~Capítulo 73~

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Aegon cayó inerte al suelo con un ruido sordo y repugnante.

Ya estaba, lo había hecho. Bastet miró su espada con asco; estaba manchada con la sangre del farsante de Aegon, el asesino de Drogo. Y ahora ella lo había matado. «Te he vengado, mi Yer shekh ma shieraki , puedes cabalgar en paz en por las praderas de la noche».

El corte que le había producido escocía. Bastet se llevó la mano a la herida; ardía y estaba inflamada, iría ver a un sanador cuando volviese al campamento.

—Gracias —le dijo a Jon. Él había atacado a Aegon por la espalda consiguiendo que cayera para que Bastet lo rematara.

El resto de sus hombres redujo también a las escasas tropas de Aegon.

—¿Muchas bajas? —preguntó Bastet.

—No, sólo heridos —contestó Jon—. Hemos dejado vivos a unos pocos, los que se han rendido al ver caer a Aegon, tal y como pediste.

—Bien, que los lleven al campamento. El resto vendrá conmigo, nos vamos a Altojardín.

Bastet se dirigió a Viseniam, quien seguía devorando al dragón caído. «Eso es, acostúmbrate a la carne de otros dragones, vas a tener mucha para comer durante un tiempo».

—Cuando acabes nos iremos —le dijo a la dragona—. Altojardín no está muy lejos, y no esperan ser atacados desde el aire. Aprovecharemos eso.

—¿Qué piensas hacer en Altojardín, Bastet? —preguntó Jon, serio.

—Las niñas están allí —contestó Bastet sin más—. Una vez mi hermana atacó a mi madre adoptiva porque decía que yo había matado a su hijo. Nunca conocí al niñato ese, Jon, pero parece ser que yo lo maté. Ahora Dany sí podrá decir con razón que yo maté a sus hijas. Voy a enviarle sus pequeñas cabezas junto a la de Aegon.

Bastet intentó subir al lomo de Viseniam, pero Jon la retuvo agarrando con fuerza su muñeca.

—No vas a matar a esas niñas.

—Suéltame, Nieve —ordenó Bastet, mirando a Jon con la fiereza de un dragón—. Es una orden.

—No dejaré con mates a esas niñas.

Bastet abofeteó a Jon con la mano libre, la del lado del arañazo. El movimiento le dolió, pero, a pesar de toda la fuerza empleada, Jon ni se inmutó. Los hombres de su alrededor miraron hacia ellos con disimulo al notar la tensión.

—Te ordenó que me sueltes. Es una falta muy grave desobedecer a tu señora.

—Por mis venas corre la gélida sangre del Norte —respondió Jon sin soltar su agarre—, y por eso solo obedezco a una persona: a la cabeza de la Casa Stark. Sansa es mi señora, y solo a ella le tengo lealtad ciega. No, esto no lo hago como tu siervo, lo hago como tu amigo.

—Si de verdad fueras mi amigo me dejarías ir —escupió Bastet.

Daba igual cuánto se resolviese, Jon era más fuerte y no la soltaba.

—Una vez me pediste que te detuviese si perdías la cabeza. Eso hago ahora. No lo hagas, piensa en Rhaegar y Thorin.

—¡No los metas en esto! ¡Lo hago por ellos!

—¿Ah, sí? —Entonces Jon la agarró de los hombros con ambas manos para obligarla a mirarlo directamente a los ojos—. Una de esas niñas apenas es un tiempo mayor que ellos. Piensa en los hijos de tu querido hermano Rhaegar, en cómo reventaron la cabeza del verdadero Aegon contra la pared o lo que le hicieron a Rhaenys. Todo por la venganza y la sed de sangre. ¿Quieres eso para tus propios hijos? Deja a las niñas vivas y serán tus rehenes. ¿De qué te valen muertas?

Viserys les había contado historias a Dany y a ella sobre el fatídico destino de sus sobrinos. Ella y su hermana tenían pesadillas sobre aquello en las que se veían a ellas mismas en el lugar de sus sobrinos. Una vez prometieron que eso nunca pasaría una vez que recuperasen su derecho.

«¿Qué estoy haciendo? Odio a Daenerys, mató a Nana Cotha e indirectamente a Drogo». Pero las imágenes de Thorin y Rhaegar muertos en el suelo, bañados en su propia sangre, hicieron que su antiguo temor volviese más fuerte que antes. «No quiero ser un monstruo».

Bastet dejó caer su espada y abrazó a Jon.

—Gracias...

—Volvamos al campamento —dijo Jon—. Discutiremos nuestro próximo objetivo.

{ ﹀﹀﹀﹀﹀﹀(🥀)﹀﹀﹀﹀﹀﹀﹀ }

—¿Cuánto tiempo lleva escociendo la herida? —le preguntó el curandero una vez de vuelta en el campamento. Jon la había acompañado hasta la tienda del curandero por si necesitaba ayuda, aunque ella pensaba que no era necesario.

Bastet le contó lo sucedido en el enfrentamiento contra Aegon. El curandero examinó la herida y luego negó con la cabeza.

—No me gusta nada el color —explicó—. Cuando una herida se infecta no reacciona así, a no ser... ¿Tenéis la espada que os hizo daño?

Jon asintió y salió, volviendo al poco tiempo con la espada de Aegon.

El curandero la examinó, con cuidado para no cortarse. Rebuscó un momento entre sus enseres. Cuando encontró lo que buscaba, un pequeño frasco, echó un par de gotas sobre el arma. Para sorpresa de Jon y Bastet, la hoja adquirió un color violáceo allí donde habían caído las gotas.

El curandero maldijo en voz alta.

—La hoja está impregnada de Lamento silencioso, un veneno. Es letal en grandes dosis, pero mata igualmente en dosis pequeñas, solo que muy lentamente. Lo siento, mi señora.

—¿No tiene antídoto? —preguntó Bastet—. ¿Qué contiene ese bote?

—Por desgracia aún nadie ha encontrado el antídoto adecuado, este frasco sólo tiene una mezcla de alone, enebro y ephedra; esta combinación reacciona con el Lamento silencioso volviéndolo de color violáceo, aunque no lo inhibe. El veneno ya ha entrado en vuestra sangre y ha pasado por vuestro corazón, creo que poco puedo hacer a parte de aliviar el dolor con leche de amapola.

—¿No hay nada qué se pueda hacer? —preguntó Bastet.

—No conozco ningún caso que se haya salvado, pero puede que mi señora sea la excepción: los Targaryen no sufrís las dolencias como el resto de nosotros.

Bastet le dio las gracias al curandero (y una advertencia para que no dijese nada) y se marchó con Jon a su tienda privada.

—Debemos enviar un mensaje al resto de las tropas —dijo Bastet una vez que estuvieron solos—, las necesitaremos pronto; y quiero hablar con alguno de los prisioneros, quiero ver cuál de ellos está dispuesto a llevar un mensaje.

—De acuerdo —asintió Jon con algo de recelo—. ¿Qué hacemos con el resto?

—Serán enviados al Muro o, si lo prefieren, irán al destierro durante dos años, aunque la verdad es que me da igual lo que hagan mientras no nos molesten.

—Vas a atacar Desembarco del Rey, ¿no es cierto?

—No, Jon, voy a atacar a mi hermana, la gente de la capital no me ha hecho nada malo. Dejaré que las niñas vivan como un recordatorio, pero no puedo hacer lo mismo con ella. Mató a mi madre adoptiva y desde entonces ha hecho lo posible por arruinar mi vida todavía más. No puedo perdonarla, Jon.

—Las dos lleváis años intentando arruinar la vida de la otra —contestó Jon.

—Yo no empecé esto.

—Seguro que Daenerys piensa lo mismo. ¿No hay otra manera? Inocentes morirán por vuestra lucha.

Bastet sí que había pensado una vez, antes de la muerte de Nana Cotha, buscar a su hermana y volver a estar tan unidas como cuando eran niñas, pero la amenaza que era Dany con su ejército y sus dragones hacía difícil que las cosas volviesen a ser como antes. Le apenaba haber acabado así, pero ahora debía pensar primero en Thorin y Rhaegar. Mientras Daenerys siguiese viva y ocupase el Trono de Hierro, sus hijos no estarían seguros en ninguna parte.

«Tus hermanos fueron acogidos por las manos equivocadas. Por mucho que llorase para que lo arreglara, nunca se pudo hacer nada. Con Viserys no tanto, pero la influencias sobre Daenerys eran demasiado fuertes; Rhaegar y tú tuvisteis la suerte de salvaros», recordó lo que le había dicho su madre cuando soñó con ella tras el nacimiento de sus hijos. ¿De qué influencias hablaba? Rhaegar también había dicho algo sobre rencillas por el poder más peligrosas que las de los seres humanos. También había dicho algo sobre unos peones y una Larga Noche.

—Jon, ¿sabes algo de la Larga Noche? —preguntó Bastet.

—Hace miles y miles de años hubo un invierno frío, duro y largo como jamás hombre alguno había conocido. Hubo una noche que duró una generación, los reyes tiritaban y morían en sus castillos igual que los porqueros en sus chozas. Las madres ahogaban a sus hijos con almohadas para no verlos morir de hambre, y lloraban, y las lágrimas se les helaban en las mejillas.

Bastet lo miró extrañada.

—Es un cuento de la Vieja Tata —dijo Jon, encogiéndose de hombros—. Siempre creí que era una historia para asustar a los niños junto con los cuentos sobre los Otros hasta que...—Pareció que dudaba de lo que iba a decir—. Cuando todavía estaba en la Guardia tuvimos un encontronazo con hombres de hielo que no recibían daño; eran justo como en las historias. Solo mi espada Garra podía deshacerse de ellos y el fuego también, aunque nunca entendimos cómo.

»Hicimos un trato con el Pueblo Libre para tenerlos vigilados; ellos ya los conocían y los llamaban Caminantes Blancos. Durante unos días se produjeron varios asaltos, siempre cuando no había mucha luz, y tuvimos muchas bajas. Luego simplemente se detuvieron. El Pueblo Libre nos contó todo lo que sabían de esas criaturas y ellos también se extrañaron por su brusca desaparición. Una anciana me dijo que estaba relacionada con la profecía de las cuatro coronas que te dije, pero no dijo nada más.

—¿Qué papel cumplen los Otros en los cuentos? —preguntó Bastet.

—Son demonios de nieve, hielo y frío. El antiguo enemigo.

—¿Solo eso?

—Hasta hace un tiempo ni creía que existían —respondió Jon—. Los cuentos de la Vieja Tata eran solo eso: cuentos.

Bastet asintió. Ahora estaba todavía más confundida sobre las palabras de su hermano y su madre.

—Ve a hablar con los prisioneros —dijo al fin. Los cuentos estaban bien para los niños pequeños, pero no valían para nada más—. En el mensaje le daremos la oportunidad a Dany de rendirse. Nada más por ahora.

«No alargues innecesariamente el sufrimiento de tu hermana». Esperaba que la reina Rhaella no pudiese ver nada, porque no sabía si iba a poder detenerse.

{ ﹀﹀﹀﹀﹀﹀(🥀)﹀﹀﹀﹀﹀﹀﹀ }

«Siempre supe que acabaríamos así», pensó Dany mientras gritaba las últimas órdenes antes de lo que se avecinaba.

El mensaje de Bastet había llegado hacía unas pocas semanas. Había tenido el tiempo justo para preparar la ciudad para la batalla. Reforzó las defensas, ideó posibles formas de contraatacar y preparó suministros por si eran necesario.

Las tropas de Bastet ya habían bloqueado los principales caminos que llevaban hasta Desembarco del Rey. Algunos pobres desgraciados habían intentado huir, pero su destino era incierto. Dany obligó a Missandei huir por vía marítima con la orden de dirigirse a Altojardín y cuidar de Zhaerys y Naerys, aunque sabía que Bastet también tenía vigilada la fortificación.

«Tú fuiste la que empezó todo esto, no yo», pensó Dany mientras acababa de ajustarse su armadura. Era ligera para permitirle montar en Drogon, hecha específicamente para ella.

Sus hombres ya estaban listos, las grandes ballestas cargadas y pronto ella estaría con Drogon en el cielo. Por desgracia había tenido que encerrar a Viserion en el reconstruido Pozo Dragón por la falta de un jinete (y no podía arriesgarse a que el dragón enloqueciera durante la batalla o a perder a otro hijo a manos de la bestia de Bastet).

Dany y Drogon ascendieron hacia el cielo oyendo las órdenes de los generales. A los lejos, la reina vio al ejército de su hermana acercándose. Bastet y su bestias eran tan solo una mota borrosa sobre el ejército.

—Vamos a saludar a tu tía, Drogon. Llegó el momento de vengarse.

Drogon obedeció y batió sus grandes alas negras para ir hacia el enemigo.

«Tú quisiste que fuera así».

Nota de las autoras: ¡Quedan 2 capítulos!

¿Alguna teoría sobre el final? ¿Qué pintan los Caminantes Blancos en toda esta historia? ¿Quién se pelea por el poder y es más fuerte y peligroso que los hombres?

Qué la diosa Bastet nos ayude para acabar ponto la historia.

Gracias por leer.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro