Capítulo 14: La Dulce Voz de un Pequeño Genio

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

El viento matinal agitaba su cabello al compás de sus desesperados saltos desde las escaleras hacia la puerta. Su corazón empezó el típico maratón de esos últimos meses, apenas recibió la revista de manos del repartidor. Volvió con la misma rapidez a su habitación y se lanzó a la cama con la mirada fija en la portada.

     —La foto es un poco pequeña —comentó para sí mismo con decepción—. Seguro que las de adentro se ven mejor.

     Empezó a hojear la revista con cuidado hasta que, finalmente, llegó a la sesión de fotos del trío TNT, y su corazón se estremeció lleno de angustia. Con una lentitud exagerada, fue pasando las páginas, una a una, cada vez más nervioso y ansioso. Primero, como era de suponerse, apareció Junhee en una pose elegante, presentando los ambientes deportivos de la universidad. Hizo una venia imaginaria al siempre amable y carismático presidente, y fue a la siguiente página. Posando al lado de los salones de arte y música, se hallaba Sehyoon, esbozando una sonrisa tímida, que reflejaba su personalidad tranquila y simpática. Le sonrió a la imagen, al comprobar que ese chico y su mejor amigo hacían una pareja maravillosa, y lamentó profundamente haber tratado de separarlos al inicio por razones tan absurdas y egoístas.

     —Por fortuna, nuestro plan no funcionó —pensó con nostalgia—. Y no podría haber funcionado nunca, porque ellos se quieren tanto...

     Reparó en que, en la siguiente página, definitivamente aparecería él, y su cuerpo entero comenzó a agitarse. Inhaló y exhaló varias veces, mientras sus dedos temblorosos volteaban la página...

     Su corazón se paralizó por un segundo para enseguida dispararse en una taquicardia incontrolable. Era bastante obvio que el genio mayor aparecería junto a la biblioteca, pero aun así, le pareció una cruel ironía que el lugar en que habían sucedido tantos amargos intercambios entre ellos estuviera justo ahí, recordándole sus reprochables actos. Donghun lucía tal cual aquel día de la sesión de fotos. Sus ojos se veían tan expresivos que sintió que lo juzgaban sin piedad a través del papel. Su nariz, sus labios, sus mejillas, su cabello, su cuerpo..., todo en él gritaba perfección. Porque, por más roto que estuviera y por más imperfecciones que poseyera, él era perfecto tal y como era.

     Asió la revista despacio y la estrechó contra su pecho, imaginando que era él a quien abrazaba. Sonrió amargamente al comprobar que eso jamás sucedería, porque Donghun lo odiaba y, así dejase de odiarlo algún día, nunca sentiría el más mínimo interés en abrazarlo.

     —Si tan solo pudiera retroceder el tiempo, haría todo diferente contigo.

     Una vez más, se encontró a sí mismo llorando sin razón aparente, y se sintió avergonzado por tener esa clase de pensamientos por primera vez en su vida. Y es que, quizá, de ahora en adelante, lloraría cada vez que recordara que nunca conocería la sensación de un abrazo suyo, prendido de su cuello, mientras se perdía en la exquisita vainilla que seguramente su cuerpo irradiaba por montones.

     —Soy tan tonto...

     Sea como fuere, tenía que matar esos tormentosos sentimientos antes de que estos terminaran matándolo a él primero.

✩✩✩✩✩

Los resultados de los últimos exámenes ya se encontraban, finalmente, publicados en el mural y los alumnos se abarrotaron para revisar sus notas. El extenuante semestre estaba por concluir, mas nadie tenía intención de dormirse en sus laureles, mucho menos tan cerca de la meta. Un poco más de esfuerzo y podrían disfrutar de las tan ansiadas vacaciones.

     Disimulando bien los nervios, se abrió paso entre los estudiantes para escanear con sus ojos tristes los resultados de cada examen. El único que le producía terror era el de ortografía, así que lo dejó para el último. Una vez frente al papel, encontró su nombre y su nota; pasó una mano por su cabello castaño, al mismo tiempo en que se dibujaba una media sonrisa ladina en su rostro. Soltó una risa burlona al descubrir quién estaba a su lado.

     —Parece que la supremacía de Lee Donghun está de vuelta.

     —Felicitaciones —susurró Yuchan sin mirarlo, y se fue de ahí al instante.

     —Vaya, el mocoso está celoso porque no me pudo superar esta vez y quedó segundo.

     —Ya déjalo, Donghun —advirtió Junhee, buscando sus propios resultados.

     —Y ahora mismo me pregunto de parte de quién estás.

     Cerca de ahí, Byeongkwan alcanzó a oír la conversación entre ambos chicos y no se resistió a intervenir. Desde hace varios días, notaba que su amigo no era el mismo chico animado y altivo de antes; lo veía apagado y distraído. Si bien al inicio creyó que se trataba de un problema familiar, ahora sospechaba que quizá tenía problemas con sus estudios, lo cual, de todas formas, sería muy extraño. Ahora se sentía un poco culpable por haberlo descuidado y por pasar mucho más tiempo con Sehyoon.

     —Buenos días, presidente Park; buenos días, Donghun.

     —Oh, hola, Byeongkwan, ¿cómo estás?

     —Niño Kirby, por si acaso tu amiguito se fue por allá —refirió, señalando hacia los salones de primer año.

     —Donghun, basta.

     —Con todo respeto, quiero pedirte que por favor dejes de molestar a Yuchan —dijo con una expresión seria—. Él no se encuentra bien en estos momentos.

     —¿Le ha pasado algo? —interrogó Junhee, preocupado—. Sabes que cuentan conmigo para lo que sea necesario.

     —Muchas gracias, él estará bien —contestó con una sonrisa agradecida—. Solo pídele a tu amigo que ya deje en paz a Channie. Él realmente ya no quiere pelear.

     Dicho esto, el chiquillo hizo una venia y se retiró hacia su salón de clases. Junhee emitió un sonido de preocupación sin dejar de mirar a Donghun con ojos acusadores.

     —¿De verdad no le hiciste nada a Yuchan?

     —¿Otra vez con eso? —preguntó indignado—. Debe estar de mal humor porque le gané por seis puntos. Eso hiere el orgullo de cualquiera, sobre todo si te crees un genio.

     No es que Donghun quisiera ocultarle lo que había sucedido, pero no se sentía de humor para relatar toda la historia. Además, seguro que Junhee lo regañaría por las palabras hirientes que había escupido en un momento de ira que, dicho sea de paso, ya ni entendía. Después de todo, su hermana le afirmó repetidas veces que había sido muy amable el poco rato que conversó con ella, pero Donghun simplemente había explotado como instinto de protección. Odiaba que un niño rico le restregara en la cara que podía hacer lo que se le diera la gana con unos cuantos dólares.

     Reconoció, muy a su pesar, que sí sentía un poco de culpa; especialmente ahora que le había revelado una parte dolorosa de su trágica infancia y el chiquillo lo había escuchado con mucha atención sin hacer preguntas indiscretas. Incluso, se había disculpado con él y le había agradecido por salvarlo. ¿En verdad habría arriesgado su vida por cualquier otra persona? Podía ser un amargado, pero, de hecho, valoraba mucho su vida. Sin embargo, en el instante en que vio a Yuchan a punto de ser herido, su cuerpo se había movido automáticamente para protegerlo sin pensarlo dos veces.

     Se le vino a la mente aquella tarde en su mansión, cuando le dijo con una expresión taciturna que él era una persona amable. Qué buen chiste: un tipo amargado, orgulloso y egoísta como él no podía ser amable. A veces, el niño rico realmente lograba confundirlo demasiado con sus palabras y sus acciones. Se veía obligado a subir y bajar constantemente su escudo de protección contra él. Lo odiaba, lo odiaba tanto...

     —¿Estás bien? Te quedaste pensativo.

     —¿A qué se referirá el niño Kirby con eso de que el mocoso no se encuentra bien? ¿En verdad solo está molesto o le habrá sucedido algo grave?

     —No lo sé, solamente espero que esté bien. ¿Estás preocupado por él?

     Donghun agrandó los ojos con desmesura, mientras un rubor intenso estallaba en sus mejillas.

