haza no se había detenido a ver lo más allá de la mala actitud que Joshua mostraba, esa actitud que le provocaba ponerle la eutanasia, su cabello castaño claro se movía tal y como las olas del mar, sus ojos se entrecerraban haciéndolos achicar, sus labios rosa pálidos se curveaban en una mezcla de incomodidad y tranquilidad. Joshua giró la cabeza hacia ella, y Haza apartó la mirada al instante, temía el haber sido indiscreta con su mirada.

— Puedes escoger la música.

— ¿Eh?

— Puedes escoger la música — Joshua le extendió el celular que ya tenía el reproductor de música abierto en la pantalla.

— ¿Seguro?

— Sí, aunque si pones himnos de la iglesia te bajo de mí camioneta con todo y latas de pintura — Haza se rió con incomodidad, una parte de ella quería decir una frase inteligente o algo, pero las palabras se enredaban en sus labios.

— De acuerdo, nada himnos — le dedico una mirada traviesa mientras sus dedos se desplazaban por la pantalla, estaban pegajosos por el sudor y eso solo la hizo ponerse más nerviosa —, por ahora — decreto con una voz más grave de lo que pretendía.

Haza le dio clic al buscador, pensó por un momento buscar la canción adecuada, algo que no fuera ni muy instrumental ni muy nuevo, algo... intermedio. No planeaba deleitar los oídos impíos de su conductor con la voz magistral de Enya o la melodía de Gotye, no era digno de escucharlos.

— ¿Cuál escogiste?

— Escogí "Aicha" de Cheb Khaled.

— ¿Cheb Khaled? Nunca lo había oído.

— Es lógico, nadie lo escucha — respondió Haza como si fuera lo más obvio del mundo. Ambos pasaron frente a una tienda, con revistas, golosinas y de repente recordó algo, algo con lo que perfectamente habría vivido en paz sin recordar, pero era su culpa, su culpa, suya y de nadie más que su mente estuviera en constante tormento.

Ooh! Aicha, Aicha, écoute-moi

"Pará" las manos de Haza empezaron a sudar.

Aicha, Aicha, t'en vas pas

"Detente", el viento se convirtió en una carga sobre ella.

Aicha, Aicha, regarde-moi
Aicha, Aicha, reponds-moi

"Por favor, pará", pasó los dedos por sus palmas, las palmas de sus manos sangraban.

Je dirai les mots, les poèmes

"¿Cómo pude haberlo olvidado?", tanta sangre corriendo por sus manos, pero sus venas estaban secas.

Aicha...

Detén la camioneta — dijo repentinamente.

Los ojos verdes de Joshua se apartaron del camino, la miro confundido, aún faltaban varias calles para llegar a su casa.

— ¿Qué?

— ¡He dicho que detengas la camioneta!

Detuvo el vehículo y Haza salió disparada de el, corrió como si su vida dependiera de ello, tal vez si lo hacía y Joshua lo ignoraba. Minutos después regresó con una bolsa en las manos, ella abrió la puerta y se sentó sin decir ni una palabra. La confusión del castaño aumento, la miró extrañado comenzando a conducir de nuevo, pero se decidió a iniciar una conversación, debía saber más de esa loca religiosa que estaba sentada a su lado, así sería más fácil "liberarla".

— ¿Todos te llaman por ese nombre? ¿Haza? — debía empezar por algo ligero y cuando menos lo esperara atacaría a la yugular, ella asintió —. Pensaré en un apodo para ti, loca cristiana, algo que solo yo use — ella lo miro indignada.

— ¿No se te ocurrió un apodo más feo? — resoplo frustrada, aferrándose a la bolsa. No tenía fuerzas de pelear con quien le dio lo necesario como para quedar inmortalizada en la memoria local de su iglesia — Bien, ¿Cuál es tú segundo nombre?

— ¿Qué?

— También quiero llamarte de forma íntima, que nadie más te diga así — un golpe bajo.

— Lo siento pero jamás descubrirás mí segundo nombre, confórmate con saber que eres la única aparte de Dafne que me llama "Joshua" y no "Josh".

— De acuerdo.

Ella seguía con la mirada en ningún punto en específico, aferrándose a la bolsa, temblando, solo temblando.

— ¿Y para quién son las revistas y bocadillos?

— Para Alguien — respondió Haza mirando a la nada.

Joshua la miro intrigado y por primera vez desde que conocía a Haza no sintió que fuera estúpida, al menos no tanto.

Harper sostenía la revista sobre su pecho, con un leve temblor, producto de los niveles de adrenalina que estaban bajando por su cuerpo, sus ojos claros permanecían inquietos, mirando a todas partes, estaba increíblemente pálida y su cabello rubio era un desastre. Se veía tan demacrada. Ya quedaba poco de la Harper que ellos habían destruido. Haza notó que en la bata blanca del psiquiátrico estaba sucia, posiblemente una mancha de sangre.

— G... gracias, Haza...— su voz era rasposa, producto de los gritos que tanto la habían lastimado —. Sinceramente no sé qué haría sin ti, prima — musitó con lágrimas a punto de abandonar sus ojos —, eres la única que me trae cosas interesantes para hacer aquí, creo que mi madre se olvidó de mí y me siento sola, me gustaría recibir más visitas, no quiero pudrirme aquí — Harper comenzó a negar, aterrada por la idea de desaparecer entre la blancura del lugar —, no quiero, no quiero, no quiero...

Haza tomó suavemente su mano.

— No es nada...es lo menos que puedo hacer después de lo de...Celia — repentinamente el rostro de Harper se oscureció.

— Ambas sabemos que si ella no hubiera estado allí, si hubiera controlado sus emociones posiblemente Celia y los demás estarían vivos... estarían bien...

— Lo sé. Lo siento, ¿Nunca me perdonarás?

Los labios de Harper se curvaron.

— No lo entiendes ¿Verdad?, Nunca tuviste la culpa, siempre fue de ella, sé que parece cruel pero...

— No — repuso ella con firmeza —. No es cruel, es realista, aunque de una u otra forma todos tuvimos la culpa.

— Sí — Harper bajo la mirada, recostando su cabeza con cansancio en el espaldar de la silla, le dolía, estar viva le dolía —, es cierto, todos tuvimos la culpa.

Haza apartó un mechón de su cabello y lo guardo detrás de su oreja, tratando se sonar lo más amigable posible y evitar que el nudo en su estómago siguiera su curso. Haza respiró hondo y se forzó a sonreír, era algo que claramente sabía fingir a la perfección, que nada le pasaba, que todo estaba bien.

— ¿Cómo te sientes? ¿La terapia ha funcionado?

— Lo único que tengo que decir es que ni los psiquiatras o psicólogos sirven de algo, todos son unos mentirosos, no sirven de nada y saben menos que nada — chupo sus resecos labios de forma pensativa —. Son una mierda de personas.

Haza se tensó y sintió como el nudo en su estómago se volvía más y más tensó, jalando de sus pulmones, haciéndola tambalear. Harper bajó la cabeza, ella mejor que nadie sabía lo bien que a la chica se le daba fingir, ella podía sonreír aunque por dentro no parará de llorar.

<<No sirven de nada>>

Respira.

<<Sólo son una mierda>>

Respira.

<<Podría ser esquizofrenia>>

Sólo respira.

<<O simplemente paranoia>>

¡Por Dios, sólo respira!

La sonrisa de Haza se ensanchó.

— Debo irme, esperó que aprecies lo que te traje, tuve que pelearme por una mujer por ella — respondió Haza señalando la revista.

Harper asintió ligeramente tomando la bolsa con curiosidad, solo quería tener algo con lo que ocupar su mente, olvidarse de todo y apagar la vocecita que no dejaba de culparla por lo sucedido. Cualquier tipo de distracción era más que bienvenida. "No podía estar más de acuerdo", pensó ella "Son una mierda de personas".

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