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Respira...”

Su cuerpo se movía al compás de la sinfonía proporcionada por el revolotear de las hojas unidas a grandes árboles y al bello cantar de las coloridas aves.
Él, viéndose de una manera tan pura y limpia en el centro de un enorme lago con los primeros rayos de sol iluminando distintas zonas al azar a su alrededor, danzaba con devoción con sus ojos celestes destellando de alegría al haber encontrado un ritmo acordé a sus tiempos.

Finalizando el conjunto de movimientos que producía su delgado cuerpo, levantó sus brazos en un gesto de emoción y se dejó caer suavemente en el pequeño espacio circular que curiosamente se posaba en el centro del lago cubierto con una fina capa de pasto, soltó una risita divertida mientras cubría sus ojos con el antebrazo de su brazo derecho, descansó un poco antes de sentarse ahí mismo, miró a su alrededor viendo que poco a poco iba entrando más luz entre la arboleda y más animales salían de su hogar para seguir su rutina de todas las mañanas.

Suspiró sabiendo que dentro de poco tendría que regresar a casa, odiando el hecho de que volvería a ser alguien que él simplemente no es.
Sería juzgado nuevamente por su aspecto, como todos los días desde que nació, e ignorado cuando en pocas ocasiones intentaba socializar.

Se puso de pie dirigiéndose a la orilla del pequeño trozo de tierra circular que le permitía estarse en el centro, a la hora de poner un pie sobre el agua una sombra negra se puso debajo y lo sostuvo, pasó lo mismo cuando su segundo pie se puso delante del primero. Comenzó a caminar acostumbrado a aquello, y salió tranquilamente del lugar.

La gran sombra se convirtió en un pequeño gato negro que lo seguía por detrás, escondiéndose en la sombras que se creaban en puntos clave al no recibir la luz del sol.

El chico guió sus ojos al cielo, viendo que este ya estaba azul y la estrella más grande subía de forma lenta, dándole una idea de la hora que era, sabiendo que se haría más tarde para llegar a su hogar si no corría.
Aceleró el pasó saliendo por completo del bosque y entrando a un pueblo, que por fuera se veía normal, pero al estar dentro todo cambiaba.

Las personas lo veían mal, o simplemente lo ignoraban, muchos murmuraban sobre él y otros, tales como niños, huían de él gritando "¡Es el santo!" sabiendo que aquello era más un insulto indirecto que los padres le enseñaron a sus críos.
Ah, su dulce y hermoso pueblo, sonrió poniéndose derecho y alzando su mentón dándole un aire de superioridad, aunque claro, eso provocó más burla y cierta aversión a su persona en los habitantes quienes desviaron la mirada al verlo hacer tal pose.

Sus espolvoreadas mejillas se tintaron de un color rojizo, y bajo la mirada tímido, solamente se humilló.
Él no podía dar miedo, o tener un aura oscura a su al rededor como su padre, él más bien era una nube de paz y armonía, algo que, como tal, no quedaba en lo que su elemento le indicaba.

"Oscuridad"

Tenía que repartir miedo y pavor con solo una mirada, todos tenían que huir con tan solo escuchar su nombre y reconocer el sonido de sus pisadas para ir a esconderse. Pero no, él solo causaba risas y vergüenza para su clan.

Suspiró siguiendo su camino, dio un par de vueltas y finalmente llegó, se estiró estando enfrente de una gran puerta de mármol y seguidamente la abrió sin dificultad alguna.
Entró calmado, escuchando lo que sería un día normal para él; silencio.
Aunque ese día no parecía ser del todo normal, paseó sus iris celestes por toda su casa centrándose más allá de lo que superficialmente su hogar mostraba, logrando escuchar susurros.
Caminó sigilosamente hacía el origen de estos y dio con la oficina de su padre.

Imaushima acabará con su pueblo, es lo mejor— Logró escuchar de los murmullos las voces de dos personas más aparte de los de su padre.

—Pero aún así, ¿no sería cruel?— Fue lo que contestó el desconocido.

—Soy del elemento de la oscuridad, todo lo que hago es con esas intenciones. Todo lo que complementa al clan es la crueldad y el placer al sufrimiento ajeno— Esa fue la voz firme de su progenitor. Curioso sobre el rumbo que tomaba la conversación, decidió quedarse más tiempo del que tenía planeado escuchar.

Claro, eso no fue mucho pues esta se detuvo abruptamente y varios pasos resonaron en el lugar.
Él en un intento de escuchar más intentó poner su oído en la puerta, pero antes de siquiera poder hacerlo, esta se abrió haciéndole caer.
Cayó de rodillas, y estando en el piso fue que logro escuchar algo; la voz arisca de su padre.

—¿Qué se supone que estás haciendo, Ancel?— Tembló y un escalofrío cruzó por todo su cuerpo.

P-papá...— Su voz trémula molestó en demasía al adulto frente a él.

—Ponte de pie y vete, no deberías estar escuchando conversaciones ajenas— mientras el hombre hablaba, Ancel, como fue que este lo llamó, se puso de pie y justo cuando iba a contestar, la puerta fue cerrada en su cara.

Sus labios formaron un notable puchero ante el inminente rechazo de su padre, sus mejillas se tiñeron de un rosado tenue al recordar su nueva humillación frente a los desconocidos al ser descubierto en su ridículo intento de espionaje.
Se cruzó de brazos aún avergonzado y se retiró, dirigiéndose a lo que sería su habitación en esa casa.

[...]

Resoplo cansado. Sí, parecía no ser un día normal por los susurros que rebotaban en las insípidas paredes, pero aparentemente seguía igual; su padre rechazandolo y su madre...

¿Su madre?

Inclinó levemente su cabeza ante la falta de su progenitora, no viéndola en la oficina de su padre ni en su camino a su habitación.
Luego negó un par de veces sabiendo que quizás este por ahí haciendo cosas que sinceramente no le gustaría saber.

—Belcebú, ¿crees que si salgo de casa ellos lo notarán?— Pregunta tirándose de espaldas contra su cómoda cama. El gato que anteriormente lo había estado siguiendo sube sigilosamente hasta quedar recostado sobre el joven.

—Meow~— Fue lo que obtuvo en respuesta.

Cierra los ojos y antes de entregarse a los brazos de Morfeo, tiene un último pensamiento.

«Ellos jamás se enterarían, después de todo no me consideran parte de su clan»

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