     —¡Claro que no! No es asunto mío si ese mocoso tiene problemas.

     Junhee lo quedó mirando con su típica expresión de "No te creo nada", pero antes de poder encararlo, su amigo le dio la espalda y huyó rápidamente por el pasillo.

     —Apúrate, vamos a llegar tarde a la clase —le advirtió sin girarse.

     Al final, Junhee tampoco tenía ganas de seguir regañando a su amigo por lo que prefirió cerrar el tema por el momento. Donghun tampoco dijo nada más. Los dos se fueron a su siguiente clase en silencio, cada quien reflexionando sobre sus propias circunstancias.

✩✩✩✩✩

La estación de policía no se hallaba muy lejos de su casa, por lo que optó por ir en su auto esa mañana que no había tanto tráfico y no tenía clases. Aunque seguía sin saber exactamente qué es lo que iba a decirle, siempre podía improvisar, pero sospechaba que ni eso le saldría bien ese día.

     —Buenos días, busco a la detective Choi Soonae. Deseo hablar con ella de un asunto personal.

     El guardia asintió lentamente, no muy convencido de la veracidad de sus palabras, pero de todas formas se levantó para ir a llamarla, no sin antes solicitarle su documento de identidad. Le pidió que aguardara unos minutos que se convirtieron en horas para Junhee, lo cual le asombró mucho, ya que, por lo general, se consideraba una persona paciente y optimista. La situación le estaba demostrando, sin embargo, que no era ni uno ni lo otro cuando se trataba de ella. En serio, ¿qué pasaba con él? Nunca se había sentido así con nadie, y mucho menos con alguien que apenas conocía. El regreso del guardia lo sacó de sus pensamientos y lo hizo sentir aun más nervioso cuando le anunció que quien buscaba saldría en un momento.

     Apenas la atractiva detective hizo su aparición, Junhee perdió toda la autoconfianza que creía haber poseído durante sus veintiún años de vida. Llevaba un conjunto rojo de nuevo, y eso le hizo sonreír, pues el rojo era su color favorito. Esta vez, su cabello estaba atado en una media cola desordenada y no llevaba maquillaje. Aun así, se veía más hermosa que cualquier chica pituca de su universidad.

     —Señor Park, ¿cierto? ¿Qué puedo hacer por usted?

     Junhee respiró profundo y la miró directamente a los ojos. A pesar de que su personalidad era extrovertida y carismática, por alguna razón, la presencia de esa mujer lo descolocaba. Desde que la vio por vez primera en el hospital, una especie de atracción inevitable lo atrapó y supo que necesitaba verla otra vez. Esa conexión no la había sentido antes con ninguna otra chica. Si bien había ensayado antes de pasar por la estación de policía, ahora todo su discurso estaba mezclado y no recordaba cómo se suponía que debía empezar. Suspiró, armándose de valor y decidió arriesgarse con todo, aunque fuese de la manera más torpe posible.

     —Por favor, disculpe mi atrevimiento al haber venido a molestarla hasta su trabajo. Yo solo quería preguntarle si le gustaría salir conmigo este fin de semana.

     La detective abrió los ojos con asombro y se quedó boquiabierta ante tal inesperada petición. En su vida había conocido a un hombre tan joven y tan atrevido. ¿Quién se creía para venir a interrumpir su trabajo y pedirle una cita? No, no se dejaría llevar por la sonrisa coqueta de un niño rico que, obviamente, solo quería jugar a ser el conquistador.

     —Señor Park —dijo en tono amable—, no sé qué clase de impresión se haya llevado usted de mí, pero no soy de las mujeres que sale con alguien que recién conoce y menos en las circunstancias en las que nos conocimos usted y yo.

     —No fue mi intención molestarla, es solo que... Aunque le parezca extraño, no he podido dejar de pensar en usted desde que la conocí.

     Durante sus años en la academia se había pasado intentado descifrar las mentes criminales para convertirse en la mejor detective, pero todavía no era más que una novata recién ascendida. A pesar de su inexperiencia, la increíble determinación que la caracterizaba era lo que la había ayudado a llegar a donde estaba. Al parecer, esa cualidad se transmitía a través de sus ojos y fue lo que había cautivado a ese jovencito que ahora la observaba expectante, anhelante de su respuesta. Junhee sonrió con tristeza.

     —No tiene que responder ahora, yo mismo comprendo que esto la haya tomado desprevenida —afirmó, cogiendo papel y lápiz para escribir algo con rapidez—. Pero, como soy tan atrevido, le dejaré mi número por si se anima a conocerme un poco más.

     El joven universitario le dedicó una sonrisa y una venia antes de partir, y lo último que le dijo fue, en definitiva, algo que ella no se habría esperado nunca.

     —Yo no hago esto con cualquier persona, detective.

     Minutos después, Soonae llevó la vista a la hojita sobre su escritorio, analizando cada carácter y número al milímetro. De acuerdo con el curso de grafología que había llevado hace un año, esos trazos denotaban seguridad, honestidad y valentía. Y vaya que ese chico había sido valiente en atreverse a invitar a salir, así como si nada, a una mujer policía.

     Tal vez no estaría de más conservar ese pedazo de papel por un par de días.

✩✩✩✩✩

Con un poco de temor y ansias, subió las escaleras, rogando a los cielos para no encontrarse con él todavía. Después de lo que pasó la última vez en su mansión, cuando le hizo confesiones desgarradoras sobre su pasado, no había podido dejar de pensar en él ni un instante. Por más que lo intentase, no tenía idea de qué hacer para borrar esa expresión de dolor y tristeza de su rostro. Cada noche, se acostaba con la mente llena de recuerdos de su voz y de sus ojos que lograban angustiarlo y, al mismo tiempo, arrullarlo hasta caer en un sueño profundo y reparador.

     Su corazón, ciertamente, no estaba preparado para verlo a primera hora de la mañana, pero como la vida siempre terminaba lanzándolo a su encuentro, esta vez no sería la excepción. Así que cuando avanzó por el pequeño pasadizo que conducía al lugar en el que acostumbraban instalarse, giró a la izquierda y se detuvo en seco. La imagen que lo recibió en ese momento le cortó la respiración.

     Recostado como siempre en su sitio favorito, dormitaba la persona en la que pensaba constantemente. Un minuto después, recuperado del trance inicial, se acercó despacio con todo el cuidado del mundo para no interrumpir su descanso, pues sabía que sus chances de dormir eran contadas con los dedos. Dentro de su confusión y ensimismamiento, no pudo evitar quedarse ahí, frente a él, contemplando su rostro besado por los sutiles rayos de sol que empezaban a emerger para iluminar también su cabello castaño. Se le veía agotado, con grandes ojeras bajo sus lindos ojos tristes y los labios ligeramente separados. Sobre el regazo tenía un libro que seguramente había resbalado de sus manos al quedarse dormido.

     Yuchan se puso de cuclillas sin dejar de mirarlo. Se dio cuenta, de pronto, de que un mechón rebelde cubría parte de su rostro y el corazón empezó a latirle con fuerza por las irrefrenables ganas que sintió de rozarlo siquiera un poquito. Tenía miedo de que despertara y lo descubriera, pero la emoción de conocer la textura de su cabello era mucho más fuerte. Sus dedos temblaban de anticipación y, cuando al fin pudo tocar el mechón y apartarlo, sonrió al confirmar que era más suave de lo que había imaginado. Preso en el momento tan surrealista de contemplar su atractivo rostro ya sin ningún obstáculo, su mano descendió sin permiso hacia su mejilla para acariciarla despacio. Su piel estaba tibia y ligeramente sonrojada por el sol, mientras sus lindos ojos se abrían lentamente y...

     ¡¿Sus ojos se abrían lentamente?!

     Aterrado por quizá haber sido descubierto, lanzó un grito ahogado y se echó hacia atrás, cayendo a tierra justo a medio metro del otro chico, quien terminó de despertar por el susto de un golpe seco y un alarido digno de una película de horror.

     —¡Maldita sea, casi me matas del susto! —chilló con una mano en el pecho—. ¿Y qué diablos haces ahí tirado?

     Yuchan permaneció sentado con las manos apoyadas en el suelo y el corazón palpitando a toda velocidad, mientras buscaba en su disco duro mental alguna excusa creíble que lo salvara del acto bochornoso que acababa de cometer y que, de ser descubierto, podría convertirlo en hombre muerto. Por fortuna, Donghun pareció no haberse dado cuenta de nada; solamente, arregló su cabello antes de levantarse para estirar su cuerpo. Yuchan lo siguió con la mirada y se puso de pie también, sacudiendo el polvo de sus costosas ropas. ¿Qué era exactamente lo que acababa de hacer y por qué razón? Donghun le habló, sacándolo de sus peligrosos pensamientos.

     —¿Has ensayado la canción por tu cuenta?

     —Sí.

     —¿Y te ha salido bien todo?

     —Sí.

     —¿Vamos a tu casa entonces?

     —Sí.

     Era extraño ver al mocoso tan callado, respondiendo con monosílabos y esquivando la mirada, pero supuso que solo era una de esas típicas excentricidades de los millonarios. Bajaron del paraíso y caminaron hacia la universidad, donde Jaewook los estaría esperando en un rato para llevarlos a la mansión. No cruzaron palabra en su recorrido hasta que, de repente, Yuchan notó que Donghun se ponía de cuclillas y movía la mano despacio. Intrigado, se acercó un poco más, tan solo para encontrarse con la escena más inesperadamente tierna que había visto en toda su vida.

     —¿Estás perdida, pequeñita?

     El leve maullido se transformó en ronroneo al sentir las amables caricias de ese humano sobre su níveo pelaje. La gatita no parecía tener más de unos seis meses y, si bien tenía un collar, no parecía haber nadie alrededor que pudiera ser su dueño.

     —Así que te llamas Milk, ¿eh? ¿Dónde puede estar tu dueño? —preguntó, a la vez que miraba de un lado a otro—. Eres muy linda.

     El corazón de Yuchan palpitaba furiosamente y sus ojos no podían despegarse de su rostro. ¿Cómo un ser humano podía sonreír de esa forma tan hermosa? Era la tercera vez que era testigo de su sonrisa, pero, irónicamente, esta nunca era para él. No era justo que le sonriera hasta a un gato y nunca a él. Sintió una profunda tristeza al comprobar que Donghun siempre estaba mirando hacia otro lado y que jamás voltearía en su dirección.

     —¡Milk!

     Los dos muchachos se giraron hacia la procedencia de esa voz. Una niña de unos doce años venía corriendo hacia ellos con una expresión de angustia mezclada con alivio. Tomó a la mascota entre sus brazos y la abrazó fuerte, haciendo una venia de agradecimiento a Donghun y otra a Yuchan.

     —Me alegra que pueda volver a su hogar —susurró, viendo cómo se alejaban ambas.

     Su sonrisa se borró en el instante en que se giró hacia Yuchan para indicarle con un gesto que siguieran caminando. El chiquillo sintió que su alma se hundía en la desolación. ¿Realmente nunca podría sonreírle así a él?

     Siguieron avanzando, cada uno en silencio, sumido en sus pensamientos cuando, de un momento a otro, Donghun volvió a detenerse en seco. No obstante, esta vez fue diferente a la anterior, como si hubiera visto un espectro frente a él.

     —Hola, Donghun.

     Un hombre alto y delgado de unos cincuenta años, vestido con ropa formal se hallaba frente a ellos con un gesto serio que se parecía mucho al de alguien que conocía demasiado bien. La casi nula interacción entre ambos fue lo que despertó el interés y curiosidad de Yuchan.

     —¿Cómo estás, hijo?

     Hijo... Entonces ese era el hombre del que le había hablado la otra vez: Era su padre. La expresión de Donghun no pasó desapercibida, pues su incomodidad y enfado eran evidentes, así como su mirada afilada que podría cortarle el cuello en ese preciso momento. No era necesario ser un genio para notar el resentimiento que estaba plasmado en cada centímetro de su bonito rostro. Se dirigió a él con voz tan baja que con las justas pudo interpretar el mensaje.

     —Dejemos el ensayo para mañana, ¿sí?

     —¿Eh? Ah, sí...

     —¿Qué haces aquí? —interrogó a su padre.

     —Tú lo sabes bien —contestó indignado—: Hace casi un año que intento visitar a Sarang, pero tu madre siempre me dice que tú no quieres que la vea. Hasta le has dicho a los de Rainbow que me prohíban la entrada.

     —¿Y qué esperabas? ¿Que te recibiéramos con té y galletitas?

     —No me hables en ese tono; soy tu padre.

     —Oh, sí, qué fácil es para ti ser un padre que va y viene cuando se le da la gana, ¿no?

     —Donghun, por última vez, no me hables así.

     —Nadie necesita a una simple fuente de esperma.

     Únicamente, fue capaz de distinguir, en cámara lenta, el puño que colisionaría con su rostro en cualquier momento. Tal vez, se merecía ese golpe, y con gusto lo recibiría si este lo ayudaba a dejarlo tan aturdido que pudiera olvidar todo el dolor. Estuvo a punto de cerrar los ojos cuando, de repente, cual déjà vu, alguien se puso delante de él para protegerlo, recibiendo el brutal golpe justo en la mandíbula.

     ¿En qué momento se había atravesado ese chico? ¿No se suponía que se había ido a casa ya? Un espantado Donghun se agachó a socorrerlo al ver un rastro de sangre fluir por la comisura de sus labios.

     —¡¿Qué acabas de hacer?! —increpó a su padre con ojos de fuego.

     —Él se atravesó, no fue mi culpa.

     —¡Deja de meter a gente inocente en tus problemas! —vociferó con rabia, poniéndose de pie—. Te lo advierto de una vez por todas... Vete y no vuelvas a aparecer delante de mí, de mi madre o de Sarang.

     Si bien el hombre casi ni tenía contacto con su hijo, lo que vio esta vez en sus ojos lo asustó en demasía. Era como si en cualquier momento se le fuera a arrojar encima cual fiera salvaje defendiendo a su cachorro. Lo observó detenidamente solo para comprobar que, en efecto, Donghun era un hombre hecho y derecho que no lo había necesitado para crecer y convertirse en la gran persona que actualmente era. Qué equivocado estaba si creía que la vida de su hijo había sido fácil sin él; pero, a veces, es mejor mentirse a sí mismo para huir de la responsabilidad y la culpa. No pudo decir nada más y se dio media vuelta para regresar por donde vino. Donghun se quedó mirando su espalda, una imagen que lo había perseguido desde niño y que, al parecer, prometía seguir atormentándolo por un buen tiempo. Se giró nuevamente hacia Yuchan para ayudarlo a levantarse.

     —¿Estás bien?

     —Sí —murmuró cabizbajo.

     —Tu labio sigue sangrando —comentó alarmado.

     —No es grave, ya se detendrá...

     En un movimiento repentino, Donghun tomó su mano con firmeza para llevarlo hacia la universidad. El rostro de Yuchan no podía estar más ruborizado al observar sus manos entrelazadas de tal forma que el corazón empezó a bombearle a toda máquina. La escena habría pasado desapercibida de no ser por el aura maligna del genio mayor que bastaba para que nadie bloqueara su camino a la enfermería. Parecía cliché, pero la enfermera no se encontraba en su puesto en el momento en que ambos entraron y se sentaron frente a frente —uno en la camilla y el otro en una silla—, luego de que Donghun hubiese tomado algodón, agua oxigenada y unas venditas de los anaqueles. Llenó el algodón con un poco del líquido para aplicarlo directamente a la herida.

     —Va a arder un poco —advirtió con tono indulgente.

     El pequeño genio dio un respingo al sentir cómo los dedos de Donghun rozaban con el borde de sus labios, erizándole la piel sin poder evitarlo.

     —Te advertí que ardería. Pero, en serio, ¿te gusta lanzarte al peligro o qué? Es la segunda vez que haces algo tan imprudente. El golpe era para mí, niño tonto.

     El tono de su voz era tan complaciente y la manera de tratar su herida era tan delicada que Yuchan sintió que se derretía de ternura al ser receptor de su amabilidad, un aspecto suyo que jamás imaginó que tendría el privilegio de conocer. En un movimiento intempestivo, tomó la mano que lo curaba y se atrevió a mirar fijamente en sus ojos tristes, más tristes que nunca. Quería transmitirle gratitud, sosiego y la seguridad de que él era inocente de toda culpa, que ya había pagado con demasiado dolor los errores de su padre por tiempo suficiente.

     —La vida ya te ha golpeado demasiado, ya has sufrido demasiado —exclamó, apretando su muñeca—. No es tu culpa, que él se haya ido no es tu culpa.

     Donghun se quedó paralizado, escuchando su apacible voz. Desde que era un niño, se había convencido a sí mismo de que él era el único culpable del abandono de su padre. Durante años, había rumiado su dolor y su amargura cada noche, intentando descubrir qué había hecho mal para que su padre los dejara. Había cargado ese peso de conciencia desde la infancia y, hasta el día de hoy, seguía pagando una culpa que creía tener a modo de autocastigo: trabajando y estudiando sin parar, a veces sin dormir y sin comer. Se estaba autodestruyendo porque en su subconsciente estaba convencido de no merecer el amor ni la protección de nadie.

     —Eras un niño indefenso, tenían que protegerte, pero fuiste tú el que terminó protegiendo a todos. Lo has hecho siempre sin importar los sacrificios, guardando el dolor en tu corazón para que nadie más lo viera, porque prefieres sufrir en silencio para no preocupar a los demás. Tienes todo el derecho de estar enojado, pero por favor, no dejes que ese enojo te consuma y que manche tu bondad... No pierdas a la persona maravillosa que eres.

     Al caer en cuenta de lo que acababa de decir en la conmoción del momento, soltó el agarre de su muñeca como si esta quemara. Y claro que quemaba. Todo lo referente a ese hombre quemaba como un hermoso infierno.

     —Lo lamento, no debí...

     Con el rostro totalmente encendido, Yuchan se incorporó de golpe y, casi tambaleándose, huyó lo más rápido posible de la escena.

     A Donghun le tomó cerca de diez minutos reaccionar. Ni siquiera notó que el algodón se le había resbalado de la mano y caído al suelo en el momento en que el otro se había levantado como un resorte, casi espantándolo. ¿Qué había sido todo eso? Sus amigos conocían bien su historia y lo apoyaban incondicionalmente, y él siempre estaría agradecido por su amistad. Sin embargo, este chiquillo millonario al que, en su opinión, nada le hacía falta porque todo le sobraba, le había soltado una serie de frases que nunca antes nadie le había dicho y, mucho menos, con esa expresión en el rostro, como si fuera a llorar en cualquier momento, como si realmente le importara su dolor. Y así, le había hecho comprender que él también merecía ser protegido. Que no era su culpa, que él se había esforzado, que lo había hecho bien todo este tiempo.

     Que no era una mala persona.

     Y, de pronto, una ola de paz lo alcanzó, borrando los rastros de tristeza de sus ojos. Porque sus palabras, a diferencia de cualquier otra cosa, habían sido como agua limpia de manantial que había purificado su alma herida.

✩✩✩✩✩

¡Hola, queridas/os lectoras/es!

Esta vez sí que hubo escenas muy sensibles, ¿cierto? Ahora que los sentimientos de Yuchan están a flor de piel, ¿ustedes creen que realmente logre matarlos? ¿Y creen que Donghun también esté sintiendo algo por él?

Me complace anunciarles que el capítulo 15 será el inicio del clímax de la historia. Sí, tal y como leyeron, hemos llegado a ese punto de quiebre, el momento exacto en que se decidirá si Donghun y Yuchan están destinados a estar juntos o a separarse para siempre. Estoy más ansiosa que nunca por leer sus predicciones y teorías.

Muchísimas gracias por apoyar mi amada historia que justamente hoy acaba de llegar a las 1000 lecturas y a las 165 estrellitas. Y no tienen idea de cómo me emociono y sonrío cuando, además, veo un comentario suyo, por más cortito que sea.

"Kimi ni Todoke" es otra canción del OST del fanfic. Expresa cómo Yuchan está dolorosamente convencido de que sus sentimientos jamás serán correspondidos. 

https://youtu.be/-Omqk6IUee8

¡Nos leemos pronto!

✩Set to be a Heroine! JenChoice✩

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro