29. Lunas de septiembre

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

El miércoles, ya con su nuevo celular en mano, Nicolás se va temprano para ir a buscar sus cosas al departamento que alquilaba con Daiana. En ese horario ella trabaja y, si no fue tan malvada de cambiar la cerradura, va a poder recuperarlas. Le aconsejé que fuera con la madre y la hermana. Le expliqué que me encantaría acompañarlo, pero que, si de mala suerte se la cruza, mi presencia ahí iba a empeorar las cosas.

Qué lío todo esto. Me lo banco porque Nico, a pesar de sus traspiés, es un buen pibe. Y lo quiero. Tal vez pueda amarlo también... De verdad, no llevado por la emoción de un nuevo vínculo. Tengo miedos y dudas, no sé cuánto podamos durar realmente. Pero estoy harto de ser un miedoso. A pesar de lo roto que quedó mi corazón en el pasado, me la voy a jugar de nuevo.

Por suerte, después de unas horas, me entero de que pudo entrar al departamento sin problemas y llevarse todo. Me cuenta que le escribió un mensaje a Daiana pidiéndole perdón de nuevo e invitándola a hablar cuando lo necesite.

Bien. Eso me tranquiliza. Nico se queda en casa de su mamá, acomodando sus cosas y charlando con ella y su hermana, que insisten en que yo vaya a tomar un té con ellas en estos días. Qué lindo... Se nota que son buena gente.

Cierro el celular y acomodo la casa. Hago unas compras, porque me estoy quedando sin provisiones, y después me baño y me preparo para ir a la radio.

Salgo un poco temprano, así que mensajeo al grupo a ver si alguien anda por ahí. Karina me responde y quedamos en tomarnos un café sobre la calle Corrientes, a la vuelta de la radio.

Llego y la espero por unos minutos. Cuando entra, la veo ojerosa. Una vez que me encuentra con la mirada, sonríe y camina hacia la mesa donde estoy. Pedimos dos cortados y nos los traen enseguida.

—¿Estás bien? —le pregunto.

—Más o menos. Tuve pesadillas y se quebró mi turmalina.

—La mía y la de Nico también. Aunque no soñamos nada.

—Menos mal que tengo mi nuevo sello, me sirvió para frenar a los espíritus —me cuenta—. Solo cuando lo visualicé en cada rincón del cuarto tuve un poco de paz. Tomá, dale una a Nicolás. —Saca de su cartera dos bolsitas de arpillera atadas con una cuerda. Las agarro y siento aroma a incienso y romero—. Esto los va a proteger, aunque no sé por cuánto tiempo.

—Gracias... —Las guardo en mi mochila.

—Ayer no pude salir conscientemente al astral y, por lo visto, ustedes tampoco. —Asiento a sus palabras—. Tobías está ocupado investigando, Nico y vos resolviendo su relación. Lo entiendo. Yo también tengo mis cosas. Pero no podemos dejarnos llevar por el drama. Hay que juntarnos en nuestro hogar astral para recargarnos e investigar, así podemos frenar a Jonathan y cerrar el portal. Necesitamos terminar con esto de una vez.

—Por Dios, no tengo un día de paz... —Me llevo las manos a la cara.

—Fran, no lloriquees. Mientras más tardemos en resolverlo, peor va a ser.

—Bueno, está bien. Solo quería despejarme un poco. ¿Y si chusmeamos un rato? Vos no estás viendo a nadie, ¿Kari? Tenés que rehacer tu vida también.

Suspira y se cruza de brazos.

—No hay hombres...

Me río.

—¿Cómo es eso de que no hay hombres?

—Son todos niños crecidos. Cagones, inmaduros. Ya me divertí bastante estando soltera. Quiero conocer a alguien y, hasta ahora, no tuve suerte. Así que dejé de pensar en eso. Y me concentré en nuestro programa de radio y nuestra misión astral.

—Tenés que aflojar un poco y tomártelo menos en serio. Ya va a aparecer alguien...

—Decís eso porque estás de romance con Nicolás... Hasta hace unos días eras tan pesimista como yo. Tu aura se veía como una nube oscura.

—Bueno, sabés las vueltas que dimos con Nico para llegar hasta acá... Y todavía hay que ver si funciona. Como sea, si esto se mantiene bien, me lo gané. ¿Vos no podés hacer un hechizo y encontrar un buen tipo?

Se ríe.

—La magia no funciona así, Fran... Bueno, a veces sí. Eso dicen. Qué se yo, no me funcionó cuando lo intenté.

—Ah, lo intentaste... —Le guiño un ojo—. ¿A quién le hiciste un hechizo?

—No hechicé a nadie, eso da mal karma. Pedí atraer una buena pareja para mí... Supongo que no pasó nada porque no era el momento. Además, una cosa es trabajar con la energía ordenada de la naturaleza y otra hacerlo con otro tipo de fuerzas. No está bueno imponer las cosas. Eso viene con un precio.

Lo que dice me recuerda a Jonathan... No termino de creer que esté haciéndonos todo esto. Era un chico dulce y amoroso cuando lo conocí. Solo leía el tarot y meditaba. Le escapaba a los rituales de magia.

No lo consulto con Karina, tampoco voy a hacerlo con el resto, porque no serían capaces de entenderlo, pero ya me decidí; voy a ir a hablar con él. Quizás lo vemos como un enemigo en el astral por algún engaño o ilusión de los espíritus que nos persiguen. Como sea, seguro tiene el mismo karma que nos conecta a todos... quizás si aclaro las cosas con él logro que se alíe con nosotros.

Pude llevarme bien con Tobías y Karina, a pesar de que eran mis ex. Ya son mis amigos. Quizás pueda conseguir lo mismo con él...

—¿En qué estás pensando, Fran? —Karina entrecierra los ojos.

—En nada. Estoy cansado, nada más.

—Che, ¿leíste el mensaje que Rocío Belem mandó al grupo? ¡Felicitaciones, colega! —Habla con una sonrisa inmensa.

—¿Qué? ¿Nos escribió la directora? No vi nada. Estaba muy apurado cuando salí para acá.

—Lo envió hace unos minutos.

—¿Qué dijo?

—El programa es un éxito. —Su expresión es triunfal—. Le ganamos a Jonathan en el raiting el mes pasado. Estamos primeros.

—¡Buenísimo!

Me alegra, pero a la vez me hace sentir mal competir con mi ex. No puedo dejar de pensar en que todo esto nos lastima.

—Seguro nos ayudó el escándalo con Jonathan y el video de ese youtuber, William Ray...

—Brindo por eso —afirmo y levanto mi taza de café.

Ella choca la suya con la mía y nos reímos, antes de dar unos sorbos.

—Al menos salió algo bueno, después de la vergüenza que nos hizo pasar Nico...

—No seas mala con él, pobrecito. Es un milagro que entre lo que le pasaba con los fantasmas y su salida del clóset no haya enloquecido.

—Es verdad. Igual tranquilo, Fran. No voy a molestar a tu chico. —Pone los ojos en blanco—. Vos siempre tan protector. Tan dulce con todos.

Me río, invadido por un calor en el rostro.

Terminamos de tomar nuestros cafés y seguimos hablando sobre el programa. Se acerca la hora de entrar al trabajo, así que pagamos y salimos. Hace frío. Aunque estamos bien abrigados, el viento nos golpea y nos arrebata una parte del calor que recuperamos en el café. Se aproxima el invierno... Karina me toma del brazo y caminamos bien apretados, juntos, hacia la radio. El aire congelado mueve su pelo, que me golpea en el rostro, sumergiéndome en su perfume. Se me pone la piel de gallina.

Sin embargo, viene la imagen de Nico a mi cabeza y mi corazón late con fuerza. Mi cuerpo recupera la temperatura, recorrido por una ola cálida de bienestar. Me une un cariño inmenso con Karina, con Tobías también y siempre los voy a querer. Pero ahora mi corazón es del chico de bigotes...

Cuando giramos en la esquina, hacia la cuadra del edificio de la radio, notamos un grupo de personas amontonadas en la entrada. Deben ser como treinta... Están detrás de una valla y un guardia de seguridad los observa, inquieto.

—¿Qué hace toda esa gente ahí? —pregunta Karina—. ¿Hay algún evento en el centro cultural?

Estamos a unos metros de ellos... Un par se giran y señalan hacia nosotros.

—¡Ahí están! ¡Karina, Francisco!

Varios se ponen a chillar y se acercan a toda velocidad. El guardia los mira atento, mientras nos rodean y nos extienden impresiones de fotos nuestras.

—Hola... —les digo, un poco abrumado.

—Hola... —Saluda Karina, también sorprendida.

—¿Nos las firman?

—Sí...

Nos regalan retratos dibujados de nosotros y nos dan cuatro canastas con dulces y osos de peluche. La que tiene el nombre de Karina trae un oso amarillo; la mía, uno magenta.

—Esto es para ustedes. —Nos dice un chico con el pelo teñido de azul. Nos pasa una carpeta con impresiones de sus dibujos... Los reconozco enseguida. Son esos de animé, subidos de tono, en los que estoy haciendo cosas con mis ex y con Nicolás. Karina me mira, entre divertida y avergonzada. Yo siento lo mismo.

—Ah, vos sos el que nos dibuja —le digo—. Nos has sacado varias risas en el estudio. Muchas gracias, tenés un re talento...

Sonríe, con los ojos iluminados y se acomoda un mechón del flequillo para que siga cayéndole sobre un ojo.

—¿Cuándo viene Tobías? —me pregunta una chica robusta de pelo corto. Llego a ver que trae una camisa leñadora debajo del abrigo abierto. Tiene una pulsera con los colores de la bandera del orgullo en la muñeca—. Una de las canastas es para él.

—En unos minutos, por ahí se lo cruzan —contesta Karina, mientras seguimos firmando dibujos y fotos y posamos para las selfies que nos piden los demás.

—¿Y Nicolás? ¿Ya es tu novio? —pregunta un chico flaco, de pelo rubio y corto. Viste una campera rosada ajustada al cuerpo, que dice "Free Britney".

No le contesto, ruborizado. Los observo... Son tan jóvenes. Su edad debe rondar entre los dieciocho y los veintitrés años.

—Vinimos todos juntos, nos organizamos. Somos fans de Noche en Baires. Vamos a subir las fotos al grupo y se las enviamos —nos explica el rubio.

—Genial —les respondo—. Las vamos a compartir desde las redes del programa. Muchas gracias por apoyarnos.

Karina me echa varias miradas. Le brillan los ojos, entre emocionada y feliz de que nos estemos haciendo conocidos.

—Yo también soy bisexual como vos —me dice un chico que tiene los ojos delineados—. Escucharte me ayudó a aceptarme y salir del clóset.

—Me pasó lo mismo —afirma otro muchacho de cabello rapado y tatuajes en los brazos, vestido como un metalero.

—A nosotras también —dicen dos chicas—. Somos novias.

—Me alegro mucho por todos. —Me conmueve lo que me dicen. La directora de la radio, Rocío Belem, tenía razón: hay tanta gente que necesita un referente. Aunque me intimida un poco, no deja de ponerme contento—. Las felicito —les digo a las chicas, con una sonrisa.

—Son muy tiernas... —les dice Karina.

—Gracias.

Se acerca un grupo de mujeres de veinte años a sacarse una foto con nosotros.

—¿Cómo hicieron para ser amigos después de haber salido? —Nos pregunta una, mientras posamos para la selfie—. Los admiro mucho.

—Ay, sí, cuenten el secreto. Yo nunca pude lograrlo —afirma otra.

Kari y yo nos miramos.

—Eh... fue algo que se dio —comento.

Karina parpadea un par de veces, ensimismada. Conozco esa expresión... Puedo ver los engranajes de su mente funcionando a toda velocidad.

—Voy a sacar un libro —dice, de pronto. Gira hacia ellas, con una sonrisa enorme. Es como si le saliera el signo pesos de los ojos—. Un libro con consejos sobre cómo superar a tu ex, con tests para ver si vale la pena que sean amigos y tips para lograrlo.

El grupo de chicas y algunos muchachos gritan emocionados.

Veo que Tobías llega desde el otro lado de la cuadra. Se estremece al notar que estamos rodeados por tanta gente. Intercambia una mirada asustada conmigo y se mete rápido al edificio de la radio, antes de que lleguen a verlo.

—Bueno, disculpen, pero se nos hace tarde para el programa. Ya tenemos que ir subiendo a prepararlo —comenta Karina, con mucha amabilidad.

—Sí, gracias por recibirnos —dice la chica de camisa leñadora—. Suban tranquilos.

—Gracias a ustedes por venir —contesto.

Los saludamos y nos encaminamos rápido hacia la puerta del edificio. El guardia nos saluda asintiendo y le guiño un ojo.

—Querían meterse adentro, pero pude convencerlos de que esperen acá afuera —nos avisa.

—Muchas gracias...

Entramos y nos dirigimos a los ascensores.

Karina abandona la imagen calma y tranquila que venía manteniendo. Pega un grito y con cuidado, para que no se rompan ni se caigan las canastas que carga, me abraza dando pequeños saltos.

—¡Tenemos fans! ¡Somos famosos! Nos vamos a hacer más conocidos y tener más laburo y más plata. ¿Y si nos llaman de la tele? Ay, me encantaría hacer un programa de música o de cocina. ¿Y si nos ofrecen actuar en una novela?

—¿Te calmás?

—Perdón. —Se lleva una mano al pecho y se concentra en respirar despacio—. Necesito que nos pase esto. Hace tanto que lo espero.

—Lo del libro se te ocurrió recién, ¿no? —Aprieto el llamador del ascensor.

—Obvio. Mi amiga Sofía me puede ayudar a editarlo por mi cuenta y sacarlo por Amazon, si es que no lo ofrezco a una editorial, a ver si me contratan... Ya estoy bosquejándolo en mi cabeza. Puedo ver la portada, con mi foto, claro. Best Seller... —Extiende las manos frente a ella—. Voy a ser mejor que Jonathan con esas novelas de osos.

Me rio.

—Estás re manija.

—¡Vos también deberías sacar un libro! —exclama, mientras se abren la puertas del ascensor. Entramos—. "Amando a chicos y chicas"... ¡No! Mejor: "Historias y consejos de amor más allá de las etiquetas".

El ascensor comienza a subir.

—Ni loco.

—Plata, plata, plata, Fran. —Chasquea los dedos—. Bastante mal nos pagan en la radio. Algo tenemos que sacar de esto. Aprovechá.

Salimos del ascensor riendo y fichamos juntos. Vemos a Tobías y a Nicolás en nuestro escritorio de producción, concentrados en la pantalla de un celular con expresión preocupada.

—Hola chicos. ¿Vieron a toda esa gente abajo? —pregunta Karina, mientras acomodamos las canastas en la mesa. Luego los saluda.

Yo abrazo a Tobi.

—Cómo te rajaste, ¿eh? —le digo, riendo.

—Esta canasta es para vos. —Karina la señala.

Tobi la levanta y mira el oso de peluche azul rodeado de dulces, conmovido. También hay una tarjeta con su nombre.

—Vos también te ligaste una. —Le paso la suya a Nico, que es la del osito violeta. Lo rodeo con el brazo y lo aprieto contra mí—. ¿Estás bien?

—Sí, gracias. —El chico sonríe, maravillado por el regalo de los oyentes. Después gira hacia mí y me mira un poco inquieto—. Subí antes que Tobías, mientras ustedes hablaban con los oyentes. Nadie me vio... Eh...Fran...

—¿Leyeron el mensaje de Rocío Belem? —les pregunto, emocionado—. Ganamos en el raiting del mes pasado. ¡Estamos en el primer puesto! Tenemos que celebrarlo.

—¡Le ganamos a Jonathan! —exclama Karina y levanta un puño en el aire. Lo baja, confundida, al ver que los chicos no reaccionan—. ¿Por qué esas caras?

—Tenemos que mostrarte algo —me dice Nico—. Acomoda su canasta en el escritorio, al lado de las demás. Tobías está serio, de brazos cruzados. Karina los mira alarmada.

Mi corazón se acelera.

—¿Qué pasó? Díganmelo ya.

—Jonathan sacó una canción y un video musical —explica Tobías—. Dedicados vos... Es un hit. Ya tiene un montón de reproducciones en YouTube.

—¿Qué? —Miro alrededor. No hay mucha gente, solo unos productores en la otra punta del área—. Necesito verlo.

—Fran... ¿Estás seguro? —Nico me observa preocupado.

—Sí, ¿qué onda? ¿Tan terrible es? —Silencio. Siento que la sangre abandona mi cuerpo. Por un instante, me invade un terror inmenso—. Chicos, muéstrenme esa canción. Ahora.

Nicolás prende la computadora y busca en YouTube. Me siento al lado de él. Se formó un nudo en mi garganta. Menos mal que él me acompaña. Sea lo que sea, lo voy a poder superar. Le aprieto la rodilla con la mano... Me acaricia con la suya y luego entrelaza sus dedos a los míos.

Karina y Tobías se ubican a nuestras espaldas.

"Lunas de Septiembre" es el título del video. Antes de reproducirlo, se ve la imagen de Jonathan, que sonríe, de brazos cruzados. Lleva una gorrita verde y una camisa mangas cortas negra con un estampado de rosas. Detrás de él se ve una hilera de árboles iluminados por faroles de papel.

—¿Le doy play, Fran? —pregunta Nico.

—Sí, dale.

El video comienza y Jonathan está bailando mirando a cámara en una calle de la ciudad. La melodía es una cumbia algo popera, "cumbia cheta", como le dicen ahora, un poco tristona y movida a la vez.

Se ve hermoso, con una barba tupida, bien enmarcada. Esos ojos pardos con pestañas largas y sus cejas finas, casi dibujadas, moviéndose con picardía... Se gira con una expresión de maldad a la cámara y dice:

—Para vos, Francisco...

El pecho se me hunde. Jonathan se menea y empieza a cantar:

Yo te quise sin fumarme un verso.

Discriminar no era lo correcto.

Te acepté ya con el primer beso,

solo quería darte más afecto.

La imagen en la ciudad se alterna con otras escenas en la playa, de noche, en las que Jonathan mira con tristeza hacia el mar, con una fogata detrás. Luego se lo muestra en el bosque, bailando bajo árboles iluminados por faroles de papel.

Yo te di mi corazón con ganas.

Fui tu hombre desde esa mañana.

Por la izquierda vos mirabas chicos

y por la derecha amabas chicas...

Empiezan a aparecer mujeres y hombres, que bailan a sus espaldas en la calle y en el bosque. Los varones son todos osos, como le gustan a él. Grandotes y peludos, barbudos, que se menean a su alrededor.

Detrás de él aparece un muchacho más alto que los demás. El resto se aleja, dándole lugar. Es un morocho gordo y barbudo, también de camisa mangas cortas, abierta hasta el pecho, donde asoman unos pelos. Se menea contra él, coquetean y se abrazan.

—Es re parecido a vos.... —dice Karina.

Y llegó el día en que me dijiste para siempre.

Me prometiste amor y lunas de septiembre...

La voz de Jonathan es un lamento agudo que se me clava en el corazón. Se da vuelta hacia el oso morocho y lo señala con una expresión de bronca y dolor.

Pero no pudiste darnos

la paciencia que implica amarnos

y cuidarnos...

Un hielo se clava en mi pecho y parece congelar mi sangre, subiendo hasta mi garganta. Mis tripas se retuercen. La cámara gira alrededor de ellos, que bailan y se miran como enfrentándose en un duelo.

Es tu alma la que pide pista...

La cámara enfoca a Jonathan, que la mira directo. Es como si me estuviera hablando a mí.

Si no sabés llenarte de alegría,

con nadie...

vas a compartir la vida.

La canción continúa y Jonathan repite las primeras estofas y el estribillo, bailando con mi clon en la pantalla, con otros osos y con chicas. Termina eligiendo a uno de ellos y le da un beso, para horror de mi clon, que escapa hacia el bosque.

Jonathan se sube a la camioneta de su oso elegido y se van por la ruta, donde ya amanece. Mi ex mira a cámara y vuele a repetir su maldición:

Si no sabés llenarte de alegría,

con nadie...

vas a compartir la vida.

Mi clon se queda solo y abatido, mirando el suelo arenoso, entre las sombras de los árboles. Jonathan y su nuevo chico se ríen y besan, alejándose en el vehículo que se desplaza por el asfalto flanqueado por pastizales hacia un horizonte dorado.

El video se termina y me quedo mirando la pantalla en silencio.

—¿Estás bien, Fran? —pregunta alguien.

No puedo reconocer la voz. Tampoco encuentro las fuerzas para responder. Es como si me hallara sumergido en un agua turbia, sin poder moverme ni distinguir nada a mi alrededor. Mi corazón late con fuerza, vacío de emociones por unos instantes... De pronto, emerge algo de mis entrañas, como si hubiera estado fermentando en mi interior: lloro, sin poder controlarme. Lloro y mi rostro se irrita. Mis manos se mojan limpiándome las lágrimas una y otra vez. Lloro, acompañado en silencio por mis compañeros, por sus manos que se posan en mis hombros o me frotan la espalda. Siento un beso con el perfume de Karina en mi cabeza, otro con el perfume de Nicolás en mi barba.

—Tranquilo, Fran...

—No puede ser más malo este pibe...

—¿Por qué está tan lleno de odio?

—Se fue al carajo...

—Tenemos que hacer algo.

Sus comentarios se escuchan lejanos, sus voces mezcladas, mientras la imagen de Jonathan y su voz cantando tantas verdades dolorosas se repiten en mi cabeza una y otra vez.

Alguien me alcanza un pañuelo de papel y empiezo a secarme los mocos. Me traen un vaso de agua y lo tomo con pequeños sorbos, interrumpidos por el llanto. Jonathan, mi Jony... ¿cómo pude lastimarlo así? Luego de unos minutos, logro que mi respiración se tranquilice.

—¿Por qué lunas de septiembre? No entiendo ese título —comenta Karina.

—E-es... es un co-código interno —expreso como puedo—. Nuestra luna de miel iba a ser en septiembre. Íbamos a casarnos y decidí suspender todo dos meses antes.

—¿Qué? —pregunta Tobías, incrédulo.

—Dos meses antes de casarnos le dije que no quería casarme con él... —empiezo a llorar de nuevo—. Y después me arrepentí y le pedí perdón y no quiso volver conmigo...

Silencio.

—¿Cómo pudiste hacerle eso, Francisco? —pregunta Nicolás—. Casarse es una promesa... ¿No lo pensaste bien antes?

—Sí, pero... no sé qué me agarró en ese momento. Pánico... Me equivoqué. Me arrepentí, pero no sirvió de nada. Jonathan no me perdonó. Me dijo que traicioné su confianza, que no podía casarse con alguien así de inseguro.

Nadie dice nada por un rato, pero se repite una frase en mi cabeza: "con razón te odia". No sé si les leo la mente o si soy yo reproduciendo lo que pensaría cualquiera en esta situación. Tobías, Karina. Seguro Nico también.

—No puedo creer que hayas sido tan pelotudo... —La voz llena de bronca es de Karina.

Me sorprendo y giro hacia ella. La veo frotándose los ojos.

—¿Qué le decís? ¡Pará un poco! —Nicolás se incorpora y la mira con furia—. ¿Qué te pasa, por qué le hablás así?

—No entendés... —le dice—. Yo sabía que nos íbamos a encontrar. Que íbamos a tener que detener una fuerza oscura en el futuro. Hace años... por eso lo dejé... —gira hacia mí—. Por eso te dejé, Francisco, diciéndote que ya no te amaba, aunque era mentira. Y sufrí todas las noches para olvidarme de vos... —Karina me mira con los ojos húmedos, a punto de derrumbarse—. Porque sabía que tenías que separarte de mí, para conocer a Jonathan y sacarlo de la oscuridad. ¿No te das cuenta? Vos sos el catalizador que iba a unirnos a todos para enfrentar este karma de los espíritus y el portal.

Tobías se estremece al escucharla.

—Karina... ¿cómo sabías eso? —pregunto.

Se agarra el dije que tiene colgado al cuello.

—Una noche, cuando vivíamos juntos, te fuiste a dormir mientras yo hacía un ritual de Wicca. Se me apareció el dios egipcio Thot; se veía como un espíritu gigante hecho de fuego transparente. Me sacó del cuerpo y viajamos por el tiempo y el espacio. Así supe que en el futuro íbamos a encontrarnos para desarrollar nuestros poderes astrales y enfrentar a una fuerza oscura. Pero en ese destino que vi... Vos estabas casado con Jonathan. Lo habías ayudado a superar su oscuridad. Trabajábamos con él, en esta radio. Y Nico se nos unía porque era nuestro productor. Resolvíamos el tema de los espíritus y lo del portal enseguida y después seguíamos aprendiendo sobre nuestros poderes astrales para ayudar a la gente. Como premio por resolver nuestro karma, nos volvíamos famosos y todos éramos felices.

Tras escuchar sus palabras, es como si el suelo desapareciera bajo mis pies y ahora pendiera en el aire de un hilo. No me caigo porque estoy sentado.

—Cuando pasó el tiempo y nos reencontramos, me extrañó que las cosas no fueran como me las había mostrado Thot —sigue Karina—. Pero, como sé que las líneas de tiempo son múltiples y pueden cambiar, solo fluí, esperando que todo se acomodara.

»No pasó eso. Ahora, Jonathan es nuestro enemigo. Los espíritus son cada vez más fuertes y el portal, más grande. —Me clava la mirada—. Te dejé, sacrifiqué nuestra pareja y el amor que nos teníamos para que cumplieras ese destino, Francisco. Y vos fuiste un cagón y lo arruinaste.

Karina se pone a llorar. Se aleja de Tobías, que busca consolarla, y se encierra en el baño de mujeres.

—Tiene razón. Soy un idiota. Lo arruiné todo...

—No, Fran. No importa lo que diga Karina —asegura Tobías, de brazos cruzados—. No somos marionetas de los dioses, de los ángeles ni del destino. No importa lo que le haya mostrado Thot. Ellos no pueden definir nuestras vidas. Decidiste por vos mismo. Por algo hiciste lo que hiciste; escuchaste a tu alma. Eso es lo único que importa.

—No tengo idea si escuché a mi alma, Tobi. Estaba tan confundido... Y lo que dijo Karina sobre Jonathan es cierto; ahora, él estaría aliado con nosotros si yo no me hubiera mandado esa cagada.

—Él también eligió su destino —dice Tobías.

Nico me toma de la mano.

—No sé si será verdad lo que dijo Karina. Pero, aunque Jonathan sea nuestro enemigo y todo empeore, ahora yo estoy con vos. Y te voy a ayudar a resolver esto, como sea.

—Nico... —Sus palabras me conmueven.

Se inclina hacia mí. Me da un pequeño beso delante de Tobías y de otros productores que nos ven. Que se haya jugado por mí así, en medio de su proceso de salida del clóset, con los miedos que eso genera, me llena de orgullo y esperanza.

—Gracias, Nico...

—¿Sabés que significa esto? —pregunta Tobías, observándome.

—Sí. Que tengo que ir a hablar con Jonathan. Si fue bueno en ese futuro alternativo... todavía tiene una chance de redimirse.

—Exacto.

—¿No es peligroso que vayas, Fran? —pregunta Nico—. ¿Y si te hace algo? Es mejor que te acompañemos.

—No creo que se ponga muy colaborativo si vas después del escándalo que tuvieron —sugiere Tobi.

—Tiene razón, Nico.

El chico frunce el ceño, molesto. Pero no dice nada.

Se abre la puerta del baño de mujeres. Karina sale con los ojos irritados. Se nota que se lavó la cara, ya que no se le ve el maquillaje.

—Bueno... tenemos un programa que hacer —afirma, sentándose frente a nosotros.

—Prometo resolverlo todo, Kari —le digo—. No puede haber solo una manera de llegar a un buen futuro en el que venzamos a los espíritus.

—Vos porque no viste el futuro oscuro que nos espera si no lo hacemos... —Mira hacia un costado, angustiada.

—¿Thot te mostró eso también?

Asiente y se frota los brazos, sin mirarme.

—No quiero sonar como los personajes de esas novelas cliché de fantasía... pero el destino de la humanidad está en juego. Las personas iban por la calle, poseídas por espíritus todavía más horribles que los que nos atacan ahora. Enfermaban y morían, o se ponían violentos sin sentido. Los científicos no sabían qué estaba pasando. Hablaban de estrés colectivo, de una enfermedad que afectaba el sistema nervioso, de crisis de ansiedad, de alucinaciones producidas por una invasión de parásitos en las napas de agua, que entraban al cuerpo y se alojaban en el cerebro. Los medios decían cualquier cosa. Solo las personas espirituales entendíamos con qué estábamos lidiando, pero nadie quería creernos. Brujas, brujos y practicantes de todas las técnicas de armonización energética trataban de revertirlo, pero era imposible. Y nosotros... éramos odiados por todos ellos. Porque habíamos traído ese portal hasta acá... Thot no me dijo cómo lo hicimos. Pero sí dejó muy en claro que era nuestra responsabilidad.

La piel se me pone de gallina cuando una brisa fría recorre el lugar. Karina vuelve a frotarse lo brazos y Nico tiembla.

—No veo ninguna ventana abierta —dice Tobi que mira de un lado a otro.

Los muebles crujen, las luces parpadean durante unos segundos, también nuestros celulares.

—No van a asustarnos —digo en voz alta, para que me escuchen los espíritus. Miro a todos con determinación y me levanto de la silla—. Como dijo Karina, tenemos un programa de radio que hacer. Y después, vamos a juntarnos todos los días, antes y después de la radio. Vamos a estudiar, a meditar, a salir juntos del cuerpo al plano astral. Lo que sea necesario para descubrir cómo cerrar ese portal y salvar al mundo.

Golpeo el escritorio con un puño y las luces dejan de parpadear. El frío se va, nuestros celulares se normalizan. Karina sonríe, por fin con un poco de luz en la mirada. Nicolás me abraza con orgullo. Tobías me guiña un ojo.

—Ese es nuestro Fran —dice con una sonrisa inmensa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro