35. Un millón de citas

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"Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman."

Santiago 1:12

<<Estuve trabajando mucho y con mi sueldo decidí recompensar a mi amor por ser tan paciente conmigo y comprarle un regalo, un libro de poemas, mi libro favorito, verde y muy bonito, me encanta el libro, espero que le guste, realmente lo amo, daría todo por él y para él. Lo que ví realmente lo malinterprete, no hay pruebas, debería orar más seguido para pedirle a Dios que me quite estos malos pensamientos, nunca más volveré a desconfiar de mi amorcito>>

Haza se preguntaba qué se sentía estar enamorada y si eso era siquiera lo que estaba sintiendo por Joshua, le daba miedo que no fuera así, pero más miedo le daba resultar siendo como Katherina, cuyo enamoramiento la llevó a la desgracia y posteriormente a la muerte.

Tres meses pasaron volando, Harper seguía yendo a rehabilitación y por orden de su madre había empezado a estudiar en casa, debido a que no deseaba que sufriera más, de alguna manera, sin importar si fuera emocional o física, no importaba, Harper ya no merecía sufrir, ya no más, ya había sufrido demasiado.

Pero había dos personas que también sufrieron demasiado y estaban dejando las heridas cicatrizar por completo e incluso, las estaban empezando a olvidar, aunque al principio lo creyeran imposible, estaban sanando, lo estaban aceptando y aún más importante: estaban perdonando; Joshua ya no sentía tanto odio hacía su padre, empezaba a expresar más sus sentimientos y emociones, ya no era tan frío y solitario, aún más importante, estaba dejando que Dios tomará su vida; de pequeño Joshua solía orar mucho junto a su madre y Dafne, ella solía decirles que orar era tener una conversación con Dios, eso era lo que hacía Joshua; le contaba sus sueños y anhelos, lo bien o mal que había sido su día, las cosas que le gustaban y las que no, razones para estar agradecido y sus peticiones, Dios estaba obrando en él; Haza por otra parte empezaba a ser más confiada y menos arisca con las demás personas, a no dejarse manejar por sus emociones, a controlarse y ser más social.

Definitivamente Dios los había juntado para ayudarlos a curar sus heridas. A veces oraban juntos, se arrodillaban en la sala de la casa de Haza —  ya que Evangeline no tenía la confianza suficiente en Joshua como para dejar ir a Haza a su casa a pasar la noche y mucho menos lo dejaba entrar en el cuarto de la chica sin supervisión — y oraban, daban gracias, revelaban sus peticiones y pedían perdón por sus pecados. Cada vez que Joshua salía de la casa de Haza se sentía renovado, el vacío dentro de él se hacía más y más pequeño, además de haber podido conocer a Aidan, a quien plenamente podía llamar amigo, era la viva imagen de Haza, solo que más delgado y un poco más alto, y claro, hombre. Pero a Joshua le parecía raro que Haza dijera que su hermano era un bromista empedernido, Aidan era risueño, sí, pero muy tímido y callado, tanto que a Joshua le parecía anormal que fuera tan retraído, según lo que había dicho Haza, Joshua esperaba ser recibido por un chico tan loco como una cabra, pero Aidan era todo lo contrario, demasiado silencioso, casi deprimido. Joshua era consciente de los rumores y le rogaba a Dios que fueran solo eso, rumores, no podía imaginarse todo el sufrimiento que estaría sufriendo la pobre criatura en silencio. 

Ese día en particular Haza y Joshua cumplían ya cuatro meses de cortejo mutuo, era obvio desde el primer día que se vieron en la iglesia que algo entre ellos iba a pasar, llámalo conveniencia o bendición, el punto es que se amaban, se apreciaban y deseaban mejorar juntos.

El día estaba nublado y frío, gotas de lluvia caían débilmente en la calle, Haza acomodó mejor su bufanda en su cuello y dejó que Joshua la tomará de las manos, aunque ambos tuvieran guantes la calidez mutua que se daban era increíble.
Ambos caminaron hasta un puente, deteniéndose para mirar las aguas torrenciales del río pasar, Joshua mantuvo el paraguas sobre la cabeza de ambos y Haza dejó caer suavemente su cabeza en el hombro de Joshua, se sentía tan segura, amada y deseada, querida, adoraba saber que ella y sólo ella — aparte de Dios y la familia de Joshua — conocían ese lado tan dulce de Joshua.
Dicen que la razón por la cual muchas mujeres llegan a enamorarse de los denominados "chicos malos" es porque desean conocer la parte dulce y sensible de ellos, aunque Joshua no fuera un psicópata, sociópata o algo similar sin duda alguna era un chico frío que con suma facilidad caía en dicha categoría de "Chicos malos" y Haza se sentía sumamente honrada de haber encontrado el lado dulce de Joshua, aunque todavía no abandonaba la idea de dominarlo, no domarlo, dominarlo.

Aunque posiblemente fuera una imprudencia de su parte, Haza quería saber, para nadie era un secreto que Haza junto con otros miembros de la comunidad y su iglesia habían sobrevivido a un atentado por parte de un grupo religioso radical, el cual fue confundido en un principio por un grupo terrorista de misoteístas, pero después se descubrió que eran de la secta Un Mundo Libre, no sabía con exactitud quienes eran, no podrían reconocerlos en la calle, tenían el rostro cubierto durante el atentado por eso nadie sabía quienes eran, en el caso de Haza y su familia si sabían al menos quien era de uno de los integrantes, el líder de la masacre y ese era Günther, el ex de Katherina y abusador de Aidan, un chico de ojos azules oscuros y cabello rubio con apariencia de ángel, pero que en realidad era un demonio. La experiencia había sido tan traumática que Haza eliminó el rostro de aquél hombre de su mente y por eso no lo recordaba, de cierto modo era bueno, no saber quién le había arrebatado la vida a su hermana mayor y había violado a su hermanito, pero también confuso, a veces Haza pensaba que podría convivir con aquella persona sin saberlo, incluso quererle. En momentos así se sentía indefensa, casi violentada, por eso, aunque confiaba plenamente en Joshua, quería saber, saber qué le había sucedido, porqué era así de frío, ¿Qué le había causado tanto dolor? Puede que Haza fuera paranoica, pero había visto suficientes capítulos de CSI y La Ley y Orden como para tener sus sospechas.

Armándose de valor, Haza se apartó sin soltar la mano de Joshua y mirando el río hablo:

— ¿Alguna vez me dirás porque eres así?

— ¿A qué te refieres, Haza?

Haza sonrió con timidez.

— Me refiero a que siempre eres muy frío — Joshua tomó suavemente la mano de Haza, haciéndola ruborizarse un poco — al...al menos con los demás, yo soy una de las pocas privilegiadas de conocer al Joshua real, los demás no tienen idea de lo dulce y bueno que eres, lo cual es raro, ya que somos adolescentes preparándonos para la vida laboral, ¿Cuándo tengas un jefe lo tratarás así de mal?

Joshua se agachó a la altura de Haza, acercándose con lentitud y sin siquiera dejarla respirar la besó, los labios de Joshua acariciaron la mejilla contraria en la cual depositaba un suave beso, dejando a Haza sin aliento, aunque fuera un beso en la mejilla no cambiaba el hecho de que era su primer beso...exceptuando la vez en que Joshua le violó la boca, esa vez en la que casi los atropellan y no fue nada romántico así que esa ocasión no contaba.

— Joshua...

Haza no podía creer lo que sucedía, por un momento quiso decirle que tenía el camino libre a sus labios, pero sabía que no podía, ni siquiera estaban comprometidos y algo como un beso era completamente impresionante e íntimo, debía ser solo entre personas cercanas o que estaban dispuestos a vivir por siempre juntos, además la muchacha no tenía idea en dónde estuvo la boca de Joshua antes y viceversa.

— Algún día — Joshua se apartó de Haza y extendió su mano al ver que ya no llovía —. Algún día, lo prometo.

La sonrisa de Joshua la hizo calmarse, confiaba en él.

— Sí, te esperaré.

Joshua observó el cielo, de repente su sonrisa desapareció y lágrimas se instalaron en sus ojos.

— Josh... Joshua, ¡Joshua Federico! ¿¡Estás bien!? — preguntó Haza alarmada.

Joshua la miró levemente, sus ojos demostraban paz y tranquilidad, como si todo hubiera terminado, como si todo el dolor del mundo hubiera desaparecido, todo simplemente estaba bien, con Dios todo estaba bien.

— Sí...solo que tuve una extraña sensación.

— ¿Qué sensación?

— Me haces sentir completo — Joshua miró el cielo —, me haces sentir que puede haber salvación para mí, me das esperanza, Haza

— No, yo no te doy esperanza, es Dios que está obrando en tí.

Y era verdad, aunque aún no le parecía cotidiano ir a la iglesia se notaba el cambio en Joshua, era más tranquilo y sonreía más, todo estaba empezando a estar bien. Joshua arrugó las cejas algo confuso, tomó la mano de Haza, le quitó el guante y deposito un beso en ella.

— ¿Me llamaste "Federico"? Mi segundo nombre no es Federico, es Efraín. 

Haza sonrío alzando los hombros.

— Acostumbrate a eso, cada vez que estoy sorprendida, asustada o feliz les agrego nombres a las personas, además tienes cara de "Joshua Arimateo", pero Efraín es lindo.

Joshua tomó de la mano a Haza y ambos se dispusieron a seguir con su paseo, sintiéndose plenos y felices.

Pero su felicidad no iba a durar mucho, Dios pone pruebas, pero ninguna prueba es insuperable, en el caso de Joshua y Haza dos pruebas enormes estaban por suceder, una de ellas los había observado desde hacía mucho tiempo, la otra acababa de llegar, con el único propósito de olvidar su pasado, de enfrentar sus miedos, de ser feliz, de ser libre, de perdonar y olvidar. Esa prueba sería difícil de afrontar, más cuando los secretos son revelados. Esa prueba los observaba a la distancia, se sentía extraña al verlo nuevamente, pero de algo estaba segura:

— Tú no mereces ser feliz, Joshua, todavía no mereces ser feliz.

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