27. Té con miel y limón

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Estoy sentado en la cama, tapado hasta el cuello. En cuanto llegué, me sequé de mala gana en el baño y me arrojé sobre el colchón. No quería volver a moverme.

«—Fran, soltá ese celular», dijo Karina, mientras me sacudía los hombros en la cama. «—Levantate y quitate la ropa húmeda. Te dejé un pantalón y una remera secas sobre la cómoda. ¡Dale, reaccioná, no seas forro!»

Le di el teléfono. Ella lo dejó sobre el mueble y salió del cuarto.

Volvió unos minutos después. Tocó la puerta y preguntó si ya me había cambiado. Le dije que sí. Me arropó y se fue a la cocina.

Buffy vino a amasarme, pero no le di bolilla. Se acomodó a mi lado, donde ahora duerme ronroneando.

Pasé todo el rato mirando el vacío, después, desde lejos, a mi celular, que está a unos metros de distancia. Jamás encendió una luz, ni hizo un ruido. Ahora, en mi cabeza se alternan visiones de Nico en el café La Academia, en esta cama conmigo, envuelto en la luz violeta de su forma astral. Se mezclan con la calle lluviosa, la persiana sobre la que me derrumbé a llorar, la mano de Karina extendida hacia mí.

—Fran... ¿puedo pasar?

—Sí...

Kari abre la puerta con el hombro y entra cargando una bandeja con una sopa y unas galletitas.

—No tengo hambre.

Mi estómago está cerrado por la angustia.

—Sentate. Chupaste mucho frío —dice, apoyando la bandeja en la cama—. Sos locutor, tenés que cuidar tu garganta.

—No me importa.

—No seas caprichoso. Te vas a comer esto.

Me siento en la cama. Karina pone la bandeja sobre mis piernas. Después se acomoda un mechón rubio y hace un bufido. Hunde la cuchara en el tazón y la lleva a mi boca. La abro, después de un gruñido. El líquido caliente, con pequeños fideos blandos, me alivia enseguida. Extiendo la mano para que me de la cuchara y me termino la sopa.

—Gracias por ayudarme, Kari. En serio. Yo... —las palabras se me atoran en la garganta, no pueden salir.

—Tranquilo...

Me toma de la mano y comienzo a temblar. Me encantaría abrazarla, besarla, dormir con ella y que me dijera que todo va a estar bien. Pero mi corazón no se enciende como antes. Aunque se acelera un poco al mirar sus labios, al recordar tantos besos y caricias. ¿Por qué lo nuestro no pudo funcionar? ¿Por qué no pudimos ser lo que cada uno quería del otro?

—Fran... ¿querés contarme lo que te pasó?

—¿Cómo me encontraste? ¿Qué hacías cerca de la radio a esa hora?

—Sabía que te iba a encontrar llorando. Lo vi en un sueño.

Me quedo en silencio.

—En un rato debería ir a la radio, pero no estoy bien...

—Ya llamé a recursos humanos, mientras hacía la sopa. Les dije que estabas enfermo y que iba a cuidarte.

—¿Tobías va a hacer solo el programa?

—No, Sara le va a dar una mano. Me avisaron que Nicolás tampoco va a ir... llamó y dijo que estaba enfermo.

Siento un dolor inmenso al escuchar su nombre. No puedo evitar contraer el rostro... Nicolás debe estar con su novia. La eligió a ella.

Buffy maúlla y se estira hacia Kari, para saludarla. La reconoce, a pesar de tantos años. Mi ex la acaricia con cariño.

—La extrañaba... —Karina levanta la mirada.

Sus ojos verdes se quedan en los míos. Mi garganta empieza a latir, siento calor en las mejillas. Suspiro.

Le cuento todo. Que estuve con Nico, que me dijo que me amaba y prometió dejar a la novia por mí, que me plantó en el café... y que después lo vi sonriente con su chica en Instagram. Karina me agarra fuerte de ambas manos.

—Me mintió, Kari... Es un forro.

—Tranquilo, Fran. Tranquilo. Estoy acá.

Saco unos pañuelos descartables del cajón de la mesita de luz y me seco las lágrimas.

—No me importa lo que diga Tobías sobre nuestra misión astral. No pienso hacer nada con Nicolás. Voy a pedir que me cambien de horario. Por mí, que ese portal se lo trague a él con la novia.

—Calmate, Francisco. Todo se va a resolver. —Mira la hora en su celular y sonríe—. Hay que seguir cuidando tu garganta... Voy a preparar té con miel y limón.

—No quiero.

—Te va a hacer bien.

Karina toma la bandeja y se va del cuarto. Buffy corre tras ella. Traidora. Me pierdo mirando la lluvia del otro lado de la ventana. El sonido de las gotas cayendo me relaja.

Escucho el timbre. ¿Quién mierda puede ser, en medio de esta tormenta?

—¡Fran! —Karina se asoma a la puerta—. Timbre.

—No voy a bajar ahora. Es un loco. —El timbre vuelve a sonar una, dos, tres veces—. Contestá el portero y decile que no moleste.

—Andá vos. Es tu casa. —Karina se aleja rápido.

Salgo de la cama con un bufido y busco un par de zapatillas secas. Voy hasta la cocina, donde Karina está con tres tazas, preparando el té...

Levanto el portero eléctrico.

—¡Hola! —grito, enojado.

—¡FRAN! ¡Fran, soy Nico! Abrime, por favor.

Siento como si un rayo me atravesara de la cabeza a los pies. Miro a Karina, que se está tomando demasiado tiempo para cortar los limones.

—Nicolás... te esperé casi dos horas en el café. Nunca contestaste el celular. ¡Te vi con tu novia en Instagram!

—¡Daiana me sacó el celular y lo estrelló contra una pared! ¡No funcionaba! ¡Después llamó a mis viejos y les dijo que soy puto! ¡Fran! Fran, por favor, bajá a abrirme. —Lo escucho llorar—. ¡Esperé una hora y media el bondi para venir hasta acá y me estoy cagando de frío!

Giro hacia Karina, que me sonríe y levanta una ceja. Veo las tres tazas de té humeando en la mesada.

—¡Ahora bajo! —grito y corto el portero.

Salgo del departamento. No voy por el ascensor, bajo las escaleras corriendo. Lo veo abrazado a sí mismo, temblando, del otro lado de la puerta transparente. La abro, entra enseguida y lo abrazo.

—¡Fran! Yo la corté, corté con Daiana, pero no me acordaba tu número de celular, solo lo tenía en mi teléfono y no sabía cómo avisarte... De suerte pude llamar a la radio porque me acordaba el número, no iba a ir así, me siento tan mal... Llegué re tarde al café, pasé por si te habías quedado, después vine corriendo hasta acá.

—Yo vi una foto del Instagram de Daiana, estaban vos y ella sonriendo...

—Fue antes de que empezara a hablarle. Me pidió posar para una selfie y la subió. Fran...

Nico hunde la cara en mi pecho, llorando. No entiendo lo que me sigue diciendo. Su cabello está mojado. El agua me atraviesa la remera y me hiela el pecho.

—Calmate, lindo. ¿Qué dijiste?

El chico se separa de mí y vuelve a hablar:

—Quería llegar antes a La Academia, pero pasé por la casa de mi vieja. Mi papá llamó por teléfono y me dijo de todo... que no quería verme nunca más. Mi mamá lloraba sin parar por lo que le había dicho la forra de Daiana...

—Tranquilo. Estoy con vos. Siempre.

Lo tomo de las manos. Nos miramos a los ojos unos instantes. Y nos lanzamos el uno hacia el otro, fundiéndonos en un beso. Lo aprieto fuerte contra mí, perdemos el equilibrio y Nico se deja caer hacia la pared para que nos sostenga. Unimos nuestros labios una y otra vez, hasta cansarnos. Nos quedamos abrazados un ratito.

—Perdoname. Perdoname. Te quería llamar, te quería avisar y no sabía cómo.

—Shh, ya pasó. Estás acá —lo tranquilizo.

—Tenía tanto miedo de perderte...

—Yo también.

Nos quedamos en silencio unos instantes, con los ojos cerrados, cada uno disfrutando del sonido de la respiración del otro.

—Voy a memorizar tu celular —me promete.

—Bueno. Tenés que secarte y cambiarte. Te voy a prestar ropa. —Lo tomo de la mano y camino hacia el ascensor. Subimos.

—¿Me puedo quedar en tu casa? —me pide—. No voy a ir a la radio hoy...

—Ninguno de los dos va a ir —le aviso, justo cuando el ascensor se detiene. Salimos y caminamos hacia la puerta del departamento—. Hoy los dos nos enfermamos... —Giro la llave y la abro. Le cedo el paso y avanza—. Ah... Está Karina. —le aviso

—¡¿Tu ex?! —Se detiene a media marcha.

—¡También es tu ex! ¿No te acordás? ¡Pasá, dale!

Lo empujo suavemente y entro detrás de él.

El chico se queda paralizado mirando a mi ex novia. Ella lo espera sentada a la mesa, con una taza de té frente a cada una de las tres sillas y un plato con galletitas de vainilla en el centro.

Karina sabía todo lo que iba a pasar.

—Hola, Nico.

Cierro de un portazo y él da un saltito. Gira hacia mí, con una mano en el pecho.

—¡Ups! Le di con mucha fuerza. Quizás porque no quiero que te escapes de nuevo. —Sonrío.

Hace una mueca. Se gira hacia Karina.

—Ho-hola... Te saludaría con un beso pero estoy mojado.

—No pasa nada. Te estábamos esperando. —Me mira—. Llevalo a que se seque antes de que se enfríe el té.

—Dale. Seguime, Nico.

—S-sí...

El chico viene conmigo hasta mi cuarto. Cierra la puerta, mientras yo busco en un cajón de la cómoda.

—¿Qué hace tu ex acá? —me pregunta, cuando le arrojo el toallón. Lo ataja, molesto—. Contestame, Fran.

—O sea, yo me banco que desaparezcas para hablar con la loca rompe celulares de tu novia...

—Ex novia —aclara.

—... lo que sea, y vos no te podés bancar que me junte a hablar con Karina, que no solo es una ex, es nuestra compañera de trabajo.

—No entiendo. ¿Lo hiciste a propósito? —Los ojos de Nico tiemblan, furiosos—. ¿Querés vengarte? No seas guacho, Fran. ¡La pasé como el orto!

—¡Te estoy cargando, boludo! —Me río y le saco el toallón de las manos. Empiezo a secarlo con suavidad.

—¡No es gracioso!

—Calmate, papi.

—¿Posta que se juntaron a hablar? —me pregunta, desconfiado—. ¿De los espíritus?

—De vos. Me consoló cuando pensé que todo estaba perdido —le digo, robándole un pequeño beso.

Nico se queda callado, con una expresión de culpa, aunque sigue mirándome inquieto.

—Sacate la ropa —le pido.

—¿Qué? ¡Karina está en el otro cuarto!

—No te quiero coger. Al menos, no ahora... —Le guiño un ojo—. Es para que te pongas ropa seca y no te enfermes.

Busco entre mis cajones.

—Te va a quedar todo grande —le aviso, cuando le paso las prendas.

—No importa. —Se cambia rápido y me da la ropa mojada.

—Andá a tomar el té mientras cuelgo esto en el lavadero.

Asiente. Antes de salir, lo arrincono contra la puerta y le doy otro beso rápido. Vuelvo a sentir nuestro calor. Tengo los ojos cerrados, pero en mi mente veo la burbuja con franjas de luces rosadas y violetas a nuestro alrededor.

—¿Listo? —me dice, una vez que nos separamos.

