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El forastero, la cizañosa y el cadáver

Esto no sería como en Muddah. Allá había sido tomado por sorpresa. No volvería a ocurrir. Se lo prometió a él mismo, a Simya y a su padre, quien le dio un bofetón.

¿Quieresss cargarlo?

—Es tu turno —respondió.

Simya, la serpiente robótica que rescató —aunque otros dirían que robó—, resopló. O lo intentó. ¿Las serpientes resoplan? Como sea. Esta era su compañera de viaje y la voz metálica de su conciencia. Un tanto oxidada, por cómo se oye; un siseo ronco y que arroja chispas que le queman la piel.

—Pon de tu parte, S, ¿cómo esperas que descubra la valla si cargo a papá?

Podríasss arrojarlo y ver dónde brilla la valla. Sssegún escuché de Minie, essste essss un campo de fuerza electromagnético que puede calcinar todosss losss nerviosss de tu cuerpo en menosss de lo que dicesss: ¡Mariajin!

Fue su turno de resoplar —él sí puede. ¡Ja!

—Podría arrojarte a ti, eres chatarra.

Una vibración baja, que le masajeó los hombros, le advirtió del siguiente bofetón.

—¡Sssé gentil!

—¡No me regañes, no eres mi padre!

—Pero cargo el esssqueleto de sssu brazo, ¡tengo derecho!

—Tks...

Sí, era cierto. De alguna manera, quien portaba el brazo esquelético de su padre, portaba la autoridad. Sin embargo, no se privó de encender las luces de su cabeza para cegarla momentáneamente.

—¿Essstásss fuera de tu órbita? ¡Nosss dessscubrirán!

—Lo siento.

La cola de Simya, que chirrió al moverse, le acarició la cabeza, dándole unos golpecitos como apremio por su disculpa. Definitivamente se negó a sentirse bien por eso. ¡No era un niño! No necesitaba de aprobación pseudo paterna de una serpiente que se alimenta de latas y tornillos.

Pero, aunque rezongó, no volvió a encender sus luces.

Simya tenía razón. Un par de luces como las suyas los harían blanco fácil. Sobre todo, considerando que llegó justo en la octava luna menguante y con el cielo nublado ya que era plena temporada de lluvias. Las cuales, pensó con una mueca de tristeza, serían de provecho en otra situación. Y es que allí, en Hirmanberg, ¡llueven diamantes! Tan preciosos y tan pesados que podrían costearse los arreglos a la nave. Tal vez comprar otra, si no fueran un par de nostálgicos que sustituyen las ausencias con objetos materiales.

Mas decidió no psicoanalizar su vida en favor de ver por dónde iba. De gran ayuda le serían las luces de su cabeza. Además, es tan extraño andar por penumbras siendo capaz de alumbrar sus pasos. Y es que viene de Sazentha, ¡por amor al Sol! Los sazenthianos como él son cuerpos portadores de luces. Sexys cuerpos de luces, si es que puede agregar.

En todo el Universo, los reconocen por su porte elegante y el titilar de sus antenas. Algunos, y ellos permiten que se corra el rumor, especulan que el potencial de la luz es debido a que se alimentan del Sol. No lo hacen, por supuesto. ¡El Sol es un gas!, ¿quién podría comérselo? Asqueroso, ciertamente. Pero efectivo para abrigarlos. De ahí que no usen ropas. Aunque en favor de poder deambular por otros planetas, decidió probarse unos jeans —como le dijo Simya que se llamaban en la Tierra. De ahí venían, de hecho. Donde lo único que pudieron robar esta vez fue el pantalón que lleva puesto y un refresco de Coca cola que le dio tal subidón de azúcar que tuvo que gastar energías saltando a la cuerda mientras viajaban al actual destino.

Un residuo de azúcar debió quedársele en el cuerpo porque sus luces picaron por encenderse. Aun así, decidió poner esta energía azucarada en encontrar una entrada.

—¿Hueles eso? —preguntó, volviendo al tono bajo para no alertar a nadie de que están allí.

—¿Te echassste uno?

Mordió una risa, pero negó moviendo la cabeza y haciendo bailar sus antenas. Aunque irritante, agradece que Simya jugase con él. Era una forma de descontracturar la situación. Incluso, restarle drama. Y es que tener que entrar a robar buggalos no era tarea sencilla. Ni algo que le divirtiera. Es un trabajo, mal puede reconocer.

La libertad es costosa, aprendió.

—¿Qué más oíste de Minie?

Si algo tenía de útil su acompañante, además del hecho de impedir que enloquezca al ofrecerle interacción social básica y esencial, es que puede colarse por espacios reducidos y espiar a gusto. A veces, se meten en problemas. Como cuando insultaron a Ayesha, la Suma Sacerdotisa de los Soberanos, pero en ese caso tuvo que ver más la susceptibilidad de ese pueblo que el que V tratara de robarse una Batería Anulax. Pero otras, como ahora, les señalaban grandes riquezas. Y aunque no cree en la suerte, sí que lo fue poder cruzarse con el amorcito del acaudalado Jin, también conocido como Mariajin. El hirmanbergse era dueño de una cadena de casinos que se reparten en casi todo el Universo y, por si no le bastase con eso, también tiene en su patrimonio más de la mitad de Hirmanbergs.

Ah, y un ganado de buggalos de los que va a surtirse ni bien traspase el cerco.

—Dijo que Ssseokjin esss un amante muy atento y...

—Del ganado —interrumpió, no queriendo enterarse de las habilidades amatorias del magnate.

Eresss aburrido. —Le dijo, pero siguió con la información relevante—: ssse trata de una cuadra de másss de cuatro mil buggalosss, valuadosss a cinco mil grandes por cabeza.

—¿Nada más? —bromeó, pero a poco estuvo de tropezar y dar con la cara en el campo de fuerza.

Sssi misss cálculosss no essstán mal —continuó Simya, sin dar atención al traspiés—, con un sssolo buggalo pagaremosss la deuda...

—¡Y salvaremos nuestras cabezas! —dijeron a la vez.

Cuán importante era recordar que no estaban allí por mero beneficio. La desesperación los orilló a elaborar un plan como este. Y es que el plazo de pago se agotaba y sino tenían el dinero, pues perderían la cabeza. Literal. En sentido figurado la perdieron hace tiempo. Mas volviendo al punto, estaban jodidos. Y lo irrisorio e irritante era que podrían haberse evitado los problemas si no hubieran desinstalado el GPS para tener Fornite. Aunque, si les preguntan, ambos responderán que lo valió si así pudieron mantener en alto su puntaje. Habían hasta ganado una reputación temeraria bajo el ID NoobMaster69. No obstante, esta decisión los llevó a perderse mientras trataban de ir a La fábrica de Slurm. Fue entonces que discutieron sobre si preguntar indicaciones o aventurarse y perdieron el control de la nave, estrellándose contra la tienda de Taneleer Tivan, el Coleccionista. Por lo que entendieron entre tanto grito y promesas de muertes lentas y dolorosas, habían liberado a un Lord de su jaula de contención.

Y ya, eso fue todo. ¿Era para tanto escándalo? V no estaba seguro si aquella había sido una buena obra o no. Pero sí que dudaba que valiese lo que sus cabezas.

En el caso de Simya, sería cuestión de llevarla a un service veterinario, tal vez hasta al propio Minie que es quien se ocupa de los Buggalos cuando no está en la clínica, y asunto resuelto. Pero los sazenthianos no son tan fáciles de reparar. Aunque no pensaría en decapitación. No cuando está en un planeta extraño, en plena noche cerrada, rodeando un vallado electromagnético que podría derretirle las antenas si es que siquiera lo roza.

—No puedo avanzar más, ¿y si nos chocamos?

Sssería una desssgracia.

—Lo sería. ¿Puedo arrojarte?

—No te passsesss de lisssto conmigo, ¿por qué no lanzasss una roca?

Eso hizo. Nada sucedió.

—Son indetectables.

—Prueba con essscupir.

Tampoco. Buscó en sus bolsillos y no dio con qué arrojar. Y aunque Simya volvió a sugerir que arrojaran a su padre, lo descartó.

—¡Lo tengo!

Y, con presteza, comenzó a quitarse los jeans. Los enrolló, sonriendo y sin lamentar perderlos en el proceso.

—¿Qué esssperasss?

—Ya, quiero adelantarme unos pasos más antes de... —cuando estuvo listo, hizo el brazo hacía atrás y luego lo movió al frente en un lanzamiento perfecto.

Lástima lo que ocurrió enseguida. Y si le preguntan luego, cuando su vida no esté en riesgo, podría decir que aquello fue gracioso. No se sintió así en el momento.

—¿Pero qué...? —Alcanzó a oír que alguien decía antes de ser expulsado hacia atrás por una onda expansiva.

Los jeans funcionaron.

Y vaya que lo hicieron. Revelaron el campo de fuerza con luces rojas que los cegaron unos minutos. No va a negar que le atrajo. Él sabe de luces y esa que lo envió a volar un par de metros fue alucinante. Cálida, contrarrestando el frío que sentía al estar tan lejos de casa. Deseó abrazarse a ella, sin interesarle que fuese una mala idea. Solo lo persuadió de tal locura el siseo oxidado de Simya, que fue apartada de él durante el impacto.

—¿Estás bien, compañera?

—¿Con quién hablas?

Entonces, descubrió que no estaban solos. No tardó ni un segundo en convocar su luz —que zumbó complacida tras ser llamada y por haber sido alimentada de una fuente tan directa— y apuntarle a la cara al extraño. Se regocijó al ver al otro cubrirse, aunque no demasiado porque no estaba seguro de que no se tratase del dueño de casa.

Por el cabello y el color de las manos que se cubrían no temía conjeturar que era un nativo de Hirmanberg. Pero fue cuando disminuyó la intensidad de sus luces que el otro se descubrió el rostro que confirmó su sospecha. Imposible ocultar el origen con ese par de ojos de un claro violeta y las marcas azules en las mejillas.

—Tae, ¿qué essstásss haciendo?, ¡acaba con él!

La arenga de Simya lo espabiló. Pudo reaccionar a tiempo de apartarse tras el avance del otro. Y es que incluso si eran un par de enormes y hermosos ojos los que lo miraban se veían furiosos.

—¡Ladrón!

¿Uh?

—No eresss quién para acusssarnosss cuando essstásss ocultándote.

El rostro turquesa del extraño se desencajó mientras buscaba la voz metálica que lo enfrentó. Mas poco podría distinguir cuando aún lo apuntaba con sus luces. Así que concedió que vea a Simya, torciendo una de sus antenas.

Su compañera se levantó, estrechando a su padre cerca para no perderlo. Sacó la sacando la lengua, probando el aire mientras los ojos robóticos se fijaban en el extraño.

—Esss un nativo.

—Eso ya lo sé.

—Pero no esss Mariajin, aunque huelesss como él...

—Redacción & Edición por: YaYaBoddah9592

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