13. Los efectos del chocolate

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En cuanto despierto, prendo mi celular y encuentro un montón de mensajes de Karina y Tobías. Quieren saber si estoy bien y me piden más detalles de lo que pasó. Mientras desayuno, arreglo para verlos antes de la radio. Tobías no puede, pero Karina sí, así que quedamos en tomarnos un café. Me baño. El contacto con el agua limpia mis emociones y repara un poco mi corazón, que sigue destrozado por lo de esta madrugada.

Los gritos de Jonathan resuenan en mi cabeza: «¡Te odio con toda el alma, sos la persona que más me lastimó!»... «¡No te quiero ver nunca más, pedazo de mierda, ojalá te mueras!».

Sacudo la cabeza y paso las manos mojadas por mi rostro. Suspiro. Voy a estar bien... Cierro el agua. Una vez que me seco y me visto, salgo hacia el café. Qué raro ir a encontrarme con Karina así, después de tantos años en los que no hablamos de cosas personales. La última vez que salimos a tomar algo estábamos en pareja, vivíamos juntos...

En cuanto llego, la encuentro sentada a una mesa, esperándome. Está tan linda... Al verme, se para y me abraza.

Sentir su perfume y su piel tibia, de nuevo y tan cerca... por un momento, me siento trasladado al pasado, cuando éramos novios.

—Fran... —Se separa de mí y me acaricia en la barba con una sonrisa triste. Los ojos se me llenan de lágrimas—. Tranquilo. Sos un tipo fuerte.

Asiento.

—Gracias...

Me siento frente a ella.

—¿Llegaste a almorzar? —me pregunta.

—No.

—Yo tampoco. Nos acostamos bastante tarde anoche... pidamos algo contundente —dice, abriendo la carta.

—Dale. Acá hacen ricos sánguches... te recomiendo este, está muy bueno. —Lo señalo en el menú.

—Dale. —Sonríe.

Hacemos el pedido. Una vez que el mozo lo trae, mientras comemos, le cuento lo que pasó con lujo de detalles. La persecución en taxi, la pelea entre Jonathan y Nicolás, mi llanto desconsolado en la calle y lo que le dije a nuestro productor antes de irme. Karina se queda pasmada al escucharme y por momentos se lleva una mano a la cara o lanza algún insulto. Algunas veces nos reímos también, por lo ridículo de la situación.

—Nicolás es un pelotudo. Nos recontra humilló...

—Ya fue, Karina. Está mal emocionalmente.

—¿Qué le pasa? ¿Sabés?

—Eh, no...

No puedo decirle lo que sucedió en la fiesta. No voy a sacarlo del clóset.

—Quizás reaccionó así porque no puede procesar lo que vimos en el plano astral. Es un chico complicado, igual. Cuando salía con él... —Se interrumpe—. No te jode que te cuente, ¿no?

—No. Decime.

De hecho, me intriga saber cómo funcionaba la dinámica entre estos dos.

—Era muy raro. —Entrecierra los ojos y se acomoda el cabello—. Al principio, parecía un tierno. Era muy atento y me hacía regalos siempre. Se le ocurrían lugares re lindos para salir, veíamos películas juntos. Sabe mucho de cine y tiene una colección increíble. Pero después... Cuando estábamos juntos... le faltaba algo. No sé. Además, en el día a día, se ponía nervioso siempre. Era como si estuviera luchando consigo mismo.

Karina se me queda mirando, como esperando que le revele algo. No abro la boca.

—Fran, me dedicaba canciones de Disney, me mandaba videos de musicales por WhatsApp...

Se ríe. Yo también y me pongo colorado.

—Primero pensé que era muy nerd, pero le pasa otra cosa, ¿no?

—No sé, Karina. Es su problema...

Terminamos de comer y le envío un mensaje a Tobías.

—Dice que nos puede ver en un rato, antes de entrar a la radio —comento—. ¿Qué hacemos mientras?

Karina tiene una sonrisa inmensa.

—¿Me acompañás a ver vidrieras?

Pongo los ojos en blanco.

—Dale. Estoy siendo demasiado bueno, ojalá sume puntos en mi ficha del karma.

Mi ex se ríe. Pagamos y salimos. Caminamos por la Avenida Corrientes. A esta hora todavía no oscureció del todo, aunque el cielo ya se ve plomizo. Las luces eléctricas se encienden automáticamente. Señalamos los carteles iluminados de los teatros, maravillados. Karina me toma del brazo y siento un calor en mi pecho.

Recuerdo aquella noche tan triste, en el departamento que compartíamos. Ella me había dicho en la semana que teníamos que hablar, pero cuando le preguntaba de qué, no me respondía. Quería hacerlo tranquila, el fin de semana. Cuando llegó el sábado, nos evitamos todo el día. Hasta que le pedí que me dijera lo que le estaba pasando. Nos sentamos a la mesa y esperé a que hablara de una vez.

—Fran, perdóname... —Empezó a llorar—. Esto no está funcionando. Ya no te amo más...

—¿Qué? N-no puede ser, Kari. ¿Cómo...? —Estiré mi mano hacia ella, pero se alejó.

—No sé. Yo... ya no siento lo mismo que antes —aseguró, limpiándose las lágrimas con un pañuelo.

—¿Te gusta otro tipo? ¿Estás con alguien?

—No... yo... yo quiero estar sola, Fran. Sabés que esto no funciona hace tiempo. Estamos los dos estancados...

—No, por favor, Karina, dame otra oportunidad...

Siguieron semanas en las que la invité a comer, a salir, a tomar algo. Ella no me contestaba. Se había ido a vivir a lo de una amiga. Nos juntamos una vez más a hablar en el departamento. No quiso besarme. No escuchó mis súplicas. Dijo que teníamos que tomar caminos diferentes. Y repitió de nuevo esa frase, que me destruyó: "ya no siento lo mismo que antes".

Pasé de rogarle que volviera conmigo a bloquearla de todos lados. No quería volver a verla nunca más. La odié por mucho tiempo, pasé tantas noches llorando... Volver a casa y ver que ya no estaban sus adornos en los estantes ni sus cuadros en las paredes, que sus cajones y su lado del placard estaban vacíos derrumbó algo en mi interior. Lo que siguió se sintió como un exilio en un mundo de oscuridad eterna.

Ahora no puedo creer estar entrando con ella a una tienda de ropa, riéndonos a carcajadas. Largo un bufido, mientras se pone a mirar unas camisas para ella. Después, me arrastra a la sección de hombres y empieza a sugerirme un montón de prendas que, según ella, me quedarían bien. Llama a un vendedor y aunque yo no quería, termino probándome una remera de un gris rosáceo que me queda muy bien. Me la compro. Dios, y yo que no iba a gastar nada.

Me río. Con Karina pasan estas cosas. Siempre fue así... Lo peor es que tiene razón. Necesito ropa nueva.

—No podés seguir usando lo mismo que hace cuatro años... —repite por enésima vez, mientras salimos de la tienda.

La acompaño a ver carteras, perfumes. También pasamos por una tienda de accesorios de moda. Hay pañuelos con tramas, sombreros, lentes de sol, cuadernos, tazas estampadas, lapiceras. Todos en colores pasteles y con motivos de unicornios, gatitos, arcoíris. Me quedo mirando un cuaderno con un unicornio blanco en el centro de la tapa. El fondo está decorado por un material azul brillante.

—Comprátelo si te gusta.

—Eh... no, no, yo...

—Fran, los ojos se te iluminan al verlo. ¿Qué importa si es súper gay?

—¿Y para qué lo voy a usar?

—Llevalo porque es lindo. Después ves... No sé, usalo para anotar las ideas que tengas para el programa. O para un proyecto nuevo. Dale.

—Tenés razón...

Segunda vez en el día que me hace usar la tarjeta de crédito.

Como ya casi es la hora en la que nos tenemos que encontrar con Tobi, enfilamos hacia el edificio de la radio.

Jamás hubiera pensado en que iba a llevarme bien con ella. En cuanto entré a la radio, sabía que iba a cruzármela y pensé que iba a ser la peor experiencia de vida. Lo mismo con Tobías, aunque menos dramática la cosa porque pasaron muchos años. Sin embargo, ahora los tres somos compañeros... ¿o amigos?

Habrá parecido una maldición al comienzo, pero esto de conducir con mis ex me hizo perdonarlos. No me quedó otra que salir adelante. Más teniendo en cuenta que nos persiguen esos espíritus...

—Che, Kari, al final no hablamos de nuevo de la cuestión sobrenatural.

—Yo no soñé nada anoche, ¿vos?

—Tampoco.

—Eso no significa que no haya pasado nada o que las entidades se hayan ido —me advierte—. Lo que se ve en el astral, tiene que ser solucionado. Los seres que te cruzás y te persiguen se te pegan siempre. Aunque no los veas, siguen estando.

—Qué miedo.

—Tranquilo, vamos a encontrar una solución. Fue todo muy movido ayer con lo de Nico y quedamos muy cansados como para ocuparnos del tema. Ahora lo charlamos con Tobi...

—Qué loco que los tres terminamos trabajando en esta radio, ¿no? —reflexiono.

—Fue cosa del destino, Fran. Por algo nos está pasando esto... —Karina hace sonríe, conmovida.

Llegamos al edificio de la radio y encontramos a Tobías sentado en las escaleras. El chico nos mira de arriba abajo con expresión curiosa.

—¡Hola, Tobi! —Kari se separa de mí y lo abraza—. ¿Todo bien?

—Sí. ¿Y esas bolsas? ¿Estuvieron de compras?

—Imposible no gastar después de pasear por mil tiendas con Karina —afirmo y nos reímos.

—Che, falta como una hora para nuestro turno —dice Tobi—. ¿Quieren entrar a la radio igual o prefieren ir a tomar un café?

—Hace un rato estuvimos en uno. Pero si querés ir, no tengo problema...

—Mejor tomemos sol en la plaza seca —indica, señalando el espacio con baldosas que da a la entrada lateral del edificio.

—Dale.

Subimos las escaleras y pasamos por un pequeño patio techado que da a la plaza. Caminamos hasta sentarnos en la base de cemento de una pirámide de cristal. Esta funciona como entrada al subsuelo, donde se encuentra una de las salas de teatro del edificio.

Karina saca protector solar de la cartera. Me niego a ponérmelo, a pesar de que me dice que me van a salir más arrugas. Termino cediendo una vez que Tobías le hace caso.

Aprovecho para contarle lo que pasó con Nicolás en la madrugada.

—¿Qué vamos a hacer con él? —me pregunta.

—Después de lo que le dije ayer, creo que se asustó bastante. ¿Qué más querés? ¿Hablar con Rocío Belem? No me parece que haya que pasar a mayores...

—No me refería a eso. —Tobías se rasca la barba—. Lo necesitamos para hacer frente a los espíritus. Si estaba con nosotros en el viaje astral, es parte de esto, aunque lo niegue con todas sus fuerzas... Supongo que tenemos que ser pacientes con él. El problema es que necesitamos parar a esos seres antes de que se hagan más fuertes. Ya nos atacaron astralmente, poco antes nos pellizcaron... no vaya a ser que tengamos una manifestación.

—¿No se fueron con la brujería que hicieron ayer? —Los miro a él y a Karina. Ella se ríe.

—Eso sirve por un tiempo, al menos con estos espíritus. No son comunes —explica. Luego cierra los ojos y se inclina hacia atrás para disfrutar más del sol—. Al menos, en mi experiencia.

—Alguna relación tenemos con ellos, eso es seguro —comenta Tobi.

—Yo digo que esta noche, que vamos estar más tranquilos, tratemos de reunirnos de nuevo en el plano astral —propone Kari—. Quizás ahí encontremos una solución.

—Estoy de acuerdo —dice Tobi.

—¿Cómo salgo del cuerpo? Ustedes la tienen más clara que yo... hasta ahora solo lo experimenté de forma accidental o como un sueño.

—Lo mejor es ir a dormirse lo más relajado posible, con la intención de salir del cuerpo y encontrarnos —sugiere Tobi.

—Te voy a pasar un link con una meditación. —Karina se cubre los ojos del sol para observarme.

—¿Es peligroso? La primera vez que salí conscientemente, me dio pánico dejar mi cuerpo físico. Leí en Internet que hay un hilo que une el cuerpo con el alma...

—El cordón de plata. —Tobías me mira.

—Sí. Dicen que puede cortarse y entonces uno muere.

—El cordón de plata solo se debilita en casos extremos. El alma, de por sí, ya tiene sus protecciones. Para que mueras en el plano astral, deberías ser atacado con demasiada brutalidad. Además, todo el mundo sale del cuerpo, solo que lo olvidan; si matarnos en el astral fuera tan sencillo como cortar un cordón, con los peligros que hay dando vueltas por esas dimensiones, nadie regresaría.

—Entiendo... Hay algo más que vi ayer, cuando me desperté, después de que nos persiguieran los espíritus. Una cosa salió del aura de Nicolás...

—Cuando durmieron juntos —remarca Tobías con media sonrisa.

Ignoro su comentario y sigo hablando:

—Era como un círculo con un dibujo adentro... —Abre bien los ojos al escucharme—. De color violeta. ¿Tienen algo para dibujar? —Saco mi cuaderno nuevo de la bolsa.

Tobías abre su mochila y me pasa una lapicera. Justo es de color violeta.

Lo dibujo y se los muestro.

—Es hermoso... parece una letra ese o una serpiente... —comenta Karina.

—A mí me pareció lo mismo —le digo.

—Yo también vi algo así, Fran... —escucho a Tobías y giro hacia él. Me extiende la mano y le alcanzo el cuaderno—. Fue el primer día que condujimos juntos... Antes de que se sumara Karina. ¿Te acordás que al terminar nos abrazamos? Estábamos contentos. —Empieza a dibujar en el cuaderno con otra lapicera que saca de su mochila—. Pude ver tu aura de color magenta, bien encendida. Y también la mía.

—Que es azul —afirmo.

—Sí, casi siempre... —Tobías se queda parpadeando unos intantes—. También sentí como un... fuego encenderse en mi pecho. —El chico no me mira a los ojos. Noto que se sonroja—. En cuando nos separamos, algo surgió en medio de los dos. Era esto...

Nos pasa el cuaderno, donde dibujó un círculo azul con una estrella de cuatro puntas dentro.

—Yo también sentí algo ese día. —Se me quiebra la voz. Karina nos mira a ambos—. Quiero decir, tuve esa misma sensación en el pecho... Eso significa que era un símbolo como el de Nico. Solo que esa vez solo vos pudiste verlo —lo señalo y Tobi asiente—. ¿Qué son estas cosas?

—Es como si fueran sigilos... Son símbolos que se utilizan en magia —indica Karina—. Pero se hacen en un estado alterado de consciencia, con una intención determinada. Estos, en cambio, simplemente surgieron... no sé qué puedan ser. Pero tienen una energía especial, la siento. Le voy a preguntar a mis amigas brujas.

—Y yo a Gustavo —dice Tobi.

—¿Tenés amigas brujas? —Miro a Karina, intrigado.

—Sí. Formamos un pequeño coven. Una vive en provincia y la otra está en el exterior. Hablamos por WhatsApp y a veces hacemos ceremonias por cámara web. No es como en las películas, Fran —aclara, al ver mi expresión—. No volamos en escobas ni envenenamos manzanas. Es todo muy espiritual.

Nos reímos. Charlamos un rato más, hasta que se hace la hora de entrar. Subimos por los ascensores y fichamos. Seguimos bromeando mientras caminamos hacia el escritorio donde nos juntamos para producir el programa. Ahí nos está esperando Nicolás. Se pone pálido al vernos.

—Hola chicos...

—Hola, Nicolás. —Karina se cruza de brazos.

Tobías lo saluda con un gesto mínimo. Yo no le respondo.

—Esperen un minuto... —dice Nico, alejándose hacia la cocina.

Nos miramos, intrigados. Vuelve enseguida, trayendo una torta de chocolate.

—Es para pedirles disculpas... la hice yo. Me desubiqué, perdonen. No me encuentro en un buen momento. Estoy pasando mucho estrés por cosas personales. —Empieza a cortar porciones y nos las alcanza—. Prometo que no va a volver a pasar.

—Más te vale —afirmo, sentándome. Un poco a regañadientes, los demás se calman y se sientan a mi lado—. Sos consciente de que Jonathan o las autoridades de la otra radio podrían llamar a Rocío Belem y exigirle que nos eche, ¿no?

—Sí. En caso de que pase algo así, voy a asumir que todo fue mi culpa y...

—No sé qué te está pasando, Nico —interrumpe Tobías. Nicolás me echa una mirada rápida y se pone tenso—. Pero la próxima, en vez de guardártelo y explotar, confiá en nosotros. No nos conocemos mucho, pero somos compañeros. Vamos a escucharte y a entenderte.

—Gracias... —Por fin, se tranquiliza.

Relaja los hombros, se sienta y come su porción.

—Te salió rica... —comenta Karina—. No voy a hablar del tema porque los chicos ya dijeron lo que pienso. Laburemos en paz, por favor.

Nicolás asiente.

—Vamos a hacer un excelente programa hoy. Preparé muchas cosas, muy buenas —promete.

Sonreímos, contentos y tranquilos. La torta fue una buena estrategia. El chocolate siempre ayuda a perdonar.

Llega la hora de hacer el programa y entro al estudio con mis compañeros. Tobi, que está desde la hora anterior, agita la mano al vernos. Me siento frente al micrófono. Desde el control, Carolina me indica que estamos por salir al aire en unos segundos.

—Bienvenidos a una nueva emisión de Noche en Baires —digo, una vez que se enciende el cartel rojo—. Me acompañan Tobías Angenot y Karina Giménez.

—Hola, ¿cómo están? —saluda Tobías.

—Bienvenidos. —Karina sonríe—. Estoy tan contenta de estar acá con ustedes y con nuestros oyentes. En el programa de hoy tenemos una playlist de canciones increíbles programadas por nuestro productor, Nicolás Arfuch.

—Que se portó muy bien hoy, ¿saben por qué? Porque nos trajo una torta de chocolate. —Nicolás y Carolina, que me observan desde el control, sonríen. Él se pone colorado.

—Estaba riquísima —dice Tobías—. La operadora hace señas del otro lado... ¿cómo que más o menos, Carolina? ¿Vos podés hacer una mejor? Entonces, traela. Ahí prometió que nos va a hacer una...

—Ustedes no entienden la importancia del chocolate en mi vida. Es fundamental —comento.

—¿No estarás exagerando, Fran? Tampoco hay que comer demasiado —sugiere Karina—. Te va a hacer mal.

—Yo creo que puede sanar cualquier herida del alma —aseguro, con una mano en el pecho—. Obvio que hay que cuidarse, pero cada tanto un chocolate me da ese empujoncito extra pasa salir adelante.

—Yo tuve un novio que me regalaba chocolates... —dice Tobías, mirándome con ojos brillantes.

Me pongo colorado.

—¡Ay, ella, la enamorada! —lo carga Karina—. Con razón sos tan empalagoso, ese novio debería haberte malcriado menos.

—No sé, creo que me lo merecía, fui muy bueno con él —afirma Tobi—. Aunque terminé con unos kilitos de más.

—¡Los bajás caminando en la plaza! —exclamo—. Lo importante es el gesto. Quiero que nuestros oyentes nos cuenten un recuerdo lindo que tengan relacionado a un chocolate. ¿Se lo compraron ustedes para celebrar algo? ¿Se los regaló alguien que quisieron? Si no les gusta el chocolate, si hay algún ser sobre el planeta Tierra al que le suceda eso —los chicos se ríen al escucharme— por favor también nos escribe, que vamos a leer todos los mensajes.

Termina la presentación y me relajo. Me saco los auriculares.

—Cómo te pusiste a la defensiva, Karina —le digo, en chiste—. Tobías no fue la única pareja que consentí, a vos también te regalé cosas cuando salíamos. Más importantes que chocolates. Todavía me acuerdo del sufrimiento al pagarte esa planchita para el pelo.

Karina no se ríe y se queda boqueando, alarmada. ¿Qué le pasa? Me señala hacia el cartel de aire. Está rojo.... ¡Lo que dije salió en el programa! ¡Lo escucharon los oyentes!

Me quedo en shock. La operadora levanta el volumen de la cortina musical unos segundos... Tobías se despabila y, entre risas, dice las vías de comunicación y el clima.

La luz roja se apaga.

—¡Boludo estabas al aire! —grita Karina, completamente colorada—. ¿Qué te pasó?

—No sé, creí que habíamos terminado la apertura y que Carolina nos había sacado del aire. No sé porqué no vi las luces de Aire...

—Ahora los oyentes van a saber que saliste con los dos... que somos tus ex —dice Tobías con una ceja levantada y escondiendo la sonrisa.

Karina, en cambio, se lleva una mano a la frente.

—Ya fue, chicos. Los oyentes no se van a dar cuenta.

—Ya hay mensajes en Twitter. —Nico entra acalorado al estudio—. Preguntan si fueron novios. —Mira a cada uno de los tres, serio—. No sé si quieren hablar de eso al aire...

—¿Tan rápido escribieron? —pregunta Tobías.

—Sí, están como locos. Piden que hagan un vivo en Instagram.

—¿En serio? —Un brillo cruza los ojos de Karina—. Si la gente se enganchó, tenemos que hablar de eso —propone, golpeando la mesa con la mano—. Así subimos en el rating.

—Eh... ¿estás segura? —Parpadeo, observándola. Después, giro hacia Tobías—. ¿Vos que pensás?

—No tengo problema.

—No quisiera dar detalles... Pero ya fue —me encojo de hombros—, si los oyentes insisten con eso, podemos contar que fuimos novios... con cada uno de ustedes. Quizás sirve para que la gente entienda que podemos llevarnos bien a pesar de haber salido.

Nicolás empieza a toser.

—¿Estás bien? —le pregunto.

—Sí. Me voy a comer otro pedazo de torta. Ya le di a Carolina. ¿Alguien quiere?

—No, no. Dejá, gracias.

—Volvemos al aire en segundos... —nos dice Carolina, desde el control. Nicolás sale del estudio.

Se enciende la luz de aire.

—Seguimos en Noche en Baires hasta las once de la noche —comento ante el micrófono—. Recién pasó algo peculiar... me olvidé de que estaba encendida la luz de aire, o creí que ya se había apagado. Y justo le comentaba a Karina, que había sido un buen novio con ella...

—No sé si taaan bueno —dice, riéndose—. Podrías haber sido mejor, pero te quiero igual. —Su comentario me hiere un poco—. Mentira, fuiste bueno, Fran.

—Gracias. También dije que salí con Tobías.

—Así es. Hace como ocho o nueve años —comenta mi ex novio.

—Lo que están preguntando mucho en las redes, por lo que veo en la pantalla de la computadora, es si soy gay o hetero —comento—. Soy bisexual, es algo que no oculto. Está en mi bio de Twitter y de Instagram, quizás los más despistados no lo vieron. Tuve la suerte de salir con dos buenas personas como Tobi y Kari...

—Entre muchas otras... —me interrumpe Tobías. Karina se ríe. Yo también.

—Como sea, nos tocó trabajar juntos y por suerte nos llevamos bien. —Termino la idea.

—Tiene que ver con la endogamia de los medios de comunicación. —Suelta Karina, de pronto.

—Explicá lo que es endogamia para los que no saben —le pido.

—Significa que la gente de un mismo ambiente se relaciona entre sí...

—¿Querés decir que tenemos sexo y salimos siempre con gente del trabajo? —pregunta Tobías—. Por ahí esa es tu experiencia... —Sonríe con maldad.

—¿Qué te hacés el santo? ¿Puedo decir la verdad? —le consulta, mirándolo a los ojos y él asiente—. Tobías sale con el jefe del informativo. Ahí está, para que lo sepa la audiencia. Hace años. Bien de trepadora lo tuyo, ahora sos la princesa de la radio. Así que a mí no me vengas a decir nada.

—¿Estás diciendo que tengo privilegios por salir con mi jefe? —Tobías se hace el indignado con Karina—. Bueno, mi ex jefe ahora. Siempre me trató como a un compañero más, eh. Y encima, hay que soportarlo con el carácter que tiene... Igual te amo mucho, Gus, por si estás escuchando. Yo también te puedo escrachar a vos con los oyentes, Karina —le dice y señala hacia el control, donde está Nicolás—. Conozco tu historial de ex.

La rubia pone los ojos en blanco. Nicolás, que estaba riéndose con Carolina, se pone serio y le hace un gesto de negación a Tobías.

—Bueno, bueno, dejen de pelear. Al final, es una tortura para mí conducir con mis ex —aseguro y largo un bufido—. Termino cuidándolos más que antes. Vamos a escuchar un tema musical. Eso sí, abrimos el debate. Queremos sus mensajes. ¿Se puede ser amigo de un o una ex?

Se apaga la luz de aire. Siento un escalofrío y me doy cuenta de que me transpiré todo. Fue durísimo hablar del tema, espero que haya quedado bien al aire.

—¡Excelente! —grita Nicolás, entrando desde el control—. Estuvo re divertido, vamos a ver si los oyentes se enganchan todavía más.

—Me alegro. ¿Están bien en serio? —pregunto, mirando a mis ex—. ¿No les molesta hablar de nosotros?

—No pasa nada —dice Tobías.

—No te preocupes, Fran. Está bueno bromear con eso, después de tanto tiempo. —Karina se acomoda el pelo—. Y si nos sirve para levantar la audiencia y ganarle a Jonathan, mucho mejor.

—Bueno, pero si se sienten incómodos en algún momento me avisan.

—Quedate tranquilo —asegura Tobi.

Salgo del estudio a buscar unas bebidas. Me tomo unos minutos antes de volver, mientras, doy unos sorbos de gaseosa light. ¿Estoy preparado para esto? No sé si quiero exponerme así. Tampoco lo busqué... Por ahí es algo bueno para nosotros. Como una catarsis. Igual, quizás los oyentes no se prenden con el tema y mañana lo olvidan por completo.

Regreso al estudio con las bebidas de Kari y Tobi justo cuando está por finalizar el tema musical. Nicolás nos avisa que hay nuevos mensajes de los oyentes, que quieren saber sobre mi relación con mis ex.

Seguimos con el programa. Al principio, nos cuesta contestar las preguntas, pero empezamos a aflojarnos. Hablamos medio en serio y medio en broma. A los oyentes les encanta. Nos va tan bien que no paran de llegar mensajes, incluso llamados en el contestador telefónico. Los pasamos al aire.

Las personas nos cuentan sus historias de amor. La mayoría no se lleva bien con sus ex y desearía poder hacerlo. Algunos quedaron lastimados y no quieren saber nada de sus antiguas parejas. Varios lograron tener una relación de amistad y dan sus consejos.

—Chicos, esto es genial... Los oyentes están a full —afirma Karina, mirando la pantalla de su celular—. No paran de escribirme por Instagram.

—A mí también. Tengo un montón de notificaciones.

—¡Las redes estallan! No doy a basto —exclama Nicolás, entrando agitado al estudio. Sonríe—. Están por todos lados: Instagram, Twitter, Facebook.

—Qué bueno que se hayan conmovido con nuestra historia... —comento, aún inquieto por habernos expuesto.

—También hay otro tipo de mensajes... —asegura, con expresión inexcrutable.

—¿Qué tipo de mensajes?

—Mensajes de gente que los shippea. —Nico mira hacia un costado.

—¿Shippea? ¿Qué es eso? —pregunta Tobías.

—Este... es cuando los seguidores de un libro o serie, apoyan a una pareja en particular... —le contesta Nicolás y traga saliva—. Son fans de la relación. Hay gente que te shippea con Karina —asegura, mirándome— y gente que te shippea con Nicolás... ¡¡quiero decir, con Tobías!!

Se pone colorado de pies a cabeza. Karina parpadea al escucharlo. Después, hace una media sonrisa.

—Perdón, me confundí por los nervios... son muchos mensajes —aclara Nico.

—No te preocupes —le digo.

—¡Volvemos al aire! —nos avisa Carolina.

Nicolás regresa al control. Continuamos con el programa. Las horas que restan parecen volar por lo que nos divertimos. Terminamos exhaustos de tanto habar y reírnos.

Conduzco la última hora solo, anunciando música. En cuanto salgo, escucho que festejan en la sala de locutores. La puerta está abierta.

Tobías, Karina y Nico están hablando con nuestros compañeros del turno trasnoche que acaban de llegar: Yolanda, Guadalupe y Fernando. Me felicitan por el programa; vinieron escuchándolo camino a la radio. Sonrío, contento. Daniela y los otros chicos del turno noche del informativo entran a la sala para celebrar también.

—Perdonen no doy más. Fue un programa re intenso. Quiero ir a casa —explico.

—Yo también —dice Tobías. Karina y Nicolás asienten.

Saludamos a nuestros compañeros y vamos a fichar. Bajamos por el ascensor y seguimos comentando lo que pasó, aunque cabeceamos y hacemos fuerza para no cerrar los ojos.

—Fran, tenemos que encontrarnos en el plano astral —dice Tobías—. No podemos olvidarnos de eso. Necesito enseñarles ciertas cosas.

—Sí, quizás esta noche, si es que no nos vence el cansancio.

Nicolás nos mira con el ceño fruncido.

—Intentémoslo —opina Karina—. No perdemos nada.

En cuanto se abren las puertas y salimos al vestíbulo, vemos a David y a Gustavo que entran a su turno. El novio de Tobi me mira serio durante unos instantes...

—¡Genios! ¡Me hicieron reír tanto! —grita David, abrazándonos—. Los escuché en casa y mientras venía para acá.

—Te felicito, amor. —Gustavo le da un beso a Tobi—. Salió hermoso.

—Fue un éxito —dice Nicolás, con expresión de orgullo—. Gracias a que a este se le escapó todo. —Me palmea en el hombro.

Giro hacia él, nos miramos. Siento calor en el rostro. A Nico le brillan los ojos. Me suelta y corre la vista.

Nos despedimos y me tomo un taxi a mi casa. En cuanto apoyo la cabeza en la almohada, empiezo a soñar.

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