—Sí. Salgamos

Me da la espalda para abrir la puerta, entonces le doy una palmadita en una nalga.

—¿Qué hacés, pelotudo? —Se da vuelta, todo colorado.

—Fue un fantasma. O una de las sombras.

—Sí, dale...

—¡¿Se pueden dejar de boludear?! —nos grita Karina desde el living y salimos rápido. Escapo de su mirada severa riendo y me voy a colgar la ropa mojada de Nico.

Cuando regreso a la mesa, encuentro a Nicolás sentado junto a ella, dando unos sorbos de té. La mira de costado. Yo me siento frente a ambos y empiezo a tomar de mi taza.

—No estoy acá para quitarte a Francisco, Nicolás. —El chico casi escupe el té al escucharla. Yo me atoro y empiezo a toser.

—No estaba pensando en eso —dice él.

—Seguro... —contesta ella.

—La ex de mi novio tenía que ser bruja...

—Nuestra ex... —aclaro y Karina se sonroja—. Eh... ¿Novio? —pregunto, una vez que termino de comprender la frase de Nico. Intento esconder la sonrisa.

—Eh... —empieza a balbucear.

—Paren con la cursilería —interrumpe Karina—. Vine a ayudarlos, no a verlos tirarse rayitos de amor.

—Gracias por cuidar a Fran mientras yo estaba... en medio de muchos problemas —le dice Nico.

Karina sonríe.

—¿Todavía tenés la piedra que te dí?

—Sí. Funcionó. Los fantasmas se alejaron, aunque siguen buscándome, de lejos.

—Bien... —Karina mete la mano en su cartera—. Esta es para vos, Fran. —Me pasa una gema negra, que refleja los rayos de la luz—. Llevala siempre encima. —Asiento y la guardo en el bolsillo—. Ayer, después de la radio me atacaron los espíritus. Eran los que son como felinos humanoides. Querían entrar en mi cuerpo... poseerme. Los repelí con un hechizo.

Nico y yo la miramos preocupados.

—Ayer los espíritus con piel de metal quisieron hacer lo mismo conmigo. Uno se balanzó sobre mí y lo expulsé con el fuego de mi aura —le explico—. En el momento no sabía lo que buscaban, pero ahora que contaste eso lo entiendo.

Karina asiente.

—Tenemos que juntarnos con Tobías y Gustavo y salir al astral —afirma Karina—. Hay que ir a ver a Jonathan y acabar con esto. Los espíritus ya son demasiado fuertes, no podemos esperar a que se vuelvan más poderosos.

—¿Y qué pensás hacer con Jonathan? —pregunto, inquieto.

—Un hechizo que lo restrinja para que deje de hacernos daño.

Nicolás se agarra la cabeza con las manos.

—La pasé como el orto hoy, peleándome con todo el mundo y no me siento bien. Quiero acostarme. Hablemos de esto otro día, por favor —le pide.

—Nico, tenemos que resolverlo urgente —insiste Karina.

—No puedo más. —Nico se levanta de la mesa y me mira—. Me quedo a dormir, ¿no?

—Sí...

Camina hasta la habitación y da un portazo. Karina gira hacia mí. Levanto las manos en el aire.

—La novia lo sacó del clóset después de reventar su celular contra una pared. Se peleó con los padres. Tengo que ir con él, Kari...

—Está bien, Fran. Quizás me desubiqué un poco. —Aprieta los labios, nerviosa—. Mejor vuelvo a mi casa. ¿Podés llamarme un taxi?

—Sí. —Marco el número y doy mi dirección.

—Duerman con las piedras al lado; las programé para protegerlos en todo momento, en especial a la noche —me explica, una vez que corto—. Los dos estuvieron muy angustiados. Sus auras deben estar debilitadas y los espíritus pueden atacarlos de nuevo. Traten de meditar, calmarse... —carraspea— o lo que sea que los haga sentir mejor.

—Dale...

Nos quedamos en silencio unos instantes. Luego, nos abrazamos. Siento una fuerza tibia en el pecho, un cariño inmenso y poderoso que fluye entre nosotros. Me doy cuenta de que es un amor más fuerte que el que tuvimos como pareja.

No estamos pensando en ayudar al otro porque es nuestro novio, por un sentimiento romántico. Lo hacemos porque nos queremos más allá de todo lo que pasamos. En este instante, encuentro el verdadero amor.

Me doy cuenta de que, en el fondo, nunca dejé de quererla a ella o a Tobías... Aunque ahora lo hago de otra manera. Nuestros sentimientos se transformaron y nosotros también.

En medio de esta crisis de los espíritus empezamos a acompañarnos y ayudarnos, a pesar de los rencores y las diferencias. Quizás eso vale mucho más que todas las promesas que nos hicimos como novios y que terminamos rompiendo.

El amor romántico me parece una ilusión. Comprendo que es tan solo uno entre muchos tipos de amor, que me encandiló, me hizo creer que era el único importante. Y lo busqué con desesperación, limitándome tanto...

Suena mi celular y me separo de la chica para atender. Es el servicio de taxis.

—Llegó tu auto, Kari —le digo.

—Realmente quiero que Nicolás y vos sean felices, Fran.

—Gracias, Kari.

Percibo unos chispazos a nuestro alrededor. Karina mueve la cabeza de un lado a otro. También los ve... Son de color amarillo y rosado y aumentan en número.

—¿Qué es esto? —pregunto, justo cuando se disuelven, dejando un halo que flota entre Karina y yo...

La chica abre bien los ojos, cuando algo empieza a cobrar forma. Es un círculo amarillo, con dos crecientes lunares opuestas en su interior. Se queda girando en el aire frente a nosotros.

—¡Es un sello! —exclama y extiende la mano hacia él.

Cuando lo toca, se desarma en chispas que se funden con su aura amarilla. Ella se observa por unos instantes, luego levanta la mirada hacia mí, con los ojos húmedos.

—Fran, tengo mi sello. ¡Ahora voy a poder patearle el culo a esos espíritus!

La abrazo, riendo.

—Te felicito. Acordate que el taxi está abajo...

—Sí, vamos. —Se recompone enseguida. Toma su abrigo y su paraguas del perchero—. Vamos a vencer a esos monstruos astrales. Te lo prometo —dice, antes de que salgamos del departamento.

***

Abro la puerta del cuarto con cuidado. Encuentro a Nicolás en mi cama, tapado hasta la cabeza. Creí que no lo iba a tener nunca más conmigo... y ahora me espera ahí, ofendido porque me quedé hablando con Karina. Triste por todo lo que pasó hoy con su ex y con su familia. Pobrecito.

Levanto la colcha y las sábanas. Lo veo de espaldas a mí, en posición fetal. Entro a la cama y lo abrazo. No se mueve.

Beso su cuello y se estremece.

—Ey —le digo.

—¿Qué querés, Fran?

—Ya se fue Karina.

—Ah.

Acaricio despacio su pelo, su cuello, su espalda.

—Date vuelta, Nico.

—No quiero.

—Podés llorar conmigo.

Se gira y me abraza, hundiendo su rostro en mi pecho.

—Mi papá me dijo cosas horribles... mi mamá... se puso tan mal...

—Ya se van a calmar. Están en shock.

—Pero, ¿por qué son así? Soy su hijo. ¿No me quieren más? ¿Por qué no me pueden querer como soy? Yo me banqué toda la vida el mal carácter de mi viejo y las locuras de mi mamá. ¿Por qué no hacen un esfuerzo para entenderme a mí?

—Quizás todavía no saben cómo o no pueden. Pero con el tiempo, lo van a lograr. O lo vas a superar. Estoy con vos, Nico.

—Gracias... —responde con un hilo de voz.

Lo sigo acariciando hasta que se queda dormido, todavía sollozando.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro