16- El secuestro de los trillizos.

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«Si debe graduar

Por la gente que aquí viene

Es preciso confesar

Que muchos amigos tiene».

El diablo predicador, copla de Gregorio de Salas

(1729-1808).

—¡No sé yo si esto es una buena idea!

     Anthony observaba cómo lady Helen, Cleo, Christopher, Nathan y Danielle intentaban colarse dentro de la mansión de Willem en plena madrugada.

—Es imprescindible, papi. Da Mo me advirtió que los niños debían estar conmigo porque corrían un grave peligro —le aclaró la chica.

—¿Te pidió, también, que todos viniesen vestidos de ninja? —El fantasma, escéptico, veía cómo la anciana luchaba para que la máscara negra no le tapase los ojos—. ¡¿Crees que era necesario que tu abuela viniera con estas pintas?!

—No sé si era necesario, pero sí muy divertido. —La joven contuvo la carcajada—. ¡Además, ella está encantada! Le gusta ayudar al mafioso a cuidarlos, pero la idea de ejercer de madre sustituta le atrae todavía más.

     Después de pasar por la terminal del aeropuerto de Heathrow, la médium le había explicado a Nathan que el fantasma que se creía Satanás la había tentado. Y cómo había terminado con él y con Noah en la cama. Y también que sabía que se había acostado con una mujer en su última misión. Hechos que, como era de esperar, su esposo no había negado. Una vez asumido el poder del enemigo, la primera fase de la operación consistía en razonar con el padre de las criaturas.

     De mañana le telefoneó al delincuente para explicarle por qué se encontraban en riesgo. Pero Will no atendía razones. La puso entre la espada y la pared: o se mudaba con ellos o no había nada que decir.

     Su marido, que escuchaba la conversación, le comentó enseguida:

—La única solución es secuestrarlos. Van de Walle no nos deja otra alternativa.

—¿Y qué hacemos con tres críos? —El rostro de la joven lucía aterrorizado mientras él la abrazaba y la besaba para calmarla—. ¡Yo soy inepta, no sabría por dónde comenzar solo con uno! ¡¿Qué diantres hago con trillizos?! Y tú no podrías con ellos por más que Anthony te ayudase.

     Él recordó el sueño del racimo de niños y en el acto convino en solicitar brazos extra. Cada día se desenvolvía mejor, pero no tanto como para lidiar con los tres. ¡Si ni siquiera su progenitor podía!

—No hay que esperar, debemos raptarlos esta misma madrugada. —Puso en palabras lo que Danielle pensaba y que se negaba a pronunciar por miedo a la maternidad.

     Y por eso se hallaban en la parte trasera de la mansión del mafioso a las dos de la madrugada y vestidos de ninja.

     Christopher se coló de un salto y se quedó encima del muro. Ayudó a Cleopatra para que pasase al otro lado. Luego pretendió hacer lo mismo con lady Helen. La señora asió la cuerda con fuerza e intentó subir, pero apenas dio un par de pasos por la pared, que equivalían a unos cincuenta centímetros. Danielle fue hacia ella y la empujó por el trasero. Resultaba infructuoso, no había forma de que superase el reto.

—¿Por qué no nos ayudas, daddy? —Al girar la cabeza vio que el fantasma les hacía una fotografía con una cámara que había hecho aparecer—. ¡Esto es algo muy serio! ¡Debemos ir a buscar a los bebés ahora mismo!

     Anthony desmaterializó la máquina, y, con un gesto de culpabilidad, se defendió:

—¡Lo sé, nena, lo sé! No lo he podido evitar. ¡Era tan gracioso! Debía tener estas fotos para verlas con tu abuela cuando estemos aburridos. ¡La tentación era irresistible! —Pasados unos segundos Danielle sonrió, más adelante se partirían de risa con las imágenes.

—¿Nos ayudas o no? —lo apremió, impaciente.

     El espíritu efectuó un movimiento con la mano y la anciana flotó hasta traspasar el muro interminable. Movía las piernas para ir más rápido, como si lo hubiese realizado en innumerables ocasiones.

     Después saltó el resto, la muchacha con un brinco de leona. Seguía sin haber rondas nocturnas, así que alcanzaba con inutilizar las cámaras, las alarmas y el resto de los equipos de vigilancia. A estas alturas entrar a hurtadillas en la mansión de su ex constituía una costumbre para Danielle.

     Una vez dentro fueron en fila india en dirección a la sala. Caminaron hasta la escalera en silencio y superaron uno a uno los peldaños. Solo les llevó diez minutos. Después pasaron con sigilo por delante de la habitación del malhechor y abrieron la puerta del cuarto de los bebés.

     Dormían tranquilos, pero al situarse al lado de ellos abrieron enseguida los ojillos como si los percibieran. Al ver a Danielle chillaron de placer y movían los bracitos y las piernas.

—Con esto no contábamos. —Se desconcertó el fantasma.

—¡Santo Dios! —La chica los contempló con ternura—. ¡Son tan caóticos y tan ruidosos como yo!

—Este escándalo hará que Willem se despierte —murmuró lady Helen, preocupada.

     De inmediato Cleo cogió a Daniel y el rostro se le inundó de dulzura.

     Chris le colocó la mano sobre el hombro y le susurró:

—Me gusta cómo te ves con un bebé entre los brazos.

—Sí, ¿verdad? —La tristeza se le reflejaba en los ojos.

—No pienses en el pasado, mi amor —la consoló su marido y la acarició con ternura—. Sé que nada borrará el recuerdo de tus hijos mayores, pero empezaremos a encargar los nuestros cuando tú quieras —efectuó una pausa y agregó—: Yo hace tiempo que estoy preparado. Y, al verte así, todavía más.

—¡Ay, mi vida, cuánto te amo! —La reina abrazó a su esposo con mucho cuidado para no aplastar al niño.

—No sé cómo lo consigues. —Danielle, perpleja, observaba cómo su amiga se daba maña para hacer varias cosas mientras sostenía al pequeño—. Aún no he logrado levantarlos de uno en uno estando de pie, me da miedo de que se me caigan.

—¡Tranquila, nena! —Anthony le dio una palmadita en el rostro que le dejó la cabellera estilo punk y provocó que el bebé largase una risita—. ¡Si se te cae alguno yo te lo recojo antes de que toque el suelo, sabes que jugar al rugby se me da genial! —La chica puso los ojos en blanco.

—Tú no te preocupes, querida Dany. —Cleo se acercó a ella luego de echarle una mirada amorosa al esposo—. Estos días te daremos clases aceleradas de maternidad y le cogerás el tranquillo.

—¡Si consigo este reto será gracias a vosotros! —admitió Danielle, sincera—. Si no estuvierais conmigo no me animaría.

     Por más que lady Helen, Cleopatra y Nathan cogieron a los tres, ellos gritaban en dirección a la médium como si intuyeran que era la madre.

—Son muy precoces. —El orgullo de bisabuela le rebosaba por todos los poros a lady Helen.

—Lo siento, pequeños —se disculpó la chica; se acercó a los niños y les dio un beso a cada uno en la frente, disfrutaba al olfatear el aroma a bebé—. Si os llevo yo en brazos es probable que os pierda por el camino, soy un desastre.

     Pero ellos gritaban con más fuerza y exigían que los cargase. Mientras, Danielle los estudiaba como si fuesen un artefacto de alta tecnología y hubieran venido de fábrica sin instrucciones.

—Tranquila, cariño —la calmó Nathan y le dio un pico en la nariz—. Nosotros hemos practicado, te llevamos ventaja. Sobre todo Helen, que es una maravilla con los niños.

—Gracias, hijo. —La anciana le acarició al hombre la cara, en tanto con el otro brazo sujetaba a la pequeña Liz—. También estaré encantada de cuidar a los bebés que tú tengas con mi nieta.

     Pero la puerta se abrió de improviso y entró el mafioso. Resultaba evidente —por el dolor que se le reflejaba en el rostro— que había oído las últimas palabras de la señora. Al igual que Brad y el resto de sus hombres.

—¿Qué crees que haces aquí? —El delincuente centró la vista en su exnovia—. ¡Vuestro proceder es deleznable! ¡¿Pensáis que os dejaré que raptéis a nuestros hijos?!

     Danielle respiró hondo e intentó razonar de nuevo:

—Todos vosotros estáis en peligro. Venid conmigo, por favor. No es el momento de enfrentarnos, sino de unir esfuerzos.

     El rostro duro del belga no se ablandaba así que Nathan intervino:

—Te juro por la memoria de mi hermana que no es una excusa para llevarnos a los trillizos. —Convincente, se aproximó a él—. Tanto tú como los niños debéis venir con nosotros. Sabes que ni Dan ni yo nos sentimos preparados para ejercer de padres. Una cosa es que te ayude algunas tardes y otra muy distinta que desee cargar con esta responsabilidad sobre los hombros. ¡Nunca se me ocurriría ocupar tu lugar! —al apreciar que permanecía en silencio, añadió—: Y Brad también se encuentra en serio peligro. Ser descendiente de Mathew Hopkins lo coloca en la diana. Hay una rebelión de brujas en marcha y no tardarán en dar con él.

—¿Yo, descendiente de Mathew Hopkins? —Se asombró el jefe de seguridad—. ¡Hopkins ni siquiera es mi verdadero apellido!

—¡Así que esta es otras de tus mentiras! —se enfadó Danielle—. ¡Jamás me dices la verdad!

—¡Sí que te la digo, pero tú no me escuchas! —rugió Van de Walle, furioso, sin importarle que todos fuesen testigos de la escena—. ¡Te amo con toda el alma! ¡Nunca he amado a nadie como a ti, esa es la única verdad que importa! Excepto a los niños, porque son parte de ti.

—¡Pues ven con nosotros y no pongas más obstáculos! —Nathan intentaba que entrase en razón.

—¿Para qué? —le preguntó al otro hombre con gesto de derrota—. ¿Para ver cómo os comportáis como marido y mujer? O, peor todavía, para ser testigo de cómo os acostáis juntos.

—¡Olvídate de ti por una vez! ¡Nadie se acostará con nadie, no hay tiempo para eso! —Los bebés arrugaron las caritas al verla gritar y se pusieron a llorar—. ¿Por qué no puedes ponerte en el lugar de los pequeños? El ser que los persigue ha estado muy cerca de poseerme. Sigo aquí porque en aquel momento no tenía intenciones de hacerme daño, pero ahora está furioso y lo primero que hará será venir a secuestrar a los trillizos. ¿Acaso no entiendes que ni tú ni tu gente puede luchar contra este tipo de amenaza sobrenatural?

—¡Eres tú la que los has puesto en peligro! —rugió el mafioso—. ¡Tú y solo tú! ¿Por qué pretendes que seamos los demás quienes carguemos con las consecuencias?

—Ellos están en peligro porque han heredado mis dones —se defendió ella—. Tú sabías quién era y aun así me robaste los óvulos y seguiste adelante, eres mucho más culpable que yo. Todavía no sabemos qué pueden hacer los pequeños, qué facultades tienen, pero ya despiertan el interés de algunos seres del otro plano. Además, ¿para qué acusarnos uno a otro? No sirve de nada, necesitamos buscar soluciones al problema actual. Así que te lo diré muy claro: los tres niños hoy se vienen conmigo. ¡Contigo o sin ti, como tú prefieras!

—Lo siento, Willem. —Lady Helen lo miró con ojos conmovidos—. ¡No hay otra opción, no dejaremos que ese ser maligno se los lleve!

—Veníais a secuestrarlos, no a dialogar conmigo —les recordó él con ironía—. ¿O estáis disfrazados de ninjas para asistir a alguna fiesta de disfraces? —y le recriminó a la anciana—: ¡Hasta usted, lady Helen, se comporta de un modo mezquino! Pensaba que comenzábamos a hacernos amigos después de estos días que hemos compartido al cuidar de los bebés. ¡Me siento traicionado por usted, no lo dude! Porque no solo ayuda a que me los quiten, sino porque los alienta a que engendren niños que sustituyan a los nuestros.

—¡Y sí que mi opinión negativa acerca de ti en cierta forma ha cambiado, Willem! —reconoció la señora—. Ahora sé que eres un padre excelente, pero debes comprender que esto es una cuestión de vida o muerte. ¡No podemos dejarlos aquí!

—Intenté razonar contigo por teléfono antes de venir a llevármelos —argumentó Danielle y se sumó a los ruegos de la abuela—. Pero no me lo ponías fácil. Sabes que no tengo intenciones de quedármelos, en cuanto Da Mo me diga que pueden volver aquí enseguida te los devuelvo. Pero preferiría que tú también vinieses, no deseo que te suceda algo.

—¡No te creo! —Van de Walle señaló con rabia a Nathan—. ¡Lo que pienso es que quieres formar la familia perfecta!

—La familia perfecta la tenemos con Ofelia y sir Alban. Los niños nunca han entrado en nuestros planes —insistió el otro hombre—. No tienes nada que temer de nosotros.

     Anthony se vio obligado a intervenir.

—No podemos perder los minutos, el tiempo apremia —se materializó para que todos lo viesen y se disculpó con Willem—: Lo siento, odio hacerte esto, pero tenemos que irnos. Más tarde volveré y te diré dónde están.

     Y con un movimiento de la mano provocó que tanto el malhechor como sus hombres flotaran cerca del techo.

—¡Otra vez no! —El mafioso pataleó con furia—. ¡Dejad a mis hijos en paz! ¡No os atreváis a alejarlos de mí! —Danielle cogió a Elizabeth de los brazos de su abuela, insegura, y se acercó con ella al delincuente.

     Con voz grave y preocupada le aseguró:

—Sé que soy una madre desastrosa y por eso todos vienen conmigo para ayudarme. ¡Pero te prometo, Will, por mi maestro, por Dios y por todo lo que tú quieras, que defenderé a estos niños con mi propia vida! Y que luego te los devolveré. ¡Te lo juro!

—¡Es necesario que nos vayamos! —los apremió Anthony y señaló hacia la puerta.

—Vamos, entonces —Nathan ratificó las promesas de su mujer—: ¡Yo también estoy dispuesto a morir por ellos, Willem, quédate tranquilo que te los devolveremos!

     Pero él no le hizo caso, y, mientras los intrusos abandonaban la habitación infantil, aulló:

—¡No te vayas, Danielle, no te los lleves! ¡Deja a mis hijos en paz! ¡Nosotros los protegeremos, mi gente es tan capaz como la tuya!

La última en salir fue la muchacha. Lo contempló, culpable, durante algunos segundos. Y sintió que se le partía el alma.



https://youtu.be/dAavq8yoULs


  A pesar de que Nathan estaba convencido de lo que debían hacer, no era algo que le agradase. 



Nat y los demás poco antes de ir a raptar a los trillizos.



  Para Danielle también era muy doloroso: recordaba las promesas que Will le había hecho mientras estaban juntos.



Lady Helen vestida ya estaba. Solo le faltó darle un buen golpe al mafioso para ir acorde con el traje de ninja...



Os dejo una foto de Christopher: es de las  que más le gusta a Cleo.


Pues hoy os dejo un documental sobre ninjas, para variar: 

Los guerreros de las sombras.

https://youtu.be/RxGMl8t95FY


https://youtu.be/K0ibBPhiaG0

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