30. Sombras, fuego y culpa

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En los minutos que nos quedan antes de que Tobías empiece su hora, revisamos la información que mandó Nicolás y nos organizamos.

—¡Ah, Nico! Antes de que me olvide... —Tobías toca con su dedo la pantalla de su celular—. Esta mañana te grabé una meditación con el arcángel Azrael. Te va a ayudar con lo de los fantasmas. También dibujé un símbolo que me mostró. Acabo de enviártelos por mensaje.

Tobías nos acerca su celular. Ahí se ve un símbolo del infinito del que surge una línea vertical, cruzada por otras dos en la parte superior, más cortas y horizontales.

—Parece una llave... —dice Nico.

—Lo es. Con eso podés abrirles una puerta a los fantasmas para que vayan hacia la luz o al purgatorio, sin gastar tu energía. Azrael también me dijo que él se va a encargar de curarlos, así tampoco te drenan con eso. Tené cuidado porque abre las puertas del paraíso, el limbo y el umbral. El arcángel me aseguró que va a enseñarte a manejarla. Lo vas a ver en la meditación o en tus sueños. Quizás se te manifiesta. Yo lo veo como una figura alta, hecha de fuego oscuro. —Nicolás empalidece al escucharlo—. Igual, a vos puede aparecérsete de otra manera. Tranquilo, es de mi confianza.

—Menos mal... —Nico Suspira.

—Todavía no te dije lo más importante: la llave también te permite cerrar tu percepción, así no ves a los fantasmas todo el tiempo. Solo cuando lo decidas.

—¿En serio? —pregunta, con el rostro iluminado. Tobías asiente—. ¡Genial! —Nico se levanta de su silla y lo abraza—. Muchas gracias, de verdad.

Tobi sonríe.

—De nada. Qué bueno poder ayudarte... Che, ya tengo que subir a hacer la primera hora —dice, después de echar una mirada al reloj de pared—. Los veo en un rato. —Se dirige hacia las escaleras.

—Suerte, Tobi.

Karina, Nico y yo nos quedamos tomando café. Aprovecho para darle a mi chico la bolsita de protección mágica hecha por mi ex novia.

—Llevala con vos siempre. También podés ponerla debajo de la almohada si tenés pesadillas.

—Gracias, Kari.

Sonrío, complacido. Me enternece que se lleven bien. Si hace un año alguien me decía que en el futuro mis ex, Tobías y Karina, iban a ser mis amigos y, encima, cuidar de mi nuevo novio, le hubiera contestado que estaba delirando. Al final, la vida me sorprendió.

Llega el momento de empezar Noche en Baires. Subimos al estudio, donde nos esperan Tobías y Carolina.

—Tengo algo para vos... —Karina le pasa una botellita de vidrio a la operadora—. Agua lunar. Programada con lo que me pediste. Te anoté en este papel cómo podés hacer la tuya.

—¡Ay, muchas gracias! —Carolina la abraza—. La necesitaba justo ahora. El fin de semana es el concierto y tengo que brillar con la flauta esta vez.

—De nada.

Karina sonríe, complacida. Siempre está ayudando a los demás... es tan diferente a la imagen negativa que tiene la mayoría de la gente de las brujas por las películas y leyendas.

Tobías termina su hora presentando un tema musical. Nicolás se queda dándole instrucciones a Carolina, mientras Kari y yo entramos al estudio y nos acomodamos en nuestros lugares. Me pongo los auriculares y chequeo en la computadora la información que Nico subió a la carpeta compartida. Ya casi estoy listo para empezar, cuando la cumbia que hizo Jonathan irrumpe en mi mente.

Pero no pudiste darnos

la paciencia que implica amarnos

y cuidarnos...

Si no sabés llenarte de alegría,

con nadie...

vas a compartir la vida.

Una puntada se clava en mi pecho; la herida en mi corazón amenaza con abrirse de nuevo, pero resisto. Vuelvo a concentrarme en el programa con todas mis fuerzas.

—Quedan diez segundos para que la canción termine —nos avisa Caro desde el control.

Asiento. Karina y Tobías se ponen sus auriculares. Nicolás nos observa con atención desde el otro lado. Nuestras miradas se cruzan. Sonríe y me guiña un ojo, con una expresión de orgullo.

Mi pecho se llena de calor y me invade el alivio, segundos antes de que se prenda el cartel de aire. Estoy por hablar, cuando se escucha un zumbido grave y luego nos traga la oscuridad. Enseguida nos ilumina un resplandor blanquecino y débil... las lámparas de emergencia del edificio.

—Se cortó la luz en toda la radio... —dice Nico, entrando al estudio. Se ve como una figura extraña ya que las lámparas solo iluminan su pecho y su rostro pálido. Parece un fantasma—. Deben haber fallado los generadores. Carolina está llamando por el teléfono fijo al jefe de operadores. Le escribí a Rocío Belem. Vamos a ver qué me contesta, pero en casos así nos mandan a casa hasta que se arregle.

Escucho unos susurros a mi alrededor y me agito. Al resto le pasa lo mismo. Karina se pega a mí y me toma del brazo.

—Chicos, mi jefe ya habló con Rocío Belem. —Caro entra al estudio—. Ambos dijeron que se levanta todo hasta que vuelva la...

Las luces del techo vuelven a encenderse y parpadean. Las sillas del estudio se alejan de la mesa y se elevan en al aire, poniéndose a girar a toda velocidad. Gritamos. Carolina sale corriendo del estudio. Nicolás viene hacia mí y nos ponemos junto a Karina contra una pared. En medio del parpadeo de luces, llego a ver que algo golpea a Tobías, haciéndolo volar por los aires. Choca contra una pared y cae al suelo.

—¡Tobi! —grito, corriendo hacia él

Siento unos puños que me golpean en la barriga y pierdo el aire. Algo me toma por los hombros y me arroja hacia atrás. Mi hombro golpea contra la pared y caigo.

—¡Fran, Fran! —Nico me abraza y me sacude.

—¡En nombre de la diosa y de los avatares de los cuatro elementos, pido protección! —grita Karina. Un brillo dorado sale de ella, expandiéndose como ondas. La luz vuelve a encenderse y las sillas caen al suelo.

Ella corre hasta Tobías y posa sus manos en él. El chico se levanta, quejándose. Nico pone una mano en mi hombro y siento su energía entrando en mí. Karina y Tobías caminan rápido hacia nosotros, mirando asustados a cada lado. Las luces vuelven a parpadear, aunque con menor intensidad.

En el centro del estudio, aparece una forma transparente, flotando. Empieza a emitir un brillo verdoso y, durante un instante, muestra su forma: ¡es Jonathan! Sonríe con maldad, antes de desvanecerse.

Carolina sale del control y entra al estudio con cautela. Mira a las sillas en el piso, después a nosotros.

—¡¿Qué carajo fue eso?! Siempre pasaron cosas raras en la radio, pero esto lo superó todo. —Levanta la vista y su cara adquiere una expresión de horror.

Señala hacia el fondo del estudio y dirijo la mirada al lugar. Algo grande se mueve en el aire, en el espacio vacío. Está hecho como de llamas incoloras... es un grupo de espíritus. Puedo distinguirlos cuando toman color, aunque lo hacen solo por momentos y en fragmentos de su ser: un brazo que se vuelve magenta, una cabellera que se tiñe de amarillo y violeta, una pierna azulada y verde. Cinco espíritus que fluctúan en al aire hasta cobrar forma sólida: dos brujas de piel verde, dos hombres de hojalata y un felino humanoide de pelaje marrón, que se halla delante de ellos. Se agazapa, listo para atacar a la operadora.

—¡Caro, no! —Nico se levanta de mi lado y la aparta, justo cuando el espíritu salta. Este entra en su cuerpo a través de una brecha de energía resplandeciente que le abre en el pecho.

—¡Nico! —grito, corriendo hacia él, cuando se desmaya.

—Por el poder de Elohim: ¡los expulso! —escucho la voz de Tobías a mis espaldas.

—¡Diosa, te invoco! —exclama Karina.

Los oigo luchar, protegiéndonos de los espíritus, mientras trato de despertar a Nico. Lo llamo y lo sacudo, pero sigue inconsciente.

—Reaccioná mi amor, por favor...

—Nicolás... —Carolina se arrodilla al lado de él.

El chico no responde. Entrecierro los ojos para ver su aura... Sigue siendo violeta, aunque está ennegrecida en su mayor parte. En su pecho se ve una tormenta de nubes verdes y negras. Junto mis manos y las extiendo sobre él, tratando de transmitirle mi energía. No sucede nada.

Giro asustado hacia atrás, justo para ver a Kari y Tobías con las manos apuntando hacia los últimos dos espíritus. Los disuelven en el aire al dispararles con sus sellos: la estrella azul y las crecientes opuestas amarillas.

—Ayúdenme, por favor... No reacciona —les explico, cuando vienen con nosotros.

Me inclino sobre Nicolás, a punto de llorar. Tobías apoya una mano en mi hombro. Siento una fuerza inmensa y un cosquilleo pasando de él hacia mí. Giro para verlo y lo encuentro envuelto en su aura azulada. Karina, que emite un resplandor amarillo, se aferra al brazo de Tobi. Un fuego anaranjado rodea a Carolina... Ella también se une, colocando ambas manos en los hombros de Kari.

Siento la energía de todos entrando en mí. Poso las manos en el pecho de Nicolás y se la transmito. Mi cuerpo se envuelve en un fuego magenta, recorrido por partes azules, naranjas y amarillas. Los colores entran en las penumbras que invadieron a Nico, para disolverlas.

Vuelvo a ver el fuego violeta en todo su ser, aunque sigue opacado a la altura de su corazón.

Lo tomo de las manos y cierro los ojos. Vuelvo a la cámara secreta de aquel templo antiguo, donde ambos vestíamos de lino y teníamos la piel oscura y el pelo rapado. Es mi discípulo y le enseño un hechizo. Lo recito frente a él, que repite las palabras con cuidado, una y otra vez, aprendiendo el lenguaje secreto.

Me transporto a la vida presente, a los últimos días que pasamos juntos: estamos en mi casa, abrazados en la cama, viendo musicales en la televisión. Unas horas después, tomamos mates en la plaza y disfrutamos de los últimos rayos del sol.

«—¡Cortala, Fran! ¡Yo te amo a vos!», me grita, en el café La Academia, en un día lluvioso.

Percibo una fuerza delante de mí y abro los ojos. El espíritu siniestro con forma de felino humanoide emerge de Nico, envuelto en sombras, y me mira con odio. Bufa y se sacude en el aire, dando arañazos. Busca liberarse de las llamas violetas y magentas, que lo expulsan del cuerpo de Nicolás.

Nico abre los ojos. Observa a la criatura sobre nosotros y se estremece. Después gira hacia mí y aprieta mis manos con fuerza. Tobías, Kari y Carolina se apartan cuando la mezcla de nuestras auras forma una burbuja a nuestro alrededor, hecha de franjas de fuego violeta y magenta. El espíritu sigue sobre nosotros, sacudiéndose en el aire.

Una llama violeta se forma en el corazón de Nicolás, terminando de limpiar la oscuridad que el espíritu dejó en el. Una llama magenta se enciende en mi pecho, en respuesta. Ambas se conectan por un hilo plateado. En el centro de este, se forma un sello... Parece una flor, compuesta por cuatro círculos entrelazados. Se encuentra dentro de un círculo mayor que la contiene.

El sello gira sobre sí mismo y está hecho de luz magenta. Emite rayos que se extienden hacia todas partes e impactan en el espíritu, quemándolo.

Nicolás observa la flor brillante con la boca abierta, temblando.

—Fran, es...

—Mi sello —respondo.

Lo tomo con las manos y entra en mí como un fuego. Levanto la mirada hacia el espíritu, que chilla enloquecido, suspendido en el aire. Se logra liberar de las llamas y salta hacia mí con las garras extendidas.

Me paro y apunto con mis manos: disparo el sello magenta, que impacta en él. El enemigo estalla y se disuelve antes de llegar a tocarme.

Me agacho hacia Nico, mientras la burbuja de fuego violeta y magenta desaparece. Lo ayudo a levantarse.

Tobías, Karina y Caro se acercan a nosotros.

Las luces de la radio volvieron a apagarse, solo quedan las de emergencia. El lugar sigue teniendo un aspecto lúgubre, sin embargo ya no se siente la presencia amenazante de las entidades.

—Ese espíritu... me llevó a un lugar oscuro. Sé que iba a despertarme eventualmente, aunque él iba a seguir acá. —Nicolás se lleva una mano al pecho—, escondido en este chakra. Para alimentarse de mi energía y poseerme cada tanto. Menos mal que lo expulsamos... Eso es lo que quieren hacer los espíritus, Fran —asegura—. Por eso salen del portal y se pierden por la ciudad. Poseen a personas para subsistir, volverse fuertes... y abrir cada vez más la brecha con su mundo.

Mi corazón se acelera. Escucho a los demás, a mis espaldas, conteniendo el aire. Si esos espíritus tienen un objetivo tan oscuro y Jonathan los comanda, ya no puedo dudarlo: mi ex prometido se pasó al lado oscuro. Cierro las manos, formando unos puños. Luego respiro profundo, buscando calmarme.

Relajo las manos y llevo una al rostro de Nico para acariciarlo.

—Gracias por averiguar eso —le digo—. No te preocupes, te prometo que vamos a detenerlos a ellos y a Jonathan.

—Chicos, eso fue... la cosa más increíble y atemorizante que experimenté en mi vida. ¿Me ponen al día de todo lo que está pasando? —pregunta Carolina.

***

—Esta radio necesita un exorcismo, lo dije desde que entré —comenta Carolina, después de que le contamos todo en la puerta de la radio. Tuvimos que bajar ocho pisos por las escaleras, solo iluminados por las luces de emergencia... justo después de lo que vivimos en el estudio. Fue espantoso y a cada rato sentíamos que podían volver a atacarnos los espíritus o algo peor.

—Nosotros vamos a encargarnos de limpiarla —le dice Tobías. Gustavo, que vino hasta el edificio de la radio en cuanto se enteró de lo que pasó, lo está abrazando por detrás, abrigándolo del frío—. Mañana todo va a regresar a la normalidad, porque ya liquidamos a los espíritus que nos atacaron. Aunque solo por un tiempo.

—Genial. Me voy a mi casa, esto fue demasiado para mí —comenta Caro y nos saluda—. No sé cómo voy a lograr dormirme...

—Ya te mando por WhatsApp las instrucciones para un hechizo protector —dice Karina—. Es muy fácil, solo tenés que recitar una palabras.

—Dale, gracias. —Nos echa una mirada a Nico y a mí—. ¿Ustedes desde cuándo salen?

—Unos días.

—Los felicito. Son re tiernos —dice, sonriendo.

Nico y yo nos miramos con cariño. Así que ya estamos saliendo...

—Gracias, Caro. Cuidate —le respondo y nos saluda con la mano antes de alejarse hacia la plaza seca, donde está una de las salidas.

—Aunque vencimos a esos espíritus hoy, no es momento de bajar la guardia —nos advierte Tobías—. Como dijo Nicolás: están poseyendo a otras personas. El próximo ataque puede ser en cualquier momento y más fuerte.

—Es evidente que ya superaron nuestras defensas mágicas —comenta Kari—. Hay que hacer algo para acabarlos de una vez por todas.

—Tenés razón —le digo—. Jonathan se fue al carajo. Una cosa es que nos odie y otra que nos ponga en riesgo, como pasó esta noche con Nico, y ni hablar de las personas de la ciudad. Voy a ir a hablar con él.

—¿Estás loco? —Karina me mira, escandalizada—. ¿Vas a encarar a tu ex y hablarle de los espíritus así nomás? No va a admitirlo y puede acusarte de loco. Más después del escándalo que protagonizaron.

—Además, no tenemos la certeza de que lo esté haciendo conscientemente —agrega Tobías.

—¿Perdón? ¿No viste cuando se materializó en el estudio y se nos rio en la cara? —exclama Karina.

—Eso no tiene nada que ver —le contesta Tobías—. ¿Es probable? Sí. También es posible que esa faceta de brujo oscuro sea algo que viva en sus sueños para cumplir su deseo de venganza, como le pasaba a Nico en sus primeros viajes astrales con su deseo por Francisco. —Nicolás asiente, sonrojado, al escucharlo—. Es imposible que Jonathan entre en razón si ese es el caso.

—La magia que me contaste que vieron hoy es demasiado compleja para que la haga dormido, Tobías —le dice Gustavo.

Karina asiente, complacida.

—Como sea, no lo va admitir —indica la rubia—. Ningún brujo oscuro revela lo que está haciendo, para evitar dar pistas que revelen cómo contrarrestarlo.

—No me importa. —Miro la hora en mi celular—. Voy a esperar a que salga de FM Stars.

—Francisco, no vas a ir a ningún lado —insiste Karina.

—Voy a hacer lo que se me cante —le contesto.

—Te acompaño. —Nico me toma de la mano.

—Vamos. —Tiro de él para caminar, pero se queda en el lugar, con la mirada temblorosa.

—Pará Fran... Los chicos tienen razón. No podés caer de repente en la otra radio y menos conmigo. Va a pensar que buscamos armar un escándalo de nuevo. Quizás hasta nos detienen los de seguridad. —Suspira—. Creo que lo mejor va a ser que esperes hasta mañana y trates de contactarlo por teléfono.

—Me tiene bloqueado hace años, de todas partes...

—Tiene un nuevo celular... me lo pasó un productor de la radio donde trabaja él. En algún momento pensé en llamarlo para pedirle disculpas. Al final, no lo hice. También podrías llamarlo desde otro celular que no sea el tuyo. Igual, creo que lo mejor es que le mandes un mensaje de texto amable y lo invites a tomar un café. Quizás así puedan arreglar las cosas. Tal vez es como dijo Tobías y lo está haciendo de forma inconsciente. Démosle el beneficio de la duda.

Las palabras de Nicolás me conmueven. Podría odiar a Jonathan y ponerse en contra de él por celos, sin embargo elige pensar lo mejor de él, a pesar de haber sido él quien sufrió el peor ataque espiritual. Se ve que a pesar de que pasó poco tiempo, maduró desde aquella vez en la que se fue a buscarlo a FM Stars.

Veo que Gustavo y Tobías hablan en voz baja. Tobi gira hacia nosotros.

—No lo llames ni vayas a tomar un café. Así puede mentirte. Si queremos saber la verdad sobre Jonathan y los espíritus, solo hay una forma de hacerlo; salgamos del cuerpo y enfrentémoslo en el astral.

Kari hace un chillido triunfal, mirándolos emocionada. Nicolás se ve asustado. El corazón me late con fuerza...

—¿Cuándo? No sé si estoy listo para hacerlo esta noche, cuando me acueste. No voy a dormir bien...

—No digo que salgamos del cuerpo dormidos. Basta con una meditación. Yo puedo guiarlos y Gus nos ayuda con un poco de magia. —Tobías echa una mirada a su pareja, que asiente—. Recién son las ocho de la noche. ¿Quieren venir a casa? Y lo intentamos después de cenar...

—Buenísimo —exclama Karina—. Jonathan la va a pagar por meterse con nosotros.

Nicolás toma mi mano con fuerza. Veo el miedo en sus ojos, pero igual asiente, determinado.

—Está bien. Hagámoslo.

Damos unos pasos hacia la salida, cuando siento que me falta al aire. Respiro profundo, para recuperarme y no lo logro. Me mareo... Me detengo antes de las escaleras. Nico, sigue caminando y lo suelto de la mano. Me agacho.

—Fran, ¿qué te pasa? —pregunta, acercándose.

Vuelvo a escuchar la cumbia de Jonathan en mi mente:

Pero no pudiste darnos

la paciencia que implica amarnos

y cuidarnos...

Me arrodillo y me pongo una mano en el pecho. Me duele el corazón... ¡No puedo respirar!

—¡Fran! —escucho los gritos de los demás, cuando me derrumbo.

—Apártense, necesita aire...

—Llamemos a un médico...

Cierro los ojos. Esto es demasiado.

Jonathan... mi ex... Recuerdo su imagen en el estudio, hace un rato, cuando nos visitó en su forma espiritual, envuelto en su aura verde.

No puedo enfrentarlo. Quiero pensar que nos equivocamos y que no es responsable de los espíritus y el portal... Quizás lo vemos a él porque yo proyecto mi culpa y mis miedos con su forma en el astral... Quizás yo soy quien abrió el portal y atrajo a los espíritus con mi tristeza.

No puedo aceptar que ese chico tan bueno se pasó al lado oscuro y que yo podría haberlo cambiado si no me separaba de él, como dijo Karina. La culpa me retuerce las tripas.

No voy a atacarlo astralmente... No quiero hacerle más daño del que ya le causé. Fui malo con él... Iba a ser mi marido, mi compañero, y yo lo arruiné todo.

Me encuentro desconectado del afuera, perdido en mis pensamientos y emociones, mientras las cosas suceden a mi alrededor. Llegan los médicos y de pronto me encuentro sentado en los escalones de la radio, oliendo algo que parece alcohol. Me despabilo. Me toman la presión, chequean mis palpitaciones. Me preguntan si tuve algún shock emocional y respondo que sí.

Dicen que estoy bien de salud, que me tranquilice y me recomiendan sacar turno con un psicólogo. Asiento.

Una vez que se van, Nicolás se acerca y me toma de la mano.

—Perdón, Fran. Te presionamos demasiado... —dice Tobías—. Jonathan es tu ex. No debe ser fácil.

Lo miro y sonrío, todavía débil. Nico y Tobías me toman de los brazos y caminan conmigo hasta el auto de Gustavo. Me siento con ellos atrás. Karina va a adelante con él y me llevan hasta mi casa.

—Nico, quiero estar solo. Necesito... llorar tranquilo —le explico.

Me acaricia la barba.

—Tranquilo, Fran. Te entiendo. Me voy de mi vieja. Cuando me necesites, escribime.

—Dale.

—Relajate, Fran. Olvidate de los problemas —dice Gustavo—. Vamos a resolverlo en otro momento.

—Ahora es mejor que descanses —agrega Karina—. Te voy a mandar protección y sanación.

—Yo también —dice Tobías.

Salgo del auto. Hago un saludo general con la mano y subo a mi departamento. Una vez adentro, Buffy me recibe. Me mira atenta y maúlla. No se frota en mis piernas como hace siempre; entiende que estoy mal. Camino hasta la cama y me derrumbo en ella. Mi gata se acomoda a mi lado y ronronea. Mis ojos se humedecen... me llevo una mano al pecho, donde todavía siento dolor. Acaricio a Buffy y cierro los ojos. Las lágrimas calientes se derraman por mis mejillas y suspiro, cuando aparece el rostro de Jonathan en mi mente.